sábado, 4 de diciembre de 2010

Finalidad de la Prehistoria y formación del prehistoriador

El fin primordial de la Prehistoria es el estudio de la conducta del género Homo. En este intento, los datos arqueológicos sólo nos ofrecen señales de tal conducta de una forma muy indirecta, además de ser escasos y muchas veces en muy mal estado. Ante esta generalidad (estudio de la conducta), ¿qué es lo que realmente se intenta analizar? Aunque muchas veces se han obviado los aspectos generales de toda conducta humana, estos pueden agruparse en cinco apartados: en qué consiste, cuándo se creó, dónde tuvo lugar su inicio y desarrollo, porqué apareció en ese lugar y momento, y cómo se crearon. De tales preguntas las tres primeras son las que más ampliamente se ha ocupado el trabajo arqueológico desde su inicio. Prueba de ello es el amplio conocimiento (aunque limitado en numerosos aspectos) que tenemos de las diferentes culturas prehistóricas, lo que nos permite tener un mínimo conocimiento de tan lejanos tiempos. Su manifestación cultural queda reflejada en la gran cantidad de útiles (líticos, óseos, cerámicos, metálicos, etc.) y conductas (cazadores-recolectores, agricultores, ganaderos, metalúrgicos, etc.) que variaran según sean los periodos de estudio. Se sitúan cronológicamente en unos anagramas temporales que cada vez son más exactos, gracias a la constante mejora de los medios de datación actuales. Igualmente, se describen posibles áreas de inicio, de expansión, de influencia, e incluso de regresión de tales culturas. Toda esta información constituye un registro arqueológico enorme, dando la impresión de tener un importante conocimiento sobre el inicio de la Humanidad.

Pero la apreciación de un proceso es una cosa y, por desgracia, la realidad de su conocimiento otra. En efecto, de todo este inmenso acumulo de información los aspectos del cómo y porqué apenas han iniciado su andadura. En este punto, es cuando hay que indicar la existencia de cierto desajuste metodológico, relacionado con los contenidos históricos y académicos de la Prehistoria, que dificulta el desarrollo de estos aspectos analíticos. Históricos, pues cuando se inició el estudio de la Prehistoria se realizó en un momento en el que las ciencias encargadas de analizar el cómo y el porqué la conducta humana (Neurología y Psicología) estaban poco desarrollados, teniendo metas propias y diferentes a las de estos incipientes estudios prehistóricos. Académicos, pues la parcelación académica siempre ha sido una realidad que ha dificultado la creación de estudios multidisciplinares e interdisciplinarios, los cuales con un adecuado y extensivo uso facilitarían mucho la comprensión de tan complejos procesos.

No obstante, parece que recientemente se está cambiando el interés por conocer las profundas causas de los cambios culturales detectados en nuestra prehistoria. Así, cada vez se habla más de la cognición humana, de las variaciones neurológicas con las que se relaciona, y de las ciencias que más se dedican a su estudio (Neurología y Psicología, de cuya íntima unión nace la Psicobiología). Cada vez más, se mencionan en diversos trabajos las capacidades cognitivas de los humanos que crearon los restos que vemos en los yacimientos, del simbolismo que puede estar relacionado en ellos y, en definitiva, de intentar explicar las causas que motivaron la aparición y desarrollo de tales restos arqueológicos (serían el cómo y el porqué del cambio cultural). Pero tales preocupaciones sólo se producen en los países que tienen interés en relacionar la Arqueología prehistórica con la Antropología física y cultural, así como por las relaciones biológicas que conlleva. Mientras que en otros se omiten del bagaje académico actual, siendo escaso el interés de muchos de los que se dedican al estudio de la prehistoria, pues se carece de métodos y formas que faciliten su análisis y comprensión. Por si esto fuera poco, hay que añadir el continuo aumento de la complejidad que su estudio conlleva, así como su gran dificultad expositiva y divulgativa. No obstante, la comprensión de la realidad humana en todas las épocas pasa inexcusablemente por la utilización y desarrollo de tales ideas y disciplinas. Podemos ignorarlas por un tiempo, pero tarde o temprano se impondrán como formas imprescindibles en el estudio de nuestra conducta, sólo hay que esperar o, lo que sería mucho mejor, empezar a trabajar en esta línea teórica.

También se está hablando mucho de los estudios multidisciplinares e interdisciplinarios como necesarios para el estudio de la conducta humana. Sin embargo, aparecen nuevos problemas, como la propia composición de tales estudios multidisciplinares, es decir, que ciencias deben tratar de analizar la conducta en el lejano pasado prehistórico. Si nos centramos en los yacimientos arqueológicos, como fuente directa de la conducta paleolítica, la elaboración de estos equipos multidisciplinares debe recaer en el arqueólogo que vaya a dirigir la excavación y realizar su posterior análisis (Arrizabalaga e Iriarte, 2006). Así, siempre estarían compuestos por los criterios que su formación académica y tradición arqueológica le indiquen, es decir, por arqueólogos, paleontólogos, y en general de todos los pertenecientes a disciplinas que puedan aportan datos sobre las características geológicas, biológicas y físico-químicas del yacimiento, del medio ambiental existente durante su periodo de formación, y de su ubicación temporal y espacial. Pero, ¿estamos seguros que tal composición cumple todas las posibilidades teóricas para estudiar la conducta de las primitivas poblaciones paleolíticas?, ¿no tendrían algo que decir aquellas disciplinas que tradicionalmente estudian el comportamiento humano en su origen, desarrollo y evolución en general? Parece lógico que, en nuestro intento de alcanzar la máxima objetividad posible, debamos valorar el aporte teórico que tales ciencias (Neurología, Psicología, Sociología, Lingüística y Biología evolutiva) nos ofrecen.

Pero los problemas se acumulan, pues no es fácil encontrar una concordancia teórica entre disciplinas tan dispares, las cuales en su tarea habitual ignoran los cometidos de las demás. Esto hace que sea imprescindible cumplir una condición fundamental en toda síntesis multidisciplinar: todas las ciencias que se utilicen en su realización, inexcusablemente deben tener unos fundamentos teóricos que no sean contradictorios. Si en esta confluencia de explicaciones científicas existiesen contradicciones teóricas, habría que pensar si algún desarrollo de las disciplinas usadas pudiera no ser correcto, pues en la explicación de la conducta humana no pueden coexistir conceptos generales claramente opuestos (concordancia multidisciplinar). Por supuesto, los datos arqueológicos también deberían estar de acuerdo con las conclusiones teóricas de estas ciencias. Además, parece importante que exista una línea argumental en el desarrollo conjunto de estas disciplinas a través del tiempo en el que se produce la evolución humana. Es decir, la evolución es la causante de las capacidades cognitivas humanas (de naturaleza psicobiológica, y de base inicialmente genética), las cuales en relación con el medio ambiente en el que se desenvuelven (demográfico, social, ambiental y lingüístico) serían las causantes de la conducta que observamos en los yacimientos. Por tanto, la conducta humana sería la resultante de la interacción coordinada de las características de la Biología evolutiva (evolución, genética y embriología), Psicobiología (Neurología y Psicología), Sociología, Demografía y Lingüística sobre el género Homo, desde su aparición evolutiva hasta el presente.

Sin embargo, la realización y organización de un equipo interdisciplinario con estas ciencias conductuales supone un importante reto, pues sus métodos, objetivos y elementos de estudio son diferentes, haciendo muy difícil su interrelación doctrinal. Ni el prehistoriador suele conocer los fundamentos psicobiológicos del ser humano relacionados con la conducta, ni los psicobiólogos conocen la realidad conductual de los homínidos del paleolítico. Sin un mínimo conocimiento de estas disciplinas es muy difícil la armonización de sus contenidos, hecho que facilitaría el desarrollo de teorías mejor fundamentadas.

En este punto, es cuando hay que indagar en el problema que plantea este tipo de estudios multidisciplinares. La formación académica y el cotidiano quehacer de los que se dedican al estudio de la conducta humana en la prehistoria no tienen ninguna necesidad colectiva ni interés particular en agrandar el abanico que preguntas que expuse al principio. La mayoría (afortunadamente no todos) de ellos prefieren continuar desarrollando las cuestiones tradicionales de la arqueología (qué cambia, donde y cuando), expresando muy poco interés en las cuestiones relativas al cómo y porqué, o por lo menos poniendo las condiciones precisas para el inicio de su estudio. El estudio de la Arqueología cognitiva debe considerarse como una necesidad para lograr una mejor formación de los arqueólogos que se dediquen al estudio del la prehistoria, en especial del Paleolítico. Sé que muchos no estarían de acuerdo: ¿podrían indicar el porqué?

ARRIZABALAGA, A.; IRIARTE M. J. (2006): “El Castelperroniense y otros complejos de transición entre el Paleolítico medio y el superior en la Cornisa Cantábrica: algunas reflexiones”. Zona arqueológica, 7, (1): 359-370. 

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