viernes, 24 de julio de 2009

Procesos cognitivos en la conducta paleolítica

Nuestro principal problema es establecer qué capacidades cognitivas pueden ser rastreadas en la conducta del paleolítico. En este sentido, se han elegido cuatro genéricos procesos cognitivos que, aunque no son los únicos utilizados para la realización de la conducta, si parecen cumplir es requisito de poder estudiar su presencia en el registro arqueológico.


Funciones ejecutivas: Conjunto de acciones muy relacionadas con el inicio, la planificación y el desarrollo de la conducta, facilitando una adecuada secuencia de la acción en el tiempo y en el espacio. Actúan en todo tipo de cambios tecnológicos, sociales y simbólicos, siendo imprescindibles para su realización. Su grado de desarrollo puede apreciarse por el tiempo que tardan en producirse y evolucionar la cultura de los humanos que las posean.


Creatividad: Supone la capacidad de mejorar conductas, crear nuevos problemas y generar nuevas soluciones a conflictos determinados, por medio de cambios tecnológicos, sociales y simbólicos. Su desarrollo puede comprobarse por medio de la aparición en el registro arqueológico de nuevos aspectos tecnológicos (talla, útiles, materias primas), sociales (conductas que regulan y marcan los aspectos de la convivencia, caza, política y religión), y simbólicos (manifestaciones cargadas de simbolismo como el lenguaje, arte, religión, etc.), que con anterioridad no se tenían conocimiento de su existencia.


Motivación: Indica la existencia de hechos que estimulen la necesidad (interés, componente afectivo) de elaborar mejores y más complejas conductas (plan de acción) de todo tipo (tecnológicas, sociales y simbólicas) para alcanzar una solución (meta). Su única manifestación arqueológica radica en la apreciación de tal necesidad y la propia comprobación del cambio de la conducta, pues para su realización es necesaria una motivación suficiente.


Capacidades cognitivas emergentes: Son la consecuencia de la acción conjunta de las capacidades cognitivas primarias (funciones ejecutivas, creatividad, motivación, atención, percepción, etc.), dando lugar al desarrollo de los conceptos de individualidad social y personal (observable su desarrollo por medio de los adornos corporales, pinturas, grabados y conductas en las que es imprescindible su creación, como serían las religiosas, jerarquización social, etc.), desarrollo de los conceptos abstractos de tiempo y del espacio (conductas que precisen su creación y desarrollo: la caza organizada, estructuración espacial del hábitat y logístico, pautas de conservación y almacenaje, etc.). Son la base del lenguaje y pensamiento simbólico.


Por tanto, el estudio de la conducta de las dos poblaciones (Neandertales y HAM) es el proceso clave que nos puede indicar las características cognitivas de las dos poblaciones, de su similitud o diferenciación. Naturalmente, sólo puede realizarse sobre los cuatro genéricos procesos cognitivos estudiados, y de una forma general.


Algunos autores opinan que la diferencia fundamental entre estas dos poblaciones radica en el diferente desarrollo de sus funciones ejecutivas, concretamente en la denominada como memoria de trabajo (memoria temporal que recupera la información almacenada necesaria para realizar las acciones del momento). Su limitación (en los neandertales) actuaría como un cuello de botella en el correcto funcionamiento de las demás capacidades cognitivas (Coolidge y Wynn, 2001, 2004; Wynn y Coolidge, 2004). No cabe duda que la memoria de trabajo es un componente cognitivo esencial en nuestro comportamiento, pero para comprender nuestra conducta, además de tener una memoria de trabajo realzada, es necesario tener bien desarrolladas las capacidades cognitivas primarias y las emergentes.


Dado lo complejo del asunto y lo parcelado que queda la exposición teórica en el formato del blog, he creído conveniente elaborar un resumen (corto, pero suficiente) que nos sirva de base para el análisis de la conducta de estos procesos cognitivos que en adelante evaluaremos. En el desarrollo cultural humano hay que tener presente:


* La evolución ofrece capacidades funcionales desde el mismo nacimiento (capacidades cognitivas primarias), así mismo existen otras capacidades que sólo se desarrollan si en medio ambiente en el que se vive es el adecuado (capacidades cognitivas exaptativas o emergentes).


