sábado, 18 de diciembre de 2010

Origen del lenguaje

El equipo que trabaja en Atapuerca nos ha ofrecido una nueva noticia clave sobre el origen del lenguaje, a partir de los datos paleontológicos de los fósiles de la Sima de los Huesos (Homo Heidelbergensis). Se trata de conocer en qué momento de nuestra historia evolutiva comenzamos a expresarnos oralmente. Para ello, una vez superados los estudios anatómicos del sistema fonador (base del cráneo, hioides, etc.) y del cerebro (endomoldes con representación del área de Broca) por falta de conclusiones fundamentadas y claras, los estudios se han dirigido a las características del oído, como órgano receptor sonoro, el cual estaría adaptado a la variedad de sonidos que los humanos de nuestro género pudieran haber alcanzado evolutivamente. Para ello, ha reconstruido por TAC (Tomografía Axial Computerizada) las cavidades del hueso temporal donde se alojan las estructuras de oído humano, aplicándoles después un tratamiento digital adecuado. Por medio de modelos matemáticos elaborados por ingenieros de Telecomunicaciones y con las variables anatómicas adecuadas se ha podido saber exactamente cómo resuenan las cavidades, cómo oímos y qué frecuencias percibimos mejor. Las primeras conclusiones es que los hombres que habitaron en la Sima de los Huesos podían hablar, siendo esta capacidad heredada de sus ancestros evolutivos. Los antepasados comunes de los Homo Heidelbergensis y de nuestra especie debieron de tener estas capacidades que transmitieron a sus herederos. Este antecesor común sería el Homo Antecesor, que habitó estas tierras hace 1,2 millones de años. Por tanto, el origen del lenguaje humano tendría como mínimo un millón de años. Esta teoría revoluciona teorías anteriores, que sustentaban que nuestra especie esa la única que podía hablar, por lo que apareció evolutivamente en fechas muy recientes.

Todo parece muy técnico, lógico y factible, y seguramente así fue. Sin embargo, su teoría se parece más aun silogismo filosófico que a una demostración científica de un proceso tan complejo como es el lenguaje humano. Creo que hay que aclara muchos puntos:

- Dicen que las palabras ni los tejidos blandos con los que se pronuncia la voz no fosilizan, lo que es cierto, pero no del todo. Las palabras, o lo que es lo mismo la conversación o dialogo entre los miembros del grupo humano, sí dejan huella, pues gracias a ellas las acciones humanas pueden realizarse, y éstas si están presentes en los yacimientos. No han tenido en cuenta que toda acción humana es la consecuencia del desarrollo de las capacidades psicobiológicas de los humanos que las crean, y de la acción en conjunto realizada por ellos, en este proceso el lenguaje tiene un papel esencial. Tanto, que su desarrollo es paralelo al desarrollo de los datos que nos ofrece el registro arqueológico. Se sigue insistiendo en los aspectos meramente anatómicos, olvidando de nuevo los criterios psicobiológicos, sociales y lingüísticos, considerados como una unidad de acción inseparable. Pensamiento, acción y lenguaje son tres vertientes de un mismo proceso: el quehacer de la vida humana. Podemos ampliar estos conceptos en otras entradas del blog (lenguaje, pensamiento y conducta).

- Lo que han registrado es el cómo resuenan los sonidos en las cavidades humanas, pero no lo que el cerebro es capaz de captar. Esta percepción se recoge en el oído interno (nervio acústico o VII par) del que pocos datos tenemos. Estudios recientes sobre el sistema receptor auditivo del Homo Heidelbergensis de Atapuerca, presentan una limitación en el desarrollo del caracol óseo (donde se asientan las terminaciones auditivas que recogen los diferentes sonidos), como se ha podido ver por escáner del cráneo nº 5 (Muñoz, 1997), lo que podía indicar una menor capacidad auditiva en las funciones lingüísticas que la de los humanos modernos, pero al tratarse del estudio de un único ejemplar es demasiado pronto para sacar conclusiones de este tipo. Pero el lenguaje es mucho más que emitir sonidos y escuchar, pues hay animales que pueden producir toda la gama de sonidos humanos y escucharlos y sin embargo no hablan en el sentido de tener las características humanas (lenguaje y evolución). 


- La existencia de una gran banda de percepción acústica no implica necesariamente la existencia del lenguaje (al menos con las características humanas, que no se mencionan). La presencia de esta capacidad (amplia capacidad auditiva) no implica necesariamente su completo desarrollo, ni su funcionalidad dentro de un proceso en el que participan otros órganos y funciones, siendo la resultante conductual (lenguaje) consecuencia de la unión de todos ellos. Muchos animales presentan tal capacidad auditiva, incluso más desarrollada de la que se aprecia entre los humanos.

- Poca revolución se produce, pues su silogismo no está muy documentado y sólo se fundamenta en una relación evolutiva (Neandertal y HAM con un antecesor común: Homo antecessor). Pues aunque la conclusión a la que llega creo que es cierta, la forma que lo fundamente no me parece muy científica (Rivera 1998, 2006, 2005, 2009).

Vuelvo a insistir en la necesidad de realizar estudios multidisciplinares, que engloben tanto a las ciencias tradicionales de la Arqueología Paleontología como a las relacionadas con la conducta humana (Psicología, Neurología, Sociología, Lingüística, Biología evolutiva). Pues de no ser así sólo tendremos verdades a medias y poco documentadas, lo que conlleva a la perpetua discusión, al cansancio y trabajos inútiles. Un ejemplo de este tipo de estudios lo podemos leer en: El origen del lenguaje: Un enfoque multidisciplinar.

