viernes, 26 de marzo de 2010

El lenguaje del Neandertal


En el último número de la revista Munibe se ha publicado un artículo sobre El origen del lenguaje: la evidencia paleontológica” (Arsuaga y Martínez, 2009). Aunque habla de todos los homínidos, particularmente se refieren a la capacidad del Neandertal de crear un lenguaje de características modernas, es decir, de poseer un sistema de comunicación oral muy eficiente y rápidoconsecuencia del conjunto de adaptaciones anatómicas relacionadas con esta forma de lenguaje oral.

En su estudio, en el que engloban a todas las especies del género Homo, indican que tan sólo el Homo sapiens, Neandertal y su predecesor el Homo heidelbergensis ofrecen el adecuado material fósil para estudiar la presencia o ausencia de los rasgos involucrados en la producción y percepción del lenguaje. Con las evidencias disponibles, no parece factible que ninguna especie de géneros más primitivos, como los Austrolopitecos o los Parántropos, dispusiera de las adaptaciones relacionadas con el lenguaje hablado y, por lo tanto, lo más razonable es suponer que carecieron de él.

Las características anatómicas observadas en los fósiles que indicarían las conclusiones de que el linaje neandertal tuvo lenguaje, son las siguientes:

- Su elevada encefalización y un desarrollo de las áreas de Broca y Wernicke (relacionadas con la producción y comprensión del lenguaje) comparable a las del Homo sapiens.
- La presencia en el ADN neandertal de la variante humana del gen FOXP2, estrechamente relacionado con los procesos mentales involucrados en la producción del lenguaje.
- En los neandertales la distancia entre los huesos vómer y occipital (relacionados con el habla) es acortada como en los Homo sapiens, y que el hioides también corresponde al tipo humano moderno, tanto métrica como morfológicamente. Esto, unido a un patrón auditivo similar al nuestro que permite un elevado flujo de información acústica.

El conjunto de estos indicios relacionados con la capacidad de hablar puede ser explicada recurriendo a diferentes hipótesis para cada uno de ellos, pero, resulta más sencillo admitir que tanto el Neandertal como su predecesor, el Homo heidelbergensisdisponían de un sistema muy eficiente de comunicación oralNo obstante, las diferencias físicas en las vías aéreas superiores de los neandertales respecto a los HAM implicarían vocalizaciones distintas, pero que serían de escasa magnitud y no conllevarían variaciones significativas en la eficiencia de la comunicación oral.

Un ejemplo de estas diferenciaciones anatómicas que tuvo importantes repercusiones en el último tercio del siglo pasado fue la curvatura de la base del cráneoLa posición baja de la laringe aumenta el espacio disponible y permite una mejor modulación del sonido, en mayor grado que en las laringes situadas en posición alta, como ocurre en los recién nacidos y en los primates no humanos. El aumento del espacio de la faringe es un factor importante para nuestra capacidad de producir toda la riqueza sonora del lenguaje articulado. Algunos autores (Laitman, 1979 y Lieberman, 1984) opinan que es posible establecer una relación entre esta posición y la forma de la base del cráneo que forma el techo de la faringe. La base del cráneo es el lugar de inserción de los numerosos músculos y ligamentos que sujetan la laringe, la faringe y demás estructuras asociadas. Los estudios estadísticos realizados en varias especies de mamíferos han podido establecer que cuanto más arqueada esté la base del cráneo, más baja estaría la laringe y existiría una mayor capacidad de modulación sonora. Sin embargo, estos estudios no llegaban a comprobar prácticamente nada, pues sólo indicaban la facilidad humana de articular palabras (que a su vez dependía del resto de los numerosos factores anatómicos que componen el aparato fonador). No dicen nada sobre si los que tuvieran la laringe algo más alta estuvieran incapacitados para articular una serie de sonidos que relacionar con los pensamientos que se quisieran trasmitir. Es un reduccionismo anatómico exagerado y poco funcional, pues obvia el factor más relevante: la verdadera funcionalidad práctica de los diversos aparatos fonadores de los homínidos.


