domingo, 21 de mayo de 2017

Origen de las representaciones gráficas del Paleolítico superior europeo

Vulvas de Tito Bustillo (España)
Durante el Paleolítico superior se inicia una serie de expresiones gráficas de gran simbolismo, las cuales van a durar todo el periodo. Su inicio y evolución serán paralelas al desarrollo cognitivo humano, siendo utilizadas como soporte externo de las nuevas ideas que las sociedades humanas crearon. Su estudio conlleva, entre otras cosas, analizar la finalidad para las que fueron creadas (Rivera y Menéndez, 2011). Estas manifestaciones gráficas no pudieron ser ajenas a los amplios desarrollos tecnológicos, sociales, demográficos, culturales, simbólicos y lingüístico que conocemos de forma permanente y generalizada de de mismo inicio del último periodo paleolítico. Los mecanismos de feedback o de retroalimentación positiva y/o negativa se incrementaron notablemente en este periodo, por lo que fueron a la vez causa y efecto del desarrollo cognitivo de los humanos que los crearon (Rivera, 2009). Aunque existen antecedentes de estas formas conductuales en el Paleolítico medio, su producción fue limitada, tanto en la elaboración tecnológica como en su distribución geográfica, acoplándose perfectamente en el heterogéneo continuum que representa a la evolución cognitiva y cultural del género Homo. Su producción sería el reflejo de un importante desarrollo de la flexibilidad y racionabilidad conductual, consecuencia de una importante evolución de los conceptos espaciales y temporales (desplazamiento cognitivo), el desarrollo funcional de las funciones ejecutivas del lóbulo frontal, de la creación de una autobiografía ampliamente estructurada y de su articulación global por medio del lenguaje (lenguaje interno), la acción en conjunto de todos estos procesos cognitivos va a producir la emergencia de la capacidad cognitiva que más nos caracteriza: la autoconciencia. Para su realización hay que construir un nicho cognitivo-cultural lo suficientemente desarrollado como para poder desarrollar adecuadamente (emergencia cognitiva) las potencialidades neurológicas que la evolución nos ha conferido (Rivera, 2009: Damasio, 2010; Rivera y Menéndez, 2011).


Sin embargo, el estudio de la autoconciencia es un tema que prácticamente se ha mantenido alejado del trabajo arqueológico tradicional, explicando los avances socioculturales en todos los periodos como mecanismos adaptativos que realizan los seres humanos por medio de las capacidades cognitivas adquiridas por la evolución (d’Errico y Stringer, 2011; Banks, d´Errico y Zilhão, 2013). Pero dejan sin aclarar por qué se produjo en ese momento y no antes, cuando la evolución neurológica ya se había producido, produciendo una sapient paradox (Renfrew, 2008). La Arqueología cognitiva (Estructuralismo funcional) de carácter interdisciplinario ha incorporado al estudio de la evolución conductual humana este proceso cognitivo, por medio de la aplicación de su metodología de estudio al análisis de los datos del registro arqueológico.

Cognición y arte paleolítico

Observamos una gran variación en formas, temas, soportes, expresiones gráficas, materiales usados y ubicación que van cambiando a lo largo del periodo y en diversos lugares. El registro arqueológico nos indica que los temas estarían en consonancia con los problemas o vivencias propias de los grupos humanos del momento: mundo animal, subsistencia, sexo, peligro, simbolismo humano (manos, antropomorfos y teriomorfos) y signos (que pueden relacionarse con todos los anteriores). Su compleja y variada distribución espacial y temporal manifiesta la posibilidad de que no siempre tuvieron el mismo significado simbólico. La ubicación de estos temas respecto al hábitat pudo ser muy relevante, pareciendo razonable suponer que existiría una diferente motivación y significación del arte permanentemente accesible y presente en lo cotidiano, respecto a aquel otro mucho menos asequible que se oculta en la profundidad de la cueva (Menéndez 1994). Tal idea ya fue expuesta y ampliamente seguida en el siglo pasado respecto de los comienzos del arte, en el sentido de que las obras exteriores e interiores no sólo tuvieron contenidos diferentes, sino que responden a motivaciones igualmente diferentes (Laming-Emperaire 1962). El trasfondo social de estas manifestaciones es evidente, se crearon de cara a las necesidades de la sociedad, con el fin de solucionar problemas, resaltar hechos o enseñar conceptos que la sociedad había adquirido con el desarrollo de la autoconciencia y que era difícil explicar socialmente.