* Muñoz, A. (1997): “Escáner al cráneo nº5 de Atapuerca”. Diario “El Pais”, 27 de abril de 1997. Comunicación personal.
* Rivera, A. (2005): Arqueología cognitiva. El origen del simbolismo humano. Madrid. Arcos/Libros
* Rivera, A. (2006): “Conducta y lenguaje en la prehistoria”. ArqueoWeb, 8(1).
* Rivera, A. (2009): Arqueología del Lenguaje. Akal. Madrid

sábado, 4 de diciembre de 2010

Finalidad de la Prehistoria y formación del prehistoriador

El fin primordial de la Prehistoria es el estudio de la conducta del género Homo. En este intento, los datos arqueológicos sólo nos ofrecen señales de tal conducta de una forma muy indirecta, además de ser escasos y muchas veces en muy mal estado. Ante esta generalidad (estudio de la conducta), ¿qué es lo que realmente se intenta analizar? Aunque muchas veces se han obviado los aspectos generales de toda conducta humana, estos pueden agruparse en cinco apartados: en qué consiste, cuándo se creó, dónde tuvo lugar su inicio y desarrollo, porqué apareció en ese lugar y momento, y cómo se crearon. De tales preguntas las tres primeras son las que más ampliamente se ha ocupado el trabajo arqueológico desde su inicio. Prueba de ello es el amplio conocimiento (aunque limitado en numerosos aspectos) que tenemos de las diferentes culturas prehistóricas, lo que nos permite tener un mínimo conocimiento de tan lejanos tiempos. Su manifestación cultural queda reflejada en la gran cantidad de útiles (líticos, óseos, cerámicos, metálicos, etc.) y conductas (cazadores-recolectores, agricultores, ganaderos, metalúrgicos, etc.) que variaran según sean los periodos de estudio. Se sitúan cronológicamente en unos anagramas temporales que cada vez son más exactos, gracias a la constante mejora de los medios de datación actuales. Igualmente, se describen posibles áreas de inicio, de expansión, de influencia, e incluso de regresión de tales culturas. Toda esta información constituye un registro arqueológico enorme, dando la impresión de tener un importante conocimiento sobre el inicio de la Humanidad.

Pero la apreciación de un proceso es una cosa y, por desgracia, la realidad de su conocimiento otra. En efecto, de todo este inmenso acumulo de información los aspectos del cómo y porqué apenas han iniciado su andadura. En este punto, es cuando hay que indicar la existencia de cierto desajuste metodológico, relacionado con los contenidos históricos y académicos de la Prehistoria, que dificulta el desarrollo de estos aspectos analíticos. Históricos, pues cuando se inició el estudio de la Prehistoria se realizó en un momento en el que las ciencias encargadas de analizar el cómo y el porqué la conducta humana (Neurología y Psicología) estaban poco desarrollados, teniendo metas propias y diferentes a las de estos incipientes estudios prehistóricos. Académicos, pues la parcelación académica siempre ha sido una realidad que ha dificultado la creación de estudios multidisciplinares e interdisciplinarios, los cuales con un adecuado y extensivo uso facilitarían mucho la comprensión de tan complejos procesos.

No obstante, parece que recientemente se está cambiando el interés por conocer las profundas causas de los cambios culturales detectados en nuestra prehistoria. Así, cada vez se habla más de la cognición humana, de las variaciones neurológicas con las que se relaciona, y de las ciencias que más se dedican a su estudio (Neurología y Psicología, de cuya íntima unión nace la Psicobiología). Cada vez más, se mencionan en diversos trabajos las capacidades cognitivas de los humanos que crearon los restos que vemos en los yacimientos, del simbolismo que puede estar relacionado en ellos y, en definitiva, de intentar explicar las causas que motivaron la aparición y desarrollo de tales restos arqueológicos (serían el cómo y el porqué del cambio cultural). Pero tales preocupaciones sólo se producen en los países que tienen interés en relacionar la Arqueología prehistórica con la Antropología física y cultural, así como por las relaciones biológicas que conlleva. Mientras que en otros se omiten del bagaje académico actual, siendo escaso el interés de muchos de los que se dedican al estudio de la prehistoria, pues se carece de métodos y formas que faciliten su análisis y comprensión. Por si esto fuera poco, hay que añadir el continuo aumento de la complejidad que su estudio conlleva, así como su gran dificultad expositiva y divulgativa. No obstante, la comprensión de la realidad humana en todas las épocas pasa inexcusablemente por la utilización y desarrollo de tales ideas y disciplinas. Podemos ignorarlas por un tiempo, pero tarde o temprano se impondrán como formas imprescindibles en el estudio de nuestra conducta, sólo hay que esperar o, lo que sería mucho mejor, empezar a trabajar en esta línea teórica.

También se está hablando mucho de los estudios multidisciplinares e interdisciplinarios como necesarios para el estudio de la conducta humana. Sin embargo, aparecen nuevos problemas, como la propia composición de tales estudios multidisciplinares, es decir, que ciencias deben tratar de analizar la conducta en el lejano pasado prehistórico. Si nos centramos en los yacimientos arqueológicos, como fuente directa de la conducta paleolítica, la elaboración de estos equipos multidisciplinares debe recaer en el arqueólogo que vaya a dirigir la excavación y realizar su posterior análisis (Arrizabalaga e Iriarte, 2006). Así, siempre estarían compuestos por los criterios que su formación académica y tradición arqueológica le indiquen, es decir, por arqueólogos, paleontólogos, y en general de todos los pertenecientes a disciplinas que puedan aportan datos sobre las características geológicas, biológicas y físico-químicas del yacimiento, del medio ambiental existente durante su periodo de formación, y de su ubicación temporal y espacial. Pero, ¿estamos seguros que tal composición cumple todas las posibilidades teóricas para estudiar la conducta de las primitivas poblaciones paleolíticas?, ¿no tendrían algo que decir aquellas disciplinas que tradicionalmente estudian el comportamiento humano en su origen, desarrollo y evolución en general? Parece lógico que, en nuestro intento de alcanzar la máxima objetividad posible, debamos valorar el aporte teórico que tales ciencias (Neurología, Psicología, Sociología, Lingüística y Biología evolutiva) nos ofrecen.

Pero los problemas se acumulan, pues no es fácil encontrar una concordancia teórica entre disciplinas tan dispares, las cuales en su tarea habitual ignoran los cometidos de las demás. Esto hace que sea imprescindible cumplir una condición fundamental en toda síntesis multidisciplinar: todas las ciencias que se utilicen en su realización, inexcusablemente deben tener unos fundamentos teóricos que no sean contradictorios. Si en esta confluencia de explicaciones científicas existiesen contradicciones teóricas, habría que pensar si algún desarrollo de las disciplinas usadas pudiera no ser correcto, pues en la explicación de la conducta humana no pueden coexistir conceptos generales claramente opuestos (concordancia multidisciplinar). Por supuesto, los datos arqueológicos también deberían estar de acuerdo con las conclusiones teóricas de estas ciencias. Además, parece importante que exista una línea argumental en el desarrollo conjunto de estas disciplinas a través del tiempo en el que se produce la evolución humana. Es decir, la evolución es la causante de las capacidades cognitivas humanas (de naturaleza psicobiológica, y de base inicialmente genética), las cuales en relación con el medio ambiente en el que se desenvuelven (demográfico, social, ambiental y lingüístico) serían las causantes de la conducta que observamos en los yacimientos. Por tanto, la conducta humana sería la resultante de la interacción coordinada de las características de la Biología evolutiva (evolución, genética y embriología), Psicobiología (Neurología y Psicología), Sociología, Demografía y Lingüística sobre el género Homo, desde su aparición evolutiva hasta el presente.

