viernes, 17 de julio de 2009

Nociones de psicobiología humana (Psicología).

Aunque los datos neurológicos son conceptuados como una importante realidad científica, son los estudios psicológicos los que más relacionan al cerebro con la conducta humana. Sin embargo, la conexión de estas informaciones (neurológicas y psicológicas) aún están en un periodo de desarrollo muy incipiente. No obstante, y de forma general, si podemos establecer dicha conexión en el presente y, como parece lógico, en el pasado, salvando las diferencias que puedan existir entre los diferentes homínidos de nuestro género.


En este sentido, las áreas de asociación terciaria del lóbulo prefrontal (LPF) se han relacionado con importantes capacidades cognitivas muy relacionadas con la conducta humana. Serían las funciones ejecutivas (FE) o conjunto de habilidades cognitivas de superior organización e integración que, partiendo de ciertas capacidades cognitivas elementales, permite la maximización de la eficacia conductual en un momento determinado, es decir, de transformar el pensamiento en acción y de efectuar su control (Allegri y Harris, 2001; Barkley, 2001; Coolidge y Wynn, 2001; Estévez-González, et al., 2000; Fuster, 2002; Jódar Vicente, 2004; Kane y Engle, 2002; León-Carrión y Barroso, 1997). Las capacidades cognitivas elementales sobre las que se basa son las siguientes (Rabbit, 1997; Roberts et al., 1998; Stuss y Knight, 2002):

Planificación. Organización de la acción para lograr una meta elegida. Establece un plan estratégicamente organizado de secuencias de acción (motoras o cognitivas).
Flexibilidad. Capacidad de elección entre distintas formas de actuación, cuando es necesario cambiar la acción ante cambios de situación o de tarea.
Memoria de trabajo u operativa. Permite mantener activada una cantidad limitada de información, la cual es necesaria para el buen desarrollo de la acción en ese momento.
Monitorización. Realiza la supervisión necesaria para la ejecución adecuada y eficaz de los procedimientos en curso.
Inhibición. Produce la interrupción de una determinada respuesta que generalmente ha sido automatizada.


La acción conjunta de todas ellas, más el resto de las capacidades cognitivas humanas, van a hacer posible la conducta humana moderna, caracterizada por una importante rapidez o flexibilidad en la adquisición y mejora de nuevas conductas, basándose en el dinamismo de las actividades de exploración y creatividad (iniciativa motora, curiosidad e imaginación). Igualmente, posibilita la capacidad de abstracción y simbolismo, elementos básicos para el desarrollo de un lenguaje simbólico, facilitando el control de la función motora del lenguaje voluntario (área de Broca).

También desarrolla y mantiene el comportamiento social y sexual, gracias al equilibrio emocional (relación LPF y sistema Límbico o cerebro emocional), autocrítica y control de la personalidad.


Por tanto, el LPF es donde se asienta la base neurológica del sistema ejecutivo o centro de integración de la actividad mental superior que controla y desarrolla conductas propias del ser humano, por medio de las funciones ejecutivas y de las demás capacidades cognitivas y emocionales que alberga. Así, su disminución funcional (lesión, cirugía, etc.) tendría un efecto directo y, hasta cierto límite, proporcional a la alteración de la conducta observada.


Teniendo en cuenta toda esta información psicobiológica es fácil admitir la gran importancia que debieron de tener las capacidades cognitivas relacionadas con el LPF con el desarrollo cultural (tecnológico, simbólico y social) de las poblaciones humanas. Así mismo, su diferente grado de capacidad funcional y su consecuente mayor o menor posibilidad de desarrollo, pueden estar muy relacionados con las diferencias conductuales que observamos en los yacimientos.


Algunos autores (Wynn y Coolidge, 2004) opinan que un factor fundamental, para explicar las diferencias cognitivas entre los neandertales y los humanos modernos, sería la potencialización de una memoria a corto plazo o memoria de trabajo realzada. Esta capacidad cognitiva, junto con la atención que activa selectivamente la información necesaria para facilitar la acción del momento (Kane y Engle, 2002), sería la que facilitaría un pensamiento innovador y experimental a nuestro linaje. No cabe duda que la memoria de trabajo constituye un elemento cognitivo esencial en nuestro comportamiento, pero con este particular análisis y el olvido de las demás capacidades cognitivas, el nivel de certeza aceptable puede caer fácilmente en la simple hipótesis, probablemente cierta, pero imposible de comprobar y documentar.


Para comprender nuestra conducta, además de tener una memoria de trabajo realzada, es necesario tener bien desarrolladas las capacidades cognitivas primarias y la aparición de las capacidades cognitivas emergentes. En la actualidad sólo podemos valorar la aparición y desarrollo de conductas observables en el registro arqueológico, que son consecuencias de la acción conjunta de varias capacidades cognitivas (primarias y emergentes) relacionadas con el LPF.


