jueves, 3 de agosto de 2017

El Paleolítico superior en la evolución cognitiva humana

La división del Paleolítico en tres grandes periodos intentaba ofrecer un marco cronológico y cultural donde poder situar las diferentes culturas prehistóricas que se iban descubriendo en los yacimientos arqueológicos. Las divisiones se basaron en diversos criterios, en las cuales sobresalieron tres acepciones:

- Cronológica. Al situarlo dentro de una fase de las diversas glaciaciones que se han registrado en nuestro continente. Así, queda ubicado en la segunda parte de la última glaciación (Würm), entre las fechas de 45/40.000 y 10.000 BP, cuando comienza el Holoceno o periodo cálido actual.
- Cultural. Refleja las industrias y conductas de todo tipo que se van sucediendo a lo largo de sus milenios de existencia, que en Europa occidental son el Auriñaciense, Chatelperroniense, Uluzziense, Gravetiense, Solutrense y Magdaleniense.
- Antropológica. Bajo el concepto de que su origen se debía a la aparición del Homo sapiens sapiens, como portador de los avances técnicos modernos (tecnología de hojas, herramientas compuestas, uso del hueso, asta y marfil como materia base de sus útiles, etc.), junto con un desarrollo simbólico muy importante (adornos corporales, arte, ajuares, religión, etc.), del que con anterioridad sólo se tenían indicios más o menos dispersos. En este apartado hay que incluir al Neandertal, por lo menos en las fases iniciales del periodo con el Chatelperroniense y Uluzziense.


Evidentemente, los tres presentas problemas más o menos importantes. Del primero, tenemos las dificultades cronológicas (calibración del C-14 en el periodo de transición) que se mantiene como criterio de fondo, pero sin hacer mucho hincapié sobre él, estableciendo por diversos un periodo de transición con características de ambos periodos. Del tercero, no puede sostenerse en su totalidad, pues ya conocemos que en su inicio, por lo menos en Europa, coexistieron dos poblaciones diferentes (Cromañones y Neandertales). Sin embargo, es el segundo criterio (cultural) el que más trascendencia, pues son las piedras y los huesos lo que más abunda en los yacimientos, con lo que han dado una gran tradición académica su estudio, por lo menos en Europa. Efectivamente, cuando se habla de yacimientos transicionales, siempre se refieren a evolución tecnológica de soporte lítico.

Con el desarrollo de la Arqueología parece que va quedando claro que estas divisiones tienen un claro matiz artificial, aunque han sido necesarias para el enfoque analítico y explicativo que toda ciencia precisa. No obstante, se sigue manifestando especial interés por señalar los distintos complejos industriales, caracterizado cada uno de ellos por el empleo de determinadas técnicas de trabajo pera transformar la materia prima (piedra, asta, hueso, madera) en instrumentos con los que hacer frente a sus necesidades, como si estos datos (por otro lado los más abundantes) fueran los más característicos del Paleolítico superior. Desde luego son los más abundantes, pero no los más significativos dentro de la evolución cultural y cognitiva de la Humanidad.

En la actualidad, la Arqueología explica los avances socioculturales como formas de adaptación ecológica, donde las principales fuerzas impulsoras son la variabilidad medioambiental y la dinámica poblacional (d’Errico y Stringer, 2011; Banks, d´Errico y Zilhão, 2013). Se estaría destacando la gran flexibilidad y capacidad para producir innovaciones que las poblaciones humanas modernas adquirieron con la evolución (Kandel et al. 2015; d´Errico et al. 2017). Sin embargo, si aceptamos que la evolución neurológica moderna se adquirió con el inicio del Homo sapiens hacia más de 150.000 años, por qué tardaron tanto en producirse los cambios conductuales, pues la flexibilidad y creatividad son capacidades cognitivas presentes en nuestro género. Ésta sería la paradoja cultural o sapient paradox expresada por algunos autores (Renfrew, 2008). Aunque no se quiera decir, los procesos de carácter cognitivo tienen que entrar forzosamente en la explicación del inicio y desarrollo conductual. La flexibilidad conductual (función ejecutiva) y la creatividad (emergencia de diversos factores cognitivos) son criterios cognitivos que deben de estudiarse con los medios adecuados. La Arqueología cognitiva (Estructuralismo funcional) de carácter interdisciplinario ha incorporado al estudio de la evolución conductual humana los procesos de evolución cognitiva (no paralela a la evolución anatómica), por medio de la aplicación de su metodología de estudio al análisis de los datos del registro arqueológico (Rivera, 2013; Rivera y Menéndez, 2011).
  
El desarrollo cognitivo es muy importante en la configuración del último periodo paleolítico, pues, desde entonces, la conducta va a regirse por dos características cognitivas fundamentales: reflexividad y flexibilidad conductual.

Por consiguiente, aunque los procesos tecnológicos y simbólicos deban ir unidos en su desarrollo, lo más llamativo del Paleolítico superior corresponde a la adquisición de una nueva mentalidad simbólica, creativa, flexible y reflexiva. Tal logro pudo realizarse por medio del desarrollo pleno de la conciencia reflexiva (autoconciencia), y su utilización junto con los conceptos del tiempo y del espacio, que serán utilizados en los intentos de solucionar los problemas que se plantearon en ese momento.

