jueves, 25 de febrero de 2010

Estados intermedios de desarrollo cognitivo

Una de las principales causas de la subjetividad científica que siempre está presente en el estudio de la conducta de las poblaciones humanas durante la transición paleolítica, sería la presencia de un proceso del que muchas veces ni siquiera conocemos su existencia. Me refiero a la comprensión del desarrollo cognitivo (no biológico ni evolutivo) que tuvieron las poblaciones humanas (neandertales y HAM) en este periodo.

Tal desarrollo estaría caracterizado por un continuum desarrollo cultural y  cognitivo, donde constantemente se irían produciendo y variando una serie de estados cognitivos que podríamos considerar como intermedios. Estos estados podrían definirse como los paulatinos, aunque heterogéneos en el espacio geográfico y en el tiempo histórico, avances de los conceptos de individualidad, del espacio y del tiempo, así como de su integración conceptual. A su vez, esta integración favorecería el desarrollo de las emergencias cognitivas, las cuales posibilitarían nuevos desarrollos cognitivos y culturales. Con el tiempo (continuum evolutivo de los contextos cultural y cognitivo) facilitarían el inicio de las conductas consideradas como modernas y su posterior grado desarrollo de geométrica expansión.

Es muy difícil poder esquematizar o definir las características cognitivas de estos estados intermedios, que sin embargo serían los responsables de las conductas intermedias o poco claras respecto del simbolismo y conducta modernas. El estructuralismo funcional propio de nuestro género sólo nos permite conocer y analizar con nuestra mente racional aquello de lo que tengamos referencias, conozcamos o recordemos. Lo que no se conoce es como si no existiera, y esto ocurre en todas las actividades humanas. Es un axioma clásico en la medicina: ninguna enfermedad puede diagnosticarse si se desconoce su existencia, por mucho que haya sido estudiada, analizada y tratada por otros.

El conocimiento sobre estos estados intermedios es prácticamente nulo. Tanto es su desconocimiento que ni siquiera han sido definidos, ni tenidos en cuenta a la hora de explicar el registro arqueológico. De su desconocimiento se produce una actuación científica en la que parece que todo parece ser posible dentro del registro arqueológico. Con estas actuaciones se mantienen ciertos aspectos relacionados con las ideas sobre la antigua relación directa de cultura-especie, aunque posiblemente de una manera más inconsciente que intencionada.

Todos conocemos que tanto el Neandertal como los HAM no siempre tuvieron el mismo nivel de desarrollo cognitivo, cultural y simbólico, pero el descubrimiento de indicios con cierto desarrollo simbólico en algunos de ellos, favorece una excesiva generalización a toda la población. Es el caso de los neandertales, de los que algunos de ellos se relacionan con el simbolismo del Chatelperroniense, esto, y las dudas lanzadas sobre los antiguos yacimientos atribuidos a los HAM, hace que se atribuyan a esta población humana el inicio de todas las formas culturales que podamos conocer en el comienzo de la transición paleolítica, cuando la realidad arqueológica es que la inmensa mayoría de los neandertales perduraron con un clásico musteriense o simplemente desaparecieron.

Repetidamente se ha indicado la utilidad de la Etnografía como fuente de modelos de estudio, aunque la mayoría opina que estos modelos de conducta basados en los datos etnográficos no deben ser aplicados directamente, pero sirven para tomar conciencia de la variabilidad de la conducta humana y crear hipótesis de trabajo.

Efectivamente, la variabilidad conductual entre los mismos miembros de la especie es un hecho contrastado y debe tenerse en cuenta. Sin embargo, lo que aún no está claro es si los neandertales y HAM pertenecieran a la misma especie (es decir que pudieran tener descendencia fértil en su cruzamiento), ni que en el caso de que así fuese tuvieran las mismas capacidades cognitivas, pues 500000 años de evolución (morfológica y neurológica) los separan (Objetividad y subjetividad en Arqueología).