* ALLEGRI, R. F. y HARRIS, P. (2001): La corteza prefrontal en los mecanismos atencionales y la memoria. Rev. Neurol. 32 (5): 449-453.
* BARKLEY, R. A. (2001): The executive functions and self-regulation: an evolutionary neuropsychological perspective. Neoropsychol. Rev. 11: 1-29.
* COOLIDGE, F. L. y WYNN, T. (2001): Executive functions of the frontal lobes and the evolutionary ascendancy of Homo sapiens. Cambridge Archaeol. Journal 11: 255-260.
* ESTÉVEZ GONZÁLEZ, A.; GARCÍA SÁNCHEZ, C. y BARRAQUER BORDAS, LL. (2000): Los lóbulos frontales: el cerebro ejecutivo Rev. Neurol. 31 (6): 566.
* FUSTER, J. M. (2002): Frontal lobe and cognitive development. Journal Neurocytol. 31(3-5).
* JÓDAR, VICENTE, M. (2004): Funciones cognitivas del lóbulo frontal. Rev. Neurol. 39 (2): 178.
* KANE, M. J. y ENGLE R. W. (2002): The role of prefrontal cortex in working-memory capacity, executive attention, and general fluid intelligence: an individual-differences perspective. Psychonomic Bulletin and Review 9, 637-671.
* LEÓN-CARRIÓN, J. Y BARROSO, J. M. (1997): Neuropsicología del pensamiento: Control ejecutivo y lóbulo frontal. Kronos. Sevilla.
* RABBIT, P. (1997): Methodology of frontal and executive function. U.K. Psychology Press.
* ROBERTS, A. C.; ROBBINS, T. W. y WEISKRANTZ, L. (1998): The prefrontal cortex. Executive and cognitive functions. Oxford: Oxford University Press. * STUSS, D. T. y KNIGHT, R. T. (2002): Principles of frontal function. Oxford. Oxford University Press.

domingo, 12 de julio de 2009

Nociones de psicobiología humana (Neurología).

En la corteza cerebral es donde tienen lugar los procesos cognitivos que nos caracterizan, además de ubicar las áreas del control motor y de la percepción sensitiva de nuestro organismo. Todo el proceso tiene dos aspectos, uno neurológico y otro psicológico (en conjunto podría denominarse como psicobiológico), y aunque académicamente parecen aspectos funcionales separados, en la realidad humana es un único proceso cuya manifestación es la conducta humana. Aunque ya vimos algunos aspectos neurológicos relacionados con nuestra conducta, creo que no está de más volver a indicar aquellos aspectos más relevantes sobre el funcionamiento neurológico relacionados con la conducta.


Dentro de la superficie cortical del cerebro las áreas de asociación terciarias son las que más han aumentado en la evolución humana y mayor importancia tienen en la conducta. Así, todo desarrollo cerebral que no se acompañe de un proporcional aumento corporal va a producirse principalmente a expensas de estas zonas corticales. Son áreas donde se producen los procesos cognitivos propios de nuestra conducta, dando conductas superiores, complejas y conscientes.


En la conducta humana cobra especial interés el lóbulo frontal, pues es donde se localizan las capacidades cognitivas fundamentales relacionadas con el control y desarrollo de nuestra conducta en general, aunque siempre teniendo en cuenta que el cerebro actúa como una unidad funcional integrada. Este lóbulo tiene dos áreas funcionales perfectamente conocidas; las zonas más posteriores o áreas motoras (primarias) y premotoras (secundarias), donde se sitúa el control voluntario de nuestra motilidad; mientras que las áreas más anteriores o frontales serían las de asociación terciaria (Luria, 1966) con funciones cognitivas superiores, constituyendo el lóbulo prefrontal (LPF).

En el ser humano adulto el LPF constituye un tercio del total de la superficie del córtex, estando sus propiedades cognitivas relacionadas con la superficie y características funcionales de sus componentes corticales. Se está empezando a conocer que la diferencia neurológica existente entre el ser humano y el resto de los primates pudiera estar en el aumento localizado de algunas áreas de la zona prefrontal (Semendeferi y Damasio, 2000). Un ejemplo sería el caso del área 10 del LPF (relacionado con la iniciativa y la planificación de futuras acciones ejecutivas) del mapa citoarquitectónico de Brodmann, teniendo los humanos modernos una superficie mucho más amplia que los demás primates. Sin embargo, su estructura neurológica es menos densa, permitiendo que existan entre ellas unas interconectividad mucho mayor, como se deduce de la mayor y tardía mielinización observada (Bufill y Carbonell, 2004; Semendeferi et al., 2002). Estos estudios apuntan a que la superficie funcional del córtex del LPF de los humanos es de un carácter alométrico cuantitativo (aumento de la superficie funcional del córtex) y cualitativo (nuevas funciones cognitivas de carácter emergente).