* Entre los neandertales y los humanos modernos encontramos importantes diferencias genéticas (separación evolutiva de más de 500.000 años), somáticas y neurológicas (diferente morfología cerebral y posiblemente distintas áreas del LPF) que inducen a creer que se trata de dos especies distintas. No sería raro que sus capacidades cognitivas fueron igualmente diferentes, lo que hay que aclarar en lo posible con el análisis de su particular conducta.


* Las características neurológicas y psicológicas de nuestro sistema nervioso indican la exigencia de un medio ambiente adecuado (que hay que crear), para que através de su influencia o aprendizaje pueda desarrollarse (desarrollo cognitivo) una funcionalidad conductual dentro de los parámetros modernos y simbólicos.


* Las funciones ejecutivas, ubicadas en el LPF, son claves para el buen desarrollo de las capacidades cognitivas emergentes y de la conducta humana. Para su aumento evolutivo es imprescindible un específico y mayor desarrollo de las áreas asociativas del lóbulo frontal.


* Importancia de la sociedad para la motivación y diferenciación individual y social. El lenguaje es un proceso básico en la transmisión de los conceptos abstractos y simbólicos que van a facilitar el desarrollo de las capacidades cognitivas emergentes.


* En definitiva, la conducta no depende sólo de las capacidades cognitivas que posea, sino de su propio desarrollo cognitivo, lo que a su vez depende de las características medioambientales (sociales, demográficas, lingüísticas, tecnológicas, simbólicas, etc.).


* COOLIDGE, F. L. y WYNN, T. (2001): Executive functions of the frontal lobes and the evolutionary ascendancy of Homo sapiens. Cambridge Archaeol. Journal 11: 255-260.
* COOLIDGE, F. L. y WYNN, T. (2004): A cognitive and neuropsychological perspective on the Châtelperronian. Journal of Anthropological Research 60: 55-73.

viernes, 17 de julio de 2009

Nociones de psicobiología humana (Psicología).

Aunque los datos neurológicos son conceptuados como una importante realidad científica, son los estudios psicológicos los que más relacionan al cerebro con la conducta humana. Sin embargo, la conexión de estas informaciones (neurológicas y psicológicas) aún están en un periodo de desarrollo muy incipiente. No obstante, y de forma general, si podemos establecer dicha conexión en el presente y, como parece lógico, en el pasado, salvando las diferencias que puedan existir entre los diferentes homínidos de nuestro género.


En este sentido, las áreas de asociación terciaria del lóbulo prefrontal (LPF) se han relacionado con importantes capacidades cognitivas muy relacionadas con la conducta humana. Serían las funciones ejecutivas (FE) o conjunto de habilidades cognitivas de superior organización e integración que, partiendo de ciertas capacidades cognitivas elementales, permite la maximización de la eficacia conductual en un momento determinado, es decir, de transformar el pensamiento en acción y de efectuar su control (Allegri y Harris, 2001; Barkley, 2001; Coolidge y Wynn, 2001; Estévez-González, et al., 2000; Fuster, 2002; Jódar Vicente, 2004; Kane y Engle, 2002; León-Carrión y Barroso, 1997). Las capacidades cognitivas elementales sobre las que se basa son las siguientes (Rabbit, 1997; Roberts et al., 1998; Stuss y Knight, 2002):

Planificación. Organización de la acción para lograr una meta elegida. Establece un plan estratégicamente organizado de secuencias de acción (motoras o cognitivas).
Flexibilidad. Capacidad de elección entre distintas formas de actuación, cuando es necesario cambiar la acción ante cambios de situación o de tarea.
Memoria de trabajo u operativa. Permite mantener activada una cantidad limitada de información, la cual es necesaria para el buen desarrollo de la acción en ese momento.
Monitorización. Realiza la supervisión necesaria para la ejecución adecuada y eficaz de los procedimientos en curso.
Inhibición. Produce la interrupción de una determinada respuesta que generalmente ha sido automatizada.


