La Arqueología, Prehistoria o Antropología prehistórica intentan estudiar la conducta del linaje humano en todo su desarrollo evolutivo. Para su logro, utilizan los métodos que sus respectivas disciplinas han elaborado a lo largo de su desarrollo como ciencia. Sus logros son importantes en todos los campos, aunque existen notables diferencias en diversos aspectos. Mientras que en el estudio del dónde y cuándo del inicio y desarrollo de la conducta humana cada vez se conoce mejor evolución en el Paleolítico, en los criterios del porqué y cómo de su producción los avances son mucho más lentos. La respuesta a tal diferenciación es obvia, pues mientras que en el primer caso estas ciencias se han mostrado eficaces mediante el estudio de los yacimientos arqueológicos, en el segundo caso carecen de métodos adecuados para el logro de sus metas: la comprensión de la conducta humana como consecuencia de las capacidades cognitivas adquiridas evolutivamente.
En los medios arqueológicos se
aprecia poca inquietud por resolver la carencia metodológica que limita la
comprensión del segundo caso. Su causa puede radicar en una aparente falta de
necesidad, consecuencia de criterios evolutivos muy genéricos que explican el
proceso de forma demasiado elemental. La concepción del proceso biológico de la
evolución como una simple expresión de las mutaciones genéticas, junto con la
falta de comprensión de la realidad psicobiológica del género Homo, han
llevado a considerar las causas del porqué y del cómo de los
cambios conductuales como meras manifestaciones de las mutaciones genéticas
producidas durante todo el proceso evolutivo. Con estos criterios, cada vez que
se produce un cambio conductual importante, son muchos autores los que opinan
que se pudo deber a una mutación que favoreció tal cambio, lo que significando
una mejora adaptativa superó los impedimentos de la selección natural.
No
obstante, el registro arqueológico, que como manifestación del cuándo y dónde
de los cambios conductuales es un diario de gran valor, no aporta datos sobre
tal teoría sino todo lo contrario. En los intentos de
establecer una correlación entre las capacidades cognitivas humanas y los datos
arqueológicos, Colin Renfrew descubre lo que ha denominado como sapient paradox. Conocemos que la base biológica de nuestra especie se estableció hace
más de 100.000 años, mientras que las primeras muestras arqueológicas de un
comportamiento sabio (simbólico y complejo) no aparecen
hasta fechas que sitúa sobre el 60.000 BP (p.e. en África en Bomblos), pero las
conductas propias de nuestro sabio cerebro no se establecieron hasta mucho
después de forma definitiva hasta el inicio del Paleolítico superior (40.000 BP
en Europa). Con estas consideraciones arqueológicas las conductas con un complejo
simbolismo (religión, lenguaje, arte, etc.) se ven más como trayectorias de un
desarrollo cultural que como consecuencia de una innata capacidad biológica
producida por una específica mutación. Hay que pensar que los cambios
conductuales que se aprecian en el inicio de las culturas del Paleolítico
superior puedan considerarse como productos emergentes o emergencias conductuales (Renfrew, 2008).
La Arqueología cognitiva de Renfrew explica hechos muy importantes de la forma en que se ha ido desarrollando la conducta humana, pero ha tenido poco calado en los autores que de forma más tradicional han continuando explicando el registro arqueológico con criterios que no incluyen sus conclusiones. Tal forma de actuar, que además es contraria a lo que la Neurología y Psicología actuales indican, atribuyen un carácter independiente a cada uno de los procesos cognitivos que se pueden rastrear en los datos arqueológicos. En este contexto, la conducta simbólica (p. e. conductas con un simple aspecto religioso) puede producirse en cualquier momento, solo es suficiente encontrar un objeto (p. e. el encuentro del bifaz “Excalibur” en Atapuerca) susceptible de ser interpretado como portador de un simbolismo religioso (ajuar), para considerar al yacimiento como un ejemplo de una conducta simbólica específica y compleja (enterramiento con unsimbolismo de otra vida). Esta conclusión se realiza sin tener en cuenta el desarrollo cognitivo y conductual de la población que realizó tal conducta aparentemente simbólica. Así, se llega a la conclusión de que se puede tener un desarrollo espiritual o simbólico alto, mientras que el resto de las formas conductuales que vemos en el yacimiento indican una importante limitación para el desarrollo de conductas adaptativas, lo que limita mucho la supervivencia de la comunidad.
