Conocemos una serie de nuevos avances neurológicos que están cambiando el concepto tradicional o estático que se tenía del cerebro, lo que sin duda nos obliga a replantearnos el origen y desarrollo de la cultura humana. Las más importantes son las siguientes:
- Todas las neuronas que tenemos son las que tenemos al nacer, a partir de este momento no se produce ninguna nueva, sólo se destruyen neuronas.
Durante prácticamente todo el siglo XX se ha creído que el número de neuronas, en el momento de nacer, es el límite máximo de las mismas que pueda tener cualquier ser humano, por lo que se pueden perder muchas pero nunca producir nuevas neuronas. Este concepto, en clara oposición al resto de los otros tejidos y órganos corporales que en mayor o menor grado si pueden regenerarse, ofrece la impresión que con el nacimiento se tenían limitadas y, en gran parte ya estructuradas por los genes, las funciones neurológicas que iban a configurar nuestra conducta, con lo que la acción del medio ambiente se veía muy limitada. Sin embargo, en estos últimos años se ha podido comprobar que el cerebro puede cambiar a lo largo de su vida, creando nuevas conexiones neuronales, facilitando su adaptabilidad a las condiciones externas, incluso que puede producir nuevas neuronas. No obstante, tal neurogénesis o producción de nuevas células nerviosas es limitada y restringida a ciertas áreas cerebrales y en determinadas condiciones (García Verdugo, 2002). Naturalmente, el descubrimiento es tan reciente que aún no se conoce demasiado del proceso, pero sí lo suficiente para poder vislumbrar posibilidades terapéuticas en lesiones cerebrales, donde la destrucción celular es el elemento a reparar.
Durante prácticamente todo el siglo XX se ha creído que el número de neuronas, en el momento de nacer, es el límite máximo de las mismas que pueda tener cualquier ser humano, por lo que se pueden perder muchas pero nunca producir nuevas neuronas. Este concepto, en clara oposición al resto de los otros tejidos y órganos corporales que en mayor o menor grado si pueden regenerarse, ofrece la impresión que con el nacimiento se tenían limitadas y, en gran parte ya estructuradas por los genes, las funciones neurológicas que iban a configurar nuestra conducta, con lo que la acción del medio ambiente se veía muy limitada. Sin embargo, en estos últimos años se ha podido comprobar que el cerebro puede cambiar a lo largo de su vida, creando nuevas conexiones neuronales, facilitando su adaptabilidad a las condiciones externas, incluso que puede producir nuevas neuronas. No obstante, tal neurogénesis o producción de nuevas células nerviosas es limitada y restringida a ciertas áreas cerebrales y en determinadas condiciones (García Verdugo, 2002). Naturalmente, el descubrimiento es tan reciente que aún no se conoce demasiado del proceso, pero sí lo suficiente para poder vislumbrar posibilidades terapéuticas en lesiones cerebrales, donde la destrucción celular es el elemento a reparar.
- Las neuronas son las únicas células responsables de los procesos mentales.
Otro axioma que está cambiando actualmente es la noción que sólo las neuronas son las células responsables de todos los procesos mentales, mientras que los otros componentes celulares del cerebro, denominados genéricamente como la glía, se les atribuía una simple función de sostén, mantenimiento alimenticio y protección inmunitaria de las neuronas. Sin embargo, muy recientes estudios han comprobado que tienen una participación activa en los procesos de aprendizaje y memoria (Fields y Stevens-Graham, 2002). Tal vez sea este fenómeno una de las causas de la portentosa capacidad intelectual de Albert Einstein, pues cuando la neurofisióloga Marian C. Diamond examinó varias muestras cerebrales de tan ilustre científico obtenidas durante su autopsia y en posteriores análisis cerebrales, no encontró nada especial en el número o tamaño de las neuronas del científico. Sin embargo, en las áreas corticales de asociación, donde se producen los procesos cognitivos superiores, halló una concentración de las células de la glía mucho mayor que la del promedio de las demás áreas, lo que permite pensar en una relación directa entre el gran número de células gliales y sus capacidades cognitivas.
Otro axioma que está cambiando actualmente es la noción que sólo las neuronas son las células responsables de todos los procesos mentales, mientras que los otros componentes celulares del cerebro, denominados genéricamente como la glía, se les atribuía una simple función de sostén, mantenimiento alimenticio y protección inmunitaria de las neuronas. Sin embargo, muy recientes estudios han comprobado que tienen una participación activa en los procesos de aprendizaje y memoria (Fields y Stevens-Graham, 2002). Tal vez sea este fenómeno una de las causas de la portentosa capacidad intelectual de Albert Einstein, pues cuando la neurofisióloga Marian C. Diamond examinó varias muestras cerebrales de tan ilustre científico obtenidas durante su autopsia y en posteriores análisis cerebrales, no encontró nada especial en el número o tamaño de las neuronas del científico. Sin embargo, en las áreas corticales de asociación, donde se producen los procesos cognitivos superiores, halló una concentración de las células de la glía mucho mayor que la del promedio de las demás áreas, lo que permite pensar en una relación directa entre el gran número de células gliales y sus capacidades cognitivas.
- No existe limitación temporal para el desarrollo de las capacidades cognitivas.
Con mayor certeza, y desde hace mucho más tiempo, se conoce la existencia de un periodo crítico en el desarrollo de las funciones cognitivas humanas, pasado el mismo es más difícil o casi imposible que se realicen con las mismas características que dentro de él (Changeux, 1985: 271-272; Delgado, 1994: 59; Flórez et al., 1999: 28; Lenneberg, 1976: 208-212; Mora, 2001: 69-88; Yuste, 1994). Durante este periodo, el cerebro tiene una capacidad de remodelación funcional o plasticidad neuronal muy importante para algunas funciones específicas. Se ha podido ver como, en el caso de lesiones del área de Broca del hemisferio izquierdo, en las que fue preciso su extirpación quirúrgica por lesiones patológicas, las funciones cognitivas que debían de desarrollarse en esta zona (control de la articulación sonora) fueron asumidas en el área simétrica del hemisferio derecho, adquiriendo de igual forma la capacidad de articulación del lenguaje (Changeux, 1985: 279-288; Lenneberg, 1976: 182-183). No obstante, hay que tener en cuenta que tales regeneraciones funcionales tienen lugar cuando se actúa dentro de ese periodo crítico, y con una recuperación mayor cuando más joven sea el enfermo. Lo más importante de esta plasticidad neuronal es la permanente capacidad de creación de redes neuronales, con un carácter funcional a partir de la interconexión de las neuronas, pero dependiendo de la experiencia vivida y sentida, por lo que pueden estar continuamente remodelándose. Corresponde con una serie de procesos que pueden empezar en el embrión, continuando con mucha mayor intensidad después del parto y perdurar durante toda la vida (Delgado, 1994: 111; Flórez et al., 1999: 29-31; Nieto Sampedro, 1996: 66-92).
Con mayor certeza, y desde hace mucho más tiempo, se conoce la existencia de un periodo crítico en el desarrollo de las funciones cognitivas humanas, pasado el mismo es más difícil o casi imposible que se realicen con las mismas características que dentro de él (Changeux, 1985: 271-272; Delgado, 1994: 59; Flórez et al., 1999: 28; Lenneberg, 1976: 208-212; Mora, 2001: 69-88; Yuste, 1994). Durante este periodo, el cerebro tiene una capacidad de remodelación funcional o plasticidad neuronal muy importante para algunas funciones específicas. Se ha podido ver como, en el caso de lesiones del área de Broca del hemisferio izquierdo, en las que fue preciso su extirpación quirúrgica por lesiones patológicas, las funciones cognitivas que debían de desarrollarse en esta zona (control de la articulación sonora) fueron asumidas en el área simétrica del hemisferio derecho, adquiriendo de igual forma la capacidad de articulación del lenguaje (Changeux, 1985: 279-288; Lenneberg, 1976: 182-183). No obstante, hay que tener en cuenta que tales regeneraciones funcionales tienen lugar cuando se actúa dentro de ese periodo crítico, y con una recuperación mayor cuando más joven sea el enfermo. Lo más importante de esta plasticidad neuronal es la permanente capacidad de creación de redes neuronales, con un carácter funcional a partir de la interconexión de las neuronas, pero dependiendo de la experiencia vivida y sentida, por lo que pueden estar continuamente remodelándose. Corresponde con una serie de procesos que pueden empezar en el embrión, continuando con mucha mayor intensidad después del parto y perdurar durante toda la vida (Delgado, 1994: 111; Flórez et al., 1999: 29-31; Nieto Sampedro, 1996: 66-92).
- El cerebro, al nacer, ya tiene marcadas genéticamente la estructuración de las áreas funcionales, variando poco con su desarrollo postnatal. El aumento cuantitativo de ciertas zonas terciarias puede producir la aparición de nuevas capacidades mentales de carácter emergente, las cuales se desarrollan si reciben información sensorial o cultural adecuada para el inicio de esa capacidad. Con esto puede decirse que tenemos una evolución cualitativa con cierto carácter innato, en el sentido de que se producirá siempre en cada nuevo ser, pero sólo como capacidad a desarrollar, logrando tal desarrollo si el medio ambiente lo permite. En este punto surge el importante problema de cómo podemos considerar a estas áreas más o menos localizadas en el adulto. Diversos neurólogos y psicólogos las han denominado como módulos mentales, donde se localizan las facultades cognitivas humanas con una topografía cortical bastante definida, no quedando claro si su funcionalidad tiene un carácter plenamente innato o dependen en gran medida de las influencias externas, que serían en última instancia quienes las delimitarían y organizarían definitivamente.
Entre los que apuestan por el carácter modular de forma principalmente innata destacan los llamados psicólogos de la evolución Leda Cosmides, John Tooby y Steven Pinker, el arqueólogo Steven Mithen, o el lingüista Noam Chomsky. Estos autores abogan por la creación evolutiva directa para el fin que presentan en al actualidad (guiada por la presión selectiva medioambiental o selección natural), con un carácter innato de tales módulos funcionales. Lo que no queda claro en sus manifestaciones es sí su expresión funcional es automática, o precisan de la estimulación sensorial externa (Mithen, 1998: 49-52). En oposición a este grupo, se sitúan los que creen en la existencia evolutiva de las exaptaciones o capacidades emergentes, es decir, la producción evolutiva de órganos o partes de ellos que, en función de los estímulos externos, pueden desarrollar unas propiedades que no existían en el momento en el que tuvo lugar la evolución anatómica. Así, estos módulos o zonas de la corteza cerebral, donde se ubicarán las funciones que correspondan, son áreas de asociación que recogen los estímulos sensoriales externos ya procesados con la información de otras áreas corticales, con el objeto de elaborar posibles respuestas más complejas y adaptativas. Estas estructuras sí son innatas (protomapa), pero con un carácter poco definido, necesitando para su definitiva estructuración, extensión y ubicación de los estímulos sensoriales externos (Damasio, 1999: 110-111; Changeux, 1985: 233-237; Flórez et al., 1999: 24-27; Mora, 2001: 48-68; Rakic, 1988, 1995). Los recién nacidos, en su crecimiento, nunca hablarían si no lo hacen dentro de un medio social en el que exista un lenguaje determinado, aunque sí es cierto que el aprendizaje del mismo es muy rápido, dando la falsa impresión de que lo realizan por sí solos, sin la aparente ayuda de sus padres o del medio en el que vivan. Pero lo cierto es que sólo pueden aprender el léxico y la sintaxis que el medio les ofrece, y su alta capacidad de aprendizaje y de raciocinio de carácter innato hacen el resto.
En conjunto, todos estos datos ofrecen un aspecto dinámico en la funcionalidad cerebral, pues depende mucho de la información externa para su definitiva configuración, por lo que su definitivo funcionamiento (simbólico o no) depende en gran medida de las características medioambientales en las que se organiza.
Entre los que apuestan por el carácter modular de forma principalmente innata destacan los llamados psicólogos de la evolución Leda Cosmides, John Tooby y Steven Pinker, el arqueólogo Steven Mithen, o el lingüista Noam Chomsky. Estos autores abogan por la creación evolutiva directa para el fin que presentan en al actualidad (guiada por la presión selectiva medioambiental o selección natural), con un carácter innato de tales módulos funcionales. Lo que no queda claro en sus manifestaciones es sí su expresión funcional es automática, o precisan de la estimulación sensorial externa (Mithen, 1998: 49-52). En oposición a este grupo, se sitúan los que creen en la existencia evolutiva de las exaptaciones o capacidades emergentes, es decir, la producción evolutiva de órganos o partes de ellos que, en función de los estímulos externos, pueden desarrollar unas propiedades que no existían en el momento en el que tuvo lugar la evolución anatómica. Así, estos módulos o zonas de la corteza cerebral, donde se ubicarán las funciones que correspondan, son áreas de asociación que recogen los estímulos sensoriales externos ya procesados con la información de otras áreas corticales, con el objeto de elaborar posibles respuestas más complejas y adaptativas. Estas estructuras sí son innatas (protomapa), pero con un carácter poco definido, necesitando para su definitiva estructuración, extensión y ubicación de los estímulos sensoriales externos (Damasio, 1999: 110-111; Changeux, 1985: 233-237; Flórez et al., 1999: 24-27; Mora, 2001: 48-68; Rakic, 1988, 1995). Los recién nacidos, en su crecimiento, nunca hablarían si no lo hacen dentro de un medio social en el que exista un lenguaje determinado, aunque sí es cierto que el aprendizaje del mismo es muy rápido, dando la falsa impresión de que lo realizan por sí solos, sin la aparente ayuda de sus padres o del medio en el que vivan. Pero lo cierto es que sólo pueden aprender el léxico y la sintaxis que el medio les ofrece, y su alta capacidad de aprendizaje y de raciocinio de carácter innato hacen el resto.
En conjunto, todos estos datos ofrecen un aspecto dinámico en la funcionalidad cerebral, pues depende mucho de la información externa para su definitiva configuración, por lo que su definitivo funcionamiento (simbólico o no) depende en gran medida de las características medioambientales en las que se organiza.
* CHANGEUX, J. P. (1985): El hombre neuronal. Espasa Calpe. Madrid
* DAMASIO, A. R. (1999): El error de Descartes. Crítica. Barcelona
* DELGADO, J. M. R. (1994): Mi cerebro y yo. Temas de Hoy. Madrid.
* FIELDS, R. D. y STEVENS-GRAHAM, B. (2002): New insights into neuron-glía communication. Science, 298: 556-562.
* FLÓREZ, J.; GARCÍA-PORRERO, J. A.; GÓMEZ, P.; IZQUIERDO, J. M.; JIMENO, A. y GÓMEZ, E. (1999): Genes, cultura y mente: una reflexión multidisciplinar sobre la naturaleza humana en la década del cerebro. Servicio de publicaciones de la Universidad de Cantabria. Santander.
* GARCÍA-VERDUGO, J. M.; SACRI, F.; FLAMES, N.; COLLADO, L.; DESFILIS, E. y FONT, E. (2002): The proliferative ventricular zone in adult veretebrates: A comparative study using reptiles, birds and mammals. Brain Research Bulletin, 57: 765-775.
* LENNEBERG, E. H. (1976): Fundamentos biológicos del lenguaje. AU. 114. Alianza. Madrid.
* MITHEN, S. (1998): Arqueología de la mente. Crítica. Barcelona.
* MORA, F. (2001): El reloj de la sabiduría. Tiempos y espacios en el cerebro humano. Alianza Editorial. Madrid.
* NIETO SAMPEDRO, M. (1996): Plasticidad neural: una propiedad básica que subyace desde el aprendizaje a la reparación de lesiones. En El cerebro íntimo, Mora, F. (ed.). Ariel neurociencia. Barcelona.
* RAKIC, P. (1988): Specification of cerebral cortical areas. Science, 241: 170-6.
* RAKIC, P. (1995): Evolution of neocortical parcellation: the perspective from experimental neuroembryology. En Origins of the human brain. Changeux, J. P. y Chavaillon J. (Eds.). Clarendon Press. Oxford, 85-100.
* YUSTE, R. (1994): Desarrollo de la corteza cerebral. Investigación y Ciencia, 214: 62-68.
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