Tras ver los componentes teóricos de la Arqueología cognitiva y de su constitución como un método interpretativo de la conducta humana en el Paleolítico, puede parecer que todas estas consideraciones son muy teóricas y de dudosa utilidad práctica dentro del registro arqueológico. Sin embargo, su aplicación como método explicativo del registro arqueológico parece indicar otra cosa, sólo hay valorar las posibilidades que sus fundamentos teóricos nos ofrecen.
Primero, nos permite desarrollar un modelo multidisciplinar sobre la conducta humana basado en lo común de todos los seres humanos, pero independiente de los aspectos particulares de sus numerosas culturas. Lo cierto es que su utilidad se limitaría al uso conjunto de los factores comunes o estructurales de nuestro linaje, que podemos obtener de los conceptos actualizados de la Biología evolutiva, Neurología, Psicología, Paleogenética, Lingüística y Sociología. Con estos datos coordinados se elaboraría un estructuralismo funcional, es decir, una base psicobiológica sobre la que se va ha desarrollar nuestro pensamiento y conducta.
Segundo, este modelo teórico (estructuralismo funcional) nos ofrece unas pautas precisas, útiles y adecuadas para el estudio de la conducta humana, y que podemos ver resumidas en el siguiente cuadro.
Tercero, sus aplicaciones ya han sido realizadas en las primeras etapas de la conducta humana, las cuales pueden verse todas en Internet.
Hasta ahora su utilización ha sido muy limitada, quizás por la falta de las conclusiones que se han podido deducir de la orientación anteriormente expuesta (estructuralismo funcional), así como por el restringido concepto de su propio campo de actuación. Tradicionalmente se ha relacionado con las conductas claramente simbólicas (arte, religión, conductas espirituales y de representación o división social y política, etc.). Esta asignación teórica de tareas a estudiar es cierta, pero ni es todo ni corresponde al principio por donde analizar el simbolismo humano. Igualmente, falla en una verdadera compresión de la naturaleza humana, concepto fundamental para comprender nuestra conducta (simbólica o no).
Hay que conocer los parámetros evolutivos, psicobiológicos, sociales y lingüísticos que van a marcar todo desarrollo conductual. En este contexto el registro arqueológico es un verdadero diario de cuándo y dónde se fueron produciendo los cambios culturales, pero a veces su interpretación ofrece muchas dudas, siendo en este punto donde la Arqueología cognitiva ofrece una nueva y mejor fundamentada posibilidad de aclaración.
En situaciones muy dudosas (abundantes en el Paleolítico medio e inicio del superior) tenemos muy pocos criterios fundamentados para deducir el simbolismo de los objetos o conductas susceptibles de tal asignación. Puede ser más definitivo a la hora de establecer un simbolismo moderno (adornos) valorar el medio ambiente cultural, tecnológico, social y cognitivo, que el simple hallazgo de unos escasos objetos de dudosa interpretación (p. e. conchas perforadas o no), pues tal perforación se realiza habitualmente de forma natural, y la curiosidad humana ya ha sido demostrada en las antiguas poblaciones humanas.
Opino que hay que profundizar mucho en las cusas y condiciones que producen el cambio (evolución) conductual entre las poblaciones humanas del paleolítico. Los cambios conductuales se producen cuando se pueden realizarse y existen las condiciones adecuadas para su producción. En este sentido, la simple evolución no es suficiente para su inmediata realización. Todo cambio requiere la coordinación de los siguientes aspectos:
1.– Evolución neurológica de las capacidades cognitivas que posibilitarían estos cambios.
2.- Desarrollo de estas capacidades en función de las características medioambientales (socioculturales, demográficas, tecnológicas, ambientales, lingüísticas, etc.) donde vivan las sociedades humanas. Sería la emergencia de ciertas capacidades cognitivas.
3.- Necesidad de crear, trasmitir y almacenar la información necesaria para la realización y cambio conductual (lenguaje).
Como de todas estas condiciones sólo poden conocerse (con relativa seguridad) los aspectos relativos a la conducta de un determinado periodo y lugar, deben de ser estos datos los que nos pongan sobre la pista de una conducta simbólica. Aportando mayor seguridad que el simple hallazgo de elementos dudosamente simbólicos en un medio social, demográfico, cultural y tecnológico que sólo pueden aportar ejemplos de un desarrollo cognitivo y cultural poco elaborado, con un simbolismo primitivo y lejano del considerado como moderno (Rivera, 2010).
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