Todo aumento de musculatura o masa corporal conlleva un aumento de las áreas de control motor y sensitivo, si la superficie cortical no aumenta en la misma proporción es posible que el control motor se realice con una disminución de las áreas asociativas, o que estas aumenten evolutivamente en menor proporción. Esta teoría puede ser aplicable al Neandertal, aunque sólo en el plano puramente teórico, pues los scanner realizados a los endomoldes, hoy por hoy, no buscan estas diferenciaciones neuroanatómicas y funcionales. En la figura apreciamos la extensión de las áreas corticales del lóbulo frontal dedicadas al control muscular y las zonas asociativas del LPF. En los neandertales, sobre la base de su mayor musculatura, necesitarían una ampliación de las áreas de control motriz a expensas del LPF.

* BUFILL, E. y CARBONELL, E. (2004): Conducta simbólica y neuroplasticidad: ¿un ejemplo de coevolución gen-cultura?. Revista de neurología 39 (1): 48-55.
* LURIA, A. R. (1966): Higher Cortical Function in Man. Basic Books, New York.
* RIVERA, A. (2009): Arqueología del lenguaje. La conducta simbólica en el Paleolítico. Akal. Madrid. 

* SEMENDEFERI, K. y DAMASIO, H. (2000): The brain and its main anatomical subdivisions in living hominoids using magnetic resonance imaging. Journal of Human Evolution 38: 317-332.
* SEMENDEFERI, K.; LU, A.; SCHENKER, N. y DAMASIO, H. (2002): Humans and great apes share a large frontal cortex. Nature neuroscience 5 (3): 272-276.

domingo, 5 de julio de 2009

¿Puede existir una Paleopsicología?

La verdad es que cuando se escucha tal termino dentro del mundo de la Arqueología sólo encontramos tajantes negaciones, o como mucho una imparcial indiferencia. Sin embargo, cada vez se habla más de capacidades cognitivas, del simbolismo humano, de los conceptos abstractos que componen nuestro pensamiento (individualidad, identidad, espacio, tiempo, etc.), incluso se intenta analizar la conducta humana dentro de estos parámetros, pero desgraciadamente sin una mínima base de conocimientos sobre los procesos psicológicos y neurológicos (psicobiológicos) que los sustentan. 

Aunque sea difícil reconocerlo, no sólo puede existir una Paleopsicología, sino que debe existir como base de los conocimientos de aquellos que estudian el comportamiento humano durante el Paleolítico. Naturalmente, no se trata de estudiar en qué pensaban en el pasado, sino de comprender cómo se fue formando, y de qué circunstancias dependía la creación y el desarrollo de las características del pensamiento moderno y simbólico. Como es obvio, es imprescindible conocer cuales son estas características, lo que sin ningún género de dudas es una de las partes fundamentales de la Psicología. Si, como el testimonio arqueológico así nos muestra, tal proceso tuvo lugar en el Paleolítico, parece necesario que exista una Paleopsicología, especialmente diseñada para el análisis de la conducta en tan lejano periodo.   

Sin embargo, en nuestro intento metodológico hay que tener siempre presentes una serie de limitaciones en el estudio de las capacidades cognitivas. En el análisis de la conducta humana durante el Paleolítico es imposible adquirir una certeza absoluta sobre las conclusiones que alcancemos. El hecho de que sólo podamos obtener información de procesos indirectos, escasos y de difícil interpretación, son motivos suficientes para entender tal afirmación. No obstante, cualquier conclusión que esté fundamentada en una serie de evidencias arqueológicas bien documentadas, que se expliquen con una metodología basada en un estudio multidisciplinar con el suficiente poder explicativo como para formar una tesis razonada, puede ofrecernos un nivel de certeza aceptable. Sobre estas premisas es por donde podemos desarrollar todo nuestro trabajo relacionado con la cognición humana en este periodo.

Como es lógico, lo único que podemos apreciar en el registro arqueológico es la existencia de determinadas conductas, y dentro de unos parámetros generales y a veces poco precisos. Sin embargo, son el reflejo de una serie de capacidades cognitivas, más o menos desarrolladas, que las posibilitan. 

El principal problema con el que nos encontramos responde a la siguiente pregunta: ¿Cómo podemos realizar el estudio de las capacidades cognitivas que tuvieron los seres humanos del paleolítico? Hay que tener en cuenta el carácter genérico e impreciso que tiene el termino de “capacidades cognitivas”, pero que sin embargo tan útil es a la hora de mencionar las cualidades intelectivas de los humanos. Sin embargo, puede que para muchos aparezca otra pregunta: ¿Realmente es necesario introducirnos en ese complejo mundo de las capacidades cognitivas, tan propio de la Psicología, para comprender la conducta humana en al prehistoria? 

Cada uno, según su propio criterio de exigencia científica, puede responder. Pero seguir intentando analizar el simbolismo humano, el inicio del lenguaje, de las conductas metafísicas, de las manifestaciones gráficas o de cualquier otro condicionamiento humano (siempre con una importante carga simbólica) sin ninguna metodología apropiada, puede que sea un trabajo totalmente estéril, al constituir una fuente continua de dialéctica infructuosa, consecuencia de carecer de fundamentos teóricos mínimamente aceptables, que aporten el sentido científico de sus conclusiones. 

En este sentido, la necesidad de comprender fundamentos elementales sobre el funcionamiento neurológico, psicológico (psicobiológico) y social del sistema nervioso humano, se impone como pauta necesaria para una comprensión más profunda de la realidad conductual que desarrollaron nuestros ancestros en el paleolítico. 

El concepto de capacidades cognitivas es una generalidad que no aclara del todo el significado que representan para la especie humana. Se refiere a las cualidades mentales que dan lugar a nuestra conducta específica, pero no explican un hecho fundamental que caracteriza su producción: son capaces, ellas mismas, de producir las condiciones precisas para su propio desarrollo y la creación de nuevas facultades cognitivas con un carácter plenamente emergente. Todo ambiente social, cultural y simbólico ha sido originado previamente por las diversas especies humanas que componen nuestro linaje, siendo este acervo cultural la base para el desarrollo cognitivo de las siguientes generaciones. Así, pueden establecerse, de una forma más didáctica que real, dos grupos de capacidades cognitivas. 

* Capacidades cognitivas primarias, consecuencia de todo aumento cuantitativo en las áreas de asociación, son las que ofrece la evolución de una forma innata y se manifiestan, con mayor o menor intensidad dependiendo de las características medioambientales, con el simple desarrollo neurológico. Son fundamentales para una conducta no simbólica, pues facilitan la adaptabilidad al medio en función de su propio nivel de capacidad y desarrollo. Entre ellas tenemos la memoria, funciones ejecutivas, atención, motivación, creatividad, razonamiento, percepción, etc. Como toda característica humana de base genética su manifestación fenotípica depende, en cierta medida, de las condiciones en las que se desarrollen dentro de un medio ambiente específico.

* Capacidades cognitivas emergentes o aumento cualitativo, su desarrollo se realiza mediante la influencia del medio ambiente cultural, dando lugar a un desarrollo cognitivo o la aparición de nuevas conductas complejas, las cuales, basándose en las cualidades que ofrecen las anteriores y dentro de un medio ambiente determinado, son las que aparecen a lo largo de nuestra evolución ligadas a la cultura que el ser humano es capaz de crear. Su función es la de crear una conducta simbólica con un poder adaptativo muy superior que las anteriores formas de conducta. Destacan la autoconciencia, simbolismo, abstracción, pensamiento verbalizado, lenguaje simbólico, escritura, etc. Este ambiente cultural adecuado hay que crearlo previamente, pues sin él no es posible la producción de tal desarrollo cognitivo. El lenguaje simbólico es un factor cultural de gran relevancia, pues es el mejor medio de comunicación, desarrollo cultural y estructuración del pensamiento. Así, la acción (conducta), pensamiento (experiencia recibida y elaborada por las capacidades cognitivas primarias, y exaptativas) y lenguaje (trasmisión y aprendizaje de los conceptos abstractos elaborados por la sociedad) son las claves de nuestra forma de ser (Rivera, 2004, 2005, 2009).

Así, cuando queramos analizar la conducta simbólica humana, antes habrá que estudiar dos grandes apartados: 

* Los aspectos psicobiológicos y sociales más generales que se relacionan con la conducta humana.
* Qué conductas, relacionadas con determinadas capacidades cognitivas, pueden rastrearse en el registro arqueológico.
Tras lo cual es posible llegar a conclusiones teóricas sobre la conducta humana en sus orígenes con cierto fundamento.


* RIVERA, A. (2004): Arqueología cognitiva. Una orientación psicobiológica. ArqueoWeb 6 (1). Universidad Complutense de Madrid. URL: http://www.ucm.es/info/arqueoweb/index.htm.
* RIVERA, A. (2005): Arqueología cognitiva. El origen del simbolismo humano. Arco/Libros. Madrid.
* RIVERA, A. (2009): Arqueología del lenguaje. La conducta simbólica en el paleolítico. Akal. Madrid.

viernes, 26 de junio de 2009

Estudio del comportamiento paleolítico.

La incertidumbre en la atribución de los yacimientos correspondientes al periodo de transición paleolítica (45-35.000 BP) es el principal enemigo de todos los interesados en este complejo periodo. Cada autor tiende a llevar los datos que aportan las excavaciones arqueológicas a su propia idea de cómo fue la transición. En esta subjetividad científica, muchas veces inconsciente, nos encontramos todos, pues es consustancial con la propia forma de razonar del ser humano, donde la emotividad y el interés siempre juegan un papel no siempre reconocido. Sólo existen dos formas de poder sortear este peligro, aunque únicamente para alcanzar un nivel de certeza simplemente razonable, y no de forma absoluta.


1.- La primera consiste en encontrar restos humanos claramente diagnosticables (HAM o neandertales), dentro de unos niveles estratigráficos igualmente bien definidos y sin muestras de alteraciones posdeposicionales. Pero tal posibilidad depende de la suerte, del mantener o incrementar el ritmo de excavaciones, y de encontrar nuevos métodos de identificación ósea. En este último sentido recientemente se han encontrado una nueva forma de conocer las diferencias morfológicas y estructurales en los fósiles pertenecientes a estos dos grupos humanos (Shara E. Bailey Timothy D. Weaver y Jean-Jacques Hublin, 2009). Pero su desarrollo en este campo aún está por realizarse. Se centra en la diferenciación de los dientes, lo que es bueno, pues estos restos óseos son los que más existen en los yacimientos, al ser más resistentes a la destrucción biológica. La noticia puede leeerse en el Mundo Neandertal.

2.- La segunda pasa por conocer la realidad psicobiológica de los dos grupos, es decir, ver su similitud o disparidad, y, si es posible, en qué son diferentes respecto de sus capacidades cognitivas. Sobre el papel esta última forma parece mucho más difícil, pero en realidad no lo es tanto, pues no depende del azar de los descubrimientos óseos, sino de la utilización coordinada de la información científica que aportan las ciencias que estudian el comportamiento humano (Psicología, Neurología, Sociología).


Su principal inconveniente es la diferente interpretación que de los datos arqueológicos ofrecen distintos autores. Efectivamente, al realizarse bajo hipótesis científicas diferentes, se llega a distintas conclusiones (por no decir opuestas), dependiendo de la atribución de tales datos a uno u otro grupo humano, o al desestimar información crítica por alteraciones diversas en la estratigrafía de los yacimientos, como ya vimos anteriormente.


Lo primero que hay que hacer es intentar llegar a normas generales de comportamiento, si es que existen, que nos permitan distinguir la clara atribución de un yacimiento a una u otra población humana. Para ello es necesario analizar el mayor número de yacimientos posible, para que sean una población estadísticamente representativa. El objetivo de este amplio y genérico estudio es el de intentar comprender las características generales del comportamiento de las dos poblaciones, para poder compararlas y atribuir (al menos como otro dato fundamentado) tal actividad a uno u otro grupo de población (HAM o Neandertales).


El estudio no se limita a los datos tecnológicos del yacimiento, sino que intenta abarcar toda la información que podamos extraer respecto de la conducta que indirectamente esté reflejada en el registro arqueológico (exportación de materias primas, relaciones con otros grupos más o menos próximos, materias primas usadas, cambios de comportamiento tecnológico, explotación logística del territorio, etc.).


A continuación hay que ver que capacidades cognitivas son necesarias para poder realizar los datos arqueológicos que hemos observado en los yacimientos, tanto de un grupo como en el otro. La conclusión sería intuir que diferentes grado de desarrollo cognitivo existe entre ellos, pero sólo en aquellas capacidades que puedan rastrearse por este complejo método. Aunque parece complejo, con una mínima, pero imprescindible conocimiento sobre las capacidades cognitivas humanas, es posible comenzar a realizarlo.


En este sentido, he publicado recientemente dos estudios (Rivera, 2008, 2008a) que intentan comenzar dicho análisis, aunque su difusión por Internet aún no es posible he colgado en mi página web (Arqueologia cognitiva: orientación psicobiológica. Noticias) unl texto similar al correspondiente del artículo de la Revista Portuguesa de Arqueología. No obstante, cierta información sobre estos problemas y su método de estudio si está reflejada el libro (Arqueología del lenguaje. Rivera, 2009).


* Bailey, S. E.; Weaver, T. D.; Hublin, J. J. (2009): “Who made the aurignacian and other early upper paleolithic industries?” Journal of Human Evolution.
* Rivera, A. (2008): “Relación entre Cromañones y Neandertales”. Un enfoque cognitivo. Zephyrus, LXI (1).
* Rivera, A. (2008a): “Cognición y conducta de neandertales y humanos modernos”. Revista Portuguesa de Arqueología, Vol. 11(1). * Rivera, A. (2009): Arqueología del Lenguaje. La conducta simbólica en el Paleolítico. Akal, Madrid.

domingo, 21 de junio de 2009

La conducta moderna entre los Cromañones.

Hasta ahora he comentado las posibles características simbólicas de los neandertales, así como su papel en el inicio del Paleolítico Superior. Sin embargo, hay algunos aspectos arqueológicos de gran importancia que no se han tenido en cuenta. Serían su relación con los HAM, el papel de estos en el inicio de la conducta moderna en Europa, y su propio desarrollo cultural con las características de modernidad y simbolismo. No obstante, hay que admitir que en el presente no tenemos todas las claves que nos puedan explicar tan interesantes procesos históricos, pero puede que si existan indicios que nos indiquen el camino a seguir para su comprensión, al menos con un nivel de certeza mínimamente aceptable.

Lo primero que hay que tener en cuenta es que todos los condicionantes y características del desarrollo cognitivo y de la conducta simbólica que ya hemos visto y aplicado a los neandertales, imprescindiblemente hay que aplicarlos al desarrollo cultural de los HAM. Las dos poblaciones pertenecen al género Homo, con antepasados comunes y cierta separación evolutiva (500.000 años), por lo que presentan una base neurológica y psicológica con los mismos patrones de estructuración y desarrollo. Lo que puede que no sean iguales serían el nivel de capacidad de algunas de sus cualidades cognitivas, lo que hay que intentar estudiar por medio de un estudio racional y metodológico de su conducta. El desarrollo cultural y simbólico de los HAM fue igualmente un complejo proceso con las características de un continuum evolutivo, que a su vez dependería de las características medioambientales (culturales, demográficas, sociales, tecnológicas, lingüísticas, etc.) en el cual se vivía.

A finales del Paleolítico Medio la conducta de los HAM no tenía las características modernas en el Próximo Oriente, mientras que en el Sur de África parece que aparecieron con claridad conductas con patrones modernos. Cada zona tendría sus propias cualidades medioambientales, y la distancia impediría la posibilidad de relación y comunicación compensadora.

No obstante, siempre se ha comentado que la modernidad la trajeron los HAM a Europa con su cultura del Auriñaciense. Pero desconocemos totalmente su inicio y desarrollo fuera del continente europeo. Cada vez parece más claro que se trata de una generalización (como muchas otras) de la teoría del “Out of Africa”. De esta generalización se han tenido como ciertas interpretaciones arqueológicas con un fundamento casi inexistente:

* Es el caso se afirmar que los HAM entraron en Europa con un Auriñaciense (más o menos inicial, arcaico o protoauriñaciense), pero sólo una cultura que caracterizaba a los HAM. Se atribuía a tales poblaciones una unidad tecnológica (tipológica en especial, y tecnológica con aspectos más generales). Casi fue una cultura monolítica, de origen desconocido, que "invadió" Europa exterminando cruelmente a los indígenas de la época (neandertales). El testimonio arqueológico sobre el que se sustenta tales ideas, estaba más en la mente de los que apoyaban estas ideas, que en los datos obtenidos de los yacimientos.

* Con estas ideas, toda cultura que no fuera claramente auriñaciense debía de ser atribuida a los neandertales (Chatelperroniense, Uluzziense, Szaletiense, Bohuniciense, Bachokiriense, etc.). Lo que tampoco tenía un fundamento adecuado, pues se sostenía con la aceptación de la primera premisa.


La objetividad se perdía, puede que en los dos bandos, al aceptar o no la teoría del "Out of Africa" tal y como la expusieron en un principio sus autores (p. e. Stringer y Gamble, 1996), o negar su realidad arqueológica en la parte referente a Europa (D´Errico et al. 2003).

La figura indica posibles rutas de dispersión de los HAM desde el Próximo Oriente a Europa. Actualmente ya no se explica el cambio con tal sencillez expositiva, sino que cada vez se extiende más la idea de una población moderna en Europa con una cultura del Paleolítico Superior inicial (IUP), pero de características aún indeterminadas. Incluso de varios caminos y tendencias culturales a la vez (Mellars, 2005).


El inicio de la cultura moderna de los HAM (que no la tenían en el Próximo Oriente, o áreas más amplias de Asia) dependería del medio ambiente en el que vivan, de sus interacciones sociales y demográficas, de su acervo cultural y lingüístico, y de sus propias capacidades cognitivas. Todo ello sería, sin ningún género de duda, un continuum heterogéneo de desarrollo cultural.

Lo que hay que buscar en el registro arqueológico de Asia y Europa son cambios conductuales con estas características, y de naturaleza diferente (o al menos con signos de obedecer a unos parámetros de evolución conductual distintos del característico de los neandertales).

Es decir, la clave para entender el inicio de la población humana moderna no estaría en buscar a toda costa un Auriñaciense (siempre de naturaleza tipológica y tecnológica) que indicase su intromisión en el continente, sino en intentar ver ese continuum cultural en datos arqueológicos de características arqueológicas diferentes al prototipo de los neandertales, y que pueda relacionarse (aunque sea tecnológica y tipologicamente) con alguna forma inicial del Auriñaciense.


Estudiaremos conductas de todo tipo, no sólo sus manifestaciones tecnológicas. Naturalmente, si seguimos las líneas de la Arqueología cognitiva, veremos que lo que caracteriza realmente al Paleolítico Superior son los cambios de conducta con los aspectos de reflexividad y flexibilidad, y no su simple cambio tecnológico hacia el uso de láminas, lo que ya se conocía con limitaciones en el Paleolítico Medio (aunque si es cierto que su desarrollo y estandarización se produjo con el inicio del Paleolítico Superior).


domingo, 14 de junio de 2009

¿Qué es el Uluzziense? Uluzzian

Siempre se habla del Chatelperroniense cuando se quiere mostrar la cultura simbólica del Neandertal. Como colofón se añade la existencia del Uluzziense como otra cultura moderna asociada a este humano, pero pocas veces se profundiza mucho en él. No estaría de más, dedicar un poco de tiempo a tan interesante cultura de los neandertales italianos.


Es la industria que se localiza en el noroeste (Val Beretta, Poggio Calvello, La Fabbrica, etc.) y sur de Italia (Bernardini, Cavallo, Uluzzo, Parrabita, Castelvicita, etc.), desconociéndose en el resto de Italia. No existen muchas dataciones, pero las existentes la sitúan entre 34-31.000 BP, por lo que es contemporánea con el Auriñaciense y posterior al Musteriense. Con estas dos culturas generalmente se sitúa intercalado entre ambas, por encima de la industria del Paleolítico Medio y por debajo de la del periodo siguiente (Gioia, 1990; Kuhn y Bietti, 2000).


Se ha propuesto una evolución local a partir del Musteriense de denticulados (Laplace, 1966), aunque es difícil encontrar una conexión tipológica y/o tecnológica entre las dos industrias, las cuales presentan diferencias apreciables (Gioia, 1990). Algunos autores opinan que se trata de una industria muy similar al Chatelperroniense (Gioia, 1988; Laplace, 1966), lo que ha sido desestimado sobre todo por aspectos tecnológicos, pues cuenta con útiles exclusivos de microlitos y medias lunas (Palma di Cesnola, 1993). Lo único claro es la gran cantidad de útiles de sustrato que presenta, por lo que su relación con el Musteriense parece clara, pero el origen y la forma de desarrollo aún es poco conocido (Kuhn y Bietti, 2000).
Entre sus características tecnológicas destaca la mayor producción de lascas, aunque las láminas representan porcentajes a considerar. Existen numerosas raederas, escotaduras y denticulados, como elementos del sustrato anterior musteriense, que están asociados con escasos buriles, raspadores y abundantes piezas de esquirlas. Como útil más característico destaca la punta de dorso curvo, que es similar a la de Chatelperron pero más pequeña (Baffier, 1999). La industria en hueso u otro material de origen animal es muy escasa, los pocos restos trabajados parecen ser punzones y fragmentos de gruesas puntas de las cuevas de La Fabbrica, de Castelvicita y de Cavallo. También se han encontrado unos pocos elementos con un importante matiz simbólico, se trata de conchas perforadas y el uso de colorantes amarillo (limonita) y rojo (ocre), presentes en la Grotta del Cavallo (Kuhn y Bietti, 2000; Palma di Cesnola, 1993).


Los fósiles humanos relacionados con tal industria son muy escasos y de difícil clasificación, limitándose a la Grotta del Cavallo donde se encontró un diente humano en sus niveles estratigráficos (Leroi-Gourhan, 1959; Messeri y Palma di Cesnola, 1976). No obstante, el Uluzziense es atribuido al Neandertal, en función con su tecnología y relación con el Musteriense. Esta relación y la contemporaneidad con el Auriñaciense, ya sea de la misma península italiana o de áreas adyacentes, ofrece un panorama muy similar al origen del Chatelperroniense, pero con la connotación de que es imposible que sea anterior al Auriñaciense, pues no hay ninguna duda de su coexistencia temporal (las fechas así lo indican). Se ve como un fenómeno de aculturación, que refleja ciertas continuidades con las industrias musterienses anteriores en la misma región y nuevos elementos propios de una tecnología del Paleolítico Superior (Kozlowski, 1988; Mellars, 1989).


Sin embargo, existe una importante variedad tecnológica entre sus yacimientos, por lo que carece de homogeneidad cultural, siendo tal hecho una prueba más de la variedad conductual de este complejo período. El Uluzziense parece ser una generalidad que abarca los conjuntos posteriores al Musteriense (no descartando un posible solapamiento de corta duración), pero que no son Auriñacienses. Pueden representar a una serie de adaptaciones locales dentro de unas condiciones medioambientales y demográficas determinadas (Kuhn y Bietti, 2000). La realidad es que es necesario tener mejores datos (cronológicos, estratigráficos y culturales) para su mejor compresión, pues parece algo confusa, tanto en su nivel local (Italia) como en el entramado de la Europa de la transición.
Uluzziense antiguo de la Grotta del Cavallo (Palma di Cesnola, 1993)


Estas escasas manifestaciones modernas indican que el Uluzziense, en general, es una cultura del Paleolítico Superior en el sentido cronológico y tecnológico (con su industria lítica), pero que sólo algunos pequeños núcleos presentaron totalmente las características modernas del último periodo Paleolítico (conducta simbólica: adornos). Lo cierto es que se desarrolló a partir del Musteriense local, dentro de un ambiente en el que los HAM habían creado ya sus manifestaciones modernas y simbólicas, como se aprecia en los yacimientos auriñacienses de la época y zona geográfica (Rivera, 2003-2004).


* Baffier, D. (1999): Les deniers Néandertaliens. Le Châtelperronien. La maison des Roches. Paris.
* Broglio, A.; Angelucci, D. E.; Peresani, M.; Lemorini, C. y Rosseti, P. (1996): “L´industrie protoaurignacienne de la Grotta di Fumane: donnees preliminaires”. XIII U.I.S.P.P. Congress Proceedings. Forlì, 8-14.
* Gioia, P. (1988): “Problems related to the origins of Italian upper palaeolothic: Uluzzian and Aurignacian”. L´Homme de Néandertal, vol. 8, La Mutation. Liège.
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miércoles, 10 de junio de 2009

Origen de la conducta moderna

Recientemente se ha publicado en diversos medios de comunicación científica (p. e. El País), dos artículos de la revista Science sobre el origen del comportamiento moderno humano.


El primero (Adam Powell y colegas. University College de Londres) indica que tal proceso se debería al aumento de la densidad poblacional, las migraciones y las interacciones entre los subgrupos sociales lo que habría provocado el surgimiento de la complejidad simbólica y tecnológica en el comportamiento humano -primero en África, y después en Europa- y no necesariamente los cambios biológicos en la capacidad cognitiva.


El segundo (Samuel Bowles. Instituto de Santa Fe, EE UU) estudia es la guerra, entendida ésta como conflictos violentos intergrupales. Las prácticas bélicas pudieron favorecer la supervivencia de grupos humanos que contuvieran más individuos altruistas dispuestos a poner en peligro su propia vida si ello aporta beneficios para su propio grupo. dice: estudia es la guerra, entendida ésta como conflictos violentos intergrupales. Las prácticas bélicas pudieron favorecer la supervivencia de grupos humanos que contuvieran más individuos altruistas dispuestos a poner en peligro su propia vida si ello aporta beneficios para su propio grupo.


Es curioso como ideas admitidas desde hace tiempo por numerosos autores, nos las vuelven a ofrecer como un nuevo descubrimiento. Que la densidad de población e interacción social son componentes fundamentales en el desarrollo cultural, y desde luego en el inicio de la conducta moderna y simbólica, es un factor asumido y difundido en el estudio de la conducta humana. Pero que tal condición fuera la única necesaria para el logro conductual humano, no parece tener mucho fundamento. Tal opinión parece ser un reduccionismo exagerado, pues sin duda el cambio conductual se debe a un proceso multifactorial, en el que el aumento de la población y su correspondiente interacción sería uno de sus principales componentes, pero no el único.


Los otros factores los componen las necesarias capacidades cognitivas que la evolución ofrece a cada especie, y el acervo cultural que se fue desarrollando durante todo el Paleolítico (lingüístico, social, simbólico, tecnológico, etc.). El desarrollo evolutivo de los humanos modernos aporta las capacidades cognitivas que nos caracterizan, sólo faltaba el medioambiente necesario para su desarrollo, el cual se componía de todo lo aprendido de sus ancestros evolutivos (lenguaje, tecnología, relaciones sociales, logística, etc.) y, desde luego, una densidad poblaciones adecuada para favorecer la interacción y desarrollo social.


Las capacidades cognitivas, el acervo cultural y social previo y adecuado, junto con una densidad poblacional idónea, son los factores que propician el inicio de la conducta moderna. Cuando estos factores se den a la vez y en estrecha interrelación, sería cuando se iniciaría la conducta moderna. Como es lógico tal hecho no tuvo lugar a la vez en las diversas áreas geográficas de hábitat humano, lo que explica la heterogénea (en el tiempo y en el espacio) aparición de las conductas modernas. El hecho de indicar la guerra como causa de tal desarrollo, no deja de ser una teoría, pero sin ningún fundamento científico que lo avale, salvo el de ser un ejemplo más de un tipo de interacción humana.


Creo que todas las ideas expuestas en este blog ofrecen una versión mejor fundamentada que la vista en tales artículos, pues con el carácter multidisciplinar que aplico se intenta disminuir la subjetividad que se aprecia en tales artículos.