En el estudio arqueológico de la conducta simbólica es necesario conocer las características cognitivas humanas y las condiciones ambientales (lingüísticas, sociales, tecnológicas, logísticas, etc.) necesarias para su creación y desarrollo, pues con estos conocimientos es como mejor podemos realizar su análisis. Para ello he desarrollado un concepto interdisciplinar de evolución conductual, realizado con la síntesis de las teorías más actuales de las ciencias relacionadas con la conducta humana (Psicología, Neurología, Biología evolutiva, Demografía, Lingüística) (Rivera, 2003-2004, 2004, 2009).
Todos los estudios prehistóricos están fundamentados en unos conceptos evolutivos y psicobiológicos, pues no se puede entender la conducta sin ninguna relación con tales ciencias. Sin embargo, la propia dinámica teórica de la Arqueología ha propiciado que tal relación sea lo más elemental posible, tomando los conceptos más sencillos de estas ciencias, sin indagar un poco sobre si el registro arqueológico se adaptaba a los enunciados que por otro lado intenta utilizar. En los estudios de Prehistoria no se profundiza sobre las formas y características de los procesos evolutivos, ni sobre los aspectos psicobiológicos de los causantes de la conducta que intenta estudiar, es decir, de los seres humanos en todo su proceso biológico.
Tradicionalmente se ha utilizado la teoría sintética de la evolución en sus manifestaciones más elementales: los cambios se producen por las mutaciones que tienen lugar en el genoma humano, y la selección natural es la encargada de favorecer aquellas que mejor se adaptan al medio ambiente. Lo cual es cierto, pero no utilizan los conocimientos que actualmente se posee sobre tales procesos evolutivos y su correspondencia al desarrollo de la conducta de los seres humanos.
Paralelamente, y como consecuencia de tan limitado concepto de la teoría evolutiva, cuando se analizan los cambios conductuales de las poblaciones humanas sólo lo pueden explicar por medio de los cambios anatómicos que el registro paleontológico tímidamente ofrece. Así, una mayor complejidad conductual se acompañaría de un aumento del volumen cerebral; si se aprecia el desarrollo del área de Broca es que ya tenían un lenguaje; si no se aumentaba el volumen cerebral pero sí la conducta es que se producían mutaciones que aportaban circuitos neuronales más sofisticados y adaptativos, etc. Todo esto ofrece un panorama muy sencillo, fácil de explicar y de comprender, lo que facilita su expansión y aceptación generalizada. Si la explicación no se adaptaba a los datos del registro arqueológico, se omitían comentarios o se indicaba que aún estamos lejos de conocer los datos arqueológicos (no psicobiológicos y evolutivos) necesarios para su correcta comprensión.
Un ejemplo es más claro que muchas palabras. La aparición de los HAM está prácticamente admitida en Africa hace unos 100-150 000 años. No obstante, su conducta (cultura arqueológica) en sus primeros milenios carecía de manifestaciones simbólicas. Éstas aparecieron de forma heterogénea con unas fechas de 70-80.000 BP (industrias de Howieson´s Poort). Mientras que en el Próximo Oriente con fechas de unos 100.000 BP (Qafzeh y Skhul) los HAM vivían en un clásico Musteriense, con un simbolismo muy limitado. Hay que esperar hasta el inicio del Paleolítico Superior en Europa (40.000 BP) para que aparezcan y se desarrollen progresivamente las conductas y manifestaciones gráficas que tanto nos han caracterizado. ¿Qué cambios y de qué naturaleza tuvieron que producirse para crear un registro arqueológico tan particular? Las respuestas serían consecuencia de la base teórica que sobre la Biología evolutiva y las características psicobiológicas apliquemos a los humanos que crearon tales conductas. Con los conceptos tradicionales sólo pueden explicarse en función de paulatinas mutaciones neurológicas (creación de nuevos circuitos neuronales de naturaleza genética e innata) que posibilitasen la evolución simbólica y conductual (Klein, 1995). Con esta sencilla explicación, que parece satisfacer a la mayoría de la comunidad científica que se interesa por estos motivos, se omiten más estudios al respecto y se profundiza en el análisis particular y cultural de los diversos yacimientos conocidos, los cuales siempre nos ofrecerán datos sobre el dónde y cuándo de la producción de tales cambios, pero nunca sobre el cómo y el porqué de su producción.
Los actuales datos de la Biología evolutiva y de las ciencias psicobiológicas (Neurología y Psicología) van por otro camino, y su aplicación al estudio de la conducta humana en el Paleolítico ofrece otras características y resultados. El problema es que su realización sólo se está iniciando en la actualidad, con el desarrollo de una Arqueología cognitiva de orientación psicobiológica.
Si observamos el cuadro que sobre el estudio de la conducta simbólica humana expuse en la anterior entrada, podemos ver que este modelo multidisciplinar que propongo presenta, de una forma muy esquemática, cuatro apartados que resumen las características evolutivas y psicobiológicas humanas relacionadas con su evolución cultural y simbólica.
I - La evolución biológica ofrece unas capacidades funcionales de carácter innato (capacidades cognitivas básicas). Las áreas de asociación de la corteza cerebral donde se ubican estas funciones tienen un origen innato, pero al nacer presentan un carácter poco definido que podría calificarse como de un protomapa, necesitando para su definitiva estructuración, extensión y ubicación de los estímulos sensoriales externos (Damasio, 1999; Changeux, 1985; Flórez et al. 1999; Mora, 2001; Rakic, 1995).
Las características neurológicas de los recién nacidos, donde destaca su gran inmadurez fisiológica, siendo tan acusada, que diversos autores consideran que los seres humanos tienen un periodo de desarrollo fetal extrauterino de doce meses, con lo que el ritmo de desarrollo fetal abarca un total de veintiún meses (Changeux, 1985; Holt et al. 1974). La causa de la prolongación del tiempo necesario para el desarrollo embrionario cerebral se debe al aumento cuantitativo del córtex, que necesitará más tiempo para desarrollarse y madurar.
II - El grado de repercusión en la conducta depende de su desarrollo (desarrollo cognitivo). La inmadurez neurológica, la gran plasticidad del sistema nervioso y la existencia de un tardío periodo crítico, son las características psicobiológicas que van a conferir al neonato un largo período de aprendizaje. Durante la infancia, juventud y madurez del ser humano se van a producir una serie de interrelaciones entre las características neurológicas anteriores y los estímulos externos de todo tipo (sociales, psicológicos, lingüísticos etc.). La consecuencia de tales hechos va a tener una gran trascendencia, como sería trasformar ese aumento cuantitativo de las áreas corticales asociativas en módulos funcionales, estructuración cualitativa o emergencias cognitivas. Las sociedades humanas, como creadoras de todas las estructuras socioculturales y de todos los componentes abstractos y simbólicos del lenguaje, son las responsables del desarrollo cognitivo de los recién nacidos. Sin embargo, al producirse de una forma casi imperceptible gracias a su alta capacidad de asimilación y/o aprendizaje que presenta nuestra especie, parece más una manifestación innata que una reorganización psicobiológica dependiente de las características del medio en el que se desarrolla.
Las características neurológicas imponen una condición imprescindible para el logro correcto de tal organización psicológica, como es que debe tener lugar dentro del periodo crítico, es decir, mientras se está madurando y estructurando definitivamente el sistema nervioso. Si no se produce dentro de este periodo, la experiencia clínica neurológica y psicológica nos ofrece la triste realidad de un desarrollo cognitivo limitado, pobre o incluso inexistente, dependiendo del momento en que se produjeron los intentos de recuperación del ser humano que, por causas claramente anormales, se mantuvo alejado de la influencia de un medio ambiente simbólico.
III - Las características neurológicas y psicológicas del sistema nervioso humano indican la necesidad de un medio ambiente adecuado para que las capacidades cognitivas básicas se desarrollen por los cauces simbólicos de la conducta humana. Tal ambiente hay que crearlo y mantenerlo, sería un especial nicho cultural humano (Tomasello, 2007; Bickerton, 2009).
Podemos destacar al lenguaje como el medio que ha servido al ser humano para poder desarrollar y organizar su propio pensamiento en las bases del simbolismo y la autoconciencia, ampliar la cultura que heredó de sus ancestros y modificar sustancialmente su conducta. En el desarrollo de la Sociología se aprecia fácilmente que la conducta humana, y desde luego su lenguaje, son creaciones que las sociedades humanas generan a partir de las capacidades que la evolución les ha otorgado. La influencia del medio ambiente es fundamental para la creación y desarrollo de tales procesos, por lo que sí éstos faltasen es muy difícil e incluso imposible producir conductas simbólicas.
IV - Con un nivel adecuado de estas características se producirá el desarrollo de otras capacidades (capacidades cognitivas emergentes de base sociocultural; p.e. conducta simbólica), las cuales sólo existían como posibilidad a desarrollar dependiendo del medioambiente (Tomasello, 2007: 14-23; Ardila y Ostrosky-Solís, 2008: Malafouris, 2008; Renfrew, 2008).
Con la influencia de los estímulos externos se produce la adquisición e interiorización del simbolismo del lenguaje, y el desarrollo funcional del pensamiento (lenguaje interno), facultando el desarrollo de los fenómenos de autoconciencia y demás procesos cognitivos emergentes o exaptativos. La unión funcional de todos estos procesos van a dar lugar a un importante cambio conductual, tanto en el simbolismo de sus actos como en el control de los mismos. Con ello, se produce un desarrollo cognitivo moderno, donde el pensamiento humano estaría organizado por las propias características del lenguaje (en la forma con el lenguaje interno, y en el fondo con el simbolismo que pueda llevar). Así, es capaz de seguir creando un mundo simbólico, de ofrecer soluciones nuevas a los problemas cotidianos por medio de las modificaciones sustanciales de su conducta.
Con todo esto se ha diseñado un modelo general sobre el origen del comportamiento humano (modelo psicobiológico). Por tanto, para el desarrollo cognitivo de naturaleza simbólica es necesario las capacidades cognitivas precisas, así como que las características medioambientales alcancen unas determinadas condiciones socioeconómicas, demográficas y tecnológicas. Sin tal grado de desarrollo la emergencia cognitiva (simbolismo) no se desarrollaría o lo realizaría en menor medida. Se incluye la existencia de un lenguaje básico (primera conducta simbólica), pues es necesario para la formación, el desarrollo y la transmisión de todas las conductas simbólicas o no. Las capacidades cognitivas que pueden producir conductas simbólicas estarían presentes, aunque con diferente potencialidad, en las diversas especies de nuestro linaje. Con estas premisas es fácil ver que el desarrollo cognitivo y su manifestación conductual no tuvieron porqué ser homogéneos ni paralelos en los logros culturales, al depender de la evolución psicobiológica y del medio en el que se vive. Es la explicación del hecho de que los seres humanos tuvieran diferentes desarrollos conductuales en el mismo tiempo y en diferentes lugares (evolución cultural en mosaico). Así, los avances culturales vistos en una población humana, no tienen porqué ser extrapolados automáticamente al resto de la especie, siendo imprescindible la constatación arqueológica de tal hecho.
Como puede apreciarse, los fundamentos evolutivos y psicobiológic0s son fundamentales para el estudio del desarrollo cultural y conductual de las poblaciones paleolíticas.
* ARDILA, A.; OSTROSKY-SOLÍS, F. (2008): “Desarrollo Histórico de las Funciones Ejecutivas”. Revista Neuropsicología, Neuropsiquiatría y Neurociencias, 8 (1), pp. 1-21.
* BICKERTON, A. (2009): Adam´s Tongue: How Humans Made Language, How Language Made Humans. Hill y Wang. New York.
* CHANGEUX, J. P. (1985): El hombre neuronal. Espasa Calpe. Madrid
* DAMASIO, A. R. (1999): El error de Descartes. Crítica. Barcelona.
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* MALAFOURIS, L. (2008): “Between brains, bodies and things: tectonoetic awareness and the extended self”. Phil. Trans. R. Soc. B 363, pp.1993-2002.
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* RIVERA, A. (2003-2004): “La conducta simbólica humana: Nueva orientación metodológica”. Espacio, Tiempo y Forma. Serie I, Prehistoria y Arqueología. UNED. 16-17, pp. 313-335.
* RIVERA, A. (2004): “Arqueología cognitiva. Una orientación psicobiológica”. ArqueoWeb 6 (1).
* RIVERA, A. (2009): Arqueología del lenguaje. La conducta simbólica en el Paleolítico. Akal. Madrid.
* TOMASELLO, M. (2007): Los orígenes culturales de la cognición humana. Amorrortu. Buenos Aires.
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