En diversas ocasiones ya comenté que hay que tener en cuenta las características psicobiológicas de los seres humanos que crearon las culturas de todas las épocas, así como de las condiciones necesarias para su desarrollo. Sobre todo en los periodos donde la escasez de datos sea importante y los cambios muy significativos, como ocurre en la transición al Paleolítico Superior. En este sentido, debemos de apreciar tres aspectos fundamentales en el estudio de todo desarrollo cultural:
1º.- Las capacidades cognitivas de sus creadores, pues en el Paleolítico éstas no fueron homogéneas a lo largo de su desarrollo histórico. El problema es que no podemos tener un conocimiento directo de su potencialidad, por lo que tenemos que usar datos indirectos. Así, utilizaremos las consecuencias directas del desarrollo de tales capacidades, es decir, los restos arqueológicos que de su conducta obtenemos de los yacimientos (Neandertales y Cromañones Dos Humanidades).
2º.- Toda cultura aparece como consecuencia de un continuum cultural que en su evolución va configurando los llamados contextos o nichos culturales, a partir de los antecedentes imprescindibles para todo nuevo desarrollo. Nada aparece de repente, pues su manifestación en los yacimientos depende de los antecedentes culturales y cognitivos que hacen posible los avances conductuales, culturales y simbólicos. Puede que la limitación de datos nos obligue a establecer precipitadas conclusiones de un desarrollo cultural de carácter abrupto, lo que hay que analizar con mayor detenimiento y otras perspectivas metodológicas.
Es frecuente que cuando en el registro arqueológico aparece una nueva forma de desarrollo cultural atribuir su origen (si en del mismo contexto del yacimiento no es posible) a un posible y desconocido origen externo (donde sí se produciría el necesario continuum cultural para su realización), de donde se expandiría al espacio y tiempo que estemos estudiando. Así ha sido la tradicional explicación sobre la introducción de los HAM en Europa con su moderna cultura (Auriñaciense), partiendo de un desconocido e impreciso Próximo o Medio Oriente. Pero en estos lugares sólo se ha podido comprobar un incipiente desarrollo tecnológico de las características auriñacienses, pero nada del simbolismo que caracterizaría a esta cultura del Paleolítico Superior atribuida de los humanos modernos. Como excusa, se indica el desconocimiento de la zona precisa donde tal desarrollo cultural pudo haber tenido lugar, no es que no exista, es que aún no se ha descubierto, dejando en el aire de la incertidumbre científica el origen del Auriñaciense.
No obstante, el registro arqueológico europeo es uno de los más desarrollados del mundo y, aunque los datos sean limitados, existe mucha información sobre los diversos periodos paleolíticos. Además, si el interés del periodo histórico adquiere una motivación especial, como ocurre con la transición al Paleolítico Superior, los trabajos de investigación se multiplican, mejorando en su precisión y extensión sobre tal momento. Tenemos muchos datos, pero a la vez muchas dudas, tal vez lo que falta es un método de estudio que ponga algo de orden en el análisis de tan numerosa información.
Lo cierto es que las formas explicativas tan utilizadas en el siglo XIX y gran parte del XX (difusionismo, relación directa entre capacidades cognitivas y culturas, estudios exhaustivos de la tecnología lítica, etc.) no deben constituir en exclusiva el modelo sobre los que comprender el desarrollo cultural de los seres humanos. Puede que haya llegado el momento de evitar seguir estableciendo la división de los periodos paleolíticos con la única base de la simple evolución tecnológica (tradicionalmente lítica), actualizando la misma por medio de las conductas realizadas por los humanos del momento, consecuencia del desarrollo de sus propias capacidades cognitivas, lo que abarca los aspectos sociales, logísticos, demográficos, simbólicos, lingüísticos y, por supuesto pero no como el principal argumento explicativo, su tecnología.
La tecnología es la consecuencia arqueológica (la más abundante y mejor conservada, pero no la única ni posiblemente la más importante) del desarrollo cognitivo de sus creadores. El estudio de las cadenas operativas y tipología lítica nos informan sobre la forma de producción del útil, consecuencia de una enorme tradición cultural, de un desarrollo del concepto espacial de los materiales líticos, y del aprendizaje de las características tecnológicas de las diferentes tipos de piedra. Pero, tanto o más interesante sería el análisis de la conducta humana en los aspectos sociales, simbólicos y logísticos de la producción de útiles (tipología y tecnología). Así, el estudio de la ubicación de las materias primas, las huellas de uso, función y utilidad del útil, su relación con la complejidad tecnológica de otras materias primas (p. e. La utilización de determinados útiles líticos en la manufacturas óseas), nos pueden ofrecer datos muy relevantes sobre el desarrollo cognitivo de sus fabricantes. Adquieren especial relevancia el desarrollo de otras tecnologías con diferentes materias primas, la aparición de adornos con esas materias nuevas, el aumento demográfico y las relaciones sociales entre las poblaciones del momento y, en definitiva, todo lo que sea el reflejo de una conducta racional y flexible.
3º.- La acción conjunta de las posibilidades de desarrollo de las capacidades cognitivas de cada grupo humano, y de las características ambientales (interacción social, aumento demográfico, desarrollo económico, motivación, etc.), crean un ambiente específico (contexto cognitivo) que puede favorecer el desarrollo de las capacidades cognitivas y originar otras nuevas (capacidades emergentes).
En definitiva, todo desarrollo cultural precisa de un determinado contexto cultural y cognitivo para su realización, lo que implica que hasta que éste no se adquiera (lo que puede apreciarse por medio del registro arqueológico) tal avance cultural no puede realizarse, aunque no existan criterios arqueológicos que así lo indiquen.