Además, no podemos comparar las conductas observadas por medio de la Etnografía actual con las que pudieron tener los humanos del periodo transicional, pues estos últimos son el resultado de dos hechos históricos claramente diferentes y consecutivos a lo largo de su historia (continuum cultural y simbólico):

- Primero y más antiguo, el desarrollo cognitivo de sus ancestros paleolíticos que facilitó la creación de conductas consideradas como modernas. Se iniciaron  con el desarrollo de la individualidad social y personal ubicada en el tiempo y en el espacio; continuando con la evolución de tales conceptos simbólicos y la creación de un mundo simbólico de características metafísicas, propias de la religión, conductas mortuorias, simbolismo político y social, etc.
- Segundo, la evolución durante 40000 años de ese mundo simbólico y metafísico originado en el inicio del Paleolítico Superior.

Podrían compararse los datos etnográficos actuales (modelos comparativos de variabilidad conductual) con la situación del segundo apartado, pero no con los del primero o anteriores en el tiempo, donde lo que encontramos son los estados intermedios, camino hacia la conducta considerada como moderna, pero que con toda seguridad no tendrían ninguna semejanza con los desarrollos actuales. Las diferencias no son sólo de variabilidad conductual entre los miembros de una misma especie, sino diferencias de desarrollo cognitivo entre los miembros de un mismo grupo y entre los propios grupos humanos (neandertales y HAM).

¿Cómo encauzar el análisis de estos estados intermedios?

Considero que los indicios de una conducta moderna (reflexividad conceptual flexibilidad conductual) se producen cuando vemos en el registro arqueológico los signos del desarrollo cognitivo necesario para su producción (tecnología lítica y ósea complejas, adornos, conductas cada vez más relacionadas con los conceptos temporales y espaciales, etc.). Éstos, como ya mencioné anteriormente, serían los conceptos de individualidad, del espacio y del tiempo, los cuales al integrarse conceptualmente favorecerían el inicio de nuevas emergencias cognitivas (simbolismo, autoconciencia, conductas metafísicas, etc.), y el inicio de la conducta considerada como moderna.

Las limitaciones para el estudio de tales estadios intermedios son enormes, pues sólo contamos con esta escasa base doctrinal y los parcos datos que al respecto nos ofrece el registro arqueológico. Aún así, he tratado de racionalizar el proceso que, como siempre he mantenido, estaría basado en tres conceptos clave que siempre actúan juntos: conducta, pensamiento y lenguaje. El proceso sería analizar las conductas observadas en los yacimientos relacionadas con el desarrollo de la individualidad social y personal, así como de las que precisasen cierto desarrollo delos conceptos del tiempo y del espacio (Rivera, 1998, 2003-2004, 2005, 2009).

En el cuadro anterior podemos ver una posible racionalización de estos estados intermedios del continuum cultural y del desarrollo cognitivo. Presenta la ventaja de ofrecer las variaciones cognitivas de nuestro género por medio de unas características cognitivas que pueden seguirse en el registro arqueológico. Aunque las desventajas también existen, pues dan el aspecto equivoco de ser una evolución lineal, pautada e inequívocamente consecutiva, lo que sin duda no es cierto. La heterogeneidad de su producción y evolución en el tiempo y en el espacio (aspecto de mosaico cultural) sería una de sus principales características. Igualmente, la limitación de parámetros sobre los que analizar la evolución conductual parece excesiva (conceptos de individualidad, tiempo y espacio), pero posiblemente serían las características más importantes, aunque es muy posible que existieran otras.

La evolución de estos conceptos, con sus consecuentes repercusiones conductuales, sería los principales responsables de la conducta que vemos en los yacimientos. Este desarrollo cognitivo y conductual cuando alcance un nivel adecuado (contexto cultural y cognitivo) y una consecuente integración conceptual, darían lugar a las emergencias cognitivas que va a facilitar la conducta considerada como moderna.

