sábado, 28 de noviembre de 2009

Objetividad y subjetividad en Arqueología

En teoría, todos perseguimos lo mismo: conocer los hechos acaecidos en el pasado con el mayor nivel de certeza y objetividad posible. Pero en la práctica, las teorías que con tal fin se establecen, lo hacen con un fundamento a veces demasiado endeble. Sobre todo si nos introducimos en el Paleolítico, donde la escasez de datos y la limitación teórica sobre el origen y desarrollo del comportamiento humano van a marcar cualquier estudio que se realice.

En la actualidad, un ejemplo muy discutido es el que concierne al inicio del Paleolítico Superior en Europa, donde dos formas de poblaciones humanas (neandertales y HAM) convivieron, y de alguna manera (sólo uno de ellos, los dos relacionados o por caminos diferentes) se desarrolló en nuestro continente una forma de conducta simbólica (Paleolítico Superior europeo), similar a la que, con cierta anterioridad, puede verse en otras áreas geográficas del Viejo Mundo. Desde entonces, el característico simbolismo de esta cultura moderna ha sido el principal componente conductual de todas las sociedades humanas.

En el análisis sobre qué grupo humano fue el primero en emprender el camino de la modernidad, existen numerosos interrogantes de difícil solución. En los intentos de aclarar esta encrucijada histórica se han expuesto diversas teorías, pero todas presenta importantes irregularidades, tienen defectos teóricos o lagunas explicativas. En la defensa de las mismas, la objetividad muchas veces no pasa de un simple intento, pues enseguida se descalifica la base argumental del oponente ensalzando las formas de la nuestra, cuando la realidad es que todas presentan el mismo tipo de problema: falta de datos que confirmen fehacientemente las líneas teóricas sobre las que se sustentan.

La solución ideal, desde el punto de vista arqueológico, pasaría por el hallazgo de datos arqueológicos y paleontológicos de muy clara interpretación, que no ofrezcan duda sobre la autoría humana de los restos arqueológicos que encontramos de este conflictivo periodo. Sin embargo, las posibilidades de que tales hechos ocurran con la claridad e intensidad que todos queremos no son muchas, por lo que parece importante buscar otros caminos más seguros y posibles que puedan dar luz a estos problemas.

En este último sentido, para superar esta dialéctica hay que racionalizar el debate, e introducir importantes datos que, por corresponder a disciplinas poco usadas en la arqueología, se han mantenido fuera del debate. Esta limitación académica dificultaría la interpretación de la realidad que estamos estudiando: la conducta humana en todas sus facetas. En esta racionalización es primordial conocer los datos y el nivel de certeza que puedan poseer. Básicamente los podemos reunir en dos grandes apartados:

A. Paleontológico: ¿una o dos especies?
En el debate paleontológico se ha olvidado importantes aspectos de la Biología (tanto en general como evolutiva). El concepto de especie no deja de ser un constructo académico, tremendamente útil para clasificar, estudiar y observar la evolución de los seres vivos. Su fundamento es la posibilidad de cruce de dos individuos con descendencia fértil entre los que pertenecen a la misma especie, siendo de diferente taxón si esta condición no se logra (imposibilidad biológica de apareamiento, o de descendencia fértil). De las poblaciones del Paleolítico sólo sabemos lo que sus escasos fósiles nos muestran, así como dónde y en qué periodo temporal se han encontrado. En este sentido, de los neandertales y HAM conocemos:

- Procesos evolutivos diferentes. Actualmente se ha podido estudiar el ADN mitocondrial en diversos restos óseos del Neandertal localizados en diferentes lugares. En tales análisis se ha comprobado la diferencia genética existente entre neandertales y HAM, así como la existencia de una importante diferencia temporal respecto de la separación de las dos poblaciones a partir de un ancestro común, calculándose en unos 500.000 años.
- Aislamiento geográfico durante esa evolución, pues ambas poblaciones se originaron en lugares lejanos (Europa y África), en distintos ambientes y con un aislamiento geográfico, indican la coexistencia temporal y aislada de dos formas evolutivas diferentes.
- Distinta anatomía. Las diferencias morfológicas entre las dos poblaciones son muy conocidas y están bien documentadas en el registro arqueológico. Por medio del análisis dentario como signo biológico del desarrollo ontogénico postnatal, se ha comprobado que los neandertales tenían un desarrollo rápido, llegando a la madurez biológica antes que los humanos actuales, indicando la presencia de un desarrollo ontogénico distinto (Ramírez Roiz y Bermúdez de Castro, 2004). Estos datos recalcan su diferencia anatómica y la existencia de dos líneas evolutivas diferentes.
- Diferencias neuroanatómicas. Los análisis paleoneurológicos han comprobado que nuestra especie presenta una forma evolutiva diferente a la observada en los neandertales, comprobándose un diferente patrón de desarrollo neurológico. En el Neandertal existe una pauta de desarrollo cerebral definido por diversos autores como arcaico, en el que gran parte del cambio está basado en un simple crecimiento general. Mientras que en los HAM se observa un aumento vertical, dilatación del lóbulo frontal y una relativa reducción de longitud y anchura del lóbulo occipital. Se produce un aumento alométrico de la forma y superficie de los lóbulos parietales y posiblemente frontales de nuestra corteza cerebral (Bruner, Manzi y Arsuaga, 2003). Estas distinciones neuroanatómicas indican cierta diferenciación de la superficie del córtex cerebral en las áreas asociativas de los lóbulos parietales y frontales (donde tienen lugar los procesos cognitivos). Si se acepta que son dos líneas evolutivas y un desarrollo ontogénico diferentes, no sería raro pensar en la existencia de diferencias neurofisiológicas en el funcionamiento cerebral de los dos grupos. Tales datos pueden justificar la idea de unas capacidades cognitivas parecidas pero no iguales.

Estos datos, dentro de los clásicos parámetros de la biología evolutiva, inducen a considerar la posibilidad de que sean dos especies diferentes, pero la certeza sólo puede surgir del éxito de una posibles descendencia común y fértil entre ellos a su vez. Como todos conocemos, carecemos de pruebas contundentes que avalen tal hibridación, por lo que tan cierto o falso sería negarlas como aceptarlas plenamente. Conocemos una diferencia anatómica (plenamente demostrada), que no impide una posible hibridación. Incluso se conocen ciertas diferencias neuroanatómicas entre las dos poblaciones, que pueden inducir a pensar en unas capacidades cognitivas parecidas pero no exactamente iguales. Sin embargo, la certeza de estas últimas afirmaciones no pueden demostrarse por medio de los fósiles, sino que debe realizarse a través del estudio de la conducta general de sus productores.

Si aceptamos que puede haber hibridación a pesar de sus diferencias anatómicas, igualmente hay que aceptar la mezcla biológica con la posibilidad de que existan algunas diferencias cognitivas entras las dos poblaciones. La hibridación, proceso meramente biológico, sólo establece la idoneidad biológica en los procesos de la fecundación, en el desarrollo embriológico y en la capacidad de fertilidad posterior. Pero nada indica sobre la posibilidad de diferencias morfológicas (comprobadas entre los neandertales y HAM) que sean compatibles en el proceso de reproducción, ni mucho menos en diferencias cognitivas que no impidan los mecanismos conductuales del apareamiento. Es más, las diferencias anatómicas generales (base sobre la que se distinguen las especies en el Paleolítico) presentarían mayores inconvenientes a la hibridación que las pequeñas diferencias neuroanatómicas y fisiológicas que puedan tener los cerebros de las dos poblaciones.

La demostración por medio de restos fósiles humanos de hibridación, puede indicar que pertenecen a la misma especie biológica (en el aspecto que la biología establece como condición exclusiva de especie: reproducción de individuos fértiles a su vez), pero que presentan diferencias anatómicas (comprobadas) y posiblemente cognitivas (no comprobadas), consecuencia de su independiente evolución de unos 500.000 años en lugares netamente separados geográficamente (Europa y África). Hay autores que califican estas ideas como racismo científico, consecuencia de que aceptar diferencias cognitivas entre los componentes de una misma especie es considerado como tal. Efectivamente, entre todos los componentes de la especie humana moderna (Homo sapiens sapiens) no existen tales diferencias cognitivas, pues todos provienen de la misma línea evolutiva. No obstante, este no es el caso de los neandertales, que presentan un aislamiento geográfico y diferenciación evolutiva de unos 500.000 años, lo que sí da pie a las importantes diferencias anatómicas conocidas y a la posibilidad de cierta diferenciación psicobiológica, a pesar de que pudieran cruzarse entre ellos y tener descendencia fértil..

En este punto sólo los aspectos arqueológicos nos pueden dar indicios sobre la igualdad o no de las capacidades cognitivas de los neandertales y HAM, con independencia de que sean especies diferentes o iguales, y que se hayan mezclado o no. Esto nos permite llegar a una importante conclusión: las capacidades cognitivas derivan de la evolución neurológica, lo que no tiene porqué ser exclusiva de nuestra especie, sino de las condiciones psicobiológicas necesarias para su producción y desarrollo, lo que pudiera suceder en otras especies del género Homo, aunque con el grado de capacidad cognitiva que las características psicobiológicas de sus respectivos cerebros pudieran haber ofrecido. La posibilidad de que así fuera no se ha podido comprobar en la actualidad, pues sólo existe una especie del género Homo, en la que todas sus diversas poblaciones presentan las mismas capacidades cognitivas. El fenómeno es único en la biología y ocurrió en el pasado, por lo que sólo podemos estudiarlo por medio de sus escasos restos (fósiles y conducta).

B. Arqueológico: que contribución tuvieron las dos poblaciones en el origen y desarrollo de la cultura moderna.
La comprobación, en uno u otro sentido, de las anteriores ideas sólo puede realizarse por medio de las manifestaciones culturales que el registro arqueológico nos ofrece, pues la conducta sería la manifestación del desarrollo de las capacidades cognitivas de los humanos que la produjeron. En definitiva, la comparación conductual de las dos poblaciones sería la piedra angular de todo estudio sobre sus respectivas conductas, por lo que la forma de realizarla es fundamental. En este punto es donde la subjetividad científica más ha actuado, pues en el análisis de la conducta de los neandertales (sobre todo en el inicio del Paleolítico Superior) se han omitido aspectos metodológicos importantes en los intentos de demostrar que su conducta fue igual o muy similar a la de los HAM. Igualmente, en el estudio del desarrollo cultural por parte de los HAM ha habido una generalización excesiva, así como una permanente confusión entre el concepto de capacidades cognitivas que poseían y el proceso de su desarrollo condicionado al medio ambiente.

Se aprecia la falta de un método multidisciplinar que nos encauce el origen y desarrollo del simbolismo humano (tanto entre los neandertales como entre los HAM), así como la utilización de una amplia muestra de su población, evitando el sesgo estadístico de unos pocos yacimientosEl principal problema reside en que la atribución de muchas de las conductas claves del inicio de la conducta simbólica no puede realizarse con certeza a ninguna de las dos poblaciones. La falta de fósiles que confirmen su atribución a una u otra población, deja todas las posibilidades abiertas, lo que ha generado el estado de conflictividad teórica actual. Esto ha conducido a una incertidumbre en la atribución paleontológica de los yacimientos correspondientes al periodo de transición paleolítica (45-35.000 BP), tanto a los neandertales como a los HAM.

Siempre se ha comentado que la modernidad la trajeron los HAM a Europa con su cultura del Auriñaciense. Pero desconocemos totalmente su inicio y desarrollo fuera del continente europeo. Cada vez parece más claro que se trata de una generalización (como muchas otras) de la teoría del Out of Africa. De esta generalización se han tenido como ciertas interpretaciones arqueológicas con un fundamento casi inexistente. Es el caso de afirmar que los HAM entraron en Europa con un Auriñaciense (más o menos inicial, arcaico o protoauriñaciense), pero sólo una cultura que caracterizaba a los HAM. Se atribuía a tales poblaciones una unidad tecnológica (tipológica en especial, y tecnológica con aspectos más generales). Casi fue una cultura monolítica, de origen desconocido, que invadió Europa exterminando cruelmente a los indígenas de la época (neandertales). El testimonio arqueológico sobre el que se sustenta tales ideas, estaba más en la mente de los que apoyaban estas ideas, que en los datos obtenidos de los yacimientos.

Con estas ideas, toda cultura que no pudiera relacionarse claramente con el Auriñaciense debía de ser atribuida a los neandertales (Chatelperroniense, Uluzziense, Szaletiense, Bohuniciense, etc.). Lo que tampoco tenía un fundamento adecuado, pero se sostenía con la aceptación de la primera premisa. Esta teórica posición poco fundamentada, y los continuos problemas de atribución paleontológica de los yacimientos, suscitaron un movimiento teórico totalmente opuesto. Se atribuyó a los neandertales un fundamental y primigenio papel en el inicio de la conducta simbólica de Europa. De meros observadores y victimas de los HAM se pasó a ser los verdaderos creadores de las culturas modernas (Chatelperroniense, Uluzziense y las primeras atribuciones del Auriñaciense arcaico) que se relacionan con la conducta moderna y simbólica. Su fundamento se centraba en la descalificación arqueológica de la atribución de los primeros yacimientos auriñacienses a los HAM, sobre la base de errores tafonómicos, estratigráficos y cronológicos de los estudios que llevaron a tal conclusión, problemas que también existían, pero que no se consideraron, en los yacimientos chatelperronienses que fueron la llave del cambio teórico.

Se pasó de un HAM con un desarrollo cognitivo prácticamente igual al nuestro, con todas las connotaciones culturales que nos caracterizaron durante periodos históricos muy posteriores, y un Neandertal con unas capacidades cognitivas muy disminuidas en relación con la de los HAM, a casi todo lo contrario. Un Neandertal con capacidades cognitivas iguales a las nuestras, que les permitió desarrollar las culturas modernas propias del inicio del Paleolítico Superior europeo Chatelperroniense, Uluzziense, Auriñaciense de transición, Bachokiriense, Bohuniciense, etc.), junto con una posterior (36000 BP) llegada de los HAM con un Auriñaciense ya desarrollado (no se sabe dónde ni cuándo) en sus aspectos más característicos, y unas relaciones totalmente desconocidas y la definitiva desaparición del Neandertal.

La objetividad se perdía en ambas posiciones, al aceptar la teoría del Out of Africa tal y como la expusieron en un principio sus autores (p. e. Stringer y Gamble, 1996), o negar totalmente sus propuestas arqueológicas en la parte referente a Europa (D´Errico et al. 2003). Las nuevas afirmaciones sobre la alta capacidad cognitiva del Neandertal, basada en una interpretación de los datos arqueológicos, adolecen exactamente de los mismos o parecidos problemas que se les achacó a los yacimientos atribuidos a los HAM en el inicio del Paleolítico Superior.

I.- Las certezas son escasas, pero valiosas.
- A finales del Paleolítico Medio la conducta de los HAM no tenía las características modernas en el Próximo Oriente, mientras que en el Sur de África aparecieron con claridad patrones conductuales indicadores de modernidad. Cada zona tendría sus propias cualidades medioambientales (sociales, demográficas, culturales, lingüísticas, etc.), y la distancia impediría la posibilidad de relación y comunicación compensadora.
- Aunque aún se opina en que la modernidad se basa en una simple tecnología lítica de características laminares, cada vez se está imponiendo la necesidad de añadir a la anterior otra tecnología de materias primas biológicas (hueso, asta, marfil), así como un incipiente desarrollo de los adornos personales y conductual con cierto simbolismo.
- No existe atribución paleontológica para los yacimientos del Auriñaciense arcaico o de transición, atribuidos a los HAM en principio y después a los Neandertales, por lo que su autoría no puede conocerse con exactitud.
- La única relación de los neandertales con las culturas de la transición son sus escasos restos anatómicos relacionados con el Chatelperroniense (Arcy-sur-Cure y Saint Césaire).
- La modernidad del Neandertal no tuvo las mismas características que las que presenta el HAM. Aunque existentes, no fueron iguales. En el Paleolítico Medio los HAM de Africa del sur presentaron un desarrollo cultural más avanzado que en la Europa del mismo periodo. Sólo se puede relacionar con algunos Neandertales (Chatelperroniense y Uluzziense), pero de la totalidad de la población de neandertales del mismo periodo, sólo una minoría presentaba estas características claramente modernas. Hay que tener en cuenta la comprobada perduración del Musteriense, la posibilidad de un Musteriense con puntas de Chatelperron pero sin tecnología laminar ni ósea, o las culturas de puntas (Neroniense, Szeletiense, Bohuniciense y el complejo Lincombien-Ranisien-Jerzmanowiciense) sin simbolismo ni tecnología ósea comprobada. Tales culturas se extienden, en el mismo periodo de inicio que el Chatelperroniense, por casi toda Europa.


II.- Las dudas siguen siendo muy numerosas, mucho más que las certezas.
Al descalificar las dataciones de los yacimientos atribuidos al Auriñaciense arcaico paralelas a las correspondientes al inicio del Chatelperroniense, sólo se traslada el problema a otros lados, pero no soluciona el problema de la transición en general. El problema no sólo continúa, sino que aparecen nuevas incógnitas:
- ¿Cómo puede explicarse la gran diversidad cultural de los neandertales, donde predominan las culturas no simbólicas entremezcladas con las más modernas o simbólicas, situación que se produce durante milenios?.
- ¿Cómo se aclara la proximidad geográfica de poblaciones de neandertales con culturas claramente simbólicas (Chatelperroniense) con perduraciones clásicas del Musteriense, o la simple extensión de las puntas de Chatelperron?
- ¿Cómo se puede entender la escasa realización de la tecnología ósea, en muchos aspectos ligada a los adornos, pero inexistente en la mayoría de los yacimientos chatelperronienses?
- Si el Neandertal fue el creador de toda la cultura del inicio del Paleolítico Superior ¿Cómo se explica su pequeña o muy escasa representación de tales avances simbólicos en comparación con el gran dinamismo simbólico visto entre los HAM ya desde el inicio del Auriñaciense?
- Si los HAM llegaron sobre el 36000 BP con el Auriñaciense ya elaborado ¿Dónde se originó, a partir de qué cultura y dónde podemos apreciar el continuum cultural que todo desarrollo tecnológico supone, y que se ha visto en el propio Chatelperroniense?

Se precisan teorías lo más amplias posibles, no soluciones parciales. El mundo europeo de los neandertales fue muy irregular, no se corresponde con una natural diversificación cultural, sino a una importante restricción geográfica del desarrollo de la tecnología ósea, y el simbolismo, junto con una limitación en la difusión de ideas. Paralelamente, no se debe intentar soluciones parciales (origen de la cultura moderna por parte de los neandertales) cuando se generan nuevos problemas y se que se ignoran u olvidan (origen de la cultura moderna entre los HAM de Europa).

* Bruner, E.; Manzi, G. y Arsuaga, J. L. (2003): Encephalization and allometric trajectories in the genus Homo: Evidence from the Neandertal and modern lineages. PNAS. 100 (26): 15335-15340.
* D´Errico, F.; Henshilwood, CH.; Lawson G.; Vanhaeren, M.; Tillier, A. M.; Suressi, M.; Bresson, F.; Maureille, B.; Nowell, A.; Lakarra, J.; Backwell, L. y Julien. M. (2003): “Archaeological Evidence for the Emergence of Language, Symbolism, and Music–An Alternative Multidisciplinary Perspective”. Journal of World Prehistory, 17 (1): 1-70.
* Ramírez Roíz, F. y Bermúdez de Castro, J. M. (2004): Surprisingly rapid growth in Neanderthals. Nature 428, 936-939.
* Stringer, C. y Gamble, C. (1996): En busca de los Neandertales. Crítica. Barcelona. 

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