Pero el desarrollo cultural no es estrictamente paralelo al cognitivo, pues este último tiene una producción que podría calificarse de exponencial, siendo su desarrollo el motor que facilita la evolución cultural y conductual. Con el desarrollo de las capacidades cognitivas emergentes se produce una conducta simbólica de características modernas, las cuales van a multiplicar los desarrollos culturales y conductuales, como puede verse en el registro arqueológico del inicio del Paleolítico Superior. Así, la utilización de los conocimientos aprendidos de los miembros del grupo humano, pero utilizados con pequeños y posibles cambios en su uso o fabricación, ofrecen conductas nuevas y más adaptativas, útiles y/o simbolismo. Siempre se ha apreciado el desarrollo tecnológico, cuando paralelo y de mayor importancia ha sido el desarrollo cognitivo que, al alcanzar unas cotas adecuadas, produciría el desarrollo de capacidades cognitivas emergentes.
La producción de todos estos cambios, en un corto periodo de tiempo, indica la posesión de las dos características conductuales necesarias para desarrollar una conducta moderna: reflexividad cognitiva y flexibilidad conductual. Respecto de la conducta simbólica debemos considerar que no obedece a un todo o nada, pues aunque nos sea difícil intuirlo, existieron estadios intermedios a lo largo de todo el Paleolítico. Tomemos el ejemplo de la secuencia de cambio conductual que nos ofrece el registro arqueológico de Europa durante el periodo de transición (45-35000 BP), y que ya analizamos en otro apartado (Arqueología y simbolismo).
Lo primero que se desarrolla en el tiempo es consecuencia de la larga tradición humana en la tecnología lítica. La producción laminar es el inicio de todo el proceso y del consecutivo desarrollo de las puntas líticas tan importantes en el mundo paleolítico. Su producción implica el inicio del cambio conceptual y espacial en la reducción de los núcleos para la producción homogénea de láminas y laminillas. Tal desarrollo se acompaña muchas veces de cierto aumento del desarrollo espacial, por medio del mejor aprovechamiento del territorio logístico, que iría aumentando, junto con cada vez mayor desarrollo de la reflexividad y flexibilidad conductual, con los consecutivos logros de comportamiento. Los conceptos temporales son más difíciles de visualizar, pues conllevan conductas elaboradas que sólo pueden deducirse por mecanismos indirectos. Podría relacionarse con la utilización logística de su territorio dentro de unos conceptos temporales o estacionales, como sería el caso de largos desplazamientos o la obtención de un determinado producto sólo en precisos periodos temporales. De todas maneras, este concepto estaría muy limitado. Todo ellos conlleva a un aumento demográfico, mayor estabilidad socioeconómica, mayores relaciones sociales, emocionales y motivacionales, lo que produciría su desarrollo cognitivo cada vez es más fácil que se produzcan evoluciones tecnológicas (p. e. microlitos y útiles compuestos), o el aumento de la producción de hechos curiosos (p. e. descubrimiento de la línea por los cortes en huesos, y del color como curiosidad de utilidad aún por realizar).
De la unión cognitivas de todo lo anterior aparece un proceso de emergencia cognitiva, dando lugar a una mayor noción de diferenciación social (con otros grupos) y personal (entre los miembros de un mismo grupo, pero con cometidos sociales, económicos y tecnológicos diferenciados (lo que antes no esa posible, al tener el grupo una economía que no requería la diferenciación social de sus miembros para su adecuado desarrollo). Sería la creación de los adornos, para lo cual es necesario el desarrollo tecnológico antes mencionado, como claro signo de diferenciación social e individual.
Sólo con el logro de estas premisas cognitivas (individualidad dentro de unos delimitados conceptos espaciales y temporales) es cuando pueden comenzar a desarrollarse los patrones conductuales de un simbolismo complejo, como serían los metafísicos (magia, religión, etc.), que pueden relacionarse con la aparición de las imágenes parietales y mobiliares.
La secuencia del desarrollo cultural y conductual siempre es la consecuencia del desarrollo cognitivo de sus creadores, lo que sólo se produce cuando las capacidades cognitivas son las adecuadas y las características del medio ambiente favorecen su desarrollo. Con todo esto se aprecia una creciente reflexividad y flexibilidad conductual, aunque siempre presente un aspecto de mosaico y heterogéneo en su consecuencias.
Estas características de desarrollo cultural hay que tenerlas en cuenta a la hora de interpretar el registro arqueológico del periodo de transición paleolítica, aplicándolas tanto a los neandertales como a los HAM, pues ambos, al pertenecer a la misma línea evolutiva participan de las mismas características psicobiológicas. Así, cuando se estudien los cambios culturales de estas poblaciones paleolíticas hay que tratar de analizar:
- Su propio y característico continuum cultural (características de su acervo cultural y formas de continuidad histórica), que daría lugar al contexto cultural.
- El nivel de desarrollo cognitivo (individualidad, espacio, tiempo) que presenten en el momento en el que se intenta explicar conductas avanzadas (elaboradas conductas sociales y simbólicas), sería el denominado contexto cognitivo.
- Las características del medio ambiente (demográfico, social, lingüístico, tecnológico, logístico, geográfico, ambiental, etc.) en el que se desarrollan, pero de todo el ámbito espacial (Europa) y temporal (periodo de transición) en el que tiene lugar el desarrollo cultural de tales grupos humanos.
De su aplicación a las dos poblaciones europeas en el periodo de transición debería surgir una teoría homogénea en la explicación del cambio conductual y, por supuesto, evitar la explicación de procesos conductuales antagónicos o simplemente sin un aceptable fundamento, el cual no sólo debe estar de acuerdo con los datos arqueológicos, sino también con las características psicobiológicas de sus creadores.
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