Estas ideas son las que debemos tener en cuenta en el estudio de los continuum culturales y cognitivos de los neandertales y HAM durante la transición paleolítica, dentro de los parámetros geográficos (Europa y Próximo Oriente) y temporales (periodo de transición). Hay que intentar estudiar a las dos poblaciones con la máxima objetividad posible, lo que puede que nos impida llegar a conclusiones definitivas, limitándonos a contentarnos con la simple calificaciones teóricas del proceso de transición cultural como de posibilidades, más o menos razonas, o de simples hipótesis de trabajo.

* Rivera, A. (2005): Arqueología cognitiva: Origen del simbolismo humano. Arco/Libros. Madrid. 
* Rivera, A. (2009): Arqueología del lenguaje. La conducta simbólica en el Paleolítico. Akal. Madrid.

jueves, 11 de febrero de 2010

Contexto cultural y cognitivo

En diversas ocasiones ya comenté que hay que tener en cuenta las características psicobiológicas de los seres humanos que crearon las culturas de todas las épocas, así como de las condiciones necesarias para su desarrollo. Sobre todo en los periodos donde la escasez de datos sea importante y los cambios muy significativos, como ocurre en la transición al Paleolítico Superior. En este sentido, debemos de apreciar tres aspectos fundamentales en el estudio de todo desarrollo cultural:

1º.- Las capacidades cognitivas de sus creadores, pues en el Paleolítico éstas no fueron homogéneas a lo largo de su desarrollo histórico. El problema es que no podemos tener un conocimiento directo de su potencialidad, por lo que tenemos que usar datos indirectos. Así, utilizaremos las consecuencias directas del desarrollo de tales capacidades, es decir, los restos arqueológicos que de su conducta obtenemos de los yacimientos (Neandertales y Cromañones Dos Humanidades).

2º.- Toda cultura aparece como consecuencia de un continuum cultural que en su evolución va configurando los llamados contextos o nichos culturales, a partir de los antecedentes imprescindibles para todo nuevo desarrollo. Nada aparece de repente, pues su manifestación en los yacimientos depende de los antecedentes culturales y cognitivos que hacen posible los avances conductuales, culturales y simbólicos. Puede que la limitación de datos nos obligue a establecer precipitadas conclusiones de un desarrollo cultural de carácter abrupto, lo que hay que analizar con mayor detenimiento y otras perspectivas metodológicas.

Es frecuente que cuando en el registro arqueológico aparece una nueva forma de desarrollo cultural atribuir su origen (si en del mismo contexto del yacimiento no es posible) a un posible y desconocido origen externo (donde sí se produciría el necesario continuum cultural para su realización), de donde se expandiría al espacio y tiempo que estemos estudiando. Así ha sido la tradicional explicación sobre la introducción de los HAM en Europa con su moderna cultura (Auriñaciense), partiendo de un desconocido e impreciso Próximo o Medio Oriente. Pero en estos lugares sólo se ha podido comprobar un incipiente desarrollo tecnológico de las características auriñacienses, pero nada del simbolismo que caracterizaría a esta cultura del Paleolítico Superior atribuida de los humanos modernos. Como excusa, se indica el desconocimiento de la zona precisa donde tal desarrollo cultural pudo haber tenido lugar, no es que no exista, es que aún no se ha descubierto, dejando en el aire de la incertidumbre científica el origen del Auriñaciense.

No obstante, el registro arqueológico europeo es uno de los más desarrollados del mundo y, aunque los datos sean limitados, existe mucha información sobre los diversos periodos paleolíticos. Además, si el interés del periodo histórico adquiere una motivación especial, como ocurre con la transición al Paleolítico Superior, los trabajos de investigación se multiplican, mejorando en su precisión y extensión sobre tal momento. Tenemos muchos datos, pero a la vez muchas dudas, tal vez lo que falta es un método de estudio que ponga algo de orden en el análisis de tan numerosa información.