La acción conjunta de todas ellas, más el resto de las capacidades cognitivas humanas, van a hacer posible la conducta humana moderna, caracterizada por una importante rapidez o flexibilidad en la adquisición y mejora de nuevas conductas, basándose en el dinamismo de las actividades de exploración y creatividad (iniciativa motora, curiosidad e imaginación). Igualmente, posibilita la capacidad de abstracción y simbolismo, elementos básicos para el desarrollo de un lenguaje simbólico, facilitando el control de la función motora del lenguaje voluntario (área de Broca).

También desarrolla y mantiene el comportamiento social y sexual, gracias al equilibrio emocional (relación LPF y sistema Límbico o cerebro emocional), autocrítica y control de la personalidad.


Por tanto, el LPF es donde se asienta la base neurológica del sistema ejecutivo o centro de integración de la actividad mental superior que controla y desarrolla conductas propias del ser humano, por medio de las funciones ejecutivas y de las demás capacidades cognitivas y emocionales que alberga. Así, su disminución funcional (lesión, cirugía, etc.) tendría un efecto directo y, hasta cierto límite, proporcional a la alteración de la conducta observada.


Teniendo en cuenta toda esta información psicobiológica es fácil admitir la gran importancia que debieron de tener las capacidades cognitivas relacionadas con el LPF con el desarrollo cultural (tecnológico, simbólico y social) de las poblaciones humanas. Así mismo, su diferente grado de capacidad funcional y su consecuente mayor o menor posibilidad de desarrollo, pueden estar muy relacionados con las diferencias conductuales que observamos en los yacimientos.


Algunos autores (Wynn y Coolidge, 2004) opinan que un factor fundamental, para explicar las diferencias cognitivas entre los neandertales y los humanos modernos, sería la potencialización de una memoria a corto plazo o memoria de trabajo realzada. Esta capacidad cognitiva, junto con la atención que activa selectivamente la información necesaria para facilitar la acción del momento (Kane y Engle, 2002), sería la que facilitaría un pensamiento innovador y experimental a nuestro linaje. No cabe duda que la memoria de trabajo constituye un elemento cognitivo esencial en nuestro comportamiento, pero con este particular análisis y el olvido de las demás capacidades cognitivas, el nivel de certeza aceptable puede caer fácilmente en la simple hipótesis, probablemente cierta, pero imposible de comprobar y documentar.


Para comprender nuestra conducta, además de tener una memoria de trabajo realzada, es necesario tener bien desarrolladas las capacidades cognitivas primarias y la aparición de las capacidades cognitivas emergentes. En la actualidad sólo podemos valorar la aparición y desarrollo de conductas observables en el registro arqueológico, que son consecuencias de la acción conjunta de varias capacidades cognitivas (primarias y emergentes) relacionadas con el LPF.


* ALLEGRI, R. F. y HARRIS, P. (2001): La corteza prefrontal en los mecanismos atencionales y la memoria. Rev. Neurol. 32 (5): 449-453.
* BARKLEY, R. A. (2001): The executive functions and self-regulation: an evolutionary neuropsychological perspective. Neoropsychol. Rev. 11: 1-29.
* COOLIDGE, F. L. y WYNN, T. (2001): Executive functions of the frontal lobes and the evolutionary ascendancy of Homo sapiens. Cambridge Archaeol. Journal 11: 255-260.
* ESTÉVEZ GONZÁLEZ, A.; GARCÍA SÁNCHEZ, C. y BARRAQUER BORDAS, LL. (2000): Los lóbulos frontales: el cerebro ejecutivo Rev. Neurol. 31 (6): 566.
* FUSTER, J. M. (2002): Frontal lobe and cognitive development. Journal Neurocytol. 31(3-5).
* JÓDAR, VICENTE, M. (2004): Funciones cognitivas del lóbulo frontal. Rev. Neurol. 39 (2): 178.
* KANE, M. J. y ENGLE R. W. (2002): The role of prefrontal cortex in working-memory capacity, executive attention, and general fluid intelligence: an individual-differences perspective. Psychonomic Bulletin and Review 9, 637-671.
* LEÓN-CARRIÓN, J. Y BARROSO, J. M. (1997): Neuropsicología del pensamiento: Control ejecutivo y lóbulo frontal. Kronos. Sevilla.
* RABBIT, P. (1997): Methodology of frontal and executive function. U.K. Psychology Press.
* ROBERTS, A. C.; ROBBINS, T. W. y WEISKRANTZ, L. (1998): The prefrontal cortex. Executive and cognitive functions. Oxford: Oxford University Press. * STUSS, D. T. y KNIGHT, R. T. (2002): Principles of frontal function. Oxford. Oxford University Press.

domingo, 12 de julio de 2009

Nociones de psicobiología humana (Neurología).

