domingo, 7 de enero de 2018

Lenguaje como conducta arqueológica

El inicio y desarrollo del lenguaje es un tema muy controvertido dentro de la Arqueología, pues su estudio siempre ha carecido de un modelo de desarrollo cognitivo que poder aplicar a los fósiles y conducta del género Homo. Analizar hechos y conductas de un claro simbolismo sin una línea argumental (metodología) que nos guie en su producción y desarrollo, la mayoría de las veces solo nos conduce a hipótesis fundamentadas solo en las ideas del que las desarrolla. Tal apreciación ha sido manifestada desde hace mucho tiempo, pero poco se ha realizado en su solución. Dos autores de reconocido prestigio lo indican con diáfana claridad (Cela Conde y Ayala, 2001: 489):   

...cualquier propuesta referente a la filogénesis del lenguaje humano tiene que resignarse a ser por el momento especulativa. Pero cabe intentar, al menos, que la especulación se sujete a las pruebas disponibles y se limite al mínimo imprescindible para ofrecer un modelo coherente de la filogénesis de nuestra competencia lingüística.

En primer problema, y puede que el fundamental, reside en la propia concepción que tenemos tanto del lenguaje humano como del desarrollo cognitivo de nuestro género. Del primero se ha hablado mucho y casi siempre se ha identificado como una capacidad propia de nuestro linaje, mediada por cambios genéticos que lo posibilitaban y proporcionaba la ventaja evolutiva para su expansión biológica. Pero el lenguaje humano es un complejo proceso neurológico, psicológico y social que podría definirse así (Rivera, 2009):

Sería la transmisión voluntaria de todo pensamiento, idea o sentimiento, por medio de un sistema de representación simbólico (en principio sonoro y/o gestual), con la intención de interferir en la conciencia o atención del oyente, es decir, que sea recibido y comprendido por aquellos a los que se dirige tal mensaje, con algún fin determinado (simple información y/o la posibilidad de realizar tareas en común).
  
Si seguimos tal definición vemos que existe una íntima relación entre el pensamiento, lenguaje y conducta. Tal relación es una constante en todos los periodos de nuestra historia, pues cada uno de estos procesos cognitivos nos conduce inexorablemente a establecer una relación con los otros dos. En este sentido, no parece lógico analizar el lenguaje con total independencia, salvo en los asuntos de carácter meramente lingüísticos, donde difícilmente se llegaría a alguna conclusión mínimamente aceptable dentro de tal ámbito. Aunque durante el Paleolítico el nivel de desarrollo de cada uno de ellos fuera elemental, no dejan de tener los mismos patrones de actuación que en la actualidad. Por tanto, estamos obligados, en el estudio sobre el lenguaje en la prehistoria, a tener presente la relación de estos tres procesos cognitivos, pues:



- Hablamos sobre lo que pensamos y hacemos.
- Hacemos lo que pensamos, y de ello hablamos.
- Pensamos sobre lo escuchado (lenguaje), observado y realizado (conducta).

El pensamiento o actividad cognitiva cerebral es siempre el eje principal de todo el proceso, siendo el origen de lo que hacemos y hablamos. La realización del lenguaje, por tener componentes abstractos, depende de los procesos cognitivos más que de las capacidades de fonación (Cela y Ayala, 2001), aunque su simbolización sonora requiere ciertos condicionantes lingüísticos para que sea efectivo.

Estos componentes abstractos son los que nos van a servir para poder analizar el uso y desarrollo del lenguaje en el Paleolítico. Corresponden a dos grupos de abstracciones claves en el lenguaje y la conducta humana.

- El desplazamiento cognitivo que permite la planificación de las acciones a realizar por la sociedad fuera de los límites de la acción que ocurre aquí y ahora. Su desarrollo facilita una mejor organización de la caza, el almacenamiento de comida como medida previsora, conocer cuándo y por dónde pueden transcurrir las manadas o los animales que pueden ser cazados. La realización de estas conductas, basadas en este desplazamiento temporo / espacial, va a constituir una forma de actuar típicamente actual y moderna, suponiendo un enorme avance en la supervivencia de los seres humanos en los ambientes hostiles de la prehistoria.

- La individualidad social y personal. La primera se produce dentro de la población en donde se vive en oposición a otros grupos; mientras que la personal se realiza mediante la toma conciencia de nuestra propia existencia respecto a los demás componentes de la sociedad. El descubrimiento y desarrollo de tales conceptos psicológicos son los que van a facilitar la aparición de una serie de fenómenos con un claro matiz simbólico, como puede ser la religión, el arte, las conductas funerarias plenamente simbólicas, la elaboración de las conductas políticas y sociales complejas y, en definitiva, todo aquello sobre lo que se va a fundamentar nuestro moderno comportamiento. Para poder lograr una conducta claramente marcada por el simbolismo de sus acciones, estos conceptos deben aparecer y desarrollarse con cierta simultaneidad, lo que aparece con claridad desde el inicio del Paleolítico Superior. En definitiva, lo que se produce es un desarrollo de la autoconciencia, concebida como la emergencia cognitiva resultante de la unión de otros procesos cognitivos (autoconciencia y arqueología).

¿Qué tenemos que buscar en el registro arqueológico?

Como es lógico, solamente podemos conocer aquellos aspectos del pensamiento que produzcan una conducta observable en el registro arqueológico, pero al existir una estrecha correspondencia entre estos tres procesos (conducta, pensamiento y lenguaje), al conocer sólo la conducta, las conclusiones de los otros dos (pensamiento y lenguaje) estarían limitadas por los logros alcanzados en el primero. En este sentido, se ha intentado rastrear aquellas conductas que más trascendencia han podido tener para nuestra especie, y que mejor han quedado representadas en los yacimientos. En teoría la respuesta no puede sernos difícil, ya que se limitaría a las conductas que exijan, para su realización, la adquisición social de tales conceptos (individualidad, tiempo y espacio). Su uso, ampliarían notablemente las capacidades de pensamiento, lenguaje y, sin ninguna duda, la conducta de sus poseedores. Sin embargo, esto no quiere decir que en el bagaje conceptual de estos humanos no existieran otras concepciones abstractas, como ya se indicó en el capítulo cuarto (negación, capacidad de mentir, etc.), sino que con los medios actuales es imposible poder apreciar su existencia en la conducta de los humanos de aquella época.

Por tanto, tenemos tres concepciones abstractas que buscar (individualidad social y/o personal, y las conductas con aspectos temporales y espaciales), en los medios donde exista alguna conexión con su producción o consecuencias. Los principales son:


- Estudios del aparato fonológico, que nos indica la posibilidad de poseer, de una forma muy genérica, un lenguaje articulado, aunque no su realización efectiva en la conducta cotidiana.
- Análisis de los endomoldes que nos ofrecen la anatomía cerebral de los homínidos. Nos muestran signos indirectos sobre el aumento de las capacidades cognitivas y neurológicas que pueden dar lugar a esas conductas específicas del ser humano, pero su existencia tampoco nos ofrece seguridad de su realización cognitiva.
- La conducta arqueológica. Nos muestra la producción efectiva de los cambios cognitivos y lingüísticos. Su análisis, por medio de la Arqueología cognitiva, nos facilita la comprensión de tan complejo proceso, pues obliga a relacionar los tres procesos (una base fonológica determinada, una evolución neurológica adecuada y una conducta consecuente) con las particularidades del medio ambiente cultural y físico. Así, el acervo cultural del grupo serviría de base para todo posible desarrollo cultural, limitándolo en función de su propio nivel de desarrollo. Igualmente, las características sociales, demográficas, ambientales y temporales en las que se sitúa la población de ese determinado yacimiento, indicaría las posibles causas o motivación necesaria para la producción tal cambio conductual.

La adquisición de la individualidad

La generación de la conciencia reflexiva o autoconciencia, que posibilita el desarrollo e interiorización del concepto del yo (individualidad personal), sólo es posible si se producen simultáneamente diversos procesos de distinta índole:

- La adquisición evolutiva de las capacidades cognitivas que los sustentan.
- La existencia de una teoría de la mente, es decir, la posesión de cierto conocimiento sobre la existencia de una vida mental semejante a la nuestra en los otros componentes de la sociedad. Es básica en la estructura psicológica del ser humano, tanto en su faceta de individualización personal como en el desarrollo social.
- El concepto de individualidad se produce con la adquisición de la idea de diferencia social o individual entre diversos grupos o componentes de los mismos, aunque no siempre tienen el mismo significado.
- Además, para el desarrollo de la individualidad personal es preciso la existencia de una sociedad con un mínimo de complejidad cultural, tecnológica y social, que facilite la diferenciación personal de sus componentes.

Por tanto, la autoconciencia es una capacidad cognitiva adquirida gracias a las capacidades innatas del cerebro, que se desarrolla por medio de una estimulación externa adecuada durante el periodo crítico de maduración neurológica y, como ya vimos en la primera parte del libro, dentro de un entorno social y cultural idóneo.

La manifestación de su existencia se observa en aquellos elementos arqueológicos que pueden ser representativos de tal cualidad. Surgen con la necesidad de elaboración de un simbolismo diferencial por medio de la elección, socialmente compartida, de unos elementos, utilitarios o no, que van a representar tal diferencia. Los útiles líticos, que no son usados para los fines que se les suponen (herramientas o armas), y por tanto carecen de huellas de uso o las presentan con formas extrañas, pueden ser los receptores de las primeras formas de representación social y/o individual para sus poseedores. Además, si se observa una tendencia de perfección estilística e incluso a presentar tamaños que hacen dudar de su utilidad como herramientas, aumentan más su posibilidad de ser elementos con cierta representación conceptual o simbólica. Como es lógico, los elementos simbólicos más claros serían los adornos y pinturas corporales. Estos, deben de estar relacionados con el cuerpo y ser llevados en lugares bien visibles, pues su fin principal es el de manifestar a los demás su diferente identidad personal o social.

La acción en el tiempo y el espacio

La ordenación de la realidad en el espacio y en el tiempo (desplazamiento) es el otro gran grupo de conceptos abstractos que van a caracterizar al lenguaje moderno. Para una óptima utilización cultural de la realidad viviente es necesario ordenarla, siendo los conceptos del espacio y del tiempo los dos elementos básicos utilizados para describir y ordenar la acción (Elías, 1992: 98; Hernando, 1999). Al usarlos con un sentido abstracto, como si fueran entidades reales que pueden manejarse sin estar presentes los objetos a los que se aplica, la acción deja de estar sujeta a los criterios del aquí y ahora. No son realidades directamente observables en la naturaleza, sino abstracciones que nuestra percepción deduce de la realidad a partir de los hechos observados. Normalmente, sólo es posible apreciar en el registro arqueológico una serie de conductas que han dejado su huella, directa o indirectamente, y que serán las que podamos utilizar para comprender la adquisición y desarrollo de tales conceptos. Su interpretación nos ofrece siempre una visión de la realidad más sencilla de la que debieron de tener sus productores, pues no siempre su conducta era capaz de dejar restos observables. No obstante, al ocurrir por igual en todos los periodos, puede servirnos para comprobar su progresivo aumento en su complejidad conductual y lenguaje.

* El espacio se objetiva con la referencia a objetos fácilmente observables, inmóviles y permanentes, características constantes en el territorio donde se realiza o puede realizarse la acción (Elías, 1992: 98-99; Hernando, 1999). Podemos observar y valorar su uso en las siguientes conductas:
- Utilización de materias primas obtenidas localmente en las áreas de caza y recolección, o fuera de su territorio logístico en lugares lejanos.
- Área de caza y recolección sin ninguna estructuración, o la elaboración de asentamientos ocasionales y estratégicos para un mejor aprovechamiento de la zona.
- Desde un hábitat sin distribución espacial, a la compartimentación del mismo para usos específicos.
- Utilización de los accidentes geográficos (pantanos, precipicios, trampas naturales o elaboradas, etc.), para facilitar la obtención de animales.
- Conocimiento de las migraciones de las manadas de herbívoros, zonas de paso y lugares de abrevadero, para el uso de la caza habitual y estacional.
- Adaptación a ecosistemas de clima más riguroso que la sabana africana.

* El tiempo se realiza con la referencia de sucesos móviles de carácter no humano, pero con un tipo de movimiento recurrente (Elías, 1992: 98-99; Hernando, 1999). Podemos apreciar las siguientes conductas relacionadas con su desarrollo:
- Desde el consumo de la comida o la manufactura del material lítico sólo para ese momento, hasta su utilización en periodos muy posteriores. Destacan cualquier forma de almacenaje, tanto de materias primas para futuras fabricaciones de herramientas como de alimentos de cualquier tipo (cestos, silos, áreas determinadas del hábitat).
- Cualquier tipo de método de conservación de los alimentos (frío, salazón, lugares adecuados, etc.).
- Caza estacional en unión con el concepto espacial.
- Uso de asentamientos ocasionales y estratégicos para una mejor utilización del área, en unión con la idea del espacio.

Niveles evolutivos del lenguaje.

Es posible establecer una evolución temporal del lenguaje en función de la incorporación progresiva de los diversos conceptos simbólicos que se vayan adquiriendo (individualidad social e individual, concepción del tiempo y del espacio). En este sentido, el filósofo Karl R. Popper y el neurofisiólogo y Premio Nobel de Medicina en 1963, John C. Eccles (1993), establecieron cuatro grados de complejidad lingüística en función de los aspectos simbólicos que caracterizan al lenguaje, los cuales se han reestructurado en siete para una mejor exposición de su desarrollo en el tiempo.

I. - Nivel expresivo o sintomático. Se basa en la expresión del estado de ánimo interno, emoción o sensaciones, correspondiendo con voces, gritos, exclamaciones, etc. No existe ningún tipo de individualidad ni desplazamiento.

II. - Nivel desencadenante o de señalización. Donde se intenta por primera vez comunicar algo a otro ser (alarmas, existencia de comida, etc.).

III. - Nivel descriptivo concreto. Básicamente es el uso de un elemental lenguaje en el que se suman las características de los dos anteriores. Un ejemplo de lenguaje con estos dos niveles estaría en las comunidades de primates. Sería sin desplazamiento, alcanzando el concepto del espacio con un grado circunscrito, con cierta idea de territorialidad existente en muchas comunidades de animales, mientras que la acción siempre se realizaría dentro del concepto de lo inmediato. De esta forma de comunicación parece desprenderse cierto inicio de una individualidad social sin elementos simbólicos (los miembros del grupo conocen quién pertenece o no a él, con consecuencias conductuales muy bien definidas).

IV. - Nivel descriptivo con desplazamiento en elaboración. En el cual se pretenden comunicar hechos sociales y personales cada vez más amplios y complejos. Se asocia ya con los primeros indicios del uso complejo del tiempo y del espacio, es decir, desplazamiento en elaboración pero en sus grados más sencillos. Tendríamos un uso del tiempo y del espacio con cierto desarrollo, pero no de forma generalizada. Aunque no exista forma de conocerlo, es muy posible que en este período sea cuando comienza a relacionarse unos sonidos o gestos con una serie de objetos de unas características comunes, que pueden agruparse como ideas abstractas (árbol, piedra, etc.), lo que puede considerarse como el inicio del simbolismo humano, aunque no esté representado. Se mantiene o incrementa el concepto de grupo o individualidad social, aunque aún sin elementos simbólicos que lo represente.

V. - Nivel descriptivo con desplazamiento elaborado. Pueden aparecer con claridad conductas con desplazamiento elaborado (uso abstracto de los conceptos del tiempo y del espacio) al hablar de hechos que no están ocurriendo en ese lugar ni en ese momento, desarrollándose con formas más amplias, aunque tampoco estaría totalmente generalizado.
La manifestación de la individualidad social puede simbolizarse por medio de ciertos adornos y pinturas corporales, aunque no de una forma generalizada. En determinados lugares, donde exista una gran interacción social y estabilización económica, puede iniciarse la individualización personal por parte de algunos elementos del grupo con mayor diferenciación tecnológica o social. Su diferenciación con la social es muy difícil de establecer, sobre todo en los tiempos más primitivos, pues sus señalizaciones tienden a confundirse al ser similares o incluso iguales.

VI. - Nivel argumentativo. Donde se establece la discusión crítica y razonada sobre las vivencias ocurridas, siendo preciso para su realización el desarrollo de la individualidad social y personal con representación simbólica. En este momento el lenguaje y pensamiento trabajan sobre hechos totalmente abstractos y simbólicos, produciéndose el fenómeno del desplazamiento elaborado de una forma generalizada con los grados de amplio en el tiempo y lejano en espacio. También es ahora cuando se desarrollan conceptos de un matiz simbólico y que no tienen presencia real en la naturaleza, tales como los conceptos de religión, arte, magia. etc.

VII. - Nivel argumentativo y metafórico. Se inicia con la aparición de la escritura o las representaciones gráficas del simbolismo del lenguaje. Produce un mayor desarrollo del desplazamiento con posibilidad de llegar a los niveles históricos.



Este sentido evolutivo implica que, durante todo el desarrollo de nuestro linaje, siempre existió una forma de lenguaje, aunque de complejidad muy diferente. Por tanto, al hablar de lenguaje se debe matizar las características del mismo, indicando el nivel lingüístico alcanzado en sus tres componentes básicos.

- CELA CONDE, C. J. y AYALA, F. J. (2001): Senderos de la evolución humana. Alianza. Madrid
- ELÍAS, N. (1992): Time: An Essay. Basil Blackwell. London.
- HERNANDO, A. (1999): Percepción de la realidad y Prehistoria, relación entre la construcción de la identidad y la complejidad socio-económica en los grupos humanos. Trabajos de Prehistoria, 56 (2): 19-35.
- POPPER, K. y ECCLES, J. (1993): El yo y su cerebro. Labor. Barcelona.
- RIVERA, A. (2009): Arqueología del lenguaje. Akal. Madrid