En la explicación de la conducta humana durante el Paleolítico se dan como realidades adquiridas una serie de patrones conductuales muy parecidas, por no decir talmente iguales, a las que tenemos en la actualidad. Lo peligroso de tal actuación es que se realiza sin ninguna base que apoye tal afirmación.
Esta actuación tiene sus raíces en la tradicional relación (pobre en sus explicaciones y muy limitada en su desarrollo) que existe entre la explicación de la conducta prehistórica y la teoría de la evolución. La verdad es que, aunque en todos los programas de prehistoria se trate el tema de la evolución humana, tienen mucho más que ver con la Paleontología (fósiles, evolución morfológica, creación de especies, etc.) que con la ciencia que estudia la conducta de esos fósiles: la Prehistoria, Arqueología paleolítica o Antropología prehistórica.
La creación evolutiva de las diversas especies humanas se considera un hecho demasiado categórico, y se ven como entidades biológicas y culturales totalmente independientes, lo que como ya vimos no es tan sencillo (Subjetividad en la divulgación científica).
Sin embargo, el desarrollo de la Arqueología ha podido desmentir tan sencilla y categórica relación: Especie-cultura. Hoy en día, ya nadie atribuye una cultura determinada a una sola especie humana (p.e. Neandertal- Musteriense; HAM- culturas del Paleolítico Superior), sin explicar las diversas variaciones que se conocen (Neandertal: Musteriense y Chatelperroniense; HAM: Musteriense levantino y Auriñaciense). Pero, la explicación evolutiva del proceso de heterogeneidad cultural no está muy desarrollada ni difundida. La verdad es que muy pocas veces se exponen los posibles procesos evolutivos que van a posibilitar tal forma de evolución cultural, incluso existe cierta controversia sobre este problema (Biología evolutiva, Psicología y conducta humana).
En este sentido, donde más se nota esta traslación de conductas modernas al pasado, es cuando se habla de simbolismo. Prácticamente los humanos del Paleolítico Medio (neandertales y HAM) podían desarrollar cualquier tipo de conducta simbólica, lo único que se necesita es encontrar unos restos arqueológicos que permitan especular sobre esta posibilidad, sin conocer las condiciones ambientales que pueden o no desarrollar tal conducta ni la forma de desarrollo de sus respectivas capacidades cognitivas. La evolución creaba las capacidades cognitivas y estas se manifestarían casi inmediatamente, sólo necesitaban un leve empujón cultural y, naturalmente todas sus manifestaciones culturas y simbólicas serían iguales.
Pero la realidad, en este caso manifestada por estudios de Etnología, hace necesario matizar algunos aspectos. Todos los seres humanos actuales tienen las mismas capacidades cognitivas, pero su desarrollo y manifestación cultural y simbólica no son iguales. Parece obvio, aunque el trasfondo tiene una gran importancia, pues no me refiero a las manifestaciones culturales que caracterizan a las diferentes poblaciones humanas, sino a la propia conceptualización de su propia personalidad personal y social, y a su ubicación en el tiempo y espacio.
La percepción de la realidad y de nosotros mismos depende del medio en el que nos hemos desarrollado (biológica y culturalmente) y del lenguaje que hemos aprendido. Estas características vivénciales no son iguales entre las comunidades occidentales y, por ejemplo, las sociedades que presentan una aparente perduración de culturas prehistóricas. Sus capacidades cognitivas son exactamente las mismas (en el sentido de la población en general), pero sus manifestaciones difieren sustancialmente. Así, un niño europeo, que desde su nacimiento permanezca en estas particulares culturas, desarrollaría las mismas capacidades conductuales que las de los niños de su entorno, es decir, podría sobrevivir con las mismas garantías que sus compañeros. Pero una vez adulto le costaría mucho adaptarse y sobrevivir a las formas conductuales de los países occidentales.
Mientras que si otro niño de estas comunidades es educado en Europa, adquiriría las formas de conducta propias de cualquier europeo, pero de adulto difícilmente sobreviviría en las condiciones de las poblaciones no occidentales. No es la genética la que marca las diferencias (capacidades cognitivas iguales), sino el medio ambiente que encauzaría el desarrollo cognitivo de cada niño.
Pondré algunos ejemplos contrastados recientemente. La percepción de la realidad que tienen los Q´eqchí (Alta Verapaz, Guatemala), depende de las características ambientales en las que viven (sociales, económicas, culturales, etc.), pues al tratarse de un grupo que practica la agricultura de roza y que no utiliza sistemas de intensificación de la producción, se caracteriza por tener un control limitado de sus condiciones de vida y por consecuencia de una peculiar estructuración de los conceptos de individualidad, tiempo y espacio (Hernando, 1997). El resultado es:
1.- Fuerte sensación de identificación con el grupo como fuente de seguridad frente a la Naturaleza hostil.
Esta actuación tiene sus raíces en la tradicional relación (pobre en sus explicaciones y muy limitada en su desarrollo) que existe entre la explicación de la conducta prehistórica y la teoría de la evolución. La verdad es que, aunque en todos los programas de prehistoria se trate el tema de la evolución humana, tienen mucho más que ver con la Paleontología (fósiles, evolución morfológica, creación de especies, etc.) que con la ciencia que estudia la conducta de esos fósiles: la Prehistoria, Arqueología paleolítica o Antropología prehistórica.
La creación evolutiva de las diversas especies humanas se considera un hecho demasiado categórico, y se ven como entidades biológicas y culturales totalmente independientes, lo que como ya vimos no es tan sencillo (Subjetividad en la divulgación científica).
Sin embargo, el desarrollo de la Arqueología ha podido desmentir tan sencilla y categórica relación: Especie-cultura. Hoy en día, ya nadie atribuye una cultura determinada a una sola especie humana (p.e. Neandertal- Musteriense; HAM- culturas del Paleolítico Superior), sin explicar las diversas variaciones que se conocen (Neandertal: Musteriense y Chatelperroniense; HAM: Musteriense levantino y Auriñaciense). Pero, la explicación evolutiva del proceso de heterogeneidad cultural no está muy desarrollada ni difundida. La verdad es que muy pocas veces se exponen los posibles procesos evolutivos que van a posibilitar tal forma de evolución cultural, incluso existe cierta controversia sobre este problema (Biología evolutiva, Psicología y conducta humana).
En este sentido, donde más se nota esta traslación de conductas modernas al pasado, es cuando se habla de simbolismo. Prácticamente los humanos del Paleolítico Medio (neandertales y HAM) podían desarrollar cualquier tipo de conducta simbólica, lo único que se necesita es encontrar unos restos arqueológicos que permitan especular sobre esta posibilidad, sin conocer las condiciones ambientales que pueden o no desarrollar tal conducta ni la forma de desarrollo de sus respectivas capacidades cognitivas. La evolución creaba las capacidades cognitivas y estas se manifestarían casi inmediatamente, sólo necesitaban un leve empujón cultural y, naturalmente todas sus manifestaciones culturas y simbólicas serían iguales.
Pero la realidad, en este caso manifestada por estudios de Etnología, hace necesario matizar algunos aspectos. Todos los seres humanos actuales tienen las mismas capacidades cognitivas, pero su desarrollo y manifestación cultural y simbólica no son iguales. Parece obvio, aunque el trasfondo tiene una gran importancia, pues no me refiero a las manifestaciones culturales que caracterizan a las diferentes poblaciones humanas, sino a la propia conceptualización de su propia personalidad personal y social, y a su ubicación en el tiempo y espacio.
La percepción de la realidad y de nosotros mismos depende del medio en el que nos hemos desarrollado (biológica y culturalmente) y del lenguaje que hemos aprendido. Estas características vivénciales no son iguales entre las comunidades occidentales y, por ejemplo, las sociedades que presentan una aparente perduración de culturas prehistóricas. Sus capacidades cognitivas son exactamente las mismas (en el sentido de la población en general), pero sus manifestaciones difieren sustancialmente. Así, un niño europeo, que desde su nacimiento permanezca en estas particulares culturas, desarrollaría las mismas capacidades conductuales que las de los niños de su entorno, es decir, podría sobrevivir con las mismas garantías que sus compañeros. Pero una vez adulto le costaría mucho adaptarse y sobrevivir a las formas conductuales de los países occidentales.
Mientras que si otro niño de estas comunidades es educado en Europa, adquiriría las formas de conducta propias de cualquier europeo, pero de adulto difícilmente sobreviviría en las condiciones de las poblaciones no occidentales. No es la genética la que marca las diferencias (capacidades cognitivas iguales), sino el medio ambiente que encauzaría el desarrollo cognitivo de cada niño.
Pondré algunos ejemplos contrastados recientemente. La percepción de la realidad que tienen los Q´eqchí (Alta Verapaz, Guatemala), depende de las características ambientales en las que viven (sociales, económicas, culturales, etc.), pues al tratarse de un grupo que practica la agricultura de roza y que no utiliza sistemas de intensificación de la producción, se caracteriza por tener un control limitado de sus condiciones de vida y por consecuencia de una peculiar estructuración de los conceptos de individualidad, tiempo y espacio (Hernando, 1997). El resultado es:
1.- Fuerte sensación de identificación con el grupo como fuente de seguridad frente a la Naturaleza hostil.
2.- Falta de individualización como mecanismo de identidad. Se refuerzan las semejanzas, no las diferencias.
3.- Menor distancia entre el “yo” interior y la realidad exterior.
4.- Énfasis en la representación de la realidad a través de metonimias, dado que no se establece la distancia entre el “yo” interior y la realidad exterior que requiere la metáfora.
5.- Interpretación de la realidad a través de mitos.
6.- Miedo al cambio, a la transformación de cualquier aspecto de la cultura. La falta de control sobre el presente impide pensar con confianza en el futuro.
7.- Énfasis en el presente y en el Tiempo cíclico.
8.- Énfasis en el Espacio como parámetro esencial al que referir la realidad.