Teriántropo de Chauvet (Francia)
Unas manifestaciones estarían cercanas o en el mismo lugar a donde se realizaba la vida cotidiana; su función social habría que buscarla en las necesidades cotidianas del grupo, pues con su realización y permanente visualización se podrían mejorar o solucionar en alguna medida. Mientras que otras se situarían en zonas apartadas del hábitat, en lugares oscuros, alejados o donde no hayan existido áreas de ocupación. Su función, igualmente social, tendría un diferente simbolismo. Estarían relacionadas con una finalidad simbólica nacida de nuevos conceptos o vivencias consecuencia del desarrollo de la autoconciencia, y que aparecen en las sociedades europeas del inicio del Paleolítico superior en Europa, y en el resto del mundo en circunstancias parecidas y épocas distintas.

Creación de nuevos simbolismos autoconscientes

El método que vamos a utilizar en su estudio es el Estructuralismo funcional, el cual nos muestra tres premisas en su desarrollo.

- El desarrollo de la autoconciencia dentro de los conceptos temporales y espaciales (desarrollo cognitivo).
- Todo avance conductual-cultural se realiza a partir del conocimiento de hechos que se ven en la propia naturaleza o están ya asimilados en el acervo cultural.
- En su estudio hay que limitarse a los datos aportados por el registro arqueológico.

Con el desarrollo de la autoconciencia hasta niveles adecuados se producirían mejores interpretaciones de diversos procesos que hasta ahora no se podían realizar, o se hicieron de forma muy básica y con escasas consecuencias conductuales. Me refiero a múltiples procesos naturales que a partir de este momento comenzaron a generar preguntas a los humanos que las vivieron. Las más trascendentes o las que más parece que influyeron en el principio de este periodo fueron las referentes al nacimiento de nuevos componentes del grupo, la muerte en general y las percepciones consecuentes de los estados de conciencia diferentes a la vigilia (sueños, pesadillas) o alterados respecto de la conciencia normal (alucinaciones por enfermedades, ingesta de drogas, etc.). Todos ellos, que con anterioridad se percibirían de una forma más o menos confusa e inevitable, ahora adquieren formas de realidad inexplicable (Rivera y Menéndez, 2011). Las preguntas que pudieron surgir solo pueden ser contestadas con los conocimientos del momento, lo que limita mucho el abanico de posibilidades de las mismas, incluso es muy posible que las respuestas estuvieran entrelazadas. Pueden destacarse tres por su trascendencia en el comportamiento humano del momento y por que pueden ser rastradas, hasta cierto límite, por medio de los datos del registro arqueológico.

Venus de Willendorf
- Sexualidad, fecundidad y nacimiento. Estos fenómenos naturales forman en conjunto un proceso fundamental para las poblaciones humanas del paleolítico, donde la precariedad de la existencia y su corta vida media implicarían que los cambios generacionales fueran vitales para la continuidad del grupo. Desconocemos los conocimientos que pudieron tener de ellos en el inicio del Paleolítico superior, aunque, como expertos conocedores de la vida animal en todas sus facetas, algunos de ellos (fecundación, gestación y nacimiento) les serían muy familiares al verse continuamente en la naturaleza. Paradójicamente, la ausencia de una estación de celo en las mujeres supondría una incógnita por la diferencia que tal hecho supone en comparación con el resto de los animales. Igualmente, pudo ser difícil correlacionar la fecundación con la gestación, pues muchas veces se produciría la primera sin los resultados pretendidos. ¿De qué o quién dependía de que se produjera tal gestación? Son peguntas que, aunque de forma más o menos semiconscientes aparecerían en periodos anteriores, pero es en el inicio del Paleolítico superior, con el desarrollo de un nivel adecuado de autoconciencia, cuando comienzan a ser conscientes, compartidas socialmente y con necesidad de respuestas.