Sin embargo, la realización y organización de un equipo interdisciplinario con estas ciencias conductuales supone un importante reto, pues sus métodos, objetivos y elementos de estudio son diferentes, haciendo muy difícil su interrelación doctrinal. Ni el prehistoriador suele conocer los fundamentos psicobiológicos del ser humano relacionados con la conducta, ni los psicobiólogos conocen la realidad conductual de los homínidos del paleolítico. Sin un mínimo conocimiento de estas disciplinas es muy difícil la armonización de sus contenidos, hecho que facilitaría el desarrollo de teorías mejor fundamentadas.

En este punto, es cuando hay que indagar en el problema que plantea este tipo de estudios multidisciplinares. La formación académica y el cotidiano quehacer de los que se dedican al estudio de la conducta humana en la prehistoria no tienen ninguna necesidad colectiva ni interés particular en agrandar el abanico que preguntas que expuse al principio. La mayoría (afortunadamente no todos) de ellos prefieren continuar desarrollando las cuestiones tradicionales de la arqueología (qué cambia, donde y cuando), expresando muy poco interés en las cuestiones relativas al cómo y porqué, o por lo menos poniendo las condiciones precisas para el inicio de su estudio. El estudio de la Arqueología cognitiva debe considerarse como una necesidad para lograr una mejor formación de los arqueólogos que se dediquen al estudio del la prehistoria, en especial del Paleolítico. Sé que muchos no estarían de acuerdo: ¿podrían indicar el porqué?

ARRIZABALAGA, A.; IRIARTE M. J. (2006): “El Castelperroniense y otros complejos de transición entre el Paleolítico medio y el superior en la Cornisa Cantábrica: algunas reflexiones”. Zona arqueológica, 7, (1): 359-370. 

viernes, 26 de noviembre de 2010

Maduración neurológica de Humanos modernos y neandertales

Otro indicio sobre la diferente ontogenia de los HAM y neandertales se ha publicado recientemente. Esta vez se trata de un estudio sobre los dientes fósiles de las dos poblaciones. Utilizando técnicas avanzadas de rayos X se ha comprobado que el desarrollo de los neandertales era más rápido que en los HAM, es decir, que llagaban a la madurez fisiológica en menos años, por lo que tendrían un periodo de infancia y adolescencia más corto. Los resultados de estos estudios dentales añaden información importante a las diferencias de desarrollo que han salido a la luz con la secuenciación del genoma neandertal y que apuntan diferencias entre ambas especies en el desarrollo del esqueleto y del cráneo. La importancia sobre la conducta es que una infancia larga, con una maduración prolongada, facilitaría el aprendizaje adicional y la capacidad cognitiva compleja de los individuos, por lo que aumentaría la capacidad adaptativa y de supervivencia de los seres humanos, a pesar del alto coste en términos de desarrollo. Los científicos no han aclarado aún por qué, pero buscan ventajas que pudieran tener los humanos actuales frente a aquellos parientes y la estrategia de vivir despacio y morir tarde puede ser una clave (PNAS, 2010).

La técnica si parece nueva, pero el estudio sobre los dientes referido a estos problemas ya se expuesto en otras ocasiones (a propósito de la ontogenia del Neandertal). Además, es el mismo asunto que expuse en la anterior entrada (el cerebro de los neandertales y humanos modernos). Lo que ahora quiero resaltar es el significado de la diferente maduración neurológica respecto de las capacidades cognitivas, y donde pudo haber actuado la evolución (visión moderna del cerebro).  

Craneo de Humano Neandertal (izquierda) y de Humano moderno (derecha)

¿Qué puede significar esta diferente maduración?

El desarrollo embriológico humano dura 38 semanas, desde la fecundación al parto (aproximadamente 9 meses). El mecanismo de inicio del parto parece ser un fenómeno de carácter multifactorial, cuyas causas actúan en íntima relación aunque, ninguna de ellas por sí sola, puede ser considerada absolutamente esencial. Entre las causas más llamativas tenemos las de origen muscular (distensión muscular del útero que provoca su excitabilidad y una mayor respuesta a la Oxitocina); hormonales (sobre un útero excitable actúan sustancias que favorece la contracción, como las prostaglandinas, serotonina, histamina, etc.); y las nerviosas (las contracciones irritan el cuello, desencadenando el reflejo neuroendocrino de la secreción de Oxitocina).

 En el momento del parto existe, o se está muy cerca, la imposibilidad biológica de continuación de la gestación, por incompatibilidad de espacio y nutrición, produciéndose el desencadenamiento del proceso neuro/hormonal ya comentado. Hay que tener en cuenta que el feto en este periodo final, alcanza casi el tamaño máximo que el canal del parto puede permitir para su expulsión. Si ésta creciera más no podría salir el niño, por lo que el nacimiento se produce cuando se llega al límite de la posibilidad biológica de mantener la gestación, no cuando se adquiere la suficiente maduración global (neurológica y somática), que permitiría valerse por si mismo, como ocurre en la mayoría de los mamíferos. La inmadurez neurológica en el momento del nacimiento es tan acusada, que muchos autores suponen que los seres humanos tienen un periodo de desarrollo fetal extrauterino de doce meses, con lo que el ritmo de desarrollo fetal abarca un total de veintiún meses (Changeux, 1983; Gould, 1977; Holt, et al. 1975). La causa de la prolongación del tiempo necesario para el desarrollo embrionario cerebral se debe al aumento cuantitativo del cerebro, en especial la corteza cerebral o córtex, que necesitará más tiempo para desarrollarse y madurar. En la escala temporal del desarrollo del linaje humano, el tiempo preciso para alcanzarla madurez neurológica sería proporcional al aumento cuantitativo del cerebro.