La Arqueología cognitiva de Renfrew explica hechos muy importantes de la forma en que se ha ido desarrollando la conducta humana, pero ha tenido poco calado en los autores que de forma más tradicional han continuando explicando el registro arqueológico con criterios que no incluyen sus conclusiones. Tal forma de actuar, que además es contraria a lo que la Neurología y Psicología actuales indican, atribuyen un carácter independiente a cada uno de los procesos cognitivos que se pueden rastrear en los datos arqueológicos. En este contexto, la conducta simbólica (p. e. conductas con un simple aspecto religioso) puede producirse en cualquier momento, solo es suficiente encontrar un objeto (p. e. el encuentro del bifaz “Excalibur” en Atapuerca) susceptible de ser interpretado como portador de un simbolismo religioso (ajuar), para considerar al yacimiento como un ejemplo de una conducta simbólica específica y compleja (enterramiento con unsimbolismo de otra vida). Esta conclusión se realiza sin tener en cuenta el desarrollo cognitivo y conductual de la población que realizó tal conducta aparentemente simbólica. Así, se llega a la conclusión de que se puede tener un desarrollo espiritual o simbólico alto, mientras que el resto de las formas conductuales que vemos en el yacimiento indican una importante limitación para el desarrollo de conductas adaptativas, lo que limita mucho la supervivencia de la comunidad.
No existe tal diferenciación cognitiva que
posibilita una conducta simbólica compleja (conceptos religiosos) e impide un
desarrollo técnico y sociocultural de igual complejidad. La Psicobiología
actual y el registro arqueológico (la sapient paradox de Renfrew)
van por otros caminos. Para tener unos conceptos religiosos hay que tener
también un adecuado desarrollo de la autoconciencia y de los
conceptos temporales y espaciales de la realidad en la que se
vive. Sin este adecuado desarrollo no es posible que existan conductas
religiosas, por muy simples que sean, por lo que hay que buscar otras causas
que justifiquen tales conductas (p. e. enterramientos intencionales en le
Paleolítico medio).
La autoconciencia humana
La autoconciencia humana en un proceso que se gestó en el paleolítico, indudablemente con una base de evolución biológica (evolución cerebral) y un medio ambiente adecuado para la estructuración funcional de ese cerebro. Desde la limitada conducta del Homo habilis a la que presentaba el Homo sapiens en el Paleolítico superior hay una enorme diferencia en su conducta, que no puede explicarse solamente con fenómenos de simple adaptación a medios más o menos hostiles. Sin embargo, la introducción del problema de la autoconciencia en
la Arqueología está muy poco
desarrollada, pues en los yacimientos arqueológicos existen muy pocos
datos sobre su inicio y evolución, ni tampoco existe un método que facilite su
estudio. Este tema es crucial para la compresión de la conducta
humana en el paleolítico, pues es el logro de niveles adecuados de
autoconciencia lo que facilitarían el inicio de otras conductas más complejas.
Sería la consecuencia de un desarrollo de la reflexividad cognitiva que se
adquiere (p. e. adecuar las respuestas a las vivencias del momento mediante el
uso de los datos de la memoria, teniendo en cuenta la realidad personal y
social en un tiempo y espacio determinado) y de la flexibilidad conductual (posibilidad
de cambiar de conducta con mayor facilidad y rapidez). Pero tales ideas sólo se
pueden adquirir por medio de una mínima compresión de la información que la
Neurología y Psicología nos aportan en la actualidad. De ahí la necesaria
utilización de formas metodológicas de corte interdisciplinario. Con
estas premisas podemos preguntarnos sobre nuestra autoconciencia la siguiente
cuestión:
¿Es la autoconciencia una facultad heredada que
siempre se manifiesta en nuestra especie, o corresponde a una capacidad
evolutivamente adquirida, que se desarrolla gracias a la influencia del
ambiente social y cultural en el que nacemos y vivimos?