La percepción consciente de la gran diferenciación sexual entre los humanos y los animales que vivían en su entorno (ausencia de celo y posibilidad de continuas relaciones), plantearía ciertos problemas con la concepción de la fecundación, pudiendo separarse en algunos casos ambos procesos. Es decir, se podría usar la sexualidad para fines diferentes de la fecundación, como serían el placer y diferentes rituales desconocidos para nosotros.

- Percepciones en los estados de conciencia alterados. Con la emergencia del nivel de autoconciencia adecuado, los sueños o alucinaciones pasan a ser conscientes, propios, reales y sociales al poder compartir la experiencia. Estos siempre habían existido, pero no podían aflorar al plano consciente sin el desarrollo de la autoconciencia. Sería una emergencia onírica que había que interpretar, comunicar y explicar, siendo necesario buscar nuevas formas y métodos de los conocidos en el inicio del Paleolítico superior. La existencia consciente de estos estados oníricos de alguna manera favoreciera la concepción de un mundo diferente al cotidiano, y que, aunque sea de naturaleza inmaterial, se percibiría como real, pues en el mundo paleolítico serían considerados como normales y reales, y como tales se utilizarían. Para su realización es imprescindible un buen desarrollo de los conceptos del yo-otros, del espacio amplio y diverso, dentro de un tiempo pasado, presente y futuro, pues son características básicas de toda experiencia cognitiva de carácter simbólico, ya sea material o inmaterial (Bueno 1996; Alvargonzález 2005). En este mundo onírico pueden entrar todo aquello que los humanos tuvieran en su memoria (animales, otros humanos, acciones de la naturaleza, objetos, emociones, recuerdos de complejas conductas, etc.). Sin embargo, serían los animales los que, con gran diferencia, adquirirían la principal meta de sus ensoñaciones y/o alucinaciones. Su abundancia, tendencia a la perfección iconográfica y sus múltiples relaciones entre sí y con otros conceptos más o menos abstractos (p. e. sexo, muerte) u otras figuras en mucho menos número (antropoides, manos, caretas) hacen de ellos que adquieran una categoría especial dentro de este mundo espiritual, pues se convierten en númenes o divinidades relacionadas con la naturaleza y los humanos que en ella viven (Alvargonzález 2005), en este particular caso en númenes paleolíticos.

Teriántropo de El Castillo (España)
Estos estados pueden ser incontrolables, como los sueños o las alucinaciones por enfermedad (fiebre, alteraciones psiquiátricas, comas superficiales, etc.); o bien más o menos controlables, como los inducidos por drogas o rituales frenéticos. Todos ellos pueden crear la intuición de que tras estas extrañas percepciones se manifiesta la posibilidad de otro plano de existencia, de otro mundo diferente del cotidiano. Sería un mundo complejo, inmaterial y con entidades que muestran propiedades diferentes de las conocidas entre los seres humanos. Su aceptación implica el desarrollo de un simbolismo espiritual (de base no material en el sentido más estricto), basado no sólo en tener ensoñaciones o alucinaciones, sino en adquirir la conciencia de que uno mismo las tiene como entidades externas a él, y admitir la posibilidad de la existencia de una realidad inmaterial (Rivera y Menéndez, 2011).

Escena del pozo. Lascaux (Francia)
- Muerte. Representaba un proceso cotidiano en todas las poblaciones paleolíticas, pues las consecuencias de las enfermedades, accidentes y lances de caza, entrarían en lo habitual de sus vidas. Con niveles bajos de autoconciencia, cuando tuviera lugar entre los componentes del grupo, se desencadenarían numerosas emociones de difícil solución, pero su actividad de supervivencia debería de continuar. Con la adquisición de mayores niveles de autoconciencia la muerte en sí misma no presentaba ningún cambio, se admitiría como un fenómeno habitual y hasta lógico en su producción, salvo la posible enfermedad cuyo origen se escaparía de su compresión. Pero con la adquisición de los procesos oníricos autoconscientes (estados de conciencia alterados) se produciría un hecho muy difícil de explicar. Se soñaba con los compañeros muertos y se les intuía como si estuviesen vivos, pero no era posible establecer una comunicación con ellos en el sueño, trance o situación onírica especial. Había que interpretar estas experiencias, junto con la existencia de los mismos animales que se habían matado o visto morir y que, por el mucho mayor número de representaciones gráficas que de ellos tenemos, parece tener mayor importancia para las sociedades paleolíticas que la presencia humana en este mundo onírico. Sin duda, la relación biológica, emotiva y cognitiva entre los seres humanos y animales tendría unas particularidades muy diferentes a las actuales, de las que solo podemos intuir hechos de imposible justificación.

Estas experiencias vivenciales (reproducción/sexualidad, conciencia alterada y muerte) solo pueden explicarse mediante los conocimientos adquiridos por medio de la observación del medio ambiente en el que se vive, o de las propias experiencias conscientes que los seres humanos puedan desarrollar en su quehacer cotidiano, cumpliendo así el requisito del Estructuralismo funcional. Este sería el fundamento psicobiológico de porqué todas las poblaciones humanas anatómicamente modernas han desarrollado conductas relacionadas con estas creencias, pero a su vez también explica que su inicio y posterior desarrollo no sea homogéneo, pues es una consecuencia de las características socioculturales de cada población, cuyo desarrollo e interacción es heterogéneo y de diferente evolución en el tiempo y en el espacio.

Experiencias y soluciones que genera

La existencia consciente de estas tres preguntas exigiría soluciones conductuales que facilitasen la vida cotidiana de los grupos humanos. Pero la producción de tales respuestas no fue fácil, pues necesitaron un complejo entramado de ideas y conductas que al final pudieron desemboca en las manifestaciones gráficas de gran carga simbólica que todos conocemos. No conocemos el grado de interrelación que las tres preguntas pudieron tener, aunque la prolongación de cierta vida después de la muerte en ese mundo onírico parece fácil de entender, al soñar o alucinar con seres humanos o animales de los que se sabía que habían muerto y desaparecido de la comunidad. El problema de la fecundidad selectiva tras el apareamiento sería más difícil de comprender y explicar, a no ser que se creasen entidades o ritos ajenos a la propia fecundación, pero que tuvieran la facultad de favorecer la gestación (posible origen de las venus gravetienses).

Con la creencia del mundo onírico e inmaterial aparece la necesidad de explicar su existencia, así como de intentar interaccionar con él, pues es una parte del mundo en el que se vive. Estas necesidades de relación e interacción pueden más o menos controlarse mediante el uso de drogas o conductas que favorezcan la producción de los estados alterados de conciencia. Pero no todos los componentes del grupo pueden realizar ni controlar tales prácticas, pues sin duda producirían consecuencias no deseables en varios de sus miembros, llegando incluso a la muerte de quienes lo practicasen sin demasiado conocimiento. Era necesario que sus prácticas recayesen en ciertas personas que, con la experiencia asumida de sus antepasados y la suya propia, pudieran sortear los peligros de su realización y desarrollo. Sobre estos personajes (intermediarios paleolíticos) recaería el trabajo de la explicación del mundo onírico que en teoría controlaban, y para su desarrollo social en Europa occidental se eligió un ambiente que se pareciera al experimentado en los sueños, como es el mundo subterráneo de las cuevas en donde vivían o no. Estos hechos sabemos que se produjeron desde el mismo inicio de las manifestaciones gráficas (Auriñaciense), pero la exacta forma de su realización es algo que es muy difícil de poder conocer con exactitud.

El mundo de los sueños y/o alucinaciones (onírico) al que pueden llegar los mediadores paleolíticos, tiene unas características muy especiales, las cuales son difíciles de explicar y trasladar al resto de la comunidad. Había que recrear el simbolismo del mundo onírico. Para tal fin se relacionaron sus características con las del mundo subterráneo, pues ambos ambientes tienen importantes semejanzas. Destacan la propia oscuridad, el silencio, la dificultad en la movilidad, el frio y la humedad y, desde luego, cierto deseo de acrecentar las semejanzas y minimizar las diferencias. Si se trataba de representar ese mundo onírico ante el resto de la población, la profundidad de las cuevas o lugares oscuros y aislados cumplen perfectamente el papel. Sin embargo, la finalidad de las ceremonias que pudieran realizarse en estos apartados lugares se nos escapa y cualquier explicación, aunque parezca razonable y lógica, constituye una hipótesis de muy difícil demostración. Pero tal dificultad no debe impedir que, aunque de una forma genérica y limitada, se intente analizar el papel que pudieron tener tales figuras, entre las que destacan los teriántropos como muestras claves en su interpretación.