Así, al nacer el cerebro de los seres humanos es muy inmaduro, consecuencia de su nacimiento precoz marcado por las necesidades derivadas del tamaño alcanzado y cambios metabólicos, más que por su madurez funcional. Este hecho justifica la pobreza sináptica neuronal, deficiente mielinización y la pobre capacidad funcional que presenta el córtex del recién nacido. El cerebro es un órgano especialmente diseñado para recibir estímulos externos, a través de los 5 sentidos, procesarlos y actuar en consecuencia. Dentro del útero el aflujo de estímulos es mucho  menos y más amortiguados que los que pueda recibir una vez fuera de la madre. La riqueza y variedad de estímulos que el recién nacido va a recibir desde el mismo nacimiento es enorme, logrando que la definitiva maduración neurológica se realice bajo la influencia de esta permanente fuente de estímulos o de manifestaciones socioculturales del medio donde ha nacido. Lo que ha ocurrido es un aumento cuantitativo de diversas áreas cerebrales, más que un aumento global de encéfalo. Pero este aumento, para constituirse en cualitativo y ser verdaderamente adaptativo, requiere tiempo y una cultura ambiental con características precisas.

¿Cómo ocurre todo esto?
La evolución dio lugar al característico y gran cerebro humano, este aumento de tejido neurológico necesitaría un paralelo aumento del tiempo para lograr su maduración o estructuración funcional definitiva; lo que es fácil de observar en las características neurológicas de los recién nacidos. La inmadurez neurológica, la gran plasticidad del sistema nervioso y la existencia de un tardío periodo crítico, son las características psicobiológicas que van a conferir al neonato un largo período de aprendizaje. Durante la infancia, juventud y madurez del ser humano se van a producir una serie de interrelaciones entre las características neurológicas anteriores y los estímulos externos de todo tipo (sociales, psicológicos, lingüísticos etc.). La consecuencia de tales hechos va a tener una gran trascendencia, como sería trasformar ese aumento cuantitativo de las áreas corticales asociativas en módulos funcionales, estructuración cualitativa o emergencias cognitivas. Las sociedades humanas, como creadoras de todas las estructuras socioculturales y de todos los componentes abstractos y simbólicos del lenguaje, son las responsables del desarrollo cognitivo de los recién nacidos. Sin embargo, al producirse de una forma casi imperceptible gracias a su alta capacidad de asimilación y/o aprendizaje que presenta nuestra especie, parece más una manifestación innata que una reorganización psicobiológica dependiente de las características del medio en el que se desarrolla.

Todas estas características se producen en todas las especies humanas, siendo en las que más se aprecia el fenómeno de la inmadurez en aquellas que tengan un volumen cerebral alto (HAM y Neandertales). No obstante, la posible diferencia cognitiva entre estas los poblaciones humanas, no reside sólo en el tiempo de desarrollo ontogénico, sino principalmente en las características neurológicas que van a acompañar al crecimiento cuantitativo (capacidad de sinapsis, proceso de mielinización, crecimiento de unas áreas corticales en detrimento de otras, periodo crítico diferente, etc.). El diferente tiempo de maduración ontológico indica sólo menos tiempo para organizar el cerebro a las influencias culturales, sociales, lingüísticas y tecnológicas. Pero no dice nada de su propia capacidad de absorción y estructuración en función de estas influencias medioambientales. Los tiempos de maduración ontogénicos y las propias características neurológicas y cognitivas de las dos poblaciones serían las responsables del diferente comportamiento que puede apreciarse entre los neandertales y los HAM.

La selección natural actúa sobre la totalidad de las características del individuo, así como sobre los condicionantes sociales en los que vive. En este sentido, la gran inmadurez de los recién nacidos humanos pudo superarse gracias a los cuidados maternos y a la acción conjunta de las sociedades humanas en las que nacieron. Sin embargo, las características ambientales (culturales, sociales, lingüísticas, tecnológicas, etc.) del periodo en los que reprodujo los aumentos cerebrales propios de los HAM y neandertales (no olvidar que se produjeron por separado) fueron las propias del Paleolítico Medio, diferentes a lo que se vería con posterioridad en el Paleolítico Superior. Esto indica que el desarrollo cerebral en un primer momento significó más gasto energético y social que beneficio adaptativo, pero al aumentar sus capacidades se fueron desarrollando poco a poco las características ambientales que con el tiempo producirían la emergencia cognitiva de estas poblaciones, y un poder adaptativo enorme.

La diferente evolución y desarrollo ontogénico de los HAM y neandertales indica diferentes capacidades cognitivas (por analizar y concretar) y un periodo de maduración menor por parte de los neandertales, lo que conductualmente conllevaría a distintos niveles de adaptación a las variaciones medioambientales (sociales, demográficas, logísticas, culturales, tecnológicas, etc.), lo que habría que analizar por medio de los parámetros de la Arqueología cognitiva, pues toda cultura es la manifestación del nivel y desarrollo de las capacidades cognitivas de sus creadores.

* CHANGEUX, J. P. (1985): El hombre neuronal. Espasa Calpe. Madrid
* GOULD, S. J. (1977): Ontogeny and phylogeny. Harvard University Press, Cambridge, Mass.
* HOLT, A. B.; CHEEK, D. B., MELLITS, E. D. y HILL, D. E. (1975): Brain size and the relation of primate to the non primate. En: Fetal and Postnatal Cellular Growth: Hormones and Nutrition. Ed. D. B. Cheek, 23-44. New York.

domingo, 14 de noviembre de 2010

El cerebro de neandertales y humanos modernos

Recientemente se ha publicado en la revista Current Biology un artículo sobre el cerebro de los neandertales y de los HAM (humanos anatómicamente modernos) al nacer, comparando anatomía en ese momento y evaluando su crecimiento durante su etapa posterior. Al nacer presentaban aproximadamente el mismo tamaño y morfología, es decir, eran muy similares. Pero durante el primer año se producía una variación anatómica que diferenciaba a las dos poblaciones humanas, configurando la característica estructura ósea adulta de cada uno de ellos.

El estudio se fundamenta en el análisis de los endomoldes (molde interno del cráneo en estudio) de los diversos fósiles que de ambas poblaciones existen en la actualidad, desde los recién nacidos hasta edades adultas. Los autores del programa indican que las diferencias observadas en el desarrollo del cerebro podrían reflejar los cambios en el circuito cerebral subyacente y, por tanto, la capacidad cognitiva dependiente de la organización interna del cerebro. Las conexiones entre las diversas regiones cerebrales que se establecen en los primeros años de vida son importantes para las funciones sociales, emocionales y comunicativas superiores. Al presentar diferencias en la estructura anatómica, es posible que se reflejase en la organización interna de los circuitos neuronales de los neandertales, por lo que es improbable que estos vieran el mundo de igual forma de cómo lo hacen los HAM.  

En el estudio se indica que la existencia de diferencias cognitivas entre HAM y neandertales es objeto de controversia entre paleoantropólogos y arqueólogos. Debido a que el rango de tamaños cerebrales en neandertales se solapa con el de los HAM, muchos investigadores han asumido que las capacidades cognitivas de las dos especies eran similares, lo que no se ajusta a lo indicado en este artículo. El cráneo de los neandertales continúa con las formas características de nuestro género (alargado), mientras que la forma de los HAM se hace más globulosa en las primeras etapas del desarrollo. Este hecho indica un desarrollo cerebral diferente en esta temprana edad, consecuencia de un aumento del volumen cerebral diferente. Hay que indicar que en estas etapas es el hueso del cráneo el que se adapta a los cambios anatómicos cerebrales, para tener un ajuste perfecto (dentro de los límites fisiológicos). Esto indica la existencia de dos desarrollos ontogénicos diferentes. Los investigadores continúan indicando que esta nueva visión del desarrollo del cerebro humano podría arrojar luz sobre los resultados de una reciente comparación de los genomas de HAM y neandertales. Especulan que se produjo una mutación del patrón ancestral del desarrollo cerebral en los inicios del Homo sapiens, cuya consecuencia fue la reorganización cerebral y las diferencias cognitivas asociadas a este nuevo patrón de crecimiento, constituyendo una selección positiva en los HAM.


Cráneos de Neandertal y Humano anatómicamente moderno
El tema no es nuevo, pues existe en la literatura científica diversos estudios que van en la misma línea de desarrollo. Incluso ha sido tratado en este blog en diversas estradas (El enigma Neandertal. A propósito de la ontogenia del Neandertal. El enigma Neandertal: Un poco de historia). Lo que parece quedar claro es que en estas dos poblaciones existieron dos formas de desarrollo ontogénico (crecimiento del sistema nervioso y del cuerpo a lo largo de la vida) diferentes, consecuencia de una evolución diferenciada, a partir de un ancestro común de más de 500.000 años de antigüedad. Esta separación mantenida por el aislamiento geográfico (África y Europa); el tiempo adecuado (500.000 años) para que tengan lugar cambios evolutivos importantes. La manifiesta diferenciación corporal (más allá de la variabilidad de espacie), parecen indicar la existencia de dos evoluciones diferentes. Esto justificaría la existencia de diferentes capacidades cognitivas, de complejo análisis por medio de la Arqueología.  

Los recientes datos obtenidos del ADN del Neandertal parecen indicar la existencia de cierto cruce de estas poblaciones en el Próximo Oriente durante el Paleolítico Medio, pero la ausencia del mismo durante el Paleolítico Superior en la que convivieron en Europa puede deberse a la existencia de diferentes desarrollos cognitivos (emocionales y racionales. Motivación) que dificultaran su relación social. El concepto de especie se limita a la descendencia común fértil, no dice nada sobre la necesidad de igualdad de otras capacidades (físicas y/o cognitivas. Hibridación entre neandertales y cromañones).  

El problema recae sobre la Arqueología, pues es la conducta general de cada población la que nos puede dar pistas sobre el resultado conductual del desarrollo de sus respectivas capacidades cognitivas. La Paleoneurología poco puede aportar en este sentido, pues sus bases de datos (endomoldes y comparaciones con cerebros actuales) sólo puede comprobar las diferencias anatómicas (como en el estudio) pero no funcionales. Sus manifestaciones teóricas se limitarían a establecer tales diferencias y establecer posibles tendencias conductuales, que siempre tendrán que comprobarse por la conducta desarrollada.  

Este problema, ya analizado en otras entradas (¿Quién creó el Paleolítico Superior?) sitúa la dialéctica actual sobre este periodo en una controversia en la que parece que interesa más mantener o demostrar teorías preestablecidas, que conocer la realidad de lo que pudo pasar. Que el Neandertal y los HAM son seres humanos muy desarrollados cognitivamente y con conductas complejas, entre las que se encuentran la simbólica (al menos en sus primeros desarrollos), creo que actualmente difícilmente se puede tener la menor duda de tal realidad. Pero, paralelamente, hay que admitir que son el resultado evolutivo de dos procesos aislados y separados geográficamente en más de 500.000 años, cuyo resultado no puede ser igual, aunque sí semejante. Lo más lógico es que sus respectivas conductas sean semejantes hasta que las diferencias cognitivas (emocionales y racionales) que evolutivamente hayan obtenido, les marque los límites o les lleven por caminos conductuales diferenciados. Ante el problema de tener que convivir en una misma zona geográfica (Europa), o se cruzaban (lo que parece que no sucedió) o uno de ellos emigraba o desaparecía.   

Las causas no son del calibre de ser más listo o menos tonto, sino que de la resultante del conjunto de sus capacidades cognitivas (insisto: tanto las racionales como las emocionales) en la supervivencia diaria como población, las de uno fueron más adaptativas que las del otro, lo que le condenó a su extinción (selección natural).  

Hay que insistir en comprender la realidad de las dos poblaciones, pues ni los neandertales eran como los HAM, ni estos pensaban y actuaban como las sociedades humanas modernas actuarían en épocas posteriores. Tener unas capacidades cognitivas no implica directamente su desarrollo, sino que este se produce gracias las características del medio ambiente (geográfico, climático, social, cultural, simbólico, lingüístico, etc.), las cuales hay que ir creando poco a poco, constituyendo el continuum característico de las evoluciones culturales humanas.

lunes, 1 de noviembre de 2010

El Chatelperroniense de Arcy-sur-Cure

Recientemente se ha publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences una revisión sobre la cronología del Chatelperroniense de la Grotte du Renne (Arcy-sur-Cure. Francia). Su trabajo se ha realizado sobre la obtención de 31 nuevas dataciones obtenidas sobre diversas muestras de los niveles chatelperronienses. Para evitar posibles contaminaciones se han realizado nuevos métodos de filtrado y depurado de las muestras que, al menos en teoría, ofrecen mayor nivel de certeza en los resultados.

