La aceptación de estas capacidades cognitivas como fundamentales en las acciones humanas (inicio, planificación y desarrollo de la conducta, facilitando una adecuada secuencia de la acción en el tiempo y en el espacio), es algo que parece asumido por la comunidad neurológica y psicológica. Incluso dentro de la Arqueología se están estudiando estas capacidades en las dos poblaciones europeas de la transición (Neandertales y HAM). Así, muy recientemente se ha indicado que la causa fundamental de su diferente conducta se debe al distinto desarrollo de sus funciones ejecutivas, concretamente en la denominada como memoria de trabajo (memoria temporal que recupera la información almacenada necesaria para realizar las acciones del momento). Su limitación (en los neandertales) actuaría como un cuello de botella en el correcto funcionamiento de las demás capacidades cognitivas (Coolidge y Wynn, 2001, 2004; Martín-Loeches, 2006; Wynn y Coolidge, 2004). Sin duda, para lograr una correcta funcionalidad conductual es condición necesaria la existencia de una memoria de trabajo realzada, pero no es suficiente por sí sola, pues es necesario tener desarrolladas las demás funciones ejecutivas y una adecuada funcionalidad de las capacidades cognitivas en conjunto.
Ya vimos que olvidar que en realidad las funciones ejecutivas son constructos de difícil definición funcional, ubicación y grado de independencia de unos con otros. Es más, incluso sobre su origen, claramente innato (Psicología evolutiva) o más dependiente de las características del medio ambiente (Psicología cognitiva: procesamiento de la información) (Biología evolutiva, Psicología y conducta humana), existen diferencias académicas no resueltas actualmente. Sin embargo, casi nadie duda de su existencia, así como de que están muy relacionadas con el lóbulo prefrontal humano. Sobre sus funciones existe igualmente un amplio consenso, pues actúan en todo tipo de cambios tecnológicos, sociales y simbólicos, siendo imprescindibles para su realización. Sin un plan organizativo y ejecutivo es imposible construir herramientas, crear nuevos útiles y adornos, organizar las redes sociales y estructurar el complejo simbolismo de una sociedad.
Por tanto, la manifestación en el registro arqueológico de cualquier avance cultural, significa la aparición y desarrollo de estas funciones. La rapidez, intensidad y complejidad de su aparición estarían en relación directa con el nivel de operatividad de las funciones ejecutivas. En este sentido, podemos pensar que algún grado de funciones ejecutivas siempre ha existido en el género Homo, y en mayor medida que las que también tienen los primates actuales. Pero, hay que admitir que en el paso al Paleolítico Superior la capacidad organizativa, creativa y tecnológica adquiere un rápido desarrollo (nunca visto hasta esas fechas).
No hay que olvidar que la conducta también depende de su acción conjunta con otras capacidades cognitivas (creatividad y motivación). Estos tres procesos cognitivos siempre actúan en conjunto, representando las tres facetas de toda realización cultural (motivación, creación y ejecución).
Ya vimos que olvidar que en realidad las funciones ejecutivas son constructos de difícil definición funcional, ubicación y grado de independencia de unos con otros. Es más, incluso sobre su origen, claramente innato (Psicología evolutiva) o más dependiente de las características del medio ambiente (Psicología cognitiva: procesamiento de la información) (Biología evolutiva, Psicología y conducta humana), existen diferencias académicas no resueltas actualmente. Sin embargo, casi nadie duda de su existencia, así como de que están muy relacionadas con el lóbulo prefrontal humano. Sobre sus funciones existe igualmente un amplio consenso, pues actúan en todo tipo de cambios tecnológicos, sociales y simbólicos, siendo imprescindibles para su realización. Sin un plan organizativo y ejecutivo es imposible construir herramientas, crear nuevos útiles y adornos, organizar las redes sociales y estructurar el complejo simbolismo de una sociedad.
Por tanto, la manifestación en el registro arqueológico de cualquier avance cultural, significa la aparición y desarrollo de estas funciones. La rapidez, intensidad y complejidad de su aparición estarían en relación directa con el nivel de operatividad de las funciones ejecutivas. En este sentido, podemos pensar que algún grado de funciones ejecutivas siempre ha existido en el género Homo, y en mayor medida que las que también tienen los primates actuales. Pero, hay que admitir que en el paso al Paleolítico Superior la capacidad organizativa, creativa y tecnológica adquiere un rápido desarrollo (nunca visto hasta esas fechas).
No hay que olvidar que la conducta también depende de su acción conjunta con otras capacidades cognitivas (creatividad y motivación). Estos tres procesos cognitivos siempre actúan en conjunto, representando las tres facetas de toda realización cultural (motivación, creación y ejecución).
¿Qué debemos y podemos buscar?
Dos son las cuestiones que tenemos que afrontar: ¿Qué pudo pasar evolutivamente que facilitó estas capacidades? y ¿Qué características medioambientales tuvieron que existir en esas fechas, y no antes, para que tuviera lugar el desarrollo cognitivo que nos ocupa?
