lunes, 13 de abril de 2015

La Peña de Candamo: teriántropos, sexo y muerte

La cueva de La Peña de Candamo, junto al pueblo de San Román de Candamo (Asturias), es el yacimiento con manifestaciones gráficas más occidental del Paleolítico superior. No es una gran cueva, pues solo tiene unos 60 metros de recorrido, pero sus muestras gráficas son un importante y claro ejemplo del simbolismo que caracteriza el arte paleolítico de este periodo. Como puede verse en el mapa, tras un corto recorrido de 20 m. se llega al Salón de los Grabados, donde se encuentran la mayoría de las manifestaciones artísticas paleolíticas. 


En esta sala se encuentran las dos exposiciones gráficas más importantes:

Fig. 1 Caballo del Camarin
- El Camarín (al fondo enfrente de la entrada). Es un lugar alto situado entre dos coladas estalagmíticas, lo que ofrece un aspecto de hornacina o centro de referencia especial. Destaca la figura del caballo pintada con color ocre; creado para ser visto desde la planta de la cueva, a su lado y un poco ocultas se encuentran otros caballos, un toro y un bisonte que no existe en la actualidad (Fig. 1).

- El Muro de los Grabados a la derecha de la entrada, de unos seis metros de largo por unos ocho de alto (Corchón y Garate, 2010). En la parte superior izquierda aparecen, superpuestas, una cabeza roja de cierva, dos ciervos grabados, un bisonte casi completo en grabado múltiple y otro resumido a la cabeza, pintada en negro y con rasgos humanizados que podría ser un teriomorfo (Fig. 2), dos rebecos (en uno sólo la cabeza realizada con múltiple grabado y otro grabado y pintado), y un teriomorfo grabado en el cuerpo de un rebeco (Fig. 3) Tiene en la cabeza un punto semejando un ojo y un pequeño trazo angular que representa la oreja; su mandíbula inferior es amplia y ancha; la cola finaliza en una clara pelotita.

Teriántropos de Peña Candamo

En la parte central del sector izquierdo de este panel hay una superposición muy compleja de figuras tanto pintadas como grabadas; así, aparecen 2 toros (uno grabado y otro pintado en rojo), 3 ciervos grabados y pintados, dos caballos (uno grabado y otro pintado en rojo), un teriántropo pintado en negro (Fig. 4), y dos figuras de forma curva, grabadas, una de las cuales se ha interpretado como una foca que se superpone a un gran toro central. También aparece la representación de un gran ciervo que presenta la cabeza levantada y la boca abierta, que fue grabado y pintado en negro; una línea negra larga en el cuarto trasero aparenta una lanza. Este teriomorfo, de unos 50 cm de altura, tiene una cabeza en la que destaca un hocico saliente, los brazos cortos y representados por dos líneas, dirigidas hacia adelante; sus patas finalizan en una especie de círculo, como si fueses garras; presenta un falo de tamaño desproporcionado (teriántropo itifálico). Su conjunto y relaciones pueden apreciarse en la fig. 5. La datación, aunque con cierta imprecisión, puede situarse en el Solutrense en su periodo final o inicio del Magdaleniense.


Fig. 6. Ciervo herido
Es interesante resaltar otras escenas relacionadas con animales en este complejo Muro de los Grabados. Me refiero a las escenas de caza y/o muerte y de procreación de ciertas de sus figuras. La muerte se ve reflejada en el ciervo herido por diversa lanzas, el cual gira la cabeza por el dolor y la impotencia (Fig. 6). Otro ciervo (Fig. 4) está igualmente herido por una única lanza, siendo alcanzado cuando está en la berrea buscando una hembra con la que aparearse, pues su aptitud de cabeza levantada y labios como si estuviera emitiendo algún sonido parecen atestiguarlo. 

De entre sus numerosos grabados y pinturas se pueden destacar tres grupos de ellas que hacen referencia a unas conductas muy extendidas en las cuevas con manifestaciones gráficas.


- Teriántropos o figuras mixtas de humano-bestia que siempre se han interpretado como seres intermediarios entre el mundo real y otro desconocido no material (¿espiritual?).

- Sexo en sus dos vertientes. Una puramente sexual como puede relacionarse con el falo de tamaño desproporcionado (Fig. 4). Otra más relacionada con la procreación, lo que se deduce de la aparente escena de berrea del ciervo macho (y herido) frente a una cierva joven (Fig. 5). Si se traza un linea recta y ascendente hasta la mitad del panel de los grabados se llega claramente a esa cierva). 
- La muerte próxima de los dos ciervos heridos, sobre todo del de la fig.6.

Los temas parecen claros, y seguro que no son los únicos que se simbolizaron, pero dado lo abundantes que se dan en todas las cuevas con arte paleolítico (teriántropos, sexo y muerte), parece que sin duda serían de los más importantes. Parece obligado que nos preguntemos el porqué de ellas y cómo pudieron surgir, la respuestas solo pueden venir de la Arqueología cognitiva.

Con estas connotaciones y preguntas, todas ellas resumidas en la cueva, quiero indicar que su visita es muy interesante, informativa e instructiva. No solo por lo mencionado, sino porque pueden verse los grandes peligros de la contaminación humana y lumínica pueden contaminar y destruir un patrimonio imposible de reconstruir, aunque si simular. Este ha sido el proceso que han realizado en el aula didáctica, donde se ha recreado el Muro de los Grabados y el Camarin en la época de su descubrimiento, pudiendo posteriormente comprobar el gran deterioro y desaparición de una importante cantidad de tales muestras gráficas. 

Enfoque metodológico de su estudio

La Arqueología siempre ha estudiado la conducta humana desde el análisis exhaustivo de todos los datos que el registro arqueológico nos proporciona (tecnológicos, culturales, sociales, simbólicos, etc.), para poder llegar a una básica compresión de las capacidades cognitivas de sus realizadores. Sus resultados sobre el qué, dónde y cuándo de los cambios conductuales ha sido importante, pero del análisis del simbolismo que puedan conllevar y del porqué y el cómo de su producción, los avances no son muy prometedores. Creo que algo debe de cambiar. La Arqueología cognitiva indica que en determinados estudios podría ser más relevante conocer las características neuropsicológicas de los seres humanos (origen y desarrollo de sus capacidades cognitivas) para poder explicar y conocer el porqué y el cómo de la evolución conductual que se aprecia en el registro arqueológico, ya sea entre diferentes especies humanas o dentro de una misma población biológica. La comprensión de tales características neuropsicológicas sería la base del Estructuralismo funcional, el cual nos proporcionaría una serie de premisas generales que nos pueden servir para la interpretación de los datos arqueológicos (Rivera y Menéndez, 2011).

En este contexto, hasta el presente siempre se ha omitido el estudio de la principal característica de nuestro género: la autoconciencia. Pues ésta es la capacidad cognitiva que nos caracteriza plenamente, siendo el fundamento ineludible para el desarrollo de otras capacidades cognitivas (lenguaje, simbolismo, creatividad, emociones humanas, etc.). Sin embargo, su estudio es un tema que prácticamente se ha mantenido alejado del trabajo arqueológico tradicional. Su causa es claramente académica y metodológica, pues su contenido parece que se escapa de las líneas de investigación arqueológicas. Los procesos de desarrollo cognitivo en los que la autoconciencia adquiere un papel primordial no son manejados ni tenidos en cuenta a la hora de explicar la evolución cultural humana. Así, la metodología de la Nueva Arqueología o Procesualismo siempre explica los avances socioculturales en la transición al Paleolítico superior como mecanismos adaptativos que realizan los seres humanos por medio de las capacidades cognitivas adquiridas por la evolución (d’Errico y Stringer, 2011; Banks, d´Errico y Zilhão, 2013), pero no aclara porqué se produjo en ese momento y no antes cuando la evolución neurológica ya se había producido, es la sapient paradox expuesta por Renfrew (Renfrew, 2008). El dualismo evolución y adaptación (mutación y selección natural) sigue las bases del neodarwinismo más tradicional, donde la Arqueología se encuentra cómoda y sin ningún interés en responder a las cuestiones evolutivas que ya vimos en el apartado de metodología de estudio.

Se quiera o no tenerla en cuenta, la realidad es que su origen se sitúa en el Paleolítico y en su estudio la Arqueología tendría que decir muchas cosas, pues es la ciencia que estudia la conducta humana en ese periodo, cuyas características estarían muy relacionadas con el origen y desarrollo de la autoconciencia. 

La Arqueología cognitiva (Estructuralismo funcional) de carácter interdisciplinario ha incorporado al estudio de la evolución conductual humana este proceso cognitivo, por medio de la aplicación de sus conclusiones al análisis de los datos del registro arqueológico. La autoconciencia, dentro de su heterogéneo continuum evolutivo que se aprecia en el género Homo, alcanzaría en el inicio del Paleolítico superior unos niveles de desarrollo que pueden considerarse como modernos a efectos de las manifestaciones conductuales. Su causa es doble, primero por la propia evolución neurológica que produce un gran aumento de las capacidades cognitivas; segundo por el desarrollo de las mismas debido a su interacción desde el mismo nacimiento con un medio ambiente adecuado, donde destacan el aumento de la complejidad social en todos los ámbitos y el desarrollo del lenguaje.

La autoconciencia humana está muy relacionada con la llamada teoría de la mente, es decir, con la posesión de cierto conocimiento sobre la existencia de una vida mental semejante a la nuestra en los otros componentes de la sociedad, y de esos otros respecto de la nuestra (yo sé, que tú sabes, que yo sé). En el género Homo parece que siempre ha existido cierto desarrollo de esta propiedad cognitiva tan ligada al concepto de individualidad personal y/o social, aunque con importantes diferencias de grado debido a las diferentes capacidades y desarrollos cognitivos de sus diferentes homínidos, lo que explica su carácter de heterogeneidad espacial y temporal. Es un proceso en el que siempre intervienen varios sujetos, por lo que su evolución estaría condicionada a las características de las relaciones sociales (Edelman, 1994; Tomasello, 2007) y demográficas. Su estudio, aunque parezca ajeno a los medios arqueológicos, es imprescindible para explicar muchas facetas de la conducta humana en el Paleolítico, pues aporta criterios metodológicos que de otra manera no se tendrían en cuenta.




El desarrollo de esta orientación de la Arqueología cognitiva nos ofrece una serie de premisas muy útiles para el estudio de los datos arqueológicos, sobre todo en los conceptos en los que el simbolismo estaría especialmente tratado. Su análisis ya se realizó en otra entrada de este blog (Genética de la evolución neurológica.Consecuencias arqueológicas). Se pueden destacar las más importantes:


- La evolución biológica nos va dotando de unas capacidades funcionales innatas (capacidades cognitivas elementales o básicas) de origen evolutivo como son la memoria, funciones ejecutivas (memoria de trabajo, planificación, flexibilidad, monitorización e inhibición) atención, motivación, creatividad, razonamiento, percepción, etc. Su repercusión en la conducta no sólo depende de su potencialidad efectiva, sino del desarrollo de las mismas (desarrollo cognitivo).

- Cuando la evolución neurológica sea adecuada y las características ambientales adquieran el nivel suficiente puede producirse la manifestación de nuevas capacidades de naturaleza sociocultural, las cuales sólo existían como potencialidad. Son las capacidades cognitivas emergentes o superiores (p. e. la conducta simbólica, la autoconciencia, lenguaje, escritura, etc.). Para este desarrollo cognitivo emergente es necesario alcanzar unos determinados niveles de desarrollo demográfico, socioeconómico y tecnológico (Tomasello 2007; Ardila y Ostrosky-Solís 2008; Renfrew 2008).

- Cualquier acción individual o social incluye un componente emocional (Ardila y Ostrosky-Solís, 2008), el cual tiene una importante base innata. Por tanto las capacidades cognitivas tienen un carácter racional y emocional, estando íntimamente interrelacionadas.

- La existencia de un lenguaje (primera conducta simbólica) es condición necesaria, aunque no suficiente, para la formación, desarrollo y transmisión de todas las conductas simbólicas.

- Los conceptos que van a configurar la conducta humana en todos sus niveles deben adquirirse de la observación del medio ambiente en el que viven. Su realización se produce de la propia naturaleza, de las características sociales de los grupos humanos, del acervo cultural que se pueda transmitir de generación en generación y de las propias conclusiones que, partiendo de los anteriores presupuestos, pudieron adquirir los humanos de ese periodo. En este aspecto destaca sobre todo el lenguaje, al que hay que añadir cualquier otro soporte de información (manifestaciones gráficas, ritos, mitos, escritura, etc.).

- El desarrollo socioeconómico y demográfico de cada población es fundamental para su diferenciación social e individual (autoconciencia reflexiva). A su vez, el desarrollo de la autoconciencia (social, personal socializada, personal independiente) conlleva al desarrollo tecnológico y simbólico de las poblaciones que logren alcanzar un nivel adecuado, pudiendo establecerse una correlación entre ambos procesos. El desarrollo cognitivo siempre estaría ligado al desarrollo demográfico, social, cultural y lingüístico.

- Las características medioambientales (demográficas, socioeconómicas, tecnológicas, etc.) siempre son diferentes en cada tiempo y lugar. El global desarrollo histórico de la evolución cultural, cognitiva y simbólica es un continuum con aspecto de heterogeneidad temporal y espacial. En este continuum se producen diversos estados intermedios, pues depende de varios factores interconectados (capacidades y desarrollo cognitivos, lenguaje previo, medioambiente sociocultural, etc.). De ellos podemos tener conciencia de su existencia, pero no de sus precisas características.

- La evolución cultural y simbólica es acumulativa, pues en su desarrollo utiliza anteriores conceptos (simbólicos o no) más elementales, pero imprescindibles para toda evolución cultural. Para su logro es necesario estabilidad demográfica que facilite su perduración, transmisión generacional y progreso.

- Los componentes básicos de la conducta simbólica humana que constituyen su evolución cultural y cognitiva son la individualidad social y personal o autoconciencia (adornos, presencia de pinturas, arte, etc.), y los conceptos del tiempo (conducta mediada por procesos temporales) y del espacio (conducta dependiente del factor geográfico). Todos estos conceptos tienen un desarrollo heterogéneo en el tiempo y en el espacio.    

- El desarrollo cultural y cognitivo humano sólo pueden conocerse por medio de los datos que nos aportan los yacimientos arqueológicos, que son un reflejo de su conducta. Si con el tiempo y nuevos descubrimientos se producen cambios sustanciales en los datos a interpretar, se procedería a realizar una nueva interpretación de los mismos con los premisas de la Arqueología cognitiva.

Aplicación a los datos arqueológicos

Lo podemos aplicar a las tres conductas que vimos en el Panel de los Grabados.

- Percepciones en los estados de conciencia alterados. Con la emergencia del nivel de autoconciencia adecuado, los sueños o alucinaciones pasan a ser conscientes, propios, reales y sociales al poder compartir la experiencia. Estos siempre habían existido, pero no podían aflorar al plano consciente sin el desarrollo de la autoconciencia. Sería una emergencia onírica que había que interpretar, comunicar y explicar, siendo necesario buscar nuevas formas y métodos de los conocidos en el inicio del Paleolítico superior. La existencia consciente de estos estados oníricos de alguna manera favoreciera la concepción de un mundo diferente al cotidiano, y que, aunque sea de naturaleza inmaterial, se percibiría como real, pues en el mundo paleolítico serían considerados como normales y reales, y como tales se utilizarían. Para su realización es imprescindible un buen desarrollo de los conceptos del yo-otros, del espacio amplio y diverso, dentro de un tiempo pasado, presente y futuro, pues son características básicas de toda experiencia cognitiva de carácter simbólico, ya sea material o inmaterial (Alvargonzález 2005; Bueno 1996).

Escena de teriántropo itifálico y bisonte herido (teriántropo, sexo y muerte)
Estos estados pueden ser incontrolables, como los sueños o las alucinaciones por enfermedad (fiebre, alteraciones psiquiátricas, comas superficiales, etc.); o bien más o menos controlables, como los inducidos por drogas o rituales frenéticos. Los estados alterados de conciencia que hemos aludido y las experiencias que de ellos tienen los individuos suponen la intuición de que tras estas extrañas percepciones se manifiesta la posibilidad de otro plano de existencia, de otro mundo diferente del cotidiano. Sería un mundo complejo, inmaterial y con entidades que muestran propiedades diferentes de las conocidas entre los seres humanos. Su aceptación implica el desarrollo de un simbolismo espiritual (de base no material en el sentido más estricto), basado no sólo en tener ensoñaciones o alucinaciones, sino en adquirir la conciencia de que uno mismo las tiene como entidades externas a él, y admitir la posibilidad de la existencia de una realidad inmaterial. La comunicación con este otro mundo no material sería la cusa del origen de los teriántropos, en el intento de comunicarse con los animales de ese otro mundo, mediante un ritual que actualmente no se conoce, pero parece que podría estar relacionado con el sexo (teriántropos itifálicos).

- Fecundidad y nacimiento. Sexualidad. La fecundación, gestación y nacimiento de los nuevos seres forman en conjunto un proceso vital para las poblaciones humanas del paleolítico, donde la precariedad de la existencia y su corta vida media implicarían que los cambios generacionales fueran vitales para la continuidad del grupo. Desconocemos los conocimientos que pudieron tener de ellos en el inicio del Paleolítico superior, aunque como expertos conocedores de la vida animal en todas sus facetas algunos de ellos (fecundación y nacimiento) les serían muy familiares al verse continuamente en la naturaleza, aunque la ausencia de una estación de celo en las mujeres supondría una incógnita. Pero el proceso intermedio (gestación) sería de compleja compresión para ellos, si es que llegaron a alguna. Igualmente, pudo ser difícil correlacionar la fecundación con la gestación, pues muchas veces se produciría la primera sin los resultados pretendidos. ¿De qué o quién dependía de que se produjera tal gestación? Son peguntas que, aunque de forma más o menos semiconscientes aparecerían en periodos anteriores, pero es en el inicio del Paleolítico superior, con el desarrollo de un nivel optimo de autoconciencia, cuando aparecen de forma plenamente conscientes, compartidas socialmente y necesitando respuestas.Lo que está claro es que es la mujer la que crea (embarazo) a lo nuevos seres humanos, por lo que el quién que favoreciera este hecho debería de ser una mujer. Este podría ser el origen de las venus paleolíticas que vemos desde el Gravetiense.

Camarin de la vulvas de Tito Bustillo
Igualmente, la percepción consciente de la gran diferenciación sexual entre los humanos y los animales que vivían en su entorno (ausencia de celo y posibilidad de continuas relaciones), plantearía ciertos problemas con la concepción de la fecundación, pudiendo separarse en algunos casos ambos procesos. Es decir, se podría usar la sexualidad para otros fines diferentes a la fecundación y placer, como podría ser el caso de los teriántropos (muchos de ellos son itifálicos).

"Hombre herido" de Pech Merle 
- Muerte. Representaba un proceso cotidiano en todas las poblaciones paleolíticas, pues las consecuencias de las enfermedades, accidentes y lances de caza, entrarían en lo habitual de sus vidas. Con niveles bajos de autoconciencia, cuando tuviera lugar entre los componentes del grupo, se desencadenarían numerosas emociones de difícil solución, pero su actividad de supervivencia debería de continuar. La adquisición de mayores niveles de autoconciencia por medio del desarrollo lingüístico, socio-cultural y tecnológico, la muerte en sí misma no presentaba ningún cambio, se admitiría como un fenómeno habitual y hasta lógico en su producción, salvo la posible enfermedad cuyo origen se escaparía de su compresión. Pero con la adquisición de los procesos oníricos (estados de conciencia alterados) autoconscientes se produciría un hecho muy difícil de explicar. Se soñaba con los compañeros muertos y se les intuía como si estuviesen vivos, pero no era posible establecer una comunicación con ellos en el sueño, trance o situación onírica especial. Había que interpretar estas experiencias, junto con la existencia de los mismos animales que se habían matado o visto morir y que, por el mucho mayor número de representaciones gráficas que de ellos tenemos, parece tener mayor importancia para las sociedades paleolíticas que la presencia humana en este mundo onírico. Sin duda, la relación biológica, emotiva y cognitiva entre los seres humanos y animales tendría unas particularidades muy diferentes a las actuales, de las que solo podemos intuir hechos de imposible justificación.

Conclusiones

Estas experiencias vivenciales (conciencia alterada, reproducción/sexualidad, y muerte) solo pueden explicarse mediante los conocimientos adquiridos por medio de la observación del medio ambiente en el que se vive, o de las propias experiencias conscientes que los seres humanos puedan desarrollar en su quehacer cotidiano, cumpliendo así el requisito del Estructuralismo funcional. Este sería el fundamento psicobiológico de porqué todas las poblaciones humanas anatómicamente modernas han desarrollado conductas relacionadas con estas creencias, pero a su vez también explica que su inicio y posterior desarrollo no sea homogéneo, pues es una consecuencia de las características socioculturales de cada población, cuyo desarrollo e interacción es heterogéneo y de diferente evolución en el tiempo y en el espacio.

Una sola cueva no puede ser representativa de la totalidad, pero el estudio de todas aquellas en las que existen teriántropos puede que si lo sea. Este es el trabajo que estoy desarrollando en la actualidad, dentro del marco de la Arqueología cognitiva (Estructuralismo funcional).


- Alvargonzález, D. (2005): “El problema de la verdad en las religiones del Paleolítico”. En Jiménez, F; Peñalver Gómez, P y Ujaldón Benítez, E. (coord.). Filosofía y cuerpo: debates en torno al pensamiento de Gustavo Bueno. Págs. 213-243. Ediciones Libertarias/Prodhufi. Madrid.
- Ardila, A.; Ostrosky-Solís, F. (2008): “Desarrollo Histórico de las Funciones Ejecutivas”. Revista Neuropsicología, Neuropsiquiatría y Neurociencias, 8 (1), pp. 1-21.
- Banks, W. E.; d´Errico, F. y Zilhão, J. (2013): Corrigendum to “Human-climate interaction during the Early Upper Palaeolithic: Testing the hypothesis of an adaptive shift between the Proto-Aurignacian and the Early Aurignacian”. Journal of Human Evolution, Volume 64, Issue 1: 39-55.
- Bueno, G. (1996): El animal divino. Ensayo de una filosofía materialista de la religión. Pentalfa Ed. Oviedo.
- Corchón Rodríguez, M. y Garate Maidagan, D. (2010): “Nuevos hallazgos de arte parietal paleolítico en la cueva de La Peña (San Román, Candamo)”. Zephyrus, 65, 75-102.
- d´Errico, F. y Stringer, Ch. B. (2011): “Evolution, revolution or saltation scenario for the emergence of modern cultures?” Philosophical Transactions B. 366, 1060-1069.
- Edelman, G. M. (1994): Bright Air, Brilliant Fire: On the Matter of the Mind. Penguin. Harmondsworth.
- Renfrew, C. (2008): “Neuroscience, evolution and thesapient paradox: the factuality of value and of the sacred”. Phil. Trans. R. Soc. B 363, pp. 2041-2047.
- Rivera, A. y Menéndez, M. (2011): Las conductas simbólicas en el paleolítico. Un intento de comprensión y análisis desde el estructuralismo funcional. Espacio, Tiempo y Forma. Serie I Prehistoria y Arqueología. Nueva época nº 4.
- Tomasello, M. (2007): Los orígenes culturales de la cognición humana. Buenos Aires. Amorrortu.