miércoles, 8 de septiembre de 2010

Conducta simbólica humana

Ya he comentado en anteriores ocasiones que la conducta simbólica humana es la consecuencia de un complejo proceso cognitivo en el que el simbolismo va ha marcar todas sus acciones. El simbolismo sería la relación entre las abstracciones e ideas desarrolladas o aprendidas con sonidos y gestos (lenguaje), objetos (elementos simbólicos) o conductas (usos, costumbres), los cuales adquieren el concepto de símbolos. En todo este proceso siempre es necesario aplicar un consenso social. Es fácil deducir las condiciones psicobiológicas y sociales necesarias para su producción:

- Capacidades cognitivas que posibiliten las abstracciones que simbolizar.
- La elección o creación de elementos a partir de los conocidos en la vida cotidiana sobre los que recaería la representación simbólica de las abstracciones creadas.
- Conocimiento y aceptación social (total o parcial) sobre tal relación.

Lo que en principio parece un hecho sencillo, en su estudio aparecen multitud de dificultades que obligan a realizarlo de forma genérica e imprecisa.  Así, en el Paleolítico cualquier objeto extraño (fósiles, piedras raras), muescas o grabados (puntos, líneas) en los huesos y útiles, sin una aparente finalidad práctica, son considerados como portadores de un simbolismo de características totalmente imprecisas, en las que parece que trabaja más la imaginación que la ciencia.

Evidentemente existe un problema, cuya solución requiere una abertura de objetivos científicos que no siempre se tienen en cuenta. De las condiciones anteriormente reseñadas los aspectos sociales se sobreentienden (si hay simbolismo es que la sociedad lo aceptaba). Los símbolos empleados (manifestaciones gráficas, adornos, instrumentos musicales, conductas funerarias, adornos, etc.) se han estudiado intensivamente (naturalmente desde el punto de vista arqueológico). Pero de las características de sus creadores y de las condiciones medioambientales necesarias para su creación parece que casi todo está por hacer, incluso el aceptar su necesidad de análisis para comprender mejor la complejidad del proceso simbólico que tanto nos interesa.  

En este intento nos encontramos con tres complejos problemas. Primero, la subjetividad humana, consecuencia de las características de nuestro propio razonamiento que afecta a todos los que estudian cualquier aspecto de la conducta humana. Segundo, la imposibilidad teórica de adquirir una certeza absoluta en las conclusiones que realicemos, lo que nos obliga a intentar mejorar en lo posible tales estudios. El tercer problema aparece en el método con el que poder analizar la conducta humana (tanto la moderna o simbólica como la más primitiva), pues debe paliar en lo posible las dos limitaciones anteriores.


Parece que sólo en el tercer problema es sobre el que podemos actuar, con la intención de que los anteriores se amortigüen lo más posible. En este sentido, hay que admitir la necesidad teórica de un esquema básico sobre el origen y desarrollo de la conducta de nuestro linaje, realizado bajo los preceptos de una amplia multidisciplinidad científica. La estrecha interconexión de los conceptos más recientes de la Neurología, Psicología, Sociología, Lingüística y Biología Evolutiva, nos ofrece un estructuralismo funcional que aclare las formas de evolución conductual que vemos en el registro arqueológico (Rivera, 2010). Sin embargo, la utilización y organización de estas ciencias conductuales supone un importante reto, pues sus métodos, objetivos y elementos de estudio son diferentes a los usados en la Arqueología, haciendo muy difícil su interrelación doctrinal. Ni el prehistoriador suele conocer los fundamentos psicobiológicos del ser humano relacionados con la conducta, ni los psicobiólogos conocen la realidad conductual de los homínidos del Paleolítico. Sin un mínimo conocimiento de estas disciplinas es muy difícil la armonización de sus contenidos. Además, los datos arqueológicos no sólo deberían estar de acuerdo con las tales conclusiones teóricas, sino que la mayoría de las veces indicarían el camino que la evolución cultural tomó en cada periodo y lugar histórico.

Dentro de este estructuralismo funcional (ya comentado) hay que valorar diversos factores, que nos ayudarán a centrar el estudio del simbolismo en el Paleolítico y que están esquematizados en la tabla.

1.Concepto multidisciplinar de evolución conductual.
2. Características del simbolismo humano.  
3. Condiciones de estudio del simbolismo en el Paleolítico. 

Aunque el tema ya se ha tratado en anteriores pots, la propia evolución del trabajo en esta dirección y la publicación de artículos al respecto indican la necesidad de volver a comentar tan importante asunto, lo que iré realizando y comentando en las próximas entradas al blog.

* RIVERA, A. (2010): Conducta simbólica. La muerte en el Paleolítico Medio y MSA”. Zephyrus LXV.

4 comentarios:

Nicolás Marín dijo...

Rivera, me gusta mucho tu modo de analizar los datos, de evaluar su validez, de ponderar la certeza de una afirmación. Día a día tu blog me está enganchando

arivera dijo...

Se agradece el apoyo moral, espero que sigas enganchado en el blog. Gracias :-)

Unknown dijo...

Rivera, me gustaría que me explicaras este pequeño párrafo.
Una vez que la conducta humana es vista como acción simbólica -acción que, lo mismo que la fonación en el habla, el color en la pintura, las líneas en la escritura o el sonido en la música, significa algo- pierde sentido la cuestión de saber si la cultura es conducta estructurada, o una estructura de la mente, o hasta las dos cosas juntas mezcladas.
muchas gracias.

arivera dijo...

En los seres humanos con un desarrollo cognitivo considerado como moderno (es decir como en los tiempos históricos)se produce una gran interacción entre el lenguaje, el pensamiento y la acción (conducta). Si falta uno (el lenguaje es el que hay que adquirir) los otros dos se resienten en el grado de la limitación del lenguaje.
Espero haber aclarado estos conceptos.
Saludos
Ángel Rivera