* De la primera pregunta poco podemos decir, pues nos limitamos al simple conocimiento de un aumento del LPF (con las características neurológicas propias de nuestra especie: aumento de superficie cortical funcionante, mayor interconectividad al tener menor densidad, maduración o mielinización muy tardía). A lo que se añade la seguridad de que las funciones ejecutivas están totalmente relacionadas con estas áreas corticales. Naturalmente, tales ideas no son totalmente aplicables a los neandertales, pues no hay que olvidar que son la consecuencia de una evolución diferente, y la anatomía de su cerebro no es exactamente igual a la nuestra (a proposito de la ontogenia del Neandertal).
Dichas funciones adquirirían la capacidad potencial de nuestra especie al aparecer ésta dentro del proceso evolutivo del género Homo. Pero su desarrollo (manifestación cultural) tardaría muchos milenios en aparecer en los yacimientos arqueológicos. Este retraso, junto con otras consideraciones psicológicas acordes con Psicología cognitiva: procesamiento de la información, hace pensar que en realidad se trata de procesos emergentes derivados de las características culturales y sociales del medio en el que se desarrolla el niño al nacer (Ardila y Ostrosky-Solís, 2008). Sin embargo, con este concepto llevado a extremos no comprobados, nos encontramos con otro constructo que nos dificulta más aún el estudio del problema.
Parece claro que la evolución creó estas capacidades (al evolucionar el LPF) en un grado imposible de determinar, pero que requieren la mediación del medio ambiente para que tales capacidades se desarrollen y puedan mediar en la conducta humana. Puede que se trate de una potenciabilidad inespecífica muy dependiente en su estructuración final por las características del medio ambiente, lo que encaja perfectamente con los criterios de emergencia cognitiva humana.
* De la segunda cuestión sólo podemos tener en cuenta los datos que el registro arqueológico nos proporciona. El registro arqueológico nos ofrece una clara diferencia entre las poblaciones de la transición paleolítica, pues indica un dinamismo mayor entre los HAM (conceptuado globalmente en la población en conjunto y no en yacimientos o zonas más o menos aislados) que el observado entre los neandertales.
El desarrollo cultural de los HAM durante el inicio del Paleolítico Superior se caracterizó por la aparición de un gran número de innovaciones, de una forma generalizada, rápida y en amplias zonas europeas. También hay antecedentes en el MSA africano de tales avances tecnológicos y simbólicos, casi desde su aparición como especie (D´Errico, 2003, McBrearty y Brooks, 2000; Mellars, 2005).
Los neandertales durante el Paleolítico Medio mantuvieron una conducta bastante constante, aunque puede apreciarse un cierto desarrollo tecnológico, social y simbólico, pero siempre marcado por una lenta evolución (Gamble, 2001; Mellars, 2005). Algunos autores ven un desarrollo simbólico similar al observado en el MSA africano por los HAM (D´Errico et al., 2003). No parece razonable comparar el registro arqueológico del Paleolítico Medio europeo con el MSA africano, el cual, a pesar de conocerse pocos yacimientos, presenta un desarrollo social, tecnológico y simbólico cada vez más patente (McBrearty y Brooks, 2000). En el inicio del Paleolítico Superior europeo es cuando vemos cambios relativamente rápidos y simbólicos, pero que no se producen en toda su población, ni con el mismo nivel de desarrollo (Mellars, 2005; Rivera, 2008, 2009). Este diferente ritmo del desarrollo cultural y su diversa expresión geográfica indican un distinto funcionamiento global de sus funciones ejecutivas.
Pero el correcto funcionamiento de estas funciones no depende sólo de su propia capacidad, sino que es condición necesaria la correcta funcionalidad de los otros componentes de toda acción humana: Motivación y creatividad. A su vez, la correcta y coordinada actuación de estas tres capacidades cognitivas va a producir, en un ambiente adecuado, la aparición de las capacidades cognitivas emergentes, lo cual dará paso a la conducta simbólica propia de nuestra especie.
Dos son las cuestiones que tenemos que afrontar: ¿Qué pudo pasar evolutivamente que facilitó estas capacidades? y ¿Qué características medioambientales tuvieron que existir en esas fechas, y no antes, para que tuviera lugar el desarrollo cognitivo que nos ocupa?
* De la primera pregunta poco podemos decir, pues nos limitamos al simple conocimiento de un aumento del LPF (con las características neurológicas propias de nuestra especie: aumento de superficie cortical funcionante, mayor interconectividad al tener menor densidad, maduración o mielinización muy tardía). A lo que se añade la seguridad de que las funciones ejecutivas están totalmente relacionadas con estas áreas corticales. Naturalmente, tales ideas no son totalmente aplicables a los neandertales, pues no hay que olvidar que son la consecuencia de una evolución diferente, y la anatomía de su cerebro no es exactamente igual a la nuestra (a proposito de la ontogenia del Neandertal).
Dichas funciones adquirirían la capacidad potencial de nuestra especie al aparecer ésta dentro del proceso evolutivo del género Homo. Pero su desarrollo (manifestación cultural) tardaría muchos milenios en aparecer en los yacimientos arqueológicos. Este retraso, junto con otras consideraciones psicológicas acordes con Psicología cognitiva: procesamiento de la información, hace pensar que en realidad se trata de procesos emergentes derivados de las características culturales y sociales del medio en el que se desarrolla el niño al nacer (Ardila y Ostrosky-Solís, 2008). Sin embargo, con este concepto llevado a extremos no comprobados, nos encontramos con otro constructo que nos dificulta más aún el estudio del problema.
Parece claro que la evolución creó estas capacidades (al evolucionar el LPF) en un grado imposible de determinar, pero que requieren la mediación del medio ambiente para que tales capacidades se desarrollen y puedan mediar en la conducta humana. Puede que se trate de una potenciabilidad inespecífica muy dependiente en su estructuración final por las características del medio ambiente, lo que encaja perfectamente con los criterios de emergencia cognitiva humana.
* De la segunda cuestión sólo podemos tener en cuenta los datos que el registro arqueológico nos proporciona. El registro arqueológico nos ofrece una clara diferencia entre las poblaciones de la transición paleolítica, pues indica un dinamismo mayor entre los HAM (conceptuado globalmente en la población en conjunto y no en yacimientos o zonas más o menos aislados) que el observado entre los neandertales.
El desarrollo cultural de los HAM durante el inicio del Paleolítico Superior se caracterizó por la aparición de un gran número de innovaciones, de una forma generalizada, rápida y en amplias zonas europeas. También hay antecedentes en el MSA africano de tales avances tecnológicos y simbólicos, casi desde su aparición como especie (D´Errico, 2003, McBrearty y Brooks, 2000; Mellars, 2005).
Los neandertales durante el Paleolítico Medio mantuvieron una conducta bastante constante, aunque puede apreciarse un cierto desarrollo tecnológico, social y simbólico, pero siempre marcado por una lenta evolución (Gamble, 2001; Mellars, 2005). Algunos autores ven un desarrollo simbólico similar al observado en el MSA africano por los HAM (D´Errico et al., 2003). No parece razonable comparar el registro arqueológico del Paleolítico Medio europeo con el MSA africano, el cual, a pesar de conocerse pocos yacimientos, presenta un desarrollo social, tecnológico y simbólico cada vez más patente (McBrearty y Brooks, 2000). En el inicio del Paleolítico Superior europeo es cuando vemos cambios relativamente rápidos y simbólicos, pero que no se producen en toda su población, ni con el mismo nivel de desarrollo (Mellars, 2005; Rivera, 2008, 2009). Este diferente ritmo del desarrollo cultural y su diversa expresión geográfica indican un distinto funcionamiento global de sus funciones ejecutivas.
Pero el correcto funcionamiento de estas funciones no depende sólo de su propia capacidad, sino que es condición necesaria la correcta funcionalidad de los otros componentes de toda acción humana: Motivación y creatividad. A su vez, la correcta y coordinada actuación de estas tres capacidades cognitivas va a producir, en un ambiente adecuado, la aparición de las capacidades cognitivas emergentes, lo cual dará paso a la conducta simbólica propia de nuestra especie.
* Ardila, A.; Ostrosky-Solís, F. (2008): Desarrollo Histórico de las Funciones Ejecutivas. Revista Neuropsicología, Neuropsiquiatría y Neurociencias, Vol.8, No.1, pp. 1-21.
* Coolidge, F. L. y Wynn, T. (2004):”A cognitive and neuropsychological perspective on the Châtelperronian”. Journal of Anthropological Research 60:55-73. * D´Errico, F. (2003): The Invisible Frontier. A Multiple Species Model for the Origin of Behavioral Modernity. Evolutionary Anthropology. 12, p. 188-202. * D´Errico, F.; Henshilwood, CH.; Lawson G.; Vanhaeren, M.; Tillier, A. M.; Suressi, M.; Bresson, F.; Maureille, B.; Nowell, A.; Lakarra, J.; Backwell, L. y Julien. M. (2003): “Archaeological Evidence for the Emergence of Language, Symbolism, and Music–An Alternative Multidisciplinary Perspective”. Journal of World Prehistory, 17 (1): 1-70. * Gamble, C. (2001): Las sociedades paleolíticas de Europa. Ariel. Barcelona.
* Martín-Loeches, M. (2006): On the uniqueness of humankind: is language working memory the final piece that made us human? Journal of Human Evolution. 50, p. 226-229. * McBrearty, S. y Brooks, A. (2000): “The revolution that wasn’t: a new interpretation of the origin of modern human behaviour”. Journal of Human Evolution 39: 453-563.
* Mellars, P. A. (2005): “The Impossible Coincidence. A Single-Species Model for the Origins of Modern Human Behavior in Europe”. Evolutionary Anthropology 14: 12-27.
* Rivera, A. (2008): “Cognición y conducta de neandertales y humanos modernos”. Revista Portuguesa de Arqueología. Volumen 11 . * Rivera, A. (2009): “La transición del Paleolítico Medio al Superior. El Neandertal”. ArqueoWeb, 11.
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