La Arqueología (sapient paradox de
Renfrew) y los datos psicobiológicos actuales indican que la relación de su
aparición se establece con características psicobiológicas de las capacidades
cognitivas evolutivamente adquiridas y las particularidades medioambientales en
las que se vive. Con su desarrollo adecuado y mutua interrelación, van a dar
lugar a nuestra conciencia reflexiva. Sin un ambiente adecuado tal propiedad
cognitiva no se manifiesta, o lo hace de forma inadecuada. En este sentido,
sería la utilización de específicas informaciones aprendidas del medio social,
que facilitan el desarrollo de una conducta con características especiales
(Marina, 1998). Podríamos definirla, a pesar de la importante controversia que
existe al respecto, como el conocimiento subjetivo que tenemos sobre nuestros
propios procesos mentales, de la información que recibimos, de los actos que
realizamos y de nuestra relación con los demás. Por tanto, la conciencia
reflexiva o autoconciencia corresponde a una capacidad cognitiva, con cierto
carácter innato en función de su posibilidad de desarrollo, que para que se
manifieste en la conducta es necesario una estimulación y aprendizaje
adecuados, por medio de un entorno sociocultural concreto. De esta concepción
aparece el concepto de emergencia conductual.
Actualmente, son muchos los
autores que están de acuerdo que tal proceso es una propiedad emergente del
cerebro. El concepto parece nuevo, aunque tiene relación con la concepción de
exaptación evolutiva, pues se basa en el mismo principio, aunque con enfoques
diferentes (psicológicos y evolutivos). El profesor de Filosofía John R.
Searle, en su libro “El misterio de la conciencia” ofrece una definición muy
precisa (2000):
Una propiedad
emergente de un sistema es una propiedad que se puede explicar causalmente por
la conducta de los elementos del sistema; pero no es una propiedad de ninguno
de los elementos individuales, y no puede explicar simplemente como un agregado
de las propiedades de estos elementos. La liquidez del agua es un buen ejemplo:
la conducta de las moléculas de H2O explica la liquidez, pero las moléculas
individuales no son líquidas.
La conciencia
reflexiva es pues una propiedad emergente de la conducta (Álvarez Munárriz,
2005; Mora: 2001), resultante de la unificación funcional de otras capacidades
cognitivas (mecanismos de atención seriados, memoria a corto plazo, emotividad,
etc.) que, por sí solas, no explican tal propiedad, pero la suma funcional de
ellas daría lugar a las propiedades de autoconciencia humana (Edelman y Tononi,
2000; Mora, 2001). El desarrollo de la conciencia reflexiva se producirá cuando
las capacidades cognitivas lo permitan, y las características del medio
ambiente sean las adecuadas. Si en la actualidad tales condiciones parecen
obvias, en la prehistoria adquieren un protagonismo esencial. Las primeras van
apareciendo con la evolución física, mientras que las segundas hay que
crearlas, teniendo un desarrollo propio y diferente a la evolución neurológica.
¿Cuáles son las características del medio
ambiente que favorecen la emergencia de la autoconciencia? Existen varias, y
todas ellas relacionadas con los procesos sociales que ocurren en las
comunidades humanas, y por supuesto relacionadas entre sí. Destacaré dos por
ser las más importantes y que mejor se han estudiado:
I.-
El desarrollo del lenguaje. Las funciones del lenguaje son varias
(social, comunicativa y cognitiva), de ellas la tercera es la menos conocida
pero no por ello menos importante. La Función cognitiva (comunicación interna) sería una interacción cognitiva entre el
lenguaje y el pensamiento, facilitando el pensamiento racional por medio de
diversos procesos internos, como son el lenguaje interno, el pensamiento
verbalizado, el lenguaje intelectualizado, el procesamiento computacional de la
información, el desarrollo de las capacidades de abstracción, la simbolización,
la conciencia reflexiva, el aprendizaje, etc.
La utilización del
lenguaje por parte del pensamiento conlleva la limitación de las
características del mismo, si éste es muