Tras las exposiciones anteriores, teóricas y complejas de entender en todos sus aspectos, es preciso entrar en la práctica arqueológica. Lo primero es establecer una adecuada correlación entre los procesos evolutivos que han dado lugar a nuestro linaje y los datos arqueológicos. Como es lógico, debe existir una plena concordancia entre los enunciados teóricos de tales disciplinas. Sin embargo hay que preguntarse: ¿existe esta concordancia disciplinar? Cuesta decirlo, pero no.
La teoría de la evolución de las especies iniciada por Darwin (base de toda explicación biológica) indica que el mecanismo de producción de los cambios evolutivos se tiene lugar por medio de las mutaciones producidas al azar, y en la acción de la selección natural sobre estas nuevas formas morfológicas (fenotipos), favoreciendo aquellas que presenten un mayor poder adaptativo o de supervivencia. Esta acción evolutiva sobre las poblaciones que constituyen una especie determinada, producen pequeñas y sucesivas alteraciones anatómicas que con el paso del tiempo originan nuevas especies con otras características morfológicas. La evolución de la conducta se derivaría de los consecutivos cambios anatómicos, estableciéndose una relación directa entre el cambio anatómico y modificación conductual, quedando en el aire la matización de tal relación. Siguiendo estas pautas, en la evolución neurológica humana todo aumento cerebral debe justificarse con alguna mejora adaptativa, para que la selección natural pueda promocionarlo. En general, tal concepción evolutiva ofrece numerosas ventajas, pues es fácil de explicar, comprender y aplicar.
Sin embargo, es ampliamente admitido que la evolución de nuestro cerebro fue mucho más rápida que la cultural, que siempre se produce tras los cambios neuroanatómicos. La siguiente figura explica, en criterios generales de nuestro árbol evolutivo, tal proceso.
Naturalmente, este ejemplo es una generalidad, por lo que hay que indicar otros con mayor concreción. Todos conocemos que el origen de los humanos anatómicamente moderno se produjo en África hace unos 150.000 años (según los restos paleontológicos y los datos del ADN), lo que no significa que automáticamente o con anterioridad existieran ventajas adaptativas que favorecieran su selección natural. Arqueológicamente sólo se aprecian cambios culturales importantes a partir del 80.000 BP en África, mientras que en otras áreas geográficas (Próximo Oriente) ya sobre el 100.000 BP tenemos humanos modernos con la misma cultura que tenían los Neandertales durante el Paleolítico medio (Musteriense) (Torre y Domínguez-Rodrigo, 2001), que curiosamente está menos desarrollada que la vista en Africa del Sur con las fechas del final del mismo periodo paleolítico (Mcbreart y Brooks, 2000; Mellars, 1989).
El fósil de Skhül V muestra las características modernas de nuestra especie, pero su cultura es la propia del Paleolítico medio no la del superior, que en definitiva es la que le caracteriza y le ofrece su enorme poder adaptativo. Es difícil compaginar este desarrollo neurológico con tan pobres avances culturales. La evolución, en sus expresiones teóricas más tradicionales no parece que explique esta disfunción evolutiva7conductual.
La explicación radica fundamentalmente en mayor conocimiento sobre la producción de las mutaciones, de la genética durante el desarrollo embrionario y de los propios procesos adaptativos que tienen lugar durante el embriogénesis. Desde luego es un complejo mecanismo de difícil comprensión, pero si queremos comprender el mecanismo evolutivo, hay que profundizar en los mecanismos que tienen lugar en su producción, y aún así en conceptos generales y aún por aplicar en los particulares cambios anatómicos que se producen en la evolución humana.
Dos son los aspectos que podemos destacar entre los mecanismos del proceso de cambio morfológico: las heterocronías y la embriogénesis. Su estudio podemos ampliarlo en los siguientes apartados:
Evolución y conducta (ArqueoWeb 9:1):
http://www.ucm.es/info/arqueoweb/numero9_1/conjunto9_1.htm
Conceptos evolutivos (Arqueología cognitiva):
http://usuarios.lycos.es/arivera52/evolucion.htm
De estas ideas podemos establecer una serie de características sobre la forma de creación y desarrollo de la conducta simbólica humana:
- La evolución neurológica de nuestra especie es anterior a sus progresos conductuales y culturales, los cuales se explican mejor dentro del concepto evolutivo de exaptación o psicológico de proceso cognitivo emergente. Es decir, que la evolución no produjo tales cambios en función de las ventajas selectivas que suponen una conducta simbólica, sino que se produjo un aumento de las capacidades cognitivas, que por sí solas no ofrecían en principio mejoras conductuales, pero sí ofrecían una mayor capacidad de obtención informativa de la naturaleza, así como de su procesamiento, simbolización y transmisión (lenguaje simbólico).
- Se necesita un tiempo para su desarrollo. Su aparición no tiene por qué ser simultánea entre las diferentes poblaciones humanas de una misma especie, momento y lugar, pudiendo unas avanzar en estos procesos y otras quedar estancadas, avanzar más lentamente o desaparecer.
- Los fundamentos para que tal desarrollo cultural, cognitivo o de conducta se produzca dependen de diversos factores: primero las capacidades cognitivas, de origen evolutivo, que posibiliten este cambio; segundo de la existencia de un acervo cultural previo que pueda facilitar tal desarrollo (tecnología, sociabilidad, alguna forma de lenguaje); tercero de las necesidades sociales y ambientales del grupo, que actuarán como estímulo o motivación consciente para superar los problemas sociales y de supervivencia del momento.
Todo esto nos indica que la evolución confiere capacidades cognitivas, mentales o intelectuales relacionadas estrechamente con la conducta, pero que necesitan de la cultura (medio ambiente específico que hay que crear previamente) para que se desarrollen. Con estos datos vemos que el registro arqueológico y la información evolutiva adquieren criterios de concordancia, al menos desde un punto de vista teórico, y mejor fundamentado que la explicación tradicionalmente mantenida.
* McBrearty, S. y Brooks, A. (2000): “The revolution that wasn’t: a new interpretation of the origin of modern human behaviour”. Journal of Human Evolution 39: 453-563. .
* MELLARS, P. A. (1989): Major issues in the emergence of modern humans. Current Anthropology 30 (3): 349-385.
* Torre, I. de la y Domínguez-Rodrigo, M. (2001): “¿Diferencias conductuales entre neandertales y humanos modernos?: El caso del Paleolítico medio en el Próximo Oriente”. Trabajos de Prehistoria, 58(1): 29-50.
* Rivera, A. (2009): Arqueología del lenguaje. La conducta simbólica en el paleolítico. Akal. Madrid.
La teoría de la evolución de las especies iniciada por Darwin (base de toda explicación biológica) indica que el mecanismo de producción de los cambios evolutivos se tiene lugar por medio de las mutaciones producidas al azar, y en la acción de la selección natural sobre estas nuevas formas morfológicas (fenotipos), favoreciendo aquellas que presenten un mayor poder adaptativo o de supervivencia. Esta acción evolutiva sobre las poblaciones que constituyen una especie determinada, producen pequeñas y sucesivas alteraciones anatómicas que con el paso del tiempo originan nuevas especies con otras características morfológicas. La evolución de la conducta se derivaría de los consecutivos cambios anatómicos, estableciéndose una relación directa entre el cambio anatómico y modificación conductual, quedando en el aire la matización de tal relación. Siguiendo estas pautas, en la evolución neurológica humana todo aumento cerebral debe justificarse con alguna mejora adaptativa, para que la selección natural pueda promocionarlo. En general, tal concepción evolutiva ofrece numerosas ventajas, pues es fácil de explicar, comprender y aplicar.
Sin embargo, es ampliamente admitido que la evolución de nuestro cerebro fue mucho más rápida que la cultural, que siempre se produce tras los cambios neuroanatómicos. La siguiente figura explica, en criterios generales de nuestro árbol evolutivo, tal proceso.
Naturalmente, este ejemplo es una generalidad, por lo que hay que indicar otros con mayor concreción. Todos conocemos que el origen de los humanos anatómicamente moderno se produjo en África hace unos 150.000 años (según los restos paleontológicos y los datos del ADN), lo que no significa que automáticamente o con anterioridad existieran ventajas adaptativas que favorecieran su selección natural. Arqueológicamente sólo se aprecian cambios culturales importantes a partir del 80.000 BP en África, mientras que en otras áreas geográficas (Próximo Oriente) ya sobre el 100.000 BP tenemos humanos modernos con la misma cultura que tenían los Neandertales durante el Paleolítico medio (Musteriense) (Torre y Domínguez-Rodrigo, 2001), que curiosamente está menos desarrollada que la vista en Africa del Sur con las fechas del final del mismo periodo paleolítico (Mcbreart y Brooks, 2000; Mellars, 1989).
La explicación radica fundamentalmente en mayor conocimiento sobre la producción de las mutaciones, de la genética durante el desarrollo embrionario y de los propios procesos adaptativos que tienen lugar durante el embriogénesis. Desde luego es un complejo mecanismo de difícil comprensión, pero si queremos comprender el mecanismo evolutivo, hay que profundizar en los mecanismos que tienen lugar en su producción, y aún así en conceptos generales y aún por aplicar en los particulares cambios anatómicos que se producen en la evolución humana.
Dos son los aspectos que podemos destacar entre los mecanismos del proceso de cambio morfológico: las heterocronías y la embriogénesis. Su estudio podemos ampliarlo en los siguientes apartados:
Evolución y conducta (ArqueoWeb 9:1):
http://www.ucm.es/info/arqueoweb/numero9_1/conjunto9_1.htm
Conceptos evolutivos (Arqueología cognitiva):
http://usuarios.lycos.es/arivera52/evolucion.htm
De estas ideas podemos establecer una serie de características sobre la forma de creación y desarrollo de la conducta simbólica humana:
- La evolución neurológica de nuestra especie es anterior a sus progresos conductuales y culturales, los cuales se explican mejor dentro del concepto evolutivo de exaptación o psicológico de proceso cognitivo emergente. Es decir, que la evolución no produjo tales cambios en función de las ventajas selectivas que suponen una conducta simbólica, sino que se produjo un aumento de las capacidades cognitivas, que por sí solas no ofrecían en principio mejoras conductuales, pero sí ofrecían una mayor capacidad de obtención informativa de la naturaleza, así como de su procesamiento, simbolización y transmisión (lenguaje simbólico).
- Se necesita un tiempo para su desarrollo. Su aparición no tiene por qué ser simultánea entre las diferentes poblaciones humanas de una misma especie, momento y lugar, pudiendo unas avanzar en estos procesos y otras quedar estancadas, avanzar más lentamente o desaparecer.
- Los fundamentos para que tal desarrollo cultural, cognitivo o de conducta se produzca dependen de diversos factores: primero las capacidades cognitivas, de origen evolutivo, que posibiliten este cambio; segundo de la existencia de un acervo cultural previo que pueda facilitar tal desarrollo (tecnología, sociabilidad, alguna forma de lenguaje); tercero de las necesidades sociales y ambientales del grupo, que actuarán como estímulo o motivación consciente para superar los problemas sociales y de supervivencia del momento.
Todo esto nos indica que la evolución confiere capacidades cognitivas, mentales o intelectuales relacionadas estrechamente con la conducta, pero que necesitan de la cultura (medio ambiente específico que hay que crear previamente) para que se desarrollen. Con estos datos vemos que el registro arqueológico y la información evolutiva adquieren criterios de concordancia, al menos desde un punto de vista teórico, y mejor fundamentado que la explicación tradicionalmente mantenida.
* McBrearty, S. y Brooks, A. (2000): “The revolution that wasn’t: a new interpretation of the origin of modern human behaviour”. Journal of Human Evolution 39: 453-563. .
* MELLARS, P. A. (1989): Major issues in the emergence of modern humans. Current Anthropology 30 (3): 349-385.
* Torre, I. de la y Domínguez-Rodrigo, M. (2001): “¿Diferencias conductuales entre neandertales y humanos modernos?: El caso del Paleolítico medio en el Próximo Oriente”. Trabajos de Prehistoria, 58(1): 29-50.
* Rivera, A. (2009): Arqueología del lenguaje. La conducta simbólica en el paleolítico. Akal. Madrid.