El lenguaje es el principal medio de aprendizaje de estas características de desarrollo cognitivo. En este sentido, se ha desarrollado la llamada hipótesis de Sapir-Whoff. Las lenguas llevan a sus hablantes a pensar de determinadas maneras, es decir, las características del lenguaje son las responsables de la estructuración de la realidad que realizan los que de niño adquieren dicha lengua.
Otro ejemplo nos aclara estas ideas. El español divide el tiempo en pasado, presente y futuro. El hopi, una lengua de la región Pueblo de los indios norteamericanos del sudoeste, no lo hace. Sin embargo, el hopi distingue entre hechos que existen o han existido (para lo que nosotros utilizamos el pasado y el presente) y aquellos que no o que todavía no (nuestro futuro, junto con los hechos imaginarios o hipotéticos). Benjamín Lee Whorf (1956) afirmaba que esta diferencia da a los hispanohablantes y a los hablantes de hopi percepciones diferentes del tiempo y de la realidad. De este modo, la lengua provoca diferencias en el pensamiento (Kottak, 1999: 71).
Igualmente, el léxico o vocabulario influye en la percepción. Así, los esquimales tienen varias palabras diferentes para distintos tipos de nieve a las que en español nos referimos sencillamente como nieve. La mayoría de los hispanohablantes nunca notan la diferencia entre los tipos de nieve e incluso podrían tener dificultades en percibirla aun cuando alguien se las señale (Kottak, 1999: 71).
Esto nos lleva a una genérica conclusión, los grupos de la Prehistoria no podían percibir el Tiempo y el Espacio como nosotros lo hacemos, por lo que la realidad que podían conocer era distinta de la que nosotros contemplamos (Hernando, 1999: 31).
En estas circunstancias ¿Podríamos calificar de científicas las afirmaciones de que los enterramientos de los neandertales y HAM del Paleolítico Medio tenían un significado simbólico, que muchas veces se insinúa de carácter metafísico, cuando las características ambientales que vemos en sus yacimientos no se aprecia el necesario desarrollo cognitivo (personal , temporal y espacial) para la creación de tal simbolismo. Si, además, ni conocemos la forma de su particular desarrollo, ni tenemos un método con las mínimas garantías de su estudio?
El lenguaje es el principal medio de aprendizaje de estas características de desarrollo cognitivo. En este sentido, se ha desarrollado la llamada hipótesis de Sapir-Whoff. Las lenguas llevan a sus hablantes a pensar de determinadas maneras, es decir, las características del lenguaje son las responsables de la estructuración de la realidad que realizan los que de niño adquieren dicha lengua.
Otro ejemplo nos aclara estas ideas. El español divide el tiempo en pasado, presente y futuro. El hopi, una lengua de la región Pueblo de los indios norteamericanos del sudoeste, no lo hace. Sin embargo, el hopi distingue entre hechos que existen o han existido (para lo que nosotros utilizamos el pasado y el presente) y aquellos que no o que todavía no (nuestro futuro, junto con los hechos imaginarios o hipotéticos). Benjamín Lee Whorf (1956) afirmaba que esta diferencia da a los hispanohablantes y a los hablantes de hopi percepciones diferentes del tiempo y de la realidad. De este modo, la lengua provoca diferencias en el pensamiento (Kottak, 1999: 71).
Igualmente, el léxico o vocabulario influye en la percepción. Así, los esquimales tienen varias palabras diferentes para distintos tipos de nieve a las que en español nos referimos sencillamente como nieve. La mayoría de los hispanohablantes nunca notan la diferencia entre los tipos de nieve e incluso podrían tener dificultades en percibirla aun cuando alguien se las señale (Kottak, 1999: 71).
Esto nos lleva a una genérica conclusión, los grupos de la Prehistoria no podían percibir el Tiempo y el Espacio como nosotros lo hacemos, por lo que la realidad que podían conocer era distinta de la que nosotros contemplamos (Hernando, 1999: 31).
En estas circunstancias ¿Podríamos calificar de científicas las afirmaciones de que los enterramientos de los neandertales y HAM del Paleolítico Medio tenían un significado simbólico, que muchas veces se insinúa de carácter metafísico, cuando las características ambientales que vemos en sus yacimientos no se aprecia el necesario desarrollo cognitivo (personal , temporal y espacial) para la creación de tal simbolismo. Si, además, ni conocemos la forma de su particular desarrollo, ni tenemos un método con las mínimas garantías de su estudio?
* Hernando, A. (1997): “Sobre la prehistoria y sus habitantes: mitos, metáforas y miedos”. Complutum 8: 247-260.
* Hernando, A. (1999): “Percepción de la realidad y Prehistoria. Relación entre la construcción de la identidad y la complejidad socio-económica en los grupos humanos”. Trabajos de Prehistoria, 55 (2): 19-35.
* Kottak, C. Ph. (1999): Antropología cultural. Espejo de la humanidad. McGraw-Hill. Madrid.
* Whorf, B. L. (1956): Language, Thought, and Reality: Selected Writings of Benjamin Lee Whorf. Cambridge, Mass.: Technology Press of Massachusetts Institute of Technology.
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