El resultado no puede ser más extraordinario, pues se producen nuevas formas de conducta reflejadas en la aparición de adornos corporales, del arte, enterramientos intencionados con base simbólica, la aparición de la religión, aumento de la complejidad social, mejor estructuración y organización de la caza, conservación de los alimentos, estructuración del espacio del hábitat, etc. Y todo ello de una forma expansiva, numerosa y en continuo aumento.

El desarrollo cognitivo que va a configurar la autoconciencia sería el responsable del inicio y desarrollo de las culturas del Paleolítico superior y, por tanto, la causa y distinción real del mismo con respecto a los anteriores periodos,

Sabemos que durante el periodo de transición al Paleolítico superior en Europa se produjo un importante incremento demográfico, social, cultural, tecnológico, simbólico y lingüístico, el cual es a la vez causa y efecto del desarrollo cognitivo característico de este periodo (Rivera y Menéndez, 2011). Aunque existen antecedentes de estas formas conductuales en el Paleolítico medio, su producción fue limitada en su elaboración, desarrollo y expansión geográfica, acoplándose perfectamente al heterogéneo continuum de nuestra la evolución cognitiva y cultural. Los logros conductuales alcanzados en el comienzo del último periodo paleolítico, concebidos dentro de una evolución cognitiva altamente funcional, produjo un nuevo desarrollo cognitivo-cultural: la autoconciencia.

El estudio de la autoconciencia es un tema que prácticamente se ha mantenido alejado del trabajo arqueológico tradicional. Actualmente, pocos son los arqueólogos que introducen este complejo constructo cognitivo en sus teorías explicativas de la conducta humana. Sin embargo, en diversas disciplinas relacionadas con la conducta se opinan que la autoconciencia es una capacidad cognitiva emergente, dependiente de la evolución morfológica (Homo sapiens) dentro de un medio ambiente adecuado (Vygotsky, 1934/1962; Searle, 1997; Tomasello, 1999; Edelman y Tononi, 2000; Mora, 2001; Álvarez Munárriz, 2005; Ardila y Ostrosky-Solís, 2008; Renfrew, 2008). Este medio ambiente especial o nicho cognitivo-cultural (Rivera y Menéndez, 2011) hay que construirlo, mantenerlo y transmitirlo, lo se produce en las poblaciones por medio del lenguaje y del desarrollo social-demográfico. El poder de la influencia medioambiental en la remodelación funcional del cerebro es una de las directrices que la Arqueología cognitiva actual estaría desarrollando (Renfrew, 2008; Rivera, 2009; Malafouris, 2013).

Todas las sociedades humanas forman un nicho cognitivo-cultural, el cual debe de estar lo suficientemente desarrollado como para poder estructurar adecuadamente las potencialidades neurológicas que la evolución nos ha conferido (Rivera, 2009: Damasio, 2010; Rivera y Menéndez, 2011). La autoconciencia emergería de la unión funcional de cuatro procesos que, de forma constante, estarían interaccionando en el tiempo (evolutivo, ontológico e histórico),

- Aumento evolutivo del cerebro humano, lo que en definitiva va a producir las capacidades cognitivas (en criterios de posibilidades a desarrollar) que posibilitaran todo el proceso. Aumento de las áreas corticales asociativas (superficie y posibilidades de interconexión). Aumento y amplia interrelación de las áreas encargadas de procesar la información adquirida (Lóbulo prefrontal, Precúneo y Claustrum).

- Desarrollo de la conciencia central o del sí mismo centrada en la personalidad y de la teoría de la mente. Tendría un carácter innato, pero requiere de la interacción entre los elementos sociales del grupo, por lo que una anómala separación social impediría su correcto desarrollo.

- Creación social de una conciencia autobiográfica centrada en la individualidad social y personal. Se precisa un desarrollo social, tecnológico (división de quehaceres), cultural, logístico, simbólico, etc.

- Desarrollo del lenguaje, como elemento que va a cohesionar, organizar y desarrollar todo lo anterior (lenguaje interno) mediante sus características gramaticales deducidas de la simbolización de la acción. El uso organizado y centrado en la individualidad va a producir una emergencia cognitiva constante de carácter funcional gracias a los circuitos neuronales de reentrada, retroalimentación, recursivos y reverberantes. Al durar más que el tiempo de la estimulación, pueden producirse fenómenos de conciencia de su propio pensamiento o sentimiento (Humphrey, 1992).


La emergencia de la autoconciencia hasta niveles adecuados, generarían cambios conductuales de gran trascendencia, tanto por ellos mismos o como por las nuevas cualidades cognitivas de la autoconciencia. Destacamos el amplio desarrollo ontológico de las funciones ejecutivas (Planificación, Flexibilidad, Memoria de trabajo u operativa, Monitorización e Inhibición) (Ardila y Ostrosky-Solís, 2008; Tirapu-Ustárroz y Coolidge. y Wynn, 2011); un importante desarrollo de las emociones humanas (Rivera, 2015), y el aumento de las propiedades del lenguaje: comunicativas, sociales y cognitivas.