Por tanto, los datos paleontológicos sólo ofrecen indicios sobre la capacidad de articular sonidos más o menos complejos, rápidos y variados, así como de poder escuchar y distinguir la variada gama sonora de nuestro lenguaje. Sería la parte sonora y auditiva del mismo. Pero no indican nada sobre que cualidades y características poseía lo que se simbolizaba por medio de los sonidos articulados, es decir, sobre las cualidades simbólicas que representaban los pensamientos, conceptos o ideas que se querían trasmitir a los demás.

Todo proceso lingüístico (de cualquier base: sonora, gesticular, escritura, pintadas, etc.) siempre presenta estas dos vertientes, la cognitiva y la simbolización utilizada (sonidos, gestos, escritura, pinturas, etc.). Dentro de unos conceptos evolutivos progresivos, lentos y siempre guiados por la selección natural, la solución es fácil, pues si estos seres humanos lograron las bases anatómicas para la articulación sonora es que supondrían un avance adaptativo y, por tanto, un uso dentro de las características lingüísticas.

Sin embargo, la realidad arqueológica tiene que matizar tales afirmaciones. Ni los neandertales ni los HAM tuvieron siempre un pensamiento, conducta y lenguaje que podamos considerar como moderno, no en la capacidad de articulación sonora, sino en la cualidad de los conceptos que se quería transmitir.

Las diferencias conductuales existentes entre los HAM en África del sur (MSA), Próximo Oriente (Musteriense) y Europa (Auriñaciense), y entre los neandertales del Paleolítico Medio (Musteriense) y del inicio del superior (Chatelperroniense) son ejemplos que justifican tales ideas.

Las conclusiones paleontológicas del artículo son insuficientes para determinar lo que más interesa a los arqueólogos, es decir, que cualidades cognitivas tendrían los HAM y neandertales de los diversos periodos en los que vivieron y convivieron, siendo el lenguaje uno de sus más características más notables. Además, los datos que aportan son conocidos desde hace muchos años, siendo mostrados en diversas ocasiones por numerosas autores (p. e. Rivera 1998, Burraco, 2003), pues en realidad, por lo menos en lo referente a los neandertales, poco nuevo indican.

El lenguaje, proceso conductual de gran complejidad, debe ser estudiado por métodos multidisciplinares, pues es un fenómeno multifactorial. Los estudios parciales (solo paleontológicos, lingüísticos, arqueológicos o evolutivos) nos pueden llevar a conclusiones equivocas, lo que no ayudan mucho a su compresión y análisis.

Puede que diversos autores nieguen a los neandertales la creación de un pensamiento simbólico que relacionar con sus capacidades de articulación sonora. Incluso es posible que la gama de sonidos que podrían emitir los  neandertales fuese diferente, o incluso algo menor que la nuestra. Sin embargo, hay que admitir que tal limitación o variedad sonora no excluía la posibilidad de originar una serie de articulaciones sonoras capaz de poder trasmitir a sus compañeros los pensamientos  le podían interesar. 
Hablar del lenguaje en el Paleolítico en base a los restos humanos, es sólo analizar de una parte de la realidad, faltando la que más puede interesar a la Arqueología, como es la conducta de los seres humanos. En este sentido, mi trabajo ha sido constante, por lo que remito a los interesados en estos temas a un trabajo realizado hace 12 años (Rivera, 1998) en el que ya se plantean y analizan estos asuntos.  

* Laitman, J. T.; Heimbuch, R.C. y  Crelin, E. S. (1979): “The basicranium of fossil hominids as an indicator of their upper respiratory systems”. American Journal of Physical Anthropology 51.
* Lieberman, P. (1984): “The Biology and Evolution of Language”. Cambridge (Mass): Harvard University Press.
* Rivera, A. (1998): Arqueología del lenguaje en el proceso evolutivo del Género Homo. Espacio, Tiempo y Forma. Serie I, Prehistoria y Arqueología, 11. UNED. Madrid.

domingo, 21 de marzo de 2010

Neuronas espejo

El tema de las neuronas espejo ha despertado un interés especial sobre el desarrollo cultural humano, por lo que quiero realizar un breve esquema sobre ellas. Sobre ellas se ha escrito mucho, por lo que hay numerosas referencias en Internet donde documentarse con relativa profundidad. Como es lógico lo primero sería establecer una definición, que sirva de base para el posterior análisis. De Wikipedia leemos:  

Se denominan neuronas espejo a una cierta clase de neuronas que se activan cuando un animal o persona desarrolla la misma actividad que está observando ejecutar por otro individuo, especialmente un congénere.  

De esta definición podemos destacar varios importantes aspectos:  

A - Lo primero que hay que resaltar es que aunque parece que se refiere a un tipo específico de neuronas, lo que no es cierto, se trata de neuronas del sistema piramidal, llamadas así por su forma de pirámide y por que estarían relacionadas con el movimiento en general (como todas las neuronas piramidales). Su particularidad neurofisiológica es que se disparan con el movimiento, propio y ajeno, siendo distintas a las otras neuronas piramidales por su función, no por su histología. Además, se activan con movimientos determinados y pueden ser selectivas (Martín-Loeches, 2008: 234-236). Es decir, se trataría de una red neuronal (neuronas, axones, dendritas, conexiones neurológicas, etc.), conectada a otras de las que recibe cierta información (elaborada o no), provocando una reacción determinada, o la adquisición conceptual (total o parcial) de un acto externo.  

Los resultados de los estudios por imágenes del cerebro han demostrado que la circunvolución frontal inferior (parte del área 44 de Brodmann, o área de Broca) y la corteza parietal inferior (área 6 de Brodmann) del cerebro humano se activan cuando la persona realiza una acción y también cuando la persona observa a otro individuo realizar esa misma acción. Por lo tanto, es probable que estas regiones contengan neuronas con estas características, por lo que han sido definidas como el sistema de neuronas espejo humano. Las neuronas espejo también están presentes en primates no humanos, aunque en diferente cantidad y ubicación.


B - Se activan con la observación de la actividad que realiza un congénere, por lo que tienen un trasfondo social básico, relacionándolas con la interacción social, pues incita a una conducta determinada (imitación) (Martín-Loeches, 2008: 234-236). Por tanto, parece que tienen la capacidad de proporcionar un mecanismo para comprender la acción, aprender por imitación, y la simulación imitativa del comportamiento de los demás. Este aspecto es fundamental en el desarrollo cultural de los primates, aunque menor entre las comunidades humanas en las que el aprendizaje es más directo e intencionado. Es una forma de cognición social (Moya-Albiol, et al. 2010).   

C - Refuerza la compresión de la existencia de los demás como semejantes a nosotros (imitamos su conducta, lo que hacen nos interesa). En la comprensión de las acciones e intenciones de los demás, y en el propio concepto de la teoría de la mente (Martín-Loeches, 2008: 234-236). Aumenta la empatía emocional y racional. La empatía es un proceso cognitivo fundamental en las relaciones humanas.   

Por definición (Wikipedia): percibir en un contexto común lo que un individuo diferente puede sentir) se deduce que sólo puede darse dentro de un trasfondo social.  

La empatía presenta tres aspectos diferentes (Moya-Albiol, et al. 2010):
- Conocer los sentimientos de otra persona, por lo que estaría muy relacionado con la Teoría de la Mente (Componente cognitivo).
- Sentir lo que está sintiendo, de forma similar o igual a lo que el sujeto puede sentir en la misma situación (Componente emocional).
- Responder compasivamente a los problemas que le aquejan (Comportamiento social).   

Existen teorías que explican el desarrollo del cerebro social en las especies de mamíferos que vivían en grupos sobre la base del desarrollo o adquisición de conductas muy relacionadas con la empatía. En estas sociedades los individuos notan y se afligen ante el dolor de un congénere, actuando de forma que se acabe el objeto que provoca dicho dolor, incluso aunque suponga un peligro para ellos mismos (Preston y de Waals, 2002).   

Según este modelo de percepción-acción, la observación o imaginación de otra persona en un estado emocional particular activa de manera automática una representación de ese estado en el observador, con las respuestas fisiológicas asociadas. Al ser automático, se trataría de un proceso que no requiere conciencia ni esfuerzo de procesamiento, pero que no puede inhibirse ni controlarse. Se trata de una compleja forma de inferencia psicológica en la que la observación, la memoria, el conocimiento y el razonamiento se combinan para poder comprender los pensamientos y sentimientos de los demás.  

El movimiento que conduce de la empatía al acto, discurre a través de las neuronas espejo, empleando exactamente los mismos circuitos cerebrales que se ponen en marcha durante nuestra propia experiencia.   

Hay que tener en cuenta que la empatía estaría muy relacionada con diversas estructura cerebrales con neuronas espejo (corteza prefrontal y temporal) y sin ellas (amígdala, y diversas estructuras del sistema Límbico). Por tanto, su actuación en esta forma de relación social debe considerarse como coadyuvante en la conducta que se produce, no como su elemento primordial.  

D - Se las relaciona con el origen del lenguaje humanoYa vimos como las neuronas espejo en los seres humanos se encuentran en la corteza frontal inferior, cerca del área de Broca, una región tradicionalmente relacionada con la producción del lenguaje, pero que también controla los movimientos orales y de la mano en sus más complejas manifestaciones. Esto parece indicar que el lenguaje humano evolucionó a partir de un sistema de comprensión y realización de gestos implementado en las neuronas espejo. Sin embargo, como en muchas teorías de la evolución del lenguaje, existen pocas evidencias directas, lo que nos obliga a continuar estudiando su funcionalidad por todos los medios disponibles.  

Conclusiones.   

Parece un sistema importante para el lenguaje, pero no más que otros muchos sistemas neuronales relacionados con él. El lenguaje humano está constantemente activando aquellas partes del cerebro que representan la realidad descrita por aquél, así muchas palabras o frases (relacionadas con acciones) activan zonas motoras y relacionadas con la acción. Este no es lenguaje, es nuestro sistema de comprensión del mundo, activado por el lenguaje (Martín-Loeches, 2008: 234-236).   

De lo dicho anteriormente parece que tienen un protagonismo social importante (empatía), logrando ser uno de los componentes básicos de la propia teoría de la mente. La sociabilidad y este desarrollo neurológico y cognitivo tan específico (teoría de la mente), junto con el aumento evolutivo de las demás capacidades cognitivas (abstracción, simbolización, funciones ejecutivas, memoria, etc.) y el propio desarrollo sociocultural de las poblaciones humanas, creo que son los verdaderos artífices del origen y desarrollo de la cultura humana, donde el lenguaje juega un papel predominante, pues sin él no hubiera podido ser realidad la conducta que hoy día poseemos los seres humanos.

* Martín-Loeches, M. (2008): La mente del “Homo sapiens” El cerebro y la evolución humana. Aguilar, Madrid.
* Moya-Albiol, L.; Herrero, N.; Bernal, M. C. (2010): “Bases neuronales de la empatía”. Rev Neurol; 50: 89-100.
* Preston, S. D. y de Waals, F. B. (2002): “Empathy: Its ultimate and proximate bases”. Behavioral and Brain Sciences, 25: 1–72.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Paleontología, Biología evolutiva, Genética y Arqueología en la transición.

En la aplicación de los conceptos que vimos en los anteriores posts (contexto cultural y cognitivo; estados intermedios del desarrollo cognitivo) al periodo de transición paleolítica encontramos importantes problemas con las dos poblaciones europeas de este periodo (Neandertales y HAM). Puede que el principal problema consista en el desconocimiento sobre la similitud o diferencia cognitiva que pudo existir entre ellos, al que hay que añadir la falta de una metodología adecuada para iniciar tan compleja tarea con la mayor objetividad científica. Naturalmente, el problema ha sido estudiado por diferentes aspectos científicos, aunque las conclusiones no son unánimes. Parece que falta una coordinación interdisciplinar que ofrezca mejores resultados.

1º.- Paleontología.
Los estudios paleontológicos nos han mostrado una clara y notoria diferenciación morfológica, tanto que los paleontólogos pueden atribuir con relativa facilidad la mayoría de los restos óseos que se encuentren en un determinado yacimiento a una u otra población humana. Las diferencias morfológicas entre las dos poblaciones son muy conocidas y están bien documentadas en el registro arqueológico, donde existen multitud de artículos que resaltan esta variedad anatómica. No obstante, estas diferencias sólo indican una diversificación biológica que podrían significar la existencia de dos especies, pero aportan poca seguridad sobre tal hecho. Si se tratase de una sola especie podríamos encontrar cierta hibridación en algunos de sus restos, pero su comprobación necesita encontrar fósiles que indiquen con toda claridad tal hecho biológico, incluso que tales muestras sean algo numerosas, para considerar la hibridación como un hecho consumado y generalizado. Sin embargo, hay que resaltar la prácticamente nula herencia morfológica que pudieron obtener los HAM de ese posible cruce con los neandertales, pues son poquísimos los rasgos anatómicos vistos entre los HAM del Paleolítico Superior (además de poco convincentes: moño occipital, mayor robusteza en los huesos) que pueden ser relacionados con las características anatómicas de los neandertales. Si hubo hibridación tuvo que ser mínima, pues apenas dejaros rastros anatómicos apreciables.

Algunos autores indican la posibilidad de dilución demográfica de los neandertales en las poblaciones de HAM mucho más numerosas. Evidentemente las poblaciones de los HAM al final del periodo de transición con seguridad serían más numerosos que la de los neandertales, pero al principio de este periodo la situación demográfica sería todo lo contrario (más numerosos los neandertales que las primeras aportaciones de los HAM). Si la tendencia demográfica cambió, con un aumento de los HAM y estancamiento o disminución de los neandertales, se debería a unos problemas intrínsecos de las dos poblaciones, pues el medio ambiente sería el mismo para los dos.

Paralelamente a estas consideraciones, conocemos algunos estudios que nos informan sobre ciertas diferencias neuroanatómicas entre los dos grupos. Los análisis paleoneurológicos han comprobado que nuestra especie presenta una forma evolutiva diferente a la observada en los neandertales, comprobándose un diferente patrón de desarrollo neurológico. En el Neandertal existe una pauta de desarrollo cerebral definido por diversos autores como arcaico, en el que gran parte del cambio está basado en un simple crecimiento general. Mientras que en los HAM se observa un aumento vertical, dilatación del lóbulo frontal y una relativa reducción de longitud y anchura del lóbulo occipital. Se produce un aumento alométrico de la forma y superficie de los lóbulos parietales y posiblemente frontales de nuestra corteza cerebral (Bruner, Manzi y Arsuaga, 2003). Las posibles variaciones neuroanatómicas indican cierta diversificación de la superficie del córtex cerebral en las áreas asociativas de los lóbulos parietales y frontales (donde tienen lugar los procesos cognitivos claramente humanos), lo que podían indicar cierta diferenciación cognitiva y conductual. Pero hay que profundizar más en los datos que apuntan en la posible diferenciación o semejanza de las capacidades cognitivas de las dos poblaciones.

2º. - Biología evolutiva.
Existe cierto grado de subjetividad en el uso de la Biología evolutiva para explicar las características del desarrollo cognitivo y cultural de los seres humanos. Tradicionalmente, el concepto de evolución se ha utilizado para explicar los cambios morfológicos evolutivos como procesos adaptativos, los cuales se producían de forma consecutiva y muy variada, pues podía afectar a la vez a diversas partes anatómicas. Naturalmente, la selección natural sería la encargada de guiar estos cambios, pues los que no ofrecían mejoras adaptativas serían rechazados por la misma. Estos conceptos son ciertos, pero no dicen toda la verdad que actualmente puede conocerse. La evolución es un proceso biológico de gran complejidad donde se producen a la vez múltiples acciones de diverso signo (antagónicas o sinérgicas) siendo el resultado final el que indica el grado de adaptabilidad y, por tanto, su progreso o no en la lucha por la supervivencia y posterior procreación (transmisión de los caracteres alterados). Siempre hay intentar conocer lo mejor posible los mecanismos evolutivos que nos formaron, pues ellos son los principales responsables de nuestra conducta. Distinguiré dos aspectos evolutivos no muy utilizados en la explicación del origen y desarrollo humano.

A.- Modelo multifactorial. Todo lo que la biología permite, sin duda ya se ha producido numerosas veces, pero ¿qué es lo que dentro del campo de la Biología es posible? Naturalmente sólo conocemos una parte de tales posibilidades, lo que nos lleva a explicar a la evolución por medio de un modelo multifactorial de complejidad aún no conocida del todo. En el que se relacionan muchos factores de variación, y una compleja selección natural, como podemos ver en el cuadro siguiente:


Respecto de la evolución humana hay que destacar algunos procesos fundamentales sobre la evolución neurológica en el género Homo. Existe una apreciación sobre el aumento del cerebro a lo largo de la evolución, pues aparentemente ofrece un carácter de evolución lineal y constante, sobre lo que hay que matizar importantes aspectos. La apreciación de evolución lineal es un concepto que nace de situar las diferentes especies una detrás de otra, como si todo fuese una sencilla continuidad. Ante la complejidad de la evolución anatómica y la comprobación de la existencia de varias especies coetáneas, algunos autores ven la evolución humana como un arbusto ramificado, con importantes dificultades para conocer la línea evolutiva existente entre las especies que constituyen el linaje humano (Angela et al. 1992: 187), lo que justifica el relativamente frecuente cambio de la estructura de nuestro árbol genealógico. En este arbusto, las especies conocidas, o por lo menos las definidas como tales, son sólo unas ramitas laterales que se han significado, no sólo por sus cualidades, sino por la extinción de todas las demás, el conocimiento de los restos que los definen, y la ignorancia (falta de fósiles) sobre la existencia de muchos otros. Cada especie establecida corresponde a una de sus ramas con cierta relación con las demás, pero con seguridad no de forma estrictamente lineal. Con estas circunstancias, la ciencia paleoantropológica no puede presentar conclusiones definitivas, sino plantear a la comunidad científica y a la sociedad en general hipótesis de trabajo sobre las que profundizar con todo su empeño.

Esta aparente evolución continua se intentó explicar evolutivamente como direcciones evolutivas u ortogénesis descriptiva. En la actualidad, la propia teoría sintética indica la falsedad de la ortogénesis descriptiva (Devillers y Chaline, 1989; Stanley, 1981). De este modo, ya no se habla de ortogénesis, sino de tendencias evolutivas o selección direccional, como un fenómeno que representa la continuidad de una modificación, de forma más o menos continua, a lo largo de grandes intervalos de tiempo (Ayala, 1980, 1994; Del Abril et al. 1998).

La diversificación de las especies presenta un aspecto de arbusto muy ramificado, donde el seguimiento de una determinada forma por algún interés especial (como es el caso del aumento del cerebro en el linaje humano), hace que se siga en el intrincado ramaje evolutivo de su linaje y, al expresarlo, dar la impresión de que tienen una forma lineal más o menos directa, casi única y con una clara tendencia evolutiva hacia las formas morfológicas que nos definen.

B.- Ontogenia humana. El azar rige la causalidad de los cambios, pero no todas las posibilidades son viables en la naturaleza, por lo que puede haber cierta propensión a que los cambios que puedan producirse y repetirse sean aquellos que dentro del complejo proceso de la embriogénesis permita la fisiología fetal. En este sentido podemos hablar de una selección natural embriológica. Parece que los pequeños pero repetidos aumentos del cerebro a lo largo del periodo evolutivo del género Homo, no representaban un grave inconveniente para la embriogénesis, pues ésta tendría diversos mecanismos para adaptarse a las nuevas condiciones (adaptaciones y cambios del neurocráneo, mayor inmadurez del cerebro al nacer, adaptación de la pelvis femenina, etc.).

Existen diferentes procesos neurológicos que pueden estar relacionados con los aparentemente progresivos aumentos cerebrales, cada uno de ellos darían lugar a formas funcionales del cerebro semejantes, pero no iguales (tanto en sus vertientes fisiológicas como cognitivas). Estos procesos podrían ser el aumento del número de neuronas y superficie del córtex, o la creación de una mayor capacidad de interconectividad para formar redes neuronales, o producir mecanismos de mielinización más efectivos, o crear una fisiología de los neurotransmisores más potentes, o todos ellos a la vez en proporción muy variable, etc. Todas estas posibilidades de variación evolutiva neurológica demuestran que aunque el volumen del cerebro sea la mismo, su funcionalidad respecto de su capacidad para generar conductas simbólicas puede variar mucho. Conocemos, y no del todo, la de los HAM, desconocemos la de los demás.

La embriología tiene una función evolutiva que es necesario evaluar, pues durante la fase de formación embrionaria se producen cambios morfológicos en cascada durante el curso de su desarrollo. Todo cambio morfológico producido por la mutación de uno o varios genes reguladores, en un determinado momento de la ontogenia fetal, va a repercutir en las siguientes fases de la embriogénesis, sin que sean preciso nuevas alteraciones genéticas. Cuando conocemos la producción de un cambio evolutivo, lo que se ha manifestado es un cambio en la ontogenia o embriogénesis de ese ser (Rivera, 2002, 2004, 2005, 2009; Sinha, 1996). Hay que considerar a la embriogénesis como un proceso dinámico por medio del cual se produce la formación de los nuevos seres vivos, estando sometida a las leyes biológicas que regulan su desarrollo. Estas leyes limitan los cambios morfológicos a un estrecho margen de posibilidades de variación, pues toda alteración en este período ontogénico de desarrollo afecta a la fisiología del ser en formación. Si el cambio no consigue mantener un mínimo de estabilidad fisiológica, se llega fácilmente a imposibilitar la continuidad del desarrollo fetal, provocando el aborto.

Así, el desarrollo embrionario u ontogénico sería el resultado de la acción, jerarquizada y organizada de los genes reguladores, que indicarían a los múltiples genes estructurales dónde, cuándo y cuánto pueden comenzar  a operar en el proceso embriogénico. (Rivera, 2009). Por tanto, puede decirse que, en gran medida, cuando vemos que una especie ha evolucionado en otra, lo que observamos es que su desarrollo ontogénico o embriológico ha cambiado (Sinha, 1996). Por tanto, hay que considerar a la embriogénesis como un proceso dinámico por medio del cual se produce la formación de los nuevos seres vivos, estando sometida a las leyes biológicas que regulan su desarrollo. No es de extrañar el desarrollo de una nueva disciplina denominada Biología evolutiva del desarrollo (Evolution-Development), la cual camina en la actualidad por estos derroteros (Carroll, 2005).

Diversos estudios han indicado que la ortogenia de los HAM y neandertales no era, en líneas generales, la misma. Por medio del análisis dentario como signo biológico del desarrollo ontogénico postnatal, se ha comprobado que los neandertales tenían un desarrollo rápido, llegando a la madurez biológica antes que los humanos actuales, indicando la presencia de un desarrollo ontogénico distinto (Ramírez Roiz y Bermúdez de Castro, 2004). Igualmente se han realizado estudios sobre la diferente maduración de los neandertales en comparación con nuestra especie (Ponce de León y Zollikofer, 2001; Ponce de León et al. 2008).

3º.- Genética.
Actualmente se ha podido estudiar el ADN mitocondrial en diversos restos óseos del Neandertal localizados en diferentes lugares (Lalueza Fox, 2005). En tales análisis se ha comprobado la diferencia genética existente entre neandertales y HAM, así como la existencia de una importante diferencia temporal respecto de la separación de las dos poblaciones a partir de un ancestro común, calculándose en unos 500.000 años.
Esta diferencia de ADN y el conocimiento de que ambas poblaciones se originaron en lugares lejanos (Europa y África), en distintos ambientes y con un aislamiento geográfico, indican la coexistencia temporal de dos formas evolutivas diferentes.

4º.- Conducta arqueológica.
Estos datos genéticos, evolutivos y anatómicos parecen indicar la existencia de dos líneas evolutivas semejantes, pero diferentes, no sólo en su diferenciación genética, sino también en su forma de desarrollo embriológico u ontogénico (Lieberman et al. 2002). Si se acepta que son dos líneas evolutivas y un desarrollo ontogénico diferentes, hay que admitir la posibilidad de que existan diferencias neurofisiológicas en el funcionamiento cerebral de los dos grupos. Tales datos pueden justificar la idea de unas capacidades cognitivas parecidas pero no iguales. Todo parece indicar la existencia de dos evoluciones humanas diferentes, con sus particularidades físicas y cognitivas determinadas. Es decir, tenemos la existencia de DOS HUMANIDADES, SEMEJANTES PERO NO IGUALES, lo que sin duda es lo que hay que estudiar y confirmar, naturalmente si fuese posible.

Los estudios evolutivos, anatómicos, embriológicos, ontogénicos y genéticos aunque no son totalmente concluyentes respecto a la diferenciación neurológica y cognitiva de las dos poblaciones, si indican con sus enunciados tal posibilidad, lo que habría que afianzar por medio de la Arqueología.

Para los arqueólogos lo que cuenta es lo que ven en los yacimientos, deduciendo de sus datos las características psicobiológicas de sus creadores. Efectivamente, las manifestaciones culturales que el registro arqueológico nos ofrece serían la manifestación del desarrollo de las capacidades cognitivas de los humanos que la produjeron (Rivera, 2004, 2005, 2008, 2008a, 2009).

En definitiva, la comparación conductual de las dos poblaciones sería la piedra angular de todo estudio sobre sus respectivas conductas, por lo que la forma de realización es fundamental. En este punto es donde la subjetividad científica más ha actuado, pues en el análisis de la conducta de los neandertales (sobre todo en el inicio del Paleolítico Superior) se han omitido aspectos metodológicos importantes. Así, se aprecia la falta de un método multidisciplinar que encauce y racionalice el origen y desarrollo del simbolismo humano. Igualmente, ignorar todo lo referente a lo dicho anteriormente (diferencia anatómica, ontogénica, evolutiva y genética) sólo puede aportar más confusión científica. Sea cual sea la realidad cognitiva de las dos poblaciones, debe de poder asimilar los datos anteriormente señalados. No puede ser que la interpretación cultural indique una cosa, y los aspectos anatómicos, ontogénicos, evolutivos y genéticos indiquen conclusiones que no sean coherentes con los datos del registro arqueológico. Los estudios multidisciplinares deben ir por este camino, además de admitir los enunciados de las ciencias relacionadas con la conducta humana y la Arqueología.


La interpretación que la Arqueología cognitiva puede aportar parte con la ventaja de que sí engloba todas las posibilidades antes mencionadas, además de valorar los contextos culturales, cognitivos y la existencia del los estados intermedios de desarrollo conductual (cultural y cognitivo). En este sentido, es necesario realizar sendos análisis sobre tal interpretación de los yacimientos relativos a los neandertales y los HAM.
  
* Angela, P. y Angela, A. (1992): La extraordinaria historia de la vida. Mondadori. Madrid. et al. 1992
* Ayala, F. J. (1994): La naturaleza inacabada. Ensayos en torno a la evolución. Salvat. Barcelona.
* Carroll, Sean B. (2005): Endless Forms Most Beautiful: The New Science of Evo Devo and the Making of the Animal Kingdom, W. W. Norton and Company.
* Del Abril, A.; Ambrosio, E.; de Blas, M. R.; Caminero, A.; de Pablo, J. y Sandoval, E. (1998): “Fundamentos biológicos de la conducta”. Ed. Sanz y Torres. Madrid.
* Devillers, M. y Chaline, J. (1989): “La teoría de la evolución”. Ed. Akal. Madrid.
* Lalueza Fox, C. (2005): Genes de neandertal. Síntesis. Madrid.
Lieberman, D. E.; McBratney, B. M. y Krovitz, G. (2002): The evolution and development of cranial form in Homo sapiens. PNAS 99 (3): 1134-1139.
* Ramírez Roiz, F. y Bermúdez de Castro, J. M. (2004): Surprisingly rapid growth in Neanderthals. Nature 428: 936-939.
* Rivera, A. (2002): “Arqueología cognitiva. Elaboración sobre un modelo psicobiológico sobre el origen y desarrollo de la conducta simbólica humana. Su aplicación en la transición del Paleolítico medio al superior”. Tesis doctoral inédita. Departamento de Prehistoria de la UNED, Madrid.
* Rivera, A. (2005): Arqueología cognitiva. El origen del simbolismo humano. Cuadernos de Historia. Arco Libros. Madrid.
* Rivera, A. (2009): Arqueología del lenguaje. La conducta simbólica en el Paleolítico. Madrid. Akal.
* Stanley, S. M. (1981): “El nuevo cómputo de la evolución”. Ed. Siglo XXI. Madrid.