Lo cierto es que las formas explicativas tan utilizadas en el siglo XIX y gran parte del XX (difusionismo, relación directa entre capacidades cognitivas y culturas, estudios exhaustivos de la tecnología lítica, etc.) no deben constituir en exclusiva el modelo sobre los que comprender el desarrollo cultural de los seres humanos. Puede que haya llegado el momento de evitar seguir estableciendo la división de los periodos paleolíticos con la única base de la simple evolución tecnológica (tradicionalmente lítica), actualizando la misma por medio de las conductas realizadas por los humanos del momento, consecuencia del desarrollo de sus propias capacidades cognitivas, lo que abarca los aspectos sociales, logísticos, demográficos, simbólicos, lingüísticos y, por supuesto pero no como el principal argumento explicativo, su tecnología.

La tecnología es la consecuencia arqueológica (la más abundante y mejor conservada, pero no la única ni posiblemente la más importante) del desarrollo cognitivo de sus creadores. El estudio de las cadenas operativas y tipología lítica nos informan sobre la forma de producción del útil, consecuencia de una enorme tradición cultural, de un desarrollo del concepto espacial de los materiales líticos, y del aprendizaje de las características tecnológicas de las diferentes tipos de piedra. Pero, tanto o más interesante sería el análisis de la conducta humana en los aspectos sociales, simbólicos y logísticos de la producción de útiles (tipología y tecnología). Así, el estudio de la ubicación de las materias primas, las huellas de uso, función y utilidad del útil, su relación con la complejidad tecnológica de otras materias primas (p. e. La utilización de determinados útiles líticos en la manufacturas óseas), nos pueden ofrecer datos muy relevantes sobre el desarrollo cognitivo de sus fabricantes. Adquieren especial relevancia el desarrollo de otras tecnologías con diferentes materias primas, la aparición de adornos con esas materias nuevas, el aumento demográfico y las relaciones sociales entre las poblaciones del momento y, en definitiva, todo lo que sea el reflejo de una conducta racional y flexible.

3º.- La acción conjunta de las posibilidades de desarrollo de las capacidades cognitivas de cada grupo humano, y de las características ambientales (interacción social, aumento demográfico, desarrollo económico, motivación, etc.), crean un ambiente específico (contexto cognitivo) que puede favorecer el desarrollo de las capacidades cognitivas y originar otras nuevas (capacidades emergentes).

En definitiva, todo desarrollo cultural precisa de un determinado contexto cultural y cognitivo para su realización, lo que implica que hasta que éste no se adquiera (lo que puede apreciarse por medio del registro arqueológico) tal avance cultural no puede realizarse, aunque no existan criterios arqueológicos que así lo indiquen.

Pero el desarrollo cultural no es estrictamente paralelo al cognitivo, pues este último tiene una producción que podría calificarse de exponencial, siendo su desarrollo el motor que facilita la evolución cultural y conductual. Con el desarrollo de las capacidades cognitivas emergentes se produce una conducta simbólica de características modernas, las cuales van a multiplicar los desarrollos culturales y conductuales, como puede verse en el registro arqueológico del inicio del Paleolítico Superior. Así, la utilización de los conocimientos aprendidos de los miembros del grupo humano, pero utilizados con pequeños y posibles cambios en su uso o fabricación, ofrecen conductas nuevas y más adaptativas, útiles y/o simbolismo. Siempre se ha apreciado el desarrollo tecnológico, cuando paralelo y de mayor importancia ha sido el desarrollo cognitivo que, al alcanzar unas cotas adecuadas, produciría el desarrollo de capacidades cognitivas emergentes.

La producción de todos estos cambios, en un corto periodo de tiempo, indica la posesión de las dos características conductuales necesarias para desarrollar una conducta moderna: reflexividad cognitiva y flexibilidad conductual. Respecto de la conducta simbólica debemos considerar que no obedece a un todo o nada, pues aunque nos sea difícil intuirlo, existieron estadios intermedios a lo largo de todo el Paleolítico. Tomemos el ejemplo de la secuencia de cambio conductual que nos ofrece el registro arqueológico de Europa durante el periodo de transición (45-35000 BP), y que ya analizamos en otro apartado (Arqueología y simbolismo).