En la corteza cerebral es donde tienen lugar los procesos cognitivos que nos caracterizan, además de ubicar las áreas del control motor y de la percepción sensitiva de nuestro organismo. Todo el proceso tiene dos aspectos, uno neurológico y otro psicológico (en conjunto podría denominarse como psicobiológico), y aunque académicamente parecen aspectos funcionales separados, en la realidad humana es un único proceso cuya manifestación es la conducta humana. Aunque ya vimos algunos aspectos neurológicos relacionados con nuestra conducta, creo que no está de más volver a indicar aquellos aspectos más relevantes sobre el funcionamiento neurológico relacionados con la conducta.


Dentro de la superficie cortical del cerebro las áreas de asociación terciarias son las que más han aumentado en la evolución humana y mayor importancia tienen en la conducta. Así, todo desarrollo cerebral que no se acompañe de un proporcional aumento corporal va a producirse principalmente a expensas de estas zonas corticales. Son áreas donde se producen los procesos cognitivos propios de nuestra conducta, dando conductas superiores, complejas y conscientes.


En la conducta humana cobra especial interés el lóbulo frontal, pues es donde se localizan las capacidades cognitivas fundamentales relacionadas con el control y desarrollo de nuestra conducta en general, aunque siempre teniendo en cuenta que el cerebro actúa como una unidad funcional integrada. Este lóbulo tiene dos áreas funcionales perfectamente conocidas; las zonas más posteriores o áreas motoras (primarias) y premotoras (secundarias), donde se sitúa el control voluntario de nuestra motilidad; mientras que las áreas más anteriores o frontales serían las de asociación terciaria (Luria, 1966) con funciones cognitivas superiores, constituyendo el lóbulo prefrontal (LPF).

En el ser humano adulto el LPF constituye un tercio del total de la superficie del córtex, estando sus propiedades cognitivas relacionadas con la superficie y características funcionales de sus componentes corticales. Se está empezando a conocer que la diferencia neurológica existente entre el ser humano y el resto de los primates pudiera estar en el aumento localizado de algunas áreas de la zona prefrontal (Semendeferi y Damasio, 2000). Un ejemplo sería el caso del área 10 del LPF (relacionado con la iniciativa y la planificación de futuras acciones ejecutivas) del mapa citoarquitectónico de Brodmann, teniendo los humanos modernos una superficie mucho más amplia que los demás primates. Sin embargo, su estructura neurológica es menos densa, permitiendo que existan entre ellas unas interconectividad mucho mayor, como se deduce de la mayor y tardía mielinización observada (Bufill y Carbonell, 2004; Semendeferi et al., 2002). Estos estudios apuntan a que la superficie funcional del córtex del LPF de los humanos es de un carácter alométrico cuantitativo (aumento de la superficie funcional del córtex) y cualitativo (nuevas funciones cognitivas de carácter emergente).

Todo aumento de musculatura o masa corporal conlleva un aumento de las áreas de control motor y sensitivo, si la superficie cortical no aumenta en la misma proporción es posible que el control motor se realice con una disminución de las áreas asociativas, o que estas aumenten evolutivamente en menor proporción. Esta teoría puede ser aplicable al Neandertal, aunque sólo en el plano puramente teórico, pues los scanner realizados a los endomoldes, hoy por hoy, no buscan estas diferenciaciones neuroanatómicas y funcionales. En la figura apreciamos la extensión de las áreas corticales del lóbulo frontal dedicadas al control muscular y las zonas asociativas del LPF. En los neandertales, sobre la base de su mayor musculatura, necesitarían una ampliación de las áreas de control motriz a expensas del LPF.

* BUFILL, E. y CARBONELL, E. (2004): Conducta simbólica y neuroplasticidad: ¿un ejemplo de coevolución gen-cultura?. Revista de neurología 39 (1): 48-55.
* LURIA, A. R. (1966): Higher Cortical Function in Man. Basic Books, New York.
* RIVERA, A. (2009): Arqueología del lenguaje. La conducta simbólica en el Paleolítico. Akal. Madrid. 

* SEMENDEFERI, K. y DAMASIO, H. (2000): The brain and its main anatomical subdivisions in living hominoids using magnetic resonance imaging. Journal of Human Evolution 38: 317-332.
* SEMENDEFERI, K.; LU, A.; SCHENKER, N. y DAMASIO, H. (2002): Humans and great apes share a large frontal cortex. Nature neuroscience 5 (3): 272-276.

domingo, 5 de julio de 2009

¿Puede existir una Paleopsicología?

La verdad es que cuando se escucha tal termino dentro del mundo de la Arqueología sólo encontramos tajantes negaciones, o como mucho una imparcial indiferencia. Sin embargo, cada vez se habla más de capacidades cognitivas, del simbolismo humano, de los conceptos abstractos que componen nuestro pensamiento (individualidad, identidad, espacio, tiempo, etc.), incluso se intenta analizar la conducta humana dentro de estos parámetros, pero desgraciadamente sin una mínima base de conocimientos sobre los procesos psicológicos y neurológicos (psicobiológicos) que los sustentan. 

Aunque sea difícil reconocerlo, no sólo puede existir una Paleopsicología, sino que debe existir como base de los conocimientos de aquellos que estudian el comportamiento humano durante el Paleolítico. Naturalmente, no se trata de estudiar en qué pensaban en el pasado, sino de comprender cómo se fue formando, y de qué circunstancias dependía la creación y el desarrollo de las características del pensamiento moderno y simbólico. Como es obvio, es imprescindible conocer cuales son estas características, lo que sin ningún género de dudas es una de las partes fundamentales de la Psicología. Si, como el testimonio arqueológico así nos muestra, tal proceso tuvo lugar en el Paleolítico, parece necesario que exista una Paleopsicología, especialmente diseñada para el análisis de la conducta en tan lejano periodo.   

Sin embargo, en nuestro intento metodológico hay que tener siempre presentes una serie de limitaciones en el estudio de las capacidades cognitivas. En el análisis de la conducta humana durante el Paleolítico es imposible adquirir una certeza absoluta sobre las conclusiones que alcancemos. El hecho de que sólo podamos obtener información de procesos indirectos, escasos y de difícil interpretación, son motivos suficientes para entender tal afirmación. No obstante, cualquier conclusión que esté fundamentada en una serie de evidencias arqueológicas bien documentadas, que se expliquen con una metodología basada en un estudio multidisciplinar con el suficiente poder explicativo como para formar una tesis razonada, puede ofrecernos un nivel de certeza aceptable. Sobre estas premisas es por donde podemos desarrollar todo nuestro trabajo relacionado con la cognición humana en este periodo.

Como es lógico, lo único que podemos apreciar en el registro arqueológico es la existencia de determinadas conductas, y dentro de unos parámetros generales y a veces poco precisos. Sin embargo, son el reflejo de una serie de capacidades cognitivas, más o menos desarrolladas, que las posibilitan. 

El principal problema con el que nos encontramos responde a la siguiente pregunta: ¿Cómo podemos realizar el estudio de las capacidades cognitivas que tuvieron los seres humanos del paleolítico? Hay que tener en cuenta el carácter genérico e impreciso que tiene el termino de “capacidades cognitivas”, pero que sin embargo tan útil es a la hora de mencionar las cualidades intelectivas de los humanos. Sin embargo, puede que para muchos aparezca otra pregunta: ¿Realmente es necesario introducirnos en ese complejo mundo de las capacidades cognitivas, tan propio de la Psicología, para comprender la conducta humana en al prehistoria? 