Los datos obtenidos presentan importantes problemas en la compresión de la cronología de estos estratos, pues se encuentran dentro de un amplio abanico cronológico (21.000-49.000 BP), quedando una tercera parte de las dataciones del Chatelperroniense fuera de su margen cronológico, lo que estadísticamente parece importante.



Este hecho ya se había visto en la clásica cronología (D´Errico et al. 1998) y que podemos ver en la tabla 1 (nivel IX OxA-3465: 45.100±2800 BP). Al calibrarse (INTCAL09) alcanzaba el rango de los 50.000 BP (tabla 2). Al ser una única fecha fuera de lo esperado se presupuso en una alteración del método o en una contaminación de la muestra, por lo que no desvirtuaba el abanico de fechas.


El nuevo abanico de dataciones radiométrica ofrece las misma paradojas, pero mucho más aumentadas, pues son un tercio de las mismas (33%) las que se escapan de las dataciones esperadas. Fechas que calibradas por el programa INTCAL09 las tenemos en la tabla 3.



Como era de esperar la interpretación de las mismas no coinciden. Los autores del estudio ven una mezcla evidente de niveles, y que las industrias auriñacienses (niveles superiores) con cronologías más modernas (35.000 BP) se introdujeron en niveles más profundos, alcanzando los del Chatelperroniense, incluso sobrepasándolo en profundidad. Las conclusiones prácticas son que este yacimiento no es adecuado para ser tenido como referencia del simbolismo del Chatelperroniense realizado por los neandertales.
Por su lado, Zilhäo defiende la tesis del simbolismo del neandertal y de este yacimiento como ejemplo del mismo. Indica que dos tercios de las dataciones son consistentes con el hecho de que los neandertales hicieron el Chatelperroniense. El resto, es decir, las dataciones extremas, podrían ser resultado de la contaminación, en lugar de la mezcla de objetos entre capas.

Las opuestas interpretaciones creo que van a realzar el debate que sobre este asunto persiste en la comunidad arqueológica. Sobre todo por la trascendencia que este yacimiento tiene en la tesis del simbolismo del Neandertal. Actualmente no se debe discutir la posibilidad de que este ser humano pudiera tener un simbolismo moderno (lo que habría que definir, tanto para los HAM como para los neandertales), sino que este fuera capaz de poder desarrollar las conductas simbólicas que se ven entre los HAM del momento (Auriñaciense). Si tenemos en cuenta que en el Chatelperroniense (claro representante de la cultura moderna de los Neandertales) los yacimientos que presentan adornos son sólo 6 (El simbolismo en el Chatelperroniense), y que de estos 6 el de Arcy-sur-Cure es claramente el más representativo con mucha diferencia con los demás (Cronologías de los adornos chatelperronienses), y que salvo el de Roche de Quinçay los demás tienen igualmente problemas estratigráficos o presentan una representación simbólica muy escasa.

Estadísticamente un tercio de posible error es mucho. Si además se añade la escasez de otros yacimientos que puedan suplir o corregir estos errores (ocurriendo lo contrario, pues existen problemas o controversias estratigráficas en varios de los pocos yacimientos conocidos con adornos de los neandertales), la precariedad de la base arqueológica sobre el simbolismo del neandertal se debilita, aunque no la elimina del todo, pues el yacimiento de Roche de Quinçay ofrece un testimonio arqueológico que siempre hay que tener en cuenta.


El trabajo de la Arqueología cognitiva no puede limitarse en decir si el Neandertal tenía capacidad o no de desarrollar un simbolismo moderno, cuando sus capacidades cognitivas, por pertenecer a su mismo género, serían muy similares a las de los humanosmodernos. Debe centrarse en dilucidad las posible diferencias que pudieron existir en las conductas que vemos en cada una de las dos poblaciones humanas. Para ello hay que utilizar los datos aportados en las anteriores entradas (Conducta simbólica humana y siguientes).

* D'ERRICO, F.; ZILHAO, J.; JULIEN, M.; BAFFIER, D. y PELEGRIN, J. (1998): Neanderthal acculturation in western Europe? A critical review of the evidence and its interpretation. Current Anthropology, 39 (supl.): 1-44.  
HIGHAM, T. et al. (2010): Chronology of the Grotte du Renne (France) and implications for the context of ornaments and human remains within the Châtelperronian. PANAS.

sábado, 16 de octubre de 2010

El simbolismo de Excalibur

El estudio del simbolismo en el registro arqueológico del Paleolítico (sobretodo del medio e inferior) constituye un problema de difícil encauzamiento. Siguiendo lo comentado en los cuatro anteriores entradas (Conducta simbólica humana. Concepto multidisciplinar de evolución conductual. Características del simbolismo humano. Análisis del simbolismo en el Paleolítico) creo que lo mejor sería realizar una aplicación del modelo a un problema simbólico concreto, como puede ser el bifaz encontrado en la Sima de los Huesos en Atapuerca, denominado por sus descubridores como Excalibur.

Bifaz Excalibur

Su situación en un lugar de posible enterramiento voluntario le ofrece ciertas características de ofrenda, dentro de un desconocido e incierto ritual. Este bifaz fue hallado en 1998, y se puede afirmar que fue la obra de un Homo heidelbergensis. Su fabricante lo trabajó en un bloque de cuarcita roja para darle filo y convertirlo en una herramienta de corte hace unos 350.000 años. Su importancia radica en que se trata del único instrumento lítico encontrado en la Sima de los Huesos, lugar utilizado para acumular cadáveres, lo que teóricamente podría tener connotaciones simbólicas relacionadas con la muerte y su conexión con otro mundo espiritual.

La comprobación de tal hecho implica necesariamente que los humanos, de ese momento y lugar, deberían tener el suficiente desarrollo cognitivo de carácter simbólico, como para poder elaborar las ideas abstractas relacionados con cierta espiritualidad o una vida futura de los muertos. Así, la principal duda no es que el lugar pueda ser un autentico cementerio (lo que no todos están de acuerdo), sino que el desarrollo cognitivo de ese momento y con esos precisos seres humanos (Homo heidelbergensis) fuera el suficiente como para justificar la existencia de tan complejos conceptos abstractos, lo que en vista de los datos arqueológicos sobre su conducta no parece que así fuera. En este sentido, hay que valorar la opinión de Emiliano Aguirre (Aguirre, 2000), primer director del yacimiento, al opinar que la acumulación se parece más a una muerte simultánea por accidente natural que a una acumulación paulatina (enterramiento provocado). Paralelamente, el encuentro de un solo útil no ayuda mucho en el mantenimiento de las ideas de sus descubridores. El problema no es solo la incertidumbre que sus mismos descubridores indican sobre su posible simbolismo, sino la falta de datos científicos sobre los que fundamentar tal hecho.