Lo primero que se desarrolla en el tiempo es consecuencia de la larga tradición humana en la tecnología lítica. La producción laminar es el inicio de todo el proceso y del consecutivo desarrollo de las puntas líticas tan importantes en el mundo paleolítico. Su producción implica el inicio del cambio conceptual y espacial en la reducción de los núcleos para la producción homogénea de láminas y laminillas. Tal desarrollo se acompaña muchas veces de cierto aumento del desarrollo espacial, por medio del mejor aprovechamiento del territorio logístico, que iría aumentando, junto con cada vez mayor desarrollo de la reflexividad y flexibilidad conductual, con los consecutivos logros de comportamiento. Los conceptos temporales son más difíciles de visualizar, pues conllevan conductas elaboradas que sólo pueden deducirse por mecanismos indirectos. Podría relacionarse con la utilización logística de su territorio dentro de unos conceptos temporales o estacionales, como sería el caso de largos desplazamientos o la obtención de un determinado producto sólo en precisos periodos temporales. De todas maneras, este concepto estaría muy limitado. Todo ellos conlleva a un aumento demográfico, mayor estabilidad socioeconómica, mayores relaciones sociales, emocionales y motivacionales, lo que produciría su desarrollo cognitivo cada vez es más fácil que se produzcan evoluciones tecnológicas (p. e. microlitos y útiles compuestos), o el aumento de la producción de hechos curiosos (p. e. descubrimiento de la línea por los cortes en huesos, y del color como curiosidad de utilidad aún por realizar).

De la unión cognitivas de todo lo anterior aparece un proceso de emergencia cognitiva, dando lugar a una mayor noción de diferenciación social (con otros grupos) y personal (entre los miembros de un mismo grupo, pero con cometidos sociales, económicos y tecnológicos diferenciados (lo que antes no esa posible, al tener el grupo una economía que no requería la diferenciación social de sus miembros para su adecuado desarrollo). Sería la creación de los adornos, para lo cual es necesario el desarrollo tecnológico antes mencionado, como claro signo de diferenciación social e individual.

Sólo con el logro de estas premisas cognitivas (individualidad dentro de unos delimitados conceptos espaciales y temporales) es cuando pueden comenzar a desarrollarse los patrones conductuales de un simbolismo complejo, como serían los metafísicos (magia, religión, etc.), que pueden relacionarse con la aparición de las imágenes parietales y mobiliares.

La secuencia del desarrollo cultural y conductual siempre es la consecuencia del desarrollo cognitivo de sus creadores, lo que sólo se produce cuando las capacidades cognitivas son las adecuadas y las características del medio ambiente favorecen su desarrollo. Con todo esto se aprecia una creciente reflexividad y flexibilidad conductual, aunque siempre presente un aspecto de mosaico y heterogéneo en su consecuencias.

Estas características de desarrollo cultural hay que tenerlas en cuenta a la hora de interpretar el registro arqueológico del periodo de transición paleolítica, aplicándolas tanto a los neandertales como a los HAM, pues ambos, al pertenecer a la misma línea evolutiva participan de las mismas características psicobiológicas. Así, cuando se estudien los cambios culturales de estas poblaciones paleolíticas hay que tratar de analizar:

- Su propio y característico continuum cultural (características de su acervo cultural y formas de continuidad histórica), que daría lugar al contexto cultural.

- El nivel de desarrollo cognitivo (individualidad, espacio, tiempo) que presenten en el momento en el que se intenta explicar conductas avanzadas (elaboradas conductas sociales y simbólicas), sería el denominado contexto cognitivo.

- Las características del medio ambiente (demográfico, social, lingüístico, tecnológico, logístico, geográfico, ambiental, etc.) en el que se desarrollan, pero de todo el ámbito espacial (Europa) y temporal (periodo de transición) en el que tiene lugar el desarrollo cultural de tales grupos humanos.

De su aplicación a las dos poblaciones europeas en el periodo de transición debería surgir una teoría homogénea en la explicación del cambio conductual y, por supuesto, evitar la explicación de procesos conductuales antagónicos o simplemente sin un aceptable fundamento, el cual no sólo debe estar de acuerdo con los datos arqueológicos, sino también con las características psicobiológicas de sus creadores.