domingo, 25 de noviembre de 2018

Evolución cognitivo-cultural (Arqueología cognitiva)

Por definición sabemos que la Arqueología cognitiva intenta comprender la evolución cognitiva del género Homo, es decir, su desarrollo cognitivo y cultural en todos sus aspectos. Para su logro es preciso que tengamos muy claro dos conceptos:

I. - Necesidad de la Arqueologíacognitiva, como medio metodológico para su estudio. En el inicio de la no existían formas o métodos para su realización. Dentro del mundo de la Antropología, mejor relacionada con la Biología, es donde comenzaron a realizar intentos de análisis. Sin embargo, todos estos inicios solo ofrecieron más confusión que realidades más o menos aceptadas por la comunidad científica.
II. - Comprensión del significado de evolución cognitivaConcepción del problema o de la separación académica sobre la evolución cognitiva respecto de la morfológica, reconociendo las características de su relación. Tal dicotomía ha tardado muchos años para realización, pues en principio se conceptuaba que la cognición era la consecuencia directa del funcionamiento del cerebro, el cual cambiaba con la evolución y actuaba tal cual.


Hay que crear un método de análisis de la conducta humana en todas sus épocas. Este es el gran problema a resolver, pues nada existía ni nos decía cómo debería de realizarse. Los supuestos razonamientos lógicos conllevaban una enorme dosis de subjetividad, y pronto se desecharon por crear más dudas que conocimiento real. En la segunda mitad del siglo pasado se comenzó a pensar que la Psicología (ciencia que estudiaba el comportamiento humano en todas sus facetas) podría ofreces unos cauces metodológicos aceptables, lo que favoreció la búsqueda de teorías que podrían acoplarse a los datos arqueológicos. Sin embargo, la Psicología también buscaba métodos científicos que sustentasen sus teorías, por lo solo podía ofrecer teorías con escaso fundamento teórico.

En el inicio de la Psicología, y ante la lógica orfandad teórica y la necesidad de analizar la mente humana, los psicólogos han realizado una serie de conceptualizaciones (organización lógica y cognitiva basada en el conocimiento personal del problema a estudiar y, por tanto, subjetivo en algún grado) sobre las características cognitivas que observa en los seres humanos, a las que se denominan constructos. Los conceptos científicos como estrés, depresión y procesos cognitivos, así como casi todos los usados en la psicología, por ejemplo, inteligencia, frustración, inconsciente, emociones, actitudes, ego, fobias, ansiedad, motivación, aprendizaje, entre otros, no tienen una existencia concreta similar a las entidades físicas que se prestan a la observación sensible. Son conceptos que sobrepasan la observación empírica y muchas veces expresan supuestos teóricos. A tales conceptos se les llama actualmente constructos o conceptos no observacionales para diferenciarlos de los observacionales (Bunge, 1973). Los constructos no tienen referentes empíricos inmediatos. Nadie ha visto ni ha tocado la inteligencia de alguien pero sí la puede inferir de la manera en que una persona es capaz de resolver ciertos problemas en relación con la manera en que otros los resuelven.

La necesaria interdisciplina

El estudio de la Psicología y de la propia Arqueología tiene que ser necesariamente abierto a otras disciplinas que las complete. En este camino, y en referencia a la Arqueología cognitiva, existen una serie de ciencias que pueden usarse como complemento interdisciplinar (Biología evolutiva, Neurología, Antropología social; etc.), pero el problema se aumenta al comprobar que, a su vez, estas ciencias son igualmente interdisciplinares.


Con la interdisciplinariedad se intenta una búsqueda sistemática de integración teórica a partir de diferentes disciplinas, partiendo de una concepción multidimensional de los fenómenos, así como el reconocimiento del carácter relativo de los enfoques científicos por separado (Piaget et al. 1973).

La interdisciplina, como método científico adecuado para el estudio de la naturaleza y de todo lo relacionado con el género Homo, constituye un procedimiento teórico no bien conocido, pero muchas veces defendido por la comunidad científica. Sin embargo. la realidad de su utilización nos dice que su uso ha sido y es muy escaso, y que cuando se efectúa muchas veces se realiza bajo formas teóricas limitadas, por lo que es frecuente que se quede en meras intenciones, o en logros muy por debajo de las posibilidades que sus características ofrece.

Metodología interdisciplinaria

La metodología utilizada debería de tener como objetivo el análisis de los mecanismos biológicos, sociales y medioambientales que hicieron posible la evolución cognitiva de nuestro linaje. Para tal fin parece imprescindible realizar un estudio interdisciplinario con las ciencias que estudian tales mecanismos y más influencia tienen en la conducta humana (Biología evolutiva, Neurología, Psicología, Neurolingüística, Antropología social, etc.). Con la coordinación de sus datos más recientes se puede establecer un modelo funcional sobre nuestra evolución cognitiva que nos permita establecer un correlato de su producción temporal desde el inicio del género Homo hasta nuestros días.

En este contexto, el modelo debe de ser psicobiológico (Biología evolutiva, Neurología y Psicología), social (Antropología social) y ecológico (nichos humanos: cognitivos-culturales) como mínimo. Su realización nos ofrece un modelo evolutivo (Estructuralismo funcional) de las sociedades humanas que se adapta perfectamente a los datos arqueológicos obtenidos en todos los periodos.

El motor principal de estos cambios sería la cognición causal (Haidle, 2014; Stuart-Fox, 2014; Lombard and Gärdenfors, 2017; Lotem et al. 2017), como mecanismo neurofisiológico fundamental causante del desarrollo evolutivo de la cognición humana (social, emocional y tecnológica). La cognición causal se define como la capacidad de establecer y/o reconocer una relación (causa) entre dos o más procesos cognitivos de igual o distinta modalidad (sensorial o almacenada en la memoria), produciendo una conducta o consecuencia (efecto). Sería capaz de integrar colecciones de eventos individuales dentro de una representación organizada de cadenas y redes de relaciones causales (Haidle, 2014; Stuart-Fox, 2014; Lombard and Gärdenfors, 2017; Lotem et al. 2017). Su desarrollo se produce en el carácter exaptativo de nuestro cerebro, junto con la interacción de otras capacidades cognitivas (coevolución), para poder producir nuevas manifestaciones cognitivas (emergencia), donde la influencia del medio ambiente es determinante (Rivera and Rivera, 2017).

El actual desarrollo de estas ideas está ofreciendo diversos estudios en los que la cultura es el motor de la evolución (efecto Baldwin) y del desarrollo de las capacidades cognitivas humanas. Naturalmente, su desarrollo precisa que se produzca dentro de un nicho cognitivo-cultural (Rivera y Menéndez, 2011; Colagè and d’Errico, 2018; Muthukrishna et al. 2018). El cuadro siguiente expone un resumen del modelo de forma gráfica, pero creo que ilustrativa.


Un buen resumen de los mecanismos interdisciplinares que han originado y desarrollado la cognición y cultura humana lo podemos ver en Mechanisms of cognitive evolution of the Homo genus (Rivera y Rivera, 2019)


viernes, 19 de octubre de 2018

Conductas numéricas en la Prehistoria


La numerosidad, entendida como la capacidad de entender, representar y usar los números (Coolidge y Overmann, 2012), es un proceso cognitivo que está muy relacionado con numerosos aspectos de la conducta humana. Durante el Paleolítico se produjeron importantes avances conductuales y cognitivos de muy variada manifestación arqueológica (tecnológicos, lingüísticos, simbólicos, sociales, culturales, etc.), con el consecuente aumento de su capacidad de adaptación medioambiental. Varios de estos avances precisaban cierto control en su uso, lo que pudo realizarse mediante conductas de medición y conteo en el desarrollo de su acción.

- Medición sería la equiparación de las acciones realizadas (recorrer largas distancias, intercambio comercial, almacenaje, etc.) con unidades o patrones de medida (día, mes lunar, año solar, unidades de volumen, etc.). Su adquisición se realiza mediante la observación de la naturaleza y el reconocimiento de su utilidad (serendipia), siendo posteriormente desarrollada mediante procesos más complejos y buscados (creatividad).

- Cuantificación. Con el uso de estas mediciones se llegaría a los procesos de cuantificación o creación de abstracciones numéricas, mediante el desarrollo de un simbolismo (gráfico, sonoro, mixto, etc.).
Según el testimonio arqueológico los comienzos de las tareas de medición se iniciaron a comienzos del Paleolítico superior, mientras que el inicio de la cuantificación numérica solo tenemos datos arqueológicos a partir del Neolítico, aunque no puede descartarse realizaciones más o menos aisladas de estos hechos con cierta anterioridad. Esto parece indicar el reciente trabajo sobre el sentido y los símbolos numéricos (d´Errico et al. 2017). Este trabajo se indica la existencia de un fémur de hiena de 72-60 ka del yacimiento Musteriense de Les Pradelles (Francia), lo que lo sitúa dentro del mundo de los Neandertales.

Datos arqueológicos

Las primeras muestras arqueológicas relacionadas con un posible pensamiento matemático se encuentran en el inicio del Paleolítico superior, dependiendo de ciertas características de su propia morfología gráfica. La existencia de sucesivas marcas en soportes principalmente óseos y líticos, consideradas muchas veces como marcas de caza, parece representar un registro medible o contable desconocido. Estas conductas numéricas se han asociado a las plantillas de manos (conteo con dedos); pinturas (corporales, paredes, manos, etc.); muescas en hueso, asta, piedra, etc.; cuentas independientes (conchas, piedras, huesos, etc.); series de nudos en cordones; y registros en materiales biológicos (maderas, hojas, semillas, etc.) que no han perdurado (Overmann, 2017). Su presencia arqueológica es muy irregular, tanto en la distribución temporal como geográfica, y aunque sean deliberadas siempre nos queda la duda de que su finalidad fuera una actividad medible o contable (Barandiarán, 2006; González Redondo et al. 2010).

Los datos arqueológicos mejor asociados a estas prácticas serían las sucesivas marcas que se observan en diversos utensilios y/o soportes, pues adquieren una forma homogénea y regular en su producción, dando la sensación de un acto más o menos continuo en el que se registraría, por simple comparación evento-muesca, los sucesos que se quieren medir y/o contar. Se han encontrado en objetos fácilmente transportables y manejables, aunque su finalidad no estaría bien demostrada (Barandiarán, 2006; González Redondo et al. 2010; Overmann, 2016a). Podemos distinguir dos grandes grupos:

- Realizados en soportes adecuados para su realización, pero que no son útiles. Destacamos la placa de Gorge d´Enfer (1); el hueso de Dolni Vestonice (2); los huesos de Abri Cellier (3); la placa de Abri Blanchard (4); el disco de piedra de Bodrogkeresztur (5); el asta de Brassempouy (6); la placa de la Cueva de Taï (7); la placa de marfil de Mal´ta (8); el hueso de Lebombo (9) y el hueso de Ishango (10). Son los que más posibilidades tienen de representar estas conductas de medición y/o conteo.


- En útiles u objetos de arte mueble con formas más o menos adecuadas para su realización. Tenemos la placa de Geissenklösterle (11); la varilla de Gorge d´Enfer (12); la placa ovoide de La Roche (13); el colgante d´Enfer (14); el colgante de Cueva Morín (15); el metacarpo de La Garma (16); los colgantes de Las Caldas (17); los colgantes de La Garma (18) y los colgantes de Altamira (19). En ellos es difícil distinguir si las marcas son parte del adorno, del útil o corresponden a conductas numéricas.


Por supuesto no estarían todas las muestras conocidas, pero sí las que más parecen mostrar estos aspectos numéricos relacionados con conductas de medición y/o conteo. Siempre quedan dentro de una hipótesis que no puede ser resuelta por las simples características de tales objetos, pues aunque nos parece que indican un posible uso matemático, la falta de conexión con lo medido o contado (si es que había algo que medir o contar) nos impide llegar a conclusiones con una objetividad aceptable.

Conclusiones
El análisis de la conducta humana en el pasado presenta numerosas dificultades, lo que nos induce a valorar la necesidad de introducir nuevos métodos interpretativos que superen estas limitaciones. La Arqueología cognitiva intenta ampliar realizar este cometido mediante el estudio de la evolución cognitiva del género Homo, para lo cual considera imprescindible añadir los valores cognitivos de los seres humanos a las herramientas interpretativas de la Arqueología.

Su aplicación al estudio de la cognición numérica nos proporciona una hipótesis de trabajo muy útil para su compresión durante el Paleolítico. Su desarrollo estaría determinado por la realización de una serie de logros cognitivos-conductuales enlazados entre sí en el tiempo y el espacio, entre los que se destacan el inicio de la medición mediante patrones, la elaboración abstracta de los números, los mecanismos de conteo de hechos cotidianos y la elaboración de operaciones numéricas. Para su realización ha sido precisa la acción conjunta varias capacidades cognitivas racionales (atención, percepción, inhibición, memoria de trabajo, flexibilidad conductual, etc.) y emocionales (necesidad, interés y motivación). Arqueológicamente queda constancia de una importante heterogeneidad temporal y geográfica de su producción, pues sus mecanismos de producción (racionales y emocionales) se deben al desarrollo de las sociedades en todos sus aspectos (nicho cognitivo-cultural).

Este proceso es un claro ejemplo de coevolución cognitiva, producida gracias al carácter exaptativo y de mosaico de nuestra evolución neurológica, la cual en un medio ambiente adecuado es capaz de producir los fenómenos de emergencias cognitivas con sus consecuentes cambios de conducta, entre los que se encuentra las relacionadas con los números.

- BARANDIARÁN, I. (2006): Imágenes y adornos en el arte portátil paleolítico, Ariel. Barcelona.
- BEDNARIK, R. G. (2013): "The Pleistocene Art of Asia". Arts, 2, 46-76.
- BROOKS, A. S.; HELGREN, D. M.; CRAMER, J. S.; FRANKLIN, A.; HORNYAK, W.; KEATING, J. M.; KLEIN, R. G.; RINK, W. J.; SCHWARCZ, H.; SMITH, J. N. L. et al. (1995): “Dating and context of three Middle Stone Age sites with bone points. In the upper Semliki Valley, Zaire”. Science. 268: 548-553.
- COOLIDGE, F. L. y OVERMANN, K. A. (2012): “Numerosity, Abstraction, and the Emergence of Symbolic Thinking”. Current Anthropology, vol. 53 (2): 204-225.
- CORCHÓN, Mª S. (2004): “Europa 16500-14000 a. C.: un lenguaje común”. En Arias, P y R. Ontañón (eds.), La material del lenguaje prehistórico. El arte mueble paleolítico de Cantabria en su contexto, Gobierno de Cantabria: 105-140.
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- HAHN, J. (1988): Die Geissenklösterle-Höhle im Achtal bei Blaubeuren. Stuttgart: Karl Theiss Verlag.
- MARSHACK, A. (1991): The roots of civilization. New York: Weidenfeld and Nicolson.
- OVERMANN, K. A. (2016): “Number Concepts Are Constructed Through Material Engagement: A Reply to Sutliff, Read, and Everett”. Current Anthropology, 57(3), 352–356.
- OVERMANN (2016a): “The role of materiality in numerical Cognition”. Quaternary International, 405: 42-51.
- SIEVEKING, A. (1987): A catalogue of Paleolithic art in the British Museum. London: The British Museum Press.
- VÉRTES, L. (1965): “Lunar Calendar from the Hungarian Upper Paleolithic (Bodrogkeresztur)”. Science vol. 149. 20, pp. 855–856.

martes, 26 de junio de 2018

La cocción en el Paleolítico (adaptación y/o evolución cognitiva)

El uso del fuego para cocer favorecía el aumento de la gama de alimentos utilizados, tanto de formas vegetales (raíces, bulbos o granos demasiados duros para comer) o animales. La cocción favoreció el uso intensivo de los nutrientes de la caza y recolección, la masticación y su asimilación en personas con grandes carencias de dientes, la eliminación de numerosos patógenos y exotoxinas, aumentando la digestibilidad general. Se incrementó enormemente el rendimiento energético y nutricional de los alimentos al poder cocer huesos troceados y crear formas de caldo al que se podrían añadir otras sustancias muy variadas (carne, vegetales, etc.) (Carmody et al. 2011; Speth, 2015; Zink et al. 2014). El uso del fuego como técnica de cocina se relaciona con objetos de forma cóncava (pieles, tripas, corteza de árboles, etc.) que contengan agua en su interior, pues pueden ponerse al fuego sin que se queme la parte en contacto directo con el calor, siempre y cuando continúe con agua, la cual hervirá y podrá cocerse en ella los alimentos (Speth, 2015).

Paleolítico medio

Su utilización se ha visto mediante testimonios indirectos, como sería el caso del descubrimiento en el Paleolítico medio europeo de una masilla alquitranada usada para afianzar los enmangues, obtenida de una combustión reductora (sin oxigeno) de la corteza de abedul, lo que lo relaciona con complejos mecanismos de cocción del agua (Pawlik & Thissen, 2011; Speth, 2015; Kozowyk et al., 2017). Los procesos de cocina y obtención de masilla (los dos son serendipias) parecen independientes, pero es muy posible que la cocción sea la causa del otro. Al buscar formas cóncavas donde poder hervir el agua (corteza de abedul) de alguna manera el proceso adquirió formas reductoras (pobreza de oxigeno al estar más o menos enterradas o aisladas del aire) obteniéndose fortuitamente la brea de abedul, que al enfriarse adquiría consistencia sólida, además de adherirse a lo que estuviera en contacto, siendo utilizado en el enmangue de útiles líticos (Speth, 2015; Kozowyk et al., 2017).

Sería otro ejemplo de serendipia, aunque en su desarrollo práctico se aprecian indicios de creatividad, para lo cual se precisaría una cognición causal desarrollada (grados 4, 5 y 6), como veremos más adelante. Otro indirecto testimonio arqueológico del uso del fuego en cocina ha sido establecido al relacionarlo con la paulatina disminución del tamaño de los dientes de los neandertales que se inició alrededor de los 100 ka, tendencia que podría sugerir el uso de comida más blanda y nutricional (cocinada), favoreciendo los fenotipos de dientes más pequeños (Wrangham & Conklin-Brittain, 2003). Igualmente, las prácticas de cocina relacionadas con la cocción se asocian con la molienda de los vegetales para su consumo (Henry et al., 2014; Speth, 2015). En Mozambique se ha constatado el uso de semillas (sorgo) por los primeros HAM hace al menos 105 Ka, lo que implicaría el uso de alguna forma de molienda no documentada (Mercader, 2009). En este contexto, se ha documentado utensilios para moler o morteros de piedra, los cuales se utilizaron para producir ocre en polvo, pero sin datos de su uso en la molienda de cereales (Roebroeks et al., 2012). La mejor evidencia se encuentra en los granos de almidón extraídos de un cálculo dental de un neandertal en Shanidar, pues están distorsionados de forma que sugieren una preparación culinaria en presencia de humedad (Henry et al. 2011). El origen de las posibles formas de molienda se explica con el desarrollo de la cognicióncausal de los grados 4, 5 y es posible que el 6 en periodos más recientes.

Grado 4: Comprensión diádica-causal separada. Este grado depende de la capacidad de tener dos o más representaciones mentales al mismo tiempo, pero de diferente etiología. Una directa observación sensorial y otra un recuerdo de experiencias similares, con el fin de comprender su relación causa-efecto. Se establece un razonamiento causal consciente del efecto observado (ropa en una silla) a la causa inobservada (su dueño, al que podemos reconocer, la dejó allí). Se observa una expansión de la memoria de trabajo para mantener más de dos representaciones mentales desiguales a la vez. Se reafirma la teoría de la mente al pensar que el otro actúa como lo haríamos nosotros.

Grado 5: Comprensión causal y mentalidad no-coespecífica. Lo mismo que el anterior pero con especies biológicas diferentes. Comprensión de la causa-efecto de las acciones de otras especies, realizado de forma indirecta (e. g. rastros de su desplazamiento) y con experiencias previas. Igualmente requiere cierto desarrollo de la memoria de trabajo.

Grado 6: Comprensión causal inanimada. Atribuir causas a objetos inanimados (e. g. ver caer una manzana cuando hay viento). La causa no se percibe directamente, sino que se infiere. Requiere la utilización de la memoria de trabajo y cierto desarrollo de la flexibilidad conductual (ligada al lenguaje y autoconciencia).



GRADOS DE COGNICIÓN CAUSAL

GRADO
CONCEPTO
EJEMPLO
CARACTERÍSTICAS
NECESIDADES
1
Comprensión causal individual
Relación entre una causa y su inmediato efecto

Golpe-caída

Individual
Percepción y atención
Aprendizaje por condicionamiento
2
Comprensión diádica-causal

Dos agentes diferentes por turnos en una acción conjunta
Dos agentes en una acción común alternante
Social
Entendimiento diádico-causal básico
¿Inicio de la teoría de la mente?
3
Lectura coespecífica de la mente ajena

La intención causal de las acciones de otros son similares a las mías.
La mirada de otro nos puede indicar sus intenciones
Social
Tus deseos, intenciones y creencias son similares a los míos. Mismos efectos
Inicio básico de la teoría de la mente

4
Comprensión diádica-causal separada

Tener dos o más representaciones mentales al mismo tiempo, pero diferentes en su producción (sensorial y memoria).
Conespecífico Pistas que se alejan de una fuente de agua, Inferir que sus autores saciaron su sed y se fueron a comer o descansar
Social
Observación sensorial y recuerdo de experiencias similares, comprender su relación causa-efecto existente entre ellos.
Teoría de la mente
Expansión de la memoria de trabajo
5
Comprensión causal y mentalidad no-coespecífica

Comprensión de la causa-efecto de las acciones de otras especies,
No- conespecífico
Comprensión de la causa-efecto: rastros de su desplazamiento
El desarrollo y diferencias entre los grados conespecíficos 3 y 4 y el grado 5 (no-coespecífico), es gradual dependiendo de la experiencia previa
Desarrollo de la memoria de trabajo
Experiencia  anterior
6
Comprensión causal inanimada


Atribuir causas a objetos inanimados

Caer una manzana cuando hay viento
Causa efecto

Individual
Memoria de trabajo, flexibilidad conductual, autoconciencia

7
Comprensión de la red causal

Nodos causales específicos de un dominio se conecta o enlaza a las redes causales de otros dominios diferentes

Ciencia

Individual
Memoria de trabajo, flexibilidad conductual,
lenguaje autoconciencia

Como puede comprobarse siempre se relacionan hechos, objetos, animales, personas, recuerdos que se perciben en ese momento o se tienen en la memoria. Esta podría ser la explicación del desarrollo de la cognición causal, donde dos o más estímulos de igual o diferente origen (sensoriales o memorísticos), creados por una percepción de forma simultánea y reiterada, son capaces, en un momento preciso, de relacionarse mediante mecanismos sinápticos y crear una red neurológica nueva, con una respuesta conductual diferente y nueva. La cual se acumula en el acervo cultural del grupo y serviría como nuevo elemento memorístico que correlacionar con otros elementos sensoriales obtenidos de la observación del medio ambiente. Sería el caso se la utilización de las piedras calientes que vemos en el siguiente apartado.

