domingo, 29 de abril de 2018

Cognición y conducta


Cognición y conducta son dos términos ampliamente utilizados en los estudios arqueológicos. La conducta porque su estudio constituye el principal fin de la Arqueología, Antropología y Prehistoria; y la cognición o capacidades cognitivas porque se considera como causante de tales manifestaciones conductuales. Su unión (causa-efecto) parece muy clara, pero las características de tal unión no están muy claras entre los que se dedican al desarrollo práctico de las disciplinas académicas antes mencionadas.

Algunos ni siquiera se lo piensan, otorgando a cada especie humana las capacidades cognitivas que la evolución les ha concedido. Otros, trabajando dentro del marco temporal de cada especie, opinan que se debieron de producir las mutaciones que favorecieron o potenciaron las características conductuales que aumentaron significativamente la adaptación humana a los diversos ambientes (más o menos hostiles) en los que consiguieron sobrevivir y desarrollarse. Sin embargo, conocemos dos criterios que desmienten en gran parte tales aseveraciones, uno arqueológico y otro psicobiológico.


- Arqueología. En los intentos de establecer una correlación entre las capacidades cognitivas humanas y los datos arqueológicos, Colin Renfrew descubre lo que ha denominado como sapient paradox. Conocemos que la base biológica de nuestra especie se estableció hace más de 100.000 años, mientras que las primeras muestras arqueológicas de un comportamiento sabio (simbólico y complejo) no aparecen hasta fechas que sitúa sobre el 60.000 BP (p. e. en África en Bomblos), pero las conductas propias de nuestro sabio cerebro no se establecieron hasta mucho después de forma definitiva hasta el inicio del Paleolítico superior (40.000 BP en Europa). Con estas consideraciones arqueológicas las conductas con un complejo simbolismo (religión, lenguaje, arte, etc.) se ven más como trayectorias de un desarrollo cultural que como consecuencia de una innata capacidad biológica producida por específicas mutaciones. Hay que pensar que los cambios conductuales que se aprecian en el inicio de las culturas del Paleolítico superior puedan considerarse como productos emergentes o emergencias conductuales (Renfrew, 2008).

- Psicobiológico. Conocemos que la evolución neurológica tuvo especial relevancia en las áreas asociativas del córtex mediante la acción de los genes reguladores u Hox (heterocronías). Recientemente se ha comprobado que algunos de ellos actúan en la producción de pliegues o girificación del córtex cerebral (Rilling e Insel, 1999; Cela Conde, 2002), como es el caso del gen ARHGAP11B, existente en los Neandertales (HN) y Humanos Anatómicamente Modernos (HAM) (Florio et al. 2015), del gen TRNP1 (Stahl et al. 2013), o del gen SRGAP2 y sus sucesivas mutaciones relacionadas con el desarrollo neocortical y la plasticidad neuronal (Dennis et al. 2012). Sin duda deben de mediar en los factores de trascripción que inician y paran los procesos del desarrollo realizados por otros genes, como sería el caso del control del tiempo de creación de unidades proliferativas en la formación embriológica del córtex (Flórez et al. 1999; Rakic, 1995). Paralelamente, se producen mejores características de interconexión al tener menor densidad neuronal que otras especies de primates (Semendeferi y Damasio, 2000).


Ambas acciones evolutivas ofrecen la posibilidad de un aumento neuronal y funcional con un carácter alométrico y cuantitativo (Florio et al. 2015), es decir, de mayor potencialidad (más neuronas y mayor capacidad de sinapsis), pero poca definición funcional. En este contexto, el aumento cualitativo o funcional del córtex es muy dependiente de las aferencias que reciben del medio ambiente. La plasticidad neuronal (Kandel et al. 1997; Flórez et al. 1999), la muerte neuronal (Petanjek et al. 2011), una mielinización amplia y tardía (Bercury y Macklin, 2015) y la existencia de un periodo crítico (Richards y Schmidt, 2002) son procesos neurológicos que parecen indicar la dependencia de las aferencias que reciba el cerebro del medio ambiente para un adecuado desarrollo cognitivo (Belinchón et al. 1992; Grimshaw et al. 1998; Flórez et al. 1999).

La mayor potencialidad neuronal y sináptica, a partir de las aferencias externas (sensaciones) e internas (recuerdos de memoria, emociones), forman las redes neurales responsables de nuevas formas de conducta (cognición causal).

Características de la relación cognición conducta

La conducta no depende sólo de las capacidades cognitivas que se posean, sino de su propio desarrollo cognitivo, lo que a su vez depende de las características medioambientales (sociales, demográficas, lingüísticas, tecnológicas, simbólicas, etc.). Este modelo psicobiológico, social y evolutivo nos lleva a admitir y explicar una serie de procesos que, sobre la evolución cultural humana, observamos en el registro arqueológico en Europa.

- Las capacidades cognitivas que pueden producir conductas simbólicas, estarían presentes en los grupos humanos del Musteriense y del MSA (tanto HAM como HN con algunas diferencias aún no conocidas), pero sin un medio ambiente adecuado (influenciado por el desarrollo tecnológico, la sociabilidad, demografía, evolución lingüística), no se dieron las condiciones necesarias para su desarrollo y manifestación. Es la explicación del hecho de que los seres humanos tuvieran diferentes desarrollos culturales en el mismo tiempo y en diferentes lugares (evolución cultural en mosaico).

- El desarrollo cognitivo y su manifestación conductual no tienen porqué ser homogéneos ni paralelos en los logros tecnológicos, sociales y simbólicos. El registro arqueológico indica que primero se produjo un avance tecnológico, que favoreció el aumento demográfico y, con posteridad, motivó la producción de elementos simbólicos.