Cada uno, según su propio criterio de exigencia científica, puede responder. Pero seguir intentando analizar el simbolismo humano, el inicio del lenguaje, de las conductas metafísicas, de las manifestaciones gráficas o de cualquier otro condicionamiento humano (siempre con una importante carga simbólica) sin ninguna metodología apropiada, puede que sea un trabajo totalmente estéril, al constituir una fuente continua de dialéctica infructuosa, consecuencia de carecer de fundamentos teóricos mínimamente aceptables, que aporten el sentido científico de sus conclusiones. 

En este sentido, la necesidad de comprender fundamentos elementales sobre el funcionamiento neurológico, psicológico (psicobiológico) y social del sistema nervioso humano, se impone como pauta necesaria para una comprensión más profunda de la realidad conductual que desarrollaron nuestros ancestros en el paleolítico. 

El concepto de capacidades cognitivas es una generalidad que no aclara del todo el significado que representan para la especie humana. Se refiere a las cualidades mentales que dan lugar a nuestra conducta específica, pero no explican un hecho fundamental que caracteriza su producción: son capaces, ellas mismas, de producir las condiciones precisas para su propio desarrollo y la creación de nuevas facultades cognitivas con un carácter plenamente emergente. Todo ambiente social, cultural y simbólico ha sido originado previamente por las diversas especies humanas que componen nuestro linaje, siendo este acervo cultural la base para el desarrollo cognitivo de las siguientes generaciones. Así, pueden establecerse, de una forma más didáctica que real, dos grupos de capacidades cognitivas. 

* Capacidades cognitivas primarias, consecuencia de todo aumento cuantitativo en las áreas de asociación, son las que ofrece la evolución de una forma innata y se manifiestan, con mayor o menor intensidad dependiendo de las características medioambientales, con el simple desarrollo neurológico. Son fundamentales para una conducta no simbólica, pues facilitan la adaptabilidad al medio en función de su propio nivel de capacidad y desarrollo. Entre ellas tenemos la memoria, funciones ejecutivas, atención, motivación, creatividad, razonamiento, percepción, etc. Como toda característica humana de base genética su manifestación fenotípica depende, en cierta medida, de las condiciones en las que se desarrollen dentro de un medio ambiente específico.

* Capacidades cognitivas emergentes o aumento cualitativo, su desarrollo se realiza mediante la influencia del medio ambiente cultural, dando lugar a un desarrollo cognitivo o la aparición de nuevas conductas complejas, las cuales, basándose en las cualidades que ofrecen las anteriores y dentro de un medio ambiente determinado, son las que aparecen a lo largo de nuestra evolución ligadas a la cultura que el ser humano es capaz de crear. Su función es la de crear una conducta simbólica con un poder adaptativo muy superior que las anteriores formas de conducta. Destacan la autoconciencia, simbolismo, abstracción, pensamiento verbalizado, lenguaje simbólico, escritura, etc. Este ambiente cultural adecuado hay que crearlo previamente, pues sin él no es posible la producción de tal desarrollo cognitivo. El lenguaje simbólico es un factor cultural de gran relevancia, pues es el mejor medio de comunicación, desarrollo cultural y estructuración del pensamiento. Así, la acción (conducta), pensamiento (experiencia recibida y elaborada por las capacidades cognitivas primarias, y exaptativas) y lenguaje (trasmisión y aprendizaje de los conceptos abstractos elaborados por la sociedad) son las claves de nuestra forma de ser (Rivera, 2004, 2005, 2009).

Así, cuando queramos analizar la conducta simbólica humana, antes habrá que estudiar dos grandes apartados: 

* Los aspectos psicobiológicos y sociales más generales que se relacionan con la conducta humana.
* Qué conductas, relacionadas con determinadas capacidades cognitivas, pueden rastrearse en el registro arqueológico.
Tras lo cual es posible llegar a conclusiones teóricas sobre la conducta humana en sus orígenes con cierto fundamento.


* RIVERA, A. (2004): Arqueología cognitiva. Una orientación psicobiológica. ArqueoWeb 6 (1). Universidad Complutense de Madrid. URL: http://www.ucm.es/info/arqueoweb/index.htm.
* RIVERA, A. (2005): Arqueología cognitiva. El origen del simbolismo humano. Arco/Libros. Madrid.
* RIVERA, A. (2009): Arqueología del lenguaje. La conducta simbólica en el paleolítico. Akal. Madrid.