Al reconocer en ese otro mundo a los humanos y animales muertos, es fácil asociar la idea de que era un lugar a donde se iría después de la muerte, tanto los humanos como el resto de los animales. El interés que despertaría su existencia y conocimiento, así como la presencia de otras emocionas de mayor repercusión social (miedo, desasosiego, angustia, etc.) motivaría la necesidad de comunicación para su conocimiento y un posible control. El papel de las emociones en este contexto es fundamental, por lo que la influencia de las emociones primarias, entre las que destaca el miedo, fue uno de los principales motivos que impulsaría la creación de las respuestas simbólicas que significaría el arte paleolítico en el interior de las cavidades (Rivera, 2015).

Pero para comunicarse habría que ir allí y establecer la relación. Como la mayoría de las representaciones gráficas de las cuevas son de animales, parece que el interés se centraba más en comunicarse con los animales que con los humanos. Para su logro se necesitaba superar un gran problema, pues en la vida cotidiana la comunicación entre animales y humanos no existía. Se tenía que realizar una transformación del elegido (intermediario paleolítico) para controlar estos procesos de forma que, al semejarse a los animales, podría comunicarse con ellos. La inversión antropológica, o formas análogas de conducta humana (p. e. personificación), pudieron ser un intento de relacionarse con tales seres utilizando los medios conocidos, como es la comunicación natural entre los miembros de una misma especie (comunicación verbal o simbólica entre humanos).

El viaje hacia ese mundo onírico significaba morir o algo parecido de lo que se podría retroceder, lo que se podría lograr por medio de mecanismos relativamente controlables. Serían las alucinaciones inducidas por drogas de la naturaleza, junto con rituales frenéticos de carácter repetitivo. En estos casos, se puede establecer una causa-efecto y un cierto control. No se conocen el uso de alucinógenos en el paleolítico, pero no sería nada raro que, en su permanente búsqueda de vegetales comestibles, de una forma accidental encontraran algunos de ellos con estas propiedades. La interpretación o explicación de lo sucedido tras su ingesta les llevaría a una respuesta de carácter espiritual, claramente diferente con su conducta simbólica hasta este momento, siendo muy difícil de definir para ellos, de explicar al resto de la sociedad, y de comprender por nuestra parte.

La actuación de estos intermediarios paleolíticos, desde una visión externa a ellos, parecería como una muerte aparente, pasajera y reversible, lo que se ha querido relacionar con el trance visto en muchas sociedades primitivas y realizados por personajes determinados (chamanes, brujos, hechiceros, etc.). Sin embargo, la experiencia personal de este intermediario paleolítico no sería de muerte aparente y renacimiento (conceptos aún no bien desarrollados), sino de traslación a ese otro mundo para comunicarse con los animales allí presentes.

Humanización o Antropomorfización de la naturaleza

Puede asumirse que los intermediarios paleolíticos serían los teriántropos representados en el arte paleolítico de las cavidades, aunque siempre existirán dudes sobre tal aseveración. Si se quería establecer algún contacto con los animales representados en el mundo onírico habría que encontrar formas que lo permitieran. Este complejo proceso puede realizarse conceptualmente de dos formas: O los humanos adquieren formas y características de los animales con los que se quiere relacionarse (inversión antropológica y/o personificación), o los númenes de ese mundo onírico se humanizan (humanización), adquiriendo cualidades humanas y facilitando la comunicación. Con los datos iconográficos de los teriántropos parece que la primera solución debió de ser la más usada. Solo la cabeza de bisonte de Peña de Candamo parece corresponder a la segunda hipótesis, pero su gran semejanza con el bisonte de La Pasiega (cabeza menos humanizada) nos hace dudar de su realidad como teriántropo. Esta forma de actuación es la base teórica sobre la que se asienta el origen de las entidades espirituales que con el tiempo se denominaron dioses y, con los rituales de relación y explicación de su poder, desarrollaron las conductas religiosas.


