En la revista Paleoneuroloy se ha anunciado la celebración de una conferencia internacional, cuyo título es muy interesante: "Sustituciónde los neandertales por los humanos modernos: Probar los modelos evolutivos deaprendizaje". La reunión está asociada a un gran proyecto
multidisciplinar destinado a considerar la cognición Neandertal, la evolución y
la extinción, en términos de las capacidades de aprendizaje y/o transmisión de
la cultura. Se celebrará en Tokio los días 18-24 de noviembre del 2012.
En la
misma fecha de publicación que el artículo anterior de Paleoneurology (11-10-2112)
se publica la reseña a un trabajo sobre la forma de evolución cognitiva en el
género Homo: lineal o ramificada. En él se indica la necesidad
de replantear la tradicional forma de evolución neurológica y cognitiva de
forma lineal por otras más adecuadas a la realidad arqueológica y
paleontológica (ramificada). Igualmente, se plantea la posibilidad de que otras
especies humanas podrían haber tenido habilidades cognitivas específicas, que
con su extinción se han perdido.
Forma ramificada de evolución humana
Lo cierto es que las capacidades de aprendizaje y/o de transmisión de la cultura forman, junto a las capacidades de razonamiento y creatividad, las claves de la cultura humana en todas sus facetas: creación, difusión y mantenimiento. Aunque no existe una definición sobre este proceso aceptado universalmente, muchos de los aspectos esenciales del concepto de aprendizaje se resumen como la adquisición o el cambio duradero en los mecanismos de conducta, resultado de la experiencia con los acontecimientos ambientales (Domjan y Burkhard, 1990; Fernández Trespalacios, 1986; García Madruga y Lacasa, 1990).
Como puede apreciarse el papel
del medio ambiente como fuente de materia que aprender, del lenguaje
(sonoro, gesticular, mixto) y de la imitación conductual como
forma de adquisición del conocimiento del grupo son fundamentales en la
transmisión y perduración de la cultura. Sin
embargo el papel que el aprendizaje ha tenido en la evolución cognitiva y
cultural no se ha estudiado mucho en los medios arqueológicos. El principal problema
radica en la limitación del conocimiento psicobiológico que se tienen sobre los
humanos del pasado.
Existen importantes diferencias psicológicas entre el niño y el adulto, por lo que tal definición
debe matizarse en las diferentes edades en las que se produzca el aprendizaje
de las características medioambientales (lenguaje, conducta, tecnología
relaciones sociales, etc.). Pongamos el ejemplo del aprendizaje del lenguaje.
Eric. H.
Lenneberg (1976) propuso un período crítico para la adquisición
del primer lenguaje que finalizaba junto con la pubertad, debido a la
terminación de la lateralización hemisférica y algunos aspectos de la
plasticidad cerebral (maduración). Para Lenneberg, la maduración que se alcanza
con la lateralización hemisférica es responsable de las diferencias entre niños
y adultos en la adquisición de una lengua extranjera. De este condicionamiento
biológico se infiere que el momento óptimo para aprender una
lengua es hasta aproximadamente los 10 años (Gomila, 2004; Newport, 1990). Con
la maduración y la organización especializada del cerebro, la capacidad para
conocer otro idioma tiende a decrecer. Así, se acepta la existencia de un
período crítico para el aprendizaje del lenguaje materno,
tras el cual ya no se alcanzaría con normalidad (Belinchón et al. 1992;
Lorenzo y Longa, 2003; Mora, 2001).
La inmadurez neurológica y psicológica
marca la gran diferencia existente entre el aprendizaje de la
primera lengua en la infancia y después del período crítico. En el primer caso
lo que se produce es una organización de las áreas de asociación terciarias en
función de los estímulos recibidos procedentes de otras áreas corticales. Nada
hay que se oponga a la producción de tal proceso (emotividad negativa,
recuerdos anteriores, problemas de atención, comprensión, aprendizaje, etc.),
basándose éste en las enormes capacidades receptivas, procesadoras y
estructurales del niño. Todo queda invertido en el caso del adulto, pues en él
existen diversos procesos de distinta elaboración que interfieren y dificultan
la enseñanza de un segundo lenguaje (falta de motivación, multitud de tareas que
dificultan la atención, poca dedicación, otros desarrollos cognitivos y
culturales que dificultan tal aprendizaje, etc.). En el niño se produce una estructuración
psicológica de base lingüística (lenguaje interno), mientras que en el
adulto es un aprendizaje en el sentido clásico de la palabra,
utilizando áreas cerebrales diferentes de las requeridas para el lenguaje materno
(Kim et al. 1997). La inmadurez neurológica en fundamental
para el aprendizaje lingüístico del niño (Gomila, 1995), pues alarga
enormemente el período crítico y facilita la asimilación lingüística del medio
ambiente. En general, estos conceptos son válidos para muchas
de las funciones cognitivas humanas, entre las que destaca la adaptabilidad
como ya se explicó en otra entrada.
El aprendizaje, en esta primera etapa anterior al
fin del periodo crítico, es el responsable de que los niños se adapten perfectamente
al medio ambiente en el que han nacido, facilitando enormemente toda expansión geográfica
a medios extraños para sus padres pero propios para ellos, lo que puede explicar diversos problemas relacionados con las poblaciones paleolíticas en su gran expansión, adaptabilidad y características de creación, transmisión y perduración de su cultura.
* Angela, P. y Angela, A.
(1992): La extraordinaria historia de la vida. Mondadori.
Madrid.
* Belinchón, M.; Igoa, J. M. y Riviere, A. (1992): Psicología del lenguaje. Investigación y teoría. Madrid. Trotta.
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* Domjan, M. y Burkhard, B.
(1990): Principios de aprendizaje y de conducta. Madrid. Debate.
* Fernández Trespalacios, J. L.
(1986): Psicología general. Madrid. Gráficas Maravillas.
* García Madruga, J. A. y
Lacasa, P. (1990): Psicología evolutiva. Madrid. UNED.
* Gomila, A. (1995): “Evolución
y lenguaje”, en Broncano, F. (ed.) La Mente. Enciclopedia Iberoamericana
de Filosofía. Madrid. Ed.
Trotta, pp, 273-300.
* Gomila, A. (2004): Un marco de referencia para
la evolución del lenguaje, Ludus Vitalis, 12: 173-178.
* Kim, K. H. S.; Relkin, N. R., Lee, K-M y
Hirsch, J. (1997): “Distinct cortical areas associated with native and second
languages”. Nature 388, 171-174.
* Lenneberg, E. H. (1976): Fundamentos biológicos del lenguaje. AU. 114. Madrid. Alianza.
* Lorenzo, G. y Longa, V. M. (2003): Homo loquens.
Biología y evolución del lenguaje. Lugo. TrisTram.
* Mora, F. (2001): El reloj de la sabiduría.
Tiempos y espacios en el cerebro humano. Madrid. Alianza.
* Newport, E. L. (1990):
“Maturational Constraints on Language Learning”. Cognitive Science, 14:
11-28.
* Rivera, A. (2009): Arqueología del lenguaje. La conducta simbólica en el Paleolítico. Akal. Madrid.
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