Este sería el proceso cognitivo que va a cambiar la conducta humana y generar al Paleolítico superior. Todos los antecedentes culturales que van apreciando al final del Paleolítico medio corresponden al continuum heterogéneo en el tiempo y en el espacio característico de la evolución cognitiva, pues depende de diversos factores (capacidades y desarrollo cognitivo, existencia de lenguaje, medioambiente sociocultural, condiciones demográficas, emotividad, etc.) que no siempre actúan con la misma intensidad, ni tienen igual desarrollo temporal y geográfico. Lo que en un principio es común (base psicobiológica común), en su desarrollo se diversificaría, lo que explica el aspecto de mosaico (cultural, cognitivo y emocional) que caracteriza tales procesos. Por tanto, el verdadero motor del Paleolítico superior sería el desarrollo cognitivo, que, al alcanzar los niveles adecuados de las cuatro premisas ya expuestas, se desarrollaría la autoconciencia con características de modernidad conductual.

- Álvarez Munárriz, L. (2005): “La conciencia humana”. En: La conciencia humana: perspectiva cultural. Coord. Por Luis Álvarez Munárriz, Enrique Couceiro Domínguez. Anthropos. Barcelona.
- Ardila, A. y Ostrosky-Solís, F. (2008): “Desarrollo Histórico de las Funciones Ejecutivas”. Revista Neuropsicología, Neuropsiquiatría y Neurociencias, 8 (1), pp. 1-21.
- Banks, W. E.; d´Errico, F. y Zilhão, J. (2013): Corrigendum to “Human-climate interaction during the Early Upper Palaeolithic: Testing the hypothesis of an adaptive shift between the Proto-Aurignacian and the Early Aurignacian” Journal of Human Evolution, Volume 64, Issue 1: 39-55.
- Coolidge, F. L. y Wynn, T. (2011): “The implications of the working memory model for the evolution of modern cognition”. International Journal of Evolutionary Biology. doi:10.4061/2011/741357.
- Damasio, A. (2010): Self Comes to Mind: Constructing the Conscious Brain. New York. Pantheon Books.
- d´Errico, F. y Stringer, Ch. B. (2011): “Evolution, revolution or saltation scenario for the emergence of modern cultures?” Philosophical Transactions B. 366, 1060-1069.
- d´Errico, F.; Banksa, W. E.; Warrend, D. L.; Sgubine, G.; Niekerkb, K.; Henshilwoodb, Ch.; Daniaue, A-L. y Sánchez Goñie, M. f: (2017): “Identifying early modern human ecological niche expansions and associated cultural dynamics in the South African Middle Stone Age”. PNAS, vol. 114, no. 30: 7869–7876.
- Edelman, G. M. y Tononi, G. (2000): A Universe of Consciousness: How Matter Becomes Imagination. New York. Basic Books.
- Humphrey, N. (1992): A History of mind. The evolution and the birth of consciousness. New York Simon and Schuster.
- Kandel, A.; Bolus, M.; Bretzke, K.; Bruch, A.; Haidle, M.; Hertler, Ch. & Märker, M. (2015): “Increasing Behavioral Flexibility? An Integrative Macro-Scale Approach to Understanding the Middle Stone Age of Southern Africa”. J Archaeol Method Theory. Vol. 22, (2).
- Malafouris, L. (2013): How Things Shape the Mind: a Theory of Material Engagement. MIT Press, Cambridge.
- Mora, F. (2001): El reloj de la sabiduría. Tiempos y espacios en el cerebro humano. Madrid. Alianza.
- Renfrew, C. (1993): "Cognitive Archaeology: Some Thoughts on the Archaeological Thought". Cambridge Archaeological Journal, 3(2): 248-250.
- Renfrew, C. (2008): “Neuroscience, evolution and thesapient paradox: the factuality of value and of the sacred”. Phil. Trans. R. Soc. B 363, pp. 2041-2047.
- Rivera, A. (2009): Arqueología del lenguaje. La conducta simbólica en el Paleolítico. Akal, Madrid.
- Rivera, A. (2013): “Teorías y métodos de la Arqueología Cognitiva”. Revista Portuguesa de Arqueología. Volume 16, pp. 5–26.
- Rivera, A. (2015): “Arqueología de las emociones”. Vínculos de Historia, núm. 4, pp 41-61. UCLM.
- Rivera, A. y Menéndez, M. (2011): “Las conductas simbólicas en el Paleolítico. Un intento de comprensión y análisis desde el estructuralismo funcional”. Espacio, Tiempo y Forma, Nueva temporada, 4.
- Searle, J. R. (1997): The mystery of consciousness. New York. The New York Review of Books.
- Tomasello, M (1999): The Cultural Origins of Human Cognition. Harvard University Press.
- Vygotsky, L. S. (1934/1978): Mind in Society. Cambridge, MA: Harvard University Press.