Ante esta situación los datos meramente arqueológicos parecen incapaces de proporcionar teorías fundamentadas sobre una base científica. Las cuales superen a la simple opinión de sus descubridores. El hallazgo de un solo útil entre muchos cadáveres posiblemente depositados en tiempos dispares, puede explicarse con las mismas posibilidades de ser un elemento simbólico o debido a la acción del azar. Aunque los datos obtenidos del propio yacimiento son fundamentales, las claves de su estudio se centran más en los seres humanos creadores de tal yacimiento que en las características del mismo. Sobre tal orientación metodológica la Arqueología cognitiva puede tener mucho que decir. Si aplicamos las conclusiones ya mencionadas del método, habría que analizar otros datos externos al propio yacimiento, pero muy relacionados con él:

I.- Concepto multidisciplinar de evolución conductual. Del mismo hay que tener siempre presente las siguientes conclusiones:
- La evolución biológica ofrece unas capacidades funcionales de carácter innato (capacidades cognitivas básicas), destacando su gran inmadurez fisiológica.
- El grado de repercusión en la conducta depende de su desarrollo (desarrollo cognitivo), el cual depende de los estímulos externos de todo tipo (sociales, psicológicos, lingüísticos etc.). Se produce una reorganización psicobiológica dependiente de las características del medio en el que se desarrolla, teniendo lugar dentro del periodo crítico.
- Con un nivel adecuado de estas características se producirá el desarrollo de otras capacidades (capacidades cognitivas emergentes de base sociocultural), las cuales sólo existían como posibilidad a desarrollar dependiendo del medio ambiente.

Estos datos nos indican que la posesión biológica y evolutiva de unas capacidades cognitivas no significa necesariamente la existencia de la conducta a la que pueden llegar con su plena evolución. Es necesario un desarrollo cognitivo, de base sociocultural y de consecuencias cognitivas emergentes, para que la conducta se desarrolle. Desconocemos las capacidades cognitivas del Homo heidelbergensis, pero si podemos intuir su desarrollo por medio de la conducta observada en los yacimientos correspondientes a ese tiempo y lugar. Las características medioambientales (sociales, demográficas, culturales, tecnológicas, etc.) son las que van a poner límites en el desarrollo de sus capacidades.

II.- Características del simbolismo humano. El simbolismo humano es un proceso que estaría condicionado a las características psicobiológicas del cerebro de nuestro linaje, el cual sigue los conceptos del apartado anterior.
- Componentes básicos y fundamentales del simbolismo, que actuando en estrecha interrelación van a posibilitar su emergencia. Estos serían la individualidad personal/social, así como su ubicación en el tiempo y en el espacio.
- Toda conducta simbólica es acumulativa, pues para su creación y desarrollo utiliza anteriores conceptos o conductas (simbólicos o no) más elementales.
- Este proceso de evolución cultural y simbólica es un continuum que adquiere un aspecto de heterogeneidad temporal y espacial (mosaico cultural), pues depende de diversos factores (capacidades y desarrollo cognitivo, existencia de un lenguaje previo, medioambiente sociocultural, etc.), las cuales no siempre actúan con el mismo nivel de desarrollo. Este hecho sugiere la existencia de diversos grados de desarrollo intermedios entre las divisiones que podamos establecer.
- Su desarrollo precisa de unas características medioambientales determinadas (demográficas, socioeconómicas, tecnológicas, etc.).
- El simbolismo humano es un proceso cognitivo emergente. De la unificación funcional de ciertas capacidades cognitivas más elementales se producirían nuevas y desconocidas propiedades cognitivas, entre las que se encuentra el simbolismo.
- Hay que destacar el aspecto lingüístico, pues toda conducta, y más aún la simbólica, está íntimamente ligada al lenguaje, que sería la primera manifestación simbólica humana.

Habría que buscar en la conducta de estos humanos los aspectos cognitivos relacionados con la individualidad personal/social, así como desarrollo temporal y espacial. Estos son los elementos básicos para que se desarrolle cualquier tipo de conducta simbólica (social, religiosa, política, etc.). Su previo desarrollo es imprescindible para el inicio del posterior simbolismo trascendente (conductas espirituales, metafísicas, etc.), pues en él siempre hay rasgos de individualidad y uso de un preciso tiempo y espacio (Alvargonzález, 2005), lo que hay que crearlo con anterioridad.

La conducta simbólica moderna aparece cuando se adquieren las abstracciones básicas (individualidad, espacio y tiempo), con el suficiente desarrollo como para desarrollar la autoconciencia reflexiva que nos caracteriza Para ello, es necesario la propia interacción social entre los miembros del grupo y con otros grupos (Shennan, 2001), del propio desarrollo socioeconómico de estas poblaciones (Hernando, 1999), y de un lenguaje con los elementos de identificación social y/o personal con su ubicación temporal y espacial (Rivera, 2004, 2009). Así, el simbolismo debe ir asociado a situaciones arqueológicas en las que se observe un aumento demográfico de las poblaciones que convivan en una determinada área geográfica, y de cierta evolución socioeconómica, consecuencia del desarrollo de las capacidades cognitivas que lo posibiliten.

Por otro lado, las practicas mortuorias (inhumación, deposito del cadáver en simas, etc.) no significa que tengan un significado simbólico, y menos aún de carácter espiritual o metafísico (conductas ante la muerte en el Paleolítico). La acumulación de estos cadáveres en la sima puede obedecer a la necesidad de aislar el cadáver del lugar de hábitat, al que puede añadirse o no cierto componente simbólico a determinar (Rivera, 2010).