- En el análisis de la conducta de una población en un período determinado, hay que valorar la que ofrecen todos sus componentes en su expansión geográfica y temporal, así como sus características medioambientales.

- Los dos grupos humanos (HN y HAM) son la representación de dos Humanidades diferentes, cada una de ellas con unas capacidades cognitivas específicas, que desde luego hay que intentar describir. No obstante, al tener un indiscutible origen evolutivo común, y por tanto neurológico, se producirían pequeñas variaciones (anatómicas y fisiológicas) sobre determinadas áreas cerebrales. Con ello, se apreciarían diferencias de grado la funcionalidad cognitiva, no la existencia de capacidades cognitivas diferentes. Sería la justificación biológica de las diferencias conductuales existentes entre estas dos poblaciones humanas.

Podemos seguir insistiendo en la total igualdad de las dos poblaciones, pero la realidad arqueológica indica que aunque algunos HN tuvieron una tecnología ósea, simbolismo con adornos, un desarrollo social y logístico importante, todo ello presenta unas características diferentes de las que presentaban los HAM del mismo periodo (dos Humanidades). Pues mientras que en los primeros las facetas culturales más complejas (relacionadas con la conducta simbólica y el desarrollo cognitivo de las capacidades cognitivas que lo posibilitan) fueron limitadas en el tiempo y en el espacio (sólo algunos HN tuvieron con claridad tal conducta), entre los HAM se constata un desarrollo generalizado, homogéneo en su complejidad y en constante evolución.



Conclusiones

En definitiva, la conducta no depende sólo de las capacidades cognitivas que se posean, sino de su propio desarrollo cognitivo, lo que a su vez depende de las características medioambientales (sociales, demográficas, lingüísticas, tecnológicas, simbólicas, etc.). Este medioambiente humano es lo que constituye un nicho cognitivo-conductual donde todos los seres humanos tienen que desarrollarse para lograr las características de su población.
Siempre hay que tener claro que la evolución nos ofrece con nuestro cerebro unas capacidades cognitivas de dos tipos:

- Con cierto carácter innato (capacidades cognitivas primarias): percepción, atención, memoria, algunas emociones, algún nivel de las funciones ejecutivas no bien analizadas.
- Con carácter potencial, es decir, que se desarrollan en función de las características medioambientales en las que se encuentren desde su nacimiento (simbolismo, lenguaje, autoconciencia, emociones autoconscientes, etc.). Su manifestación conductual entraría en lo que se entiende como desarrollo cognitivo o emergente.

* Belinchón, M., Igoa, J. M., Riviére, A., (1992): Psicología del lenguaje. Investigación y teoría. Trotta. Madrid.
* Bercury, K. K., Macklin, W. B., (2015): Dynamics and Mechanisms of CNS Myelination. Developmental Cell, 32(4):447-58.
* Cela Conde, C. J. (2002): “La filogénesis de los homínidos”. Diálogo filosófico, 53: 228-258.
* Dennis, M. Y., Nuttle, X., Sudmant, P. H., Antonacci, F., Graves, T. A., Nefedov, M., Eichler, E. E., (2012): Evolution of human-specific neural SRGAP2 genes by incomplete segmental duplication. Cell, 149 (4), 912–922.
* Flórez, J.; García-Porrero, J. A.; Gómez, P.; Izquierdo, J. M.; Jimeno, A. y Gómez, E. (1999): Genes, cultura y mente: una reflexión multidisciplinar sobre la naturaleza humana en la década del cerebro. Santander. Servicio de publicaciones de la Universidad de Cantabria. 
* Florio, M.; Albert, M.; Taverna, E.; Namba, T.; Brandl, H.; Lewitus, E.; Haffner, Ch.; Sykes, A.; Kuan Wong, F.; Peters, J.; Guhr, E.; Klemroth, S.; Prüfer, K.; Kelso, J.; Naumann, R.; Nüsslein, I.; Dahl, A.; Robert Lachmann, Pääbo, S. y Huttner W. B. (2015), “Human-specific gene ARHGAP11B promotes basal progenitor amplification and neocortex expansion”. Science, 347 (6229): 1465-1470.
* Grimshaw, G. M., Adelstein, A., Bryden, M. P., MacKinnon, G. E., (1998): First-language acquisition in adolescence: evidence for a critical period for verbal language development. Brain and Language, 63, 2, 237-255.
* Kandel, E. E.; Schwartz, J. H. y Jessell, T. M. (1997): Neurociencia y conducta. New York. Prentice Hall.
* Petanjek, Z., Judaš, M., Šimić, G., Rašin, M. R., Uylings, H. B. M., Rakic, P., Kostović, I., (2011): Extraordinary neoteny of synaptic spines in the human prefrontal cortex. PNAS, 108(32), 13281–13286.
* Rakic, P. (1995): “Evolution of neocortical parcellation: the perspective from experimental neuroembryology”, in Changeux, J. P. y Chavaillon J. (eds.). Origins of the human brain. Oxford. Clarendon Press. 85-100.
* Richards, J. C., Schmidt, R., (2002): Longman Dictionary of Language Teaching and Applied Linguistics. Longman. London.
* Rilling, J. K. e Insel, T. R. (1999): “The primate neocórtex in comparative perspective using magnetic resonance imaging”. Journal of Human Evolution, 37, 191-223.
* Stahl, R., Walcher, T., De Juan Romero, C., Alexander Pilz; G., Cappello, S., Irmller, M., Sanz-Aquela, J. M., Beckers, J., Blum, R., Borrell, V., Götz, M., (2013): Trnp1 Regulates Expansion and Folding of the Mammalian Cerebral Cortex by Control of Radial Glial Fate. Cell 153, 535–549.