Paleolítico superior

Arqueológicamente vemos un desarrollo de la cocina para hacer hervir al agua y cocer los alimentos, mediante el uso de piedras calientes. En un medio donde echar el agua (tripas, pieles, madera), se introduce piedras calentadas al fuego de forma continuada hasta que hierva, continuando hasta que la comida esté hecha (Speth, 2015). El testimonio arqueológico es el hallazgo de piedras térmicamente alteradas (FCR) por los reiterados calentamientos al fuego y su enfriamiento más o menos brusco al introducirlas en el agua que se pretende hervir. Con estas características aparecen en el inicio del Paleolítico superior, haciéndose comunes al final del periodo y sobre todo en el Mesolítico (Nakazawa et al. 2009; Chatters et al. 2012).

Esta técnica parece una mejora creativa de la tecnología ya conocida en el Paleolítico medio de hervir el agua. La motivación podría haber sido por el aumento de los comensales o la necesidad de aumentar la duración de los envases (pieles, tripas, etc.), por medio de un calentamiento indirecto en lugar de exponerlos directamente al fuego (Speth, 2015). En este desarrollo se podría inferir cierta conducta creativa, consecuencia de la unión de diversos procesos, como son el conocimiento de la cocción en pieles húmedas, el interés de la meta culinaria y social (motivación) y la relación de hechos conocidos (piedras calientes), para realizar el traslado al agua del calor. Se precisaría el desarrollo de la cognición causal hasta los grados 4, 5 y el 6

Conclusiones

Se podría asumir que estos avances culinarios, fundamentales en la adaptación humana a cualquier ecosistema, se producen mediante procesos adaptativos al medio. Sin embargo, estas capacidades de adaptación solo son posibles tras cierto desarrollo cognitivo (grados de cognición causal), lo que tiene lugar tras la evolución cultural y social de las poblaciones humanas. No hay que olvidar que la evolución biológica nos dota de unas capacidades funcionales innatas (capacidades cognitivas elementales o básicas), tanto racionales (memoria, cierto nivel de funciones ejecutivas, atención y percepción) como las emociones primarias (miedo, enfado, tristeza y alegría/felicidad, asco y sorpresa). Nuestras características neurológicas y psicológicas necesitan de un medio ambiente adecuado, que previamente hay que crear (social, económico, tecnológico, lingüístico, etc.), para que las capacidades cognitivas básicas (racionales y emocionales) se desarrollen adecuadamente. Podría definirse como un nicho cultural-cognitivo que posibilite tal desarrollo.

Cuando la evolución neurológica sea suficiente y las características ambientales adquieran un nivel adecuado, pueden producirse nuevas capacidades de naturaleza sociocultural, las cuales sólo existían como potencialidad. Son las capacidades cognitivas emergentes (simbolismo, lenguaje, autoconciencia, escritura, etc.), que se transforman en actividades sociales, culturales, logísticas y simbólicas con un enorme poder adaptativo. 


Carmody, R. N.; Weintraub, G. S. & Wrangham, R.W. 2011. Energetic consequences of thermal and nonthermal food processing”. PANAS, 108, 19199–19203.
Henry, A. G., Brooks, A. S. & Pipermo, D. R. 2011. Microfossils in calculus demonstrate consumption of plants and cooked foods in Neanderthal diets (Shanidar III, Iraq; Spy I and II, Belgium). PANAS, 108, 486–491.
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Mercader, J. 2009. Mozambican Grass Seed Consumption During the Middle Stone Age. Science, vol. 326:1680-1683.
Pawlik, A. F. & Thissen, J. P. 2011. Hafted armatures and multi-component tool design at the Micoquian site of Inden-Altdorf, Germany. Journal of Archaeological Science 38, 1699–1708.
Roebroeks, W., Sier, M. J., Kellberg Nielsen, T., De Loecker, D., Parés, J. M., Arps, Ch. E.S. & Mücher, H. J. 2012. Use of red ochre by early Neandertals. PANAS. 109(6): 1889–1894.
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