Habría que buscar las consecuencias conductuales de sus particulares desarrollos cognitivos, los cuales suelen ser evidentes en el registro arqueológico:
- De la individualidad social y personal se observan la producción de adornos, marcas y señales que indiquen la diferenciación de los componentes de la sociedad.
- Del concepto del espacio se destacan la obtención de materias primas obtenidas fuera de su territorio logístico en lugares lejanos. El uso de áreas de caza y recolección con algún tipo de estructuración. La elaboración de asentamientos ocasionales y estratégicos para un mejor aprovechamiento de la zona. El hábitat con distribución espacial para usos específicos. La utilización de los accidentes geográficos (pantanos, precipicios, trampas naturales o elaboradas, etc.), para facilitar la obtención de animales. El conocimiento de las migraciones de las manadas de herbívoros, zonas de paso y lugares de abrevadero, para el uso de la caza habitual y estacional. En general, todo aquello que implique la adquisición de cierto dominio sobre el concepto abstracto del espacio, con mayor elaboración que la precisa para su realización en el lugar de los hechos.
- Del tiempo se aprecia su uso en el consumo de la comida o la manufactura del material lítico en periodos posteriores a su obtención. Destacan todas las formas de almacenaje, tanto de materias primas para futuras fabricaciones de herramientas como de alimentos de cualquier tipo (cestos, silos, áreas determinadas del hábitat). Cualquier tipo de método de conservación de los alimentos (frío, salazón, lugares adecuados, etc.). Caza estacional y uso de asentamientos ocasionales y estratégicos para una mejor utilización del área en unión con el concepto espacial.
- De la unión de los tres en un importante nivel se aprecia la emergencia de la reflexividad de su pensamiento y flexibilidad en su conducta, características fundamentales de la conducta moderna y simbólica que sólo se aprecia desde el inicio del Paleolítico Superior en Europa y con mayor antigüedad en el MSA africano.
Por tanto, ante toda conducta en la que se intuye cierto simbolismo trascendente, hay que comprobar si la sociedad que la creó tenía un nivel de capacidad y desarrollo cognitivo que lo posibilitaba, o no era capaz (en ese momento de su desarrollo cognitivo) de generar conductas con ese tipo de simbolismo.

III.- Análisis del simbolismo en el Paleolítico.
- Representatividad poblacional y cultural. El conocimiento de avances cognitivos y culturales por determinadas poblaciones sólo indica el desarrollo cognitivo de estos grupos, no el de toda la especie en ese momento histórico. Es la consecuencia de la acumulación cultural, emergencia y necesidad de un medioambiente adecuado para todo desarrollo cultural y simbólico (culturas en mosaico).
- Para estudiar una conducta es preciso racionalizar la estructura cognitiva y social que la produce. Es decir, hay que analizar los componentes básicos y fundamentales del simbolismo, que actuando en estrecha interrelación van a posibilitar su emergencia (Individualidad personal / social, el tiempo y el espacio).
- Objetividad en el estudio. La subjetividad puede disminuir aplicando el mayor número de ciencias tengan relación con el estudio de la conducta humana (la conducta vista desde un prisma psicológico, neurológico, social, lingüístico y evolutivo), y no sólo meramente arqueológico.
- Uso exclusivo de los datos del registro arqueológico, evitando toda interpretación subjetiva sobre posibilidades no observadas, que conducen a una generalización cognitiva y conductual (simbolismo).
- El lenguaje sería la línea que marcaría la evolución de la conducta humana, pues en él se inician y desarrollan las características de acumulación y emergencia simbólica.

Los datos arqueológicos que podemos obtener de este y otros yacimientos del periodo en estudio (los cuales difieren poco unos de otros, ofreciendo una importante homogeneidad en su desarrollo cognitivo, conductual y cultural) indican que se encuentran en un estadio intermedio del desarrollo cognitivo necesario para alcanzar las propiedades de un pensamiento y conducta de un simbolismo moderno (espiritual y plenamente simbólico).

De todas maneras, conocemos ciertas características que pueden situar a este bifaz entre los objetos con cierto simbolismo. Su realización con un material que hasta ahora nunca se había encontrado en la Sierra de Atapuerca (cuarcita roja), indica la elección de un material de forma especial. Su manufactura tiene un buen acabado tecnológico, constituyendo una pieza terminada, y no de una lasca ni un trocito de piedra que se ha roto. No conocemos si presentaba huellas de uso, pues su ausencia sería otro dato a favor de su posible utilidad como representación de una creencia social. De ser así, los conceptos de representación social / organizativa (dirigente del grupo), o de un fuerte afecto emotivo (familiaridad, aspectos especiales del difunto, etc.) serían los que más posibilidades tendrían, pues estos ya existían entre todos los homínidos anteriores (recordad que entre los primates actuales la primacía social y la afectividad familiar es un hecho comprobado). Igualmente, puesto que una fabricación tan perfecta no estaría al alcance de todos los miembros del grupo social, podría ser un signo de distinción del tallador que alcanzaba tal maestría (signo de individualidad personal característica de un estadio intermedio de la individualidad personal moderna). Es imposible conocer su verdadera trascendencia simbólica, pero si ésta existe, lo más probable es que su fin sería de tipo social, en las facetas mencionadas anteriormente.

Lo que parece más lógico es pensar en una implicación emocional de la sociedad con el difunto, que oculta el cadáver para evitar su abandono a los depredadores, lo que emocionalmente no sería adecuado. El origen de la inhumación tendría unas motivaciones sociales y/o emocionales difíciles de precisar. 

* AGUIRRE, E. (2000): "Evolución humana, debates actuales y vías abiertas". Discurso leído en el acto de recepción a la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Madrid.
* ALVARGONZÁLEZ, D. (2005): “El problema de la verdad en las religiones del Paleolítico”. En Jiménez, F; Peñalver Gómez, P y Ujaldón Benítez, E. (coord.). Filosofía y cuerpo: debates en torno al pensamiento de Gustavo Bueno. Pp. 213-243. Ediciones Libertarias/Prodhufi. Madrid.
* HERNANDO, A. (1999): “Percepción de la realidad y Prehistoria, relación entre la construcción de la identidad y la complejidad socio-económica en los grupos humanos”. Trabajos de Prehistoria. 56 (2), pp. 19-35.
* RIVERA, A. (2009): Arqueología del lenguaje. La conducta simbólica en el Paleolítico. Akal. Madrid.
* SHENNAN, S.(2001): “Demography and Cultural Innovation: A Model and Its Implications for the Emergence of Modern Human Culture” .Cambridge Archaeology Journal. 11, pp. 5-16.