La verdad es que cuando se escucha tal termino dentro del mundo de la Arqueología sólo encontramos tajantes negaciones, o como mucho una imparcial indiferencia. Sin embargo, cada vez se habla más de capacidades cognitivas, del simbolismo humano, de los conceptos abstractos que componen nuestro pensamiento (individualidad, identidad, espacio, tiempo, etc.), incluso se intenta analizar la conducta humana dentro de estos parámetros, pero desgraciadamente sin una mínima base de conocimientos sobre los procesos psicológicos y neurológicos (psicobiológicos) que los sustentan.
Aunque sea difícil reconocerlo, no sólo puede existir una Paleopsicología, sino que debe existir como base de los conocimientos de aquellos que estudian el comportamiento humano durante el Paleolítico. Naturalmente, no se trata de estudiar en qué pensaban en el pasado, sino de comprender cómo se fue formando, y de qué circunstancias dependía la creación y el desarrollo de las características del pensamiento moderno y simbólico. Como es obvio, es imprescindible conocer cuales son estas características, lo que sin ningún género de dudas es una de las partes fundamentales de la Psicología. Si, como el testimonio arqueológico así nos muestra, tal proceso tuvo lugar en el Paleolítico, parece necesario que exista una Paleopsicología, especialmente diseñada para el análisis de la conducta en tan lejano periodo.
Sin embargo, en nuestro intento metodológico hay que tener siempre presentes una serie de limitaciones en el estudio de las capacidades cognitivas. En el análisis de la conducta humana durante el Paleolítico es imposible adquirir una certeza absoluta sobre las conclusiones que alcancemos. El hecho de que sólo podamos obtener información de procesos indirectos, escasos y de difícil interpretación, son motivos suficientes para entender tal afirmación. No obstante, cualquier conclusión que esté fundamentada en una serie de evidencias arqueológicas bien documentadas, que se expliquen con una metodología basada en un estudio multidisciplinar con el suficiente poder explicativo como para formar una tesis razonada, puede ofrecernos un nivel de certeza aceptable. Sobre estas premisas es por donde podemos desarrollar todo nuestro trabajo relacionado con la cognición humana en este periodo.
Como es lógico, lo único que podemos apreciar en el registro arqueológico es la existencia de determinadas conductas, y dentro de unos parámetros generales y a veces poco precisos. Sin embargo, son el reflejo de una serie de capacidades cognitivas, más o menos desarrolladas, que las posibilitan.
El principal problema con el que nos encontramos responde a la siguiente pregunta: ¿Cómo podemos realizar el estudio de las capacidades cognitivas que tuvieron los seres humanos del paleolítico? Hay que tener en cuenta el carácter genérico e impreciso que tiene el termino de “capacidades cognitivas”, pero que sin embargo tan útil es a la hora de mencionar las cualidades intelectivas de los humanos. Sin embargo, puede que para muchos aparezca otra pregunta: ¿Realmente es necesario introducirnos en ese complejo mundo de las capacidades cognitivas, tan propio de la Psicología, para comprender la conducta humana en al prehistoria?
Cada uno, según su propio criterio de exigencia científica, puede responder. Pero seguir intentando analizar el simbolismo humano, el inicio del lenguaje, de las conductas metafísicas, de las manifestaciones gráficas o de cualquier otro condicionamiento humano (siempre con una importante carga simbólica) sin ninguna metodología apropiada, puede que sea un trabajo totalmente estéril, al constituir una fuente continua de dialéctica infructuosa, consecuencia de carecer de fundamentos teóricos mínimamente aceptables, que aporten el sentido científico de sus conclusiones.
En este sentido, la necesidad de comprender fundamentos elementales sobre el funcionamiento neurológico, psicológico (psicobiológico) y social del sistema nervioso humano, se impone como pauta necesaria para una comprensión más profunda de la realidad conductual que desarrollaron nuestros ancestros en el paleolítico.
El concepto de capacidades cognitivas es una generalidad que no aclara del todo el significado que representan para la especie humana. Se refiere a las cualidades mentales que dan lugar a nuestra conducta específica, pero no explican un hecho fundamental que caracteriza su producción: son capaces, ellas mismas, de producir las condiciones precisas para su propio desarrollo y la creación de nuevas facultades cognitivas con un carácter plenamente emergente. Todo ambiente social, cultural y simbólico ha sido originado previamente por las diversas especies humanas que componen nuestro linaje, siendo este acervo cultural la base para el desarrollo cognitivo de las siguientes generaciones. Así, pueden establecerse, de una forma más didáctica que real, dos grupos de capacidades cognitivas.
* Capacidades cognitivas primarias, consecuencia de todo aumento cuantitativo en las áreas de asociación, son las que ofrece la evolución de una forma innata y se manifiestan, con mayor o menor intensidad dependiendo de las características medioambientales, con el simple desarrollo neurológico. Son fundamentales para una conducta no simbólica, pues facilitan la adaptabilidad al medio en función de su propio nivel de capacidad y desarrollo. Entre ellas tenemos la memoria, funciones ejecutivas, atención, motivación, creatividad, razonamiento, percepción, etc. Como toda característica humana de base genética su manifestación fenotípica depende, en cierta medida, de las condiciones en las que se desarrollen dentro de un medio ambiente específico.
* Capacidades cognitivas emergentes o aumento cualitativo, su desarrollo se realiza mediante la influencia del medio ambiente cultural, dando lugar a un desarrollo cognitivo o la aparición de nuevas conductas complejas, las cuales, basándose en las cualidades que ofrecen las anteriores y dentro de un medio ambiente determinado, son las que aparecen a lo largo de nuestra evolución ligadas a la cultura que el ser humano es capaz de crear. Su función es la de crear una conducta simbólica con un poder adaptativo muy superior que las anteriores formas de conducta. Destacan la autoconciencia, simbolismo, abstracción, pensamiento verbalizado, lenguaje simbólico, escritura, etc. Este ambiente cultural adecuado hay que crearlo previamente, pues sin él no es posible la producción de tal desarrollo cognitivo. El lenguaje simbólico es un factor cultural de gran relevancia, pues es el mejor medio de comunicación, desarrollo cultural y estructuración del pensamiento. Así, la acción (conducta), pensamiento (experiencia recibida y elaborada por las capacidades cognitivas primarias, y exaptativas) y lenguaje (trasmisión y aprendizaje de los conceptos abstractos elaborados por la sociedad) son las claves de nuestra forma de ser (Rivera, 2004, 2005, 2009).
Así, cuando queramos analizar la conducta simbólica humana, antes habrá que estudiar dos grandes apartados:
* Los aspectos psicobiológicos y sociales más generales que se relacionan con la conducta humana.
Aunque sea difícil reconocerlo, no sólo puede existir una Paleopsicología, sino que debe existir como base de los conocimientos de aquellos que estudian el comportamiento humano durante el Paleolítico. Naturalmente, no se trata de estudiar en qué pensaban en el pasado, sino de comprender cómo se fue formando, y de qué circunstancias dependía la creación y el desarrollo de las características del pensamiento moderno y simbólico. Como es obvio, es imprescindible conocer cuales son estas características, lo que sin ningún género de dudas es una de las partes fundamentales de la Psicología. Si, como el testimonio arqueológico así nos muestra, tal proceso tuvo lugar en el Paleolítico, parece necesario que exista una Paleopsicología, especialmente diseñada para el análisis de la conducta en tan lejano periodo.
Sin embargo, en nuestro intento metodológico hay que tener siempre presentes una serie de limitaciones en el estudio de las capacidades cognitivas. En el análisis de la conducta humana durante el Paleolítico es imposible adquirir una certeza absoluta sobre las conclusiones que alcancemos. El hecho de que sólo podamos obtener información de procesos indirectos, escasos y de difícil interpretación, son motivos suficientes para entender tal afirmación. No obstante, cualquier conclusión que esté fundamentada en una serie de evidencias arqueológicas bien documentadas, que se expliquen con una metodología basada en un estudio multidisciplinar con el suficiente poder explicativo como para formar una tesis razonada, puede ofrecernos un nivel de certeza aceptable. Sobre estas premisas es por donde podemos desarrollar todo nuestro trabajo relacionado con la cognición humana en este periodo.
Como es lógico, lo único que podemos apreciar en el registro arqueológico es la existencia de determinadas conductas, y dentro de unos parámetros generales y a veces poco precisos. Sin embargo, son el reflejo de una serie de capacidades cognitivas, más o menos desarrolladas, que las posibilitan.
El principal problema con el que nos encontramos responde a la siguiente pregunta: ¿Cómo podemos realizar el estudio de las capacidades cognitivas que tuvieron los seres humanos del paleolítico? Hay que tener en cuenta el carácter genérico e impreciso que tiene el termino de “capacidades cognitivas”, pero que sin embargo tan útil es a la hora de mencionar las cualidades intelectivas de los humanos. Sin embargo, puede que para muchos aparezca otra pregunta: ¿Realmente es necesario introducirnos en ese complejo mundo de las capacidades cognitivas, tan propio de la Psicología, para comprender la conducta humana en al prehistoria?
Cada uno, según su propio criterio de exigencia científica, puede responder. Pero seguir intentando analizar el simbolismo humano, el inicio del lenguaje, de las conductas metafísicas, de las manifestaciones gráficas o de cualquier otro condicionamiento humano (siempre con una importante carga simbólica) sin ninguna metodología apropiada, puede que sea un trabajo totalmente estéril, al constituir una fuente continua de dialéctica infructuosa, consecuencia de carecer de fundamentos teóricos mínimamente aceptables, que aporten el sentido científico de sus conclusiones.
En este sentido, la necesidad de comprender fundamentos elementales sobre el funcionamiento neurológico, psicológico (psicobiológico) y social del sistema nervioso humano, se impone como pauta necesaria para una comprensión más profunda de la realidad conductual que desarrollaron nuestros ancestros en el paleolítico.
El concepto de capacidades cognitivas es una generalidad que no aclara del todo el significado que representan para la especie humana. Se refiere a las cualidades mentales que dan lugar a nuestra conducta específica, pero no explican un hecho fundamental que caracteriza su producción: son capaces, ellas mismas, de producir las condiciones precisas para su propio desarrollo y la creación de nuevas facultades cognitivas con un carácter plenamente emergente. Todo ambiente social, cultural y simbólico ha sido originado previamente por las diversas especies humanas que componen nuestro linaje, siendo este acervo cultural la base para el desarrollo cognitivo de las siguientes generaciones. Así, pueden establecerse, de una forma más didáctica que real, dos grupos de capacidades cognitivas.
* Capacidades cognitivas primarias, consecuencia de todo aumento cuantitativo en las áreas de asociación, son las que ofrece la evolución de una forma innata y se manifiestan, con mayor o menor intensidad dependiendo de las características medioambientales, con el simple desarrollo neurológico. Son fundamentales para una conducta no simbólica, pues facilitan la adaptabilidad al medio en función de su propio nivel de capacidad y desarrollo. Entre ellas tenemos la memoria, funciones ejecutivas, atención, motivación, creatividad, razonamiento, percepción, etc. Como toda característica humana de base genética su manifestación fenotípica depende, en cierta medida, de las condiciones en las que se desarrollen dentro de un medio ambiente específico.
* Capacidades cognitivas emergentes o aumento cualitativo, su desarrollo se realiza mediante la influencia del medio ambiente cultural, dando lugar a un desarrollo cognitivo o la aparición de nuevas conductas complejas, las cuales, basándose en las cualidades que ofrecen las anteriores y dentro de un medio ambiente determinado, son las que aparecen a lo largo de nuestra evolución ligadas a la cultura que el ser humano es capaz de crear. Su función es la de crear una conducta simbólica con un poder adaptativo muy superior que las anteriores formas de conducta. Destacan la autoconciencia, simbolismo, abstracción, pensamiento verbalizado, lenguaje simbólico, escritura, etc. Este ambiente cultural adecuado hay que crearlo previamente, pues sin él no es posible la producción de tal desarrollo cognitivo. El lenguaje simbólico es un factor cultural de gran relevancia, pues es el mejor medio de comunicación, desarrollo cultural y estructuración del pensamiento. Así, la acción (conducta), pensamiento (experiencia recibida y elaborada por las capacidades cognitivas primarias, y exaptativas) y lenguaje (trasmisión y aprendizaje de los conceptos abstractos elaborados por la sociedad) son las claves de nuestra forma de ser (Rivera, 2004, 2005, 2009).
Así, cuando queramos analizar la conducta simbólica humana, antes habrá que estudiar dos grandes apartados:
* Los aspectos psicobiológicos y sociales más generales que se relacionan con la conducta humana.
* Qué conductas, relacionadas con determinadas capacidades cognitivas, pueden rastrearse en el registro arqueológico.
Tras lo cual es posible llegar a conclusiones teóricas sobre la conducta humana en sus orígenes con cierto fundamento.
Tras lo cual es posible llegar a conclusiones teóricas sobre la conducta humana en sus orígenes con cierto fundamento.
* RIVERA, A. (2004): Arqueología cognitiva. Una orientación psicobiológica. ArqueoWeb 6 (1). Universidad Complutense de Madrid. URL: http://www.ucm.es/info/arqueoweb/index.htm.
* RIVERA, A. (2005): Arqueología cognitiva. El origen del simbolismo humano. Arco/Libros. Madrid.
* RIVERA, A. (2005): Arqueología cognitiva. El origen del simbolismo humano. Arco/Libros. Madrid.
* RIVERA, A. (2009): Arqueología del lenguaje. La conducta simbólica en el paleolítico. Akal. Madrid.
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