Este razonamiento es igualmente aplicable al origen de las venus gravetienses. El problema de la fecundidad selectiva tras el apareamiento sería más difícil de comprender y explicar, a no ser que se creasen entidades o ritos ajenos a la propia fecundación, pero que tuvieran la facultad de favorecer la gestación. Naturalmente, el concepto de esta entidad tendría que surgir de las vivencias y experiencias humanas. Toda nueva vida aparece a partir de algo o de alguien, las plantas de la tierra y los animales de sus madres, ambos son los que producen nuevas formas de vida, y por tanto, las entidades que se podrían elegir como entes que favorecen el renacer de la vida serían la tierra (Madre tierra, concepto personificado) y una mujer (Venus con atributos femeninos maternales y sin o con un rostro anodino) con capacidad para favorecer aquello de lo que estaría preparada para realizar, la fecundación. La primera parece que hasta los tiempos de la agricultura no tiene un buen desarrollo, pero el segundo tuvo plena desarrollo ya en el Paleolítico superior.

Conclusiones

La aceptación del desarrollo de la autoconciencia como capacidad cognitiva emergente, tras el desarrollo del lenguaje, creación de la memoria autobiográfica y en desarrollo de las funciones ejecutivas del lóbulo frontal, es un hecho que hay que admitir. Su desarrollo con características de modernidad conductual, dentro de su heterogéneo continuum en el tiempo y en el espacio, es la explicación más coherente y mejor fundamentada sobre los cambios conductuales acaecidos desde el inicio del paleolítico superior. La explicación de las complejas conductas simbólicas que desde entonces se produjeron, no deja de ser una adecuada aplicación de este desarrollo cognitivo a los conocimientos de cada momento y lugar. Pero su utilización no depende de su explicación teórica, sino de su aceptación académica, lo que por ser un complejo estudio interdisciplinar, parece que hay que esperar largo tiempo, aunque tarde o temprano llegará.



- Alvargonzález, D. (2005): “El problema de la verdad en las religiones del Paleolítico”. En Jiménez, F; Peñalver Gómez, P y Ujaldón Benítez, E. (coord.). Filosofía y cuerpo: debates en torno al pensamiento de Gustavo Bueno. Págs. 213-243. Ediciones Libertarias/Prodhufi. Madrid.
- Banks, W. E.; d´Errico, F. y Zilhão, J. (2013): Corrigendum to “Human-climate interaction during the Early Upper Palaeolithic: Testing the hypothesis of an adaptive shift between the Proto-Aurignacian and the Early Aurignacian” Journal of Human Evolution, Volume 64, Issue 1: 39-55.
- Bueno, G. (1996): El animal divino. Ensayo de una filosofía materialista de la religión. Pentalfa. Ed. Oviedo.
- Damasio, A. (2010): Y el cerebro creó al hombre. Ed. Destino. Barcelona.
- D´Errico, F. y Stringer, Ch. B. (2011): “Evolution, revolution or saltation scenario for the emergence of modern cultures?” Philosophical Transactions B. 366, 1060-1069.
- Laming-Emperaire, A. (1962): La signification de l'art rupestre paléolithique; méthodes et applications. A. and J. Picard.
- Menéndez, M. (1994): “Arte rupestre y arte mueble paleolítico: Relaciones”. Complutum 5: 343-355.
- Renfrew, C. (2008): “Neuroscience, evolution and thesapient paradox: the factuality of value and of the sacred”. Phil. Trans. R. Soc. B 363, pp. 2041-2047.
- Rivera, A. (2009): Arqueología del lenguaje. La conducta simbólica en el Paleolítico. Akal, Madrid.
- Rivera, A. (2015): “Arqueología de las emociones”. Vínculos de Historia, núm. 4, pp 41-61. UCLM.
- Rivera, A. y Menéndez, M. (2011): Las conductas simbólicas en el paleolítico. Un intento de comprensión y análisis desde el estructuralismo funcional. Espacio, Tiempo y Forma. Serie I Prehistoria y Arqueología. Nueva época nº 4.

No hay comentarios: