Al estudiar el inicio del simbolismo en la prehistoria se mencionan una serie de objetos y conductas del Paleolítico Medio, las cuales pueden ser interpretadas como ejemplo de sus primeras manifestaciones. En recientes estudios de tales objetos y conductas considerados como simbólicos se hacen amplia exposición de los mismos (Soressi y D´Errico, 2007; Zilhäo, 2007). En general, podemos destacar los siguientes:
- Grabados óseos y en piedra de líneas y trazos más o menos combinados. Las líneas al no tener un significado útil se les atribuye un simbolismo inespecífico. Origen posiblemente antropico (corte y descarnamiento de animales).
- Perforaciones en huesos. Instrumentos de música (agujeros posiblemente hechos por mordeduras de osos). Adornos (posibles perforaciones naturales).
- Útiles de piedra con particularidades señaladas (fósiles asociados, materias primas lejanas, minerales llamativos, etc.). Comportamiento curioso.
- Utilización de colorantes. Utilizados con seguridad con anterioridad a la llegada de los HAM a Europa. Significación funcional (trabajo con pieles y piedras, antiparasitario) y posiblemente simbólica (color aplicable al cuerpo).
- Enterramientos. Los entierros intencionados no tienen porqué ser simbólicos
Algunos autores, teniendo en cuenta estas observaciones, exponen ciertas conductas simbólicas en determinados enterramientos (p.e. La Ferrassie), uso de pigmentos (ocre), y la creación de objetos raros o posibles adornos (p.e. la Churinga de Tata), como prueba del simbolismo del Neandertal ya en el Paleolítico Medio (Zilhäo, 2007).
Sin embargo sus conclusiones no pueden ser definitivas, pues muchos objetos que han sido interpretados en el pasado como adornos o piezas decoradas, pueden tener un origen natural. Es indispensable para analizar los objetos en su contexto, pero no sólo en el plano arqueológico, sino dentro del desarrollo de las capacidades cognitivas de los homínidos que crearon tales objetos y conductas.
En el inicio del Paleolítico Superior el Chatelperroniense muestra, al menos en algunas áreas de su extensión geográfica, un desarrollo claramente simbólico (tecnología ósea, adornos y uso muy significativo de colorantes). Este importante cambio es interpretado de diferente manera por la comunidad arqueológica.
Algunos autores ven en estos eventos como la evolución autónoma; otros como el resultado del contacto entre los neandertales y modernos, otros como una aculturación de los neandertales, que se acompaña de la aceptación de superioridad cognitiva por parte de los humanos modernos. Por último, algunos autores consideran que los neandertales en realidad no fueron influidos por los Humanos modernos sino que más bien copiado su comportamiento sin comprender las profundas implicaciones.
El modelo de la Arqueología Cognitiva puede aclarar algo tan complejo tema. El desarrollo simbólico humano queda bien expuesto en los diferentes Post anteriormente publicados (Definición del simbolismo. Componentes del simbolismo. Análisis del simbolismo 1, 2 y 3. La conducta humana. Método de estudio: Modelo multidisciplinar. Características del simbolismo humano. Condiciones de estudio).
De todo lo expuesto vemos que el simbolismo depende de las capacidades cognitivas que posean los homínidos causantes de cualquier conducta, y del desarrollo alcanzado de las mismas en función de las características medioambientales. Tales logros se pueden apreciar en las huellas conductuales que los conceptos de la individualidad, del tiempo y del espacio hayan dejado en los rectos arqueológicos. Para ello es preciso analizarlos con otro prisma. Por encima de las tradicionales interpretaciones arqueológicas hay que ver las capacidades cognitivas desarrolladas que posibilitan los cambios conductuales. Es decir, del desarrollo de los conceptos de individualidad y de su ubicación en el tiempo y en el espacio. Sólo cuando estén lo suficientemente desarrollados (cuando aparezcan en los yacimientos adornos, conductas temporales y espaciales complejas) es cuando podemos esperar el inicio de conductas metafísicas de complejidad ascendente.
La conducta simbólica no obedece a un todo o nada, pues aunque nos sea difícil intuirlo, existieron estadios intermedios a lo largo de todo el Paleolítico. Pero para analizarlos es preciso una comprensión adecuada de los procesos que conforman la conducta simbólica. Por tanto, los neandertales y HAM tenían unas capacidades cognitivas consecuencia de su común pertenecía al linaje humano, su igualdad o diferenciación es lo que hay que estudiar. Tomemos el ejemplo de la secuencia de cambio conductual que nos ofrece el registro arqueológico en una determinada área geográfica y en un periodo delimitado, hasta alcanzar las formas de simbolismo complejo metafísico. Para ello, utilizaremos los datos que nos ofrecen algunos estudios (McBrearty y Brooks, 2000; Zilhäo, 2007). Se trata de una cronología sobre la emergencia de diferentes rasgos del comportamiento moderno en África.
- Grabados óseos y en piedra de líneas y trazos más o menos combinados. Las líneas al no tener un significado útil se les atribuye un simbolismo inespecífico. Origen posiblemente antropico (corte y descarnamiento de animales).
- Perforaciones en huesos. Instrumentos de música (agujeros posiblemente hechos por mordeduras de osos). Adornos (posibles perforaciones naturales).
- Útiles de piedra con particularidades señaladas (fósiles asociados, materias primas lejanas, minerales llamativos, etc.). Comportamiento curioso.
- Utilización de colorantes. Utilizados con seguridad con anterioridad a la llegada de los HAM a Europa. Significación funcional (trabajo con pieles y piedras, antiparasitario) y posiblemente simbólica (color aplicable al cuerpo).
- Enterramientos. Los entierros intencionados no tienen porqué ser simbólicos
Algunos autores, teniendo en cuenta estas observaciones, exponen ciertas conductas simbólicas en determinados enterramientos (p.e. La Ferrassie), uso de pigmentos (ocre), y la creación de objetos raros o posibles adornos (p.e. la Churinga de Tata), como prueba del simbolismo del Neandertal ya en el Paleolítico Medio (Zilhäo, 2007).
Sin embargo sus conclusiones no pueden ser definitivas, pues muchos objetos que han sido interpretados en el pasado como adornos o piezas decoradas, pueden tener un origen natural. Es indispensable para analizar los objetos en su contexto, pero no sólo en el plano arqueológico, sino dentro del desarrollo de las capacidades cognitivas de los homínidos que crearon tales objetos y conductas.
En el inicio del Paleolítico Superior el Chatelperroniense muestra, al menos en algunas áreas de su extensión geográfica, un desarrollo claramente simbólico (tecnología ósea, adornos y uso muy significativo de colorantes). Este importante cambio es interpretado de diferente manera por la comunidad arqueológica.
Algunos autores ven en estos eventos como la evolución autónoma; otros como el resultado del contacto entre los neandertales y modernos, otros como una aculturación de los neandertales, que se acompaña de la aceptación de superioridad cognitiva por parte de los humanos modernos. Por último, algunos autores consideran que los neandertales en realidad no fueron influidos por los Humanos modernos sino que más bien copiado su comportamiento sin comprender las profundas implicaciones.
El modelo de la Arqueología Cognitiva puede aclarar algo tan complejo tema. El desarrollo simbólico humano queda bien expuesto en los diferentes Post anteriormente publicados (Definición del simbolismo. Componentes del simbolismo. Análisis del simbolismo 1, 2 y 3. La conducta humana. Método de estudio: Modelo multidisciplinar. Características del simbolismo humano. Condiciones de estudio).
De todo lo expuesto vemos que el simbolismo depende de las capacidades cognitivas que posean los homínidos causantes de cualquier conducta, y del desarrollo alcanzado de las mismas en función de las características medioambientales. Tales logros se pueden apreciar en las huellas conductuales que los conceptos de la individualidad, del tiempo y del espacio hayan dejado en los rectos arqueológicos. Para ello es preciso analizarlos con otro prisma. Por encima de las tradicionales interpretaciones arqueológicas hay que ver las capacidades cognitivas desarrolladas que posibilitan los cambios conductuales. Es decir, del desarrollo de los conceptos de individualidad y de su ubicación en el tiempo y en el espacio. Sólo cuando estén lo suficientemente desarrollados (cuando aparezcan en los yacimientos adornos, conductas temporales y espaciales complejas) es cuando podemos esperar el inicio de conductas metafísicas de complejidad ascendente.
La conducta simbólica no obedece a un todo o nada, pues aunque nos sea difícil intuirlo, existieron estadios intermedios a lo largo de todo el Paleolítico. Pero para analizarlos es preciso una comprensión adecuada de los procesos que conforman la conducta simbólica. Por tanto, los neandertales y HAM tenían unas capacidades cognitivas consecuencia de su común pertenecía al linaje humano, su igualdad o diferenciación es lo que hay que estudiar. Tomemos el ejemplo de la secuencia de cambio conductual que nos ofrece el registro arqueológico en una determinada área geográfica y en un periodo delimitado, hasta alcanzar las formas de simbolismo complejo metafísico. Para ello, utilizaremos los datos que nos ofrecen algunos estudios (McBrearty y Brooks, 2000; Zilhäo, 2007). Se trata de una cronología sobre la emergencia de diferentes rasgos del comportamiento moderno en África.
Lo primero que se desarrolla en el tiempo es consecuencia de la larga tradición humana en la tecnología lítica. La producción laminar es el inicio de todo el proceso y del consecutivo desarrollo de las puntas líticas tan importantes en el mundo paleolítico. Su producción implica el inicio del cambio conceptual y espacial en la reducción de los núcleos para la producción homogénea de láminas y laminillas.
Aproximadamente en el mismo período se destaca el uso de molinos de mano y la utilización de colorantes. El primero implica el procesamientote granos silvestres o la reducción a polvo de los colorantes para un uso desconocido, pero que no tiene porqué ser simbólico en exclusiva. Con todo esto se aprecia una creciente reflexividad y flexibilidad conductual.
El marisqueo y el aprovechamiento a larga distancia en un bien ejemplo del desarrollo espacial (mejor aprovechamiento del territorio logístico), que iría aumentando, junto con cada vez mayor desarrollo de la reflexividad y flexibilidad conductual, con los consecutivos logros de comportamiento (pesca, minería, tecnología ósea, arpones).
Los conceptos temporales son más difíciles de visualizar, pues conllevan conductas elaboradas que sólo pueden deducirse por mecanismos indirectos. Podría relacionarse con la utilización logística de su territorio dentro de unos conceptos temporales o estacionales, como sería el caso de largos desplazamientos o la obtención de un determinado producto sólo en precisos periodos temporales. De todas maneras, este concepto estaría muy limitado.
En este momento de su desarrollo cognitivo cada vez es más fácil que se produzcan evoluciones tecnológicas (p. e. microlitos y útiles compuestos), o el aumento de la producción de hechos curiosos (p. e. descubrimiento de la línea por los cortes en huesos, y del color como curiosidad de utilidad aún por realizar).
En general. el desarrollo de la reflexividad y flexibilidad conductual se aprecia en el aumento de la tecnología y de los conceptos espaciales y temporales. De la unión cognitivas de todo ello aparece un proceso de emergencia cognitiva, dando lugar a una mayor noción de diferenciación social (con otros grupos) y personal (entre los miembros de un mismo grupo, pero con cometidos sociales, económicos y tecnológicos diferenciados (lo que antes no esa posible, al tener el grupo una economía que no requería la diferenciación social de sus miembros para su adecuado desarrollo). Sería la creación de los adornos, para lo cual es necesario el desarrollo tecnológico antes mencionado, como claro signo de diferenciación social e individual.
Sólo con el logro de estas premisas cognitivas (individualidad dentro de unos delimitados conceptos espaciales y temporales) es cuando pueden comenzar a desarrollarse los patrones conductuales de un simbolismo complejo, como serían los metafísicos (magia, religión, etc.), que pueden relacionarse con la aparición de las imágenes apriétales y mobiliares.
Por tanto, mientras no veamos en una determinada sociedad los desarrollos conceptuales de la individualidad, del tiempo y del espacio, no podemos asociar sus conductas (p. e. enterramientos, uso del ocre) a conceptos metafísicos. La secuencia del desarrollo cultural y conductual siempre es la consecuencia del desarrollo cognitivo de sus creadores, lo que sólo se produce cuando las capacidades cognitivas son las adecuadas y las características del medio ambiente favorecen su desarrollo. La clave de todo cambio conductual reside en la existencia de estas dos premisas, por lo que su estudio puede centrarse en el análisis de los rasgos cognitivos que podamos deducir de los datos arqueológicos.
El simbolismo de una población depende del desarrollo de sus capacidades cognitivas, que en este inicio conductual se limita al avance en los conceptos de la individualidad, comprendida en un tiempo y espacio determinado. Conociendo estos parámetros cognitivos, podemos deducir si tal o cual conducta puede o no tener un componente simbólico, así como que grado de complejidad podemos achacarle, naturalmente dentro de unos criterios generales y no muy definitivos..
* McBrearty, S. y Brooks, A. (2000): “The revolution that wasn’t: a new interpretation of the origin of modern human behaviour”. Journal of Human Evolution 39: 453-563.
* Zilhäo, J. (2007) - The Emergence of Ornaments and Art: An Archaeological Perspective on the Origins of Behavioral Modernity. Journal of Archaeological Research. Springer. 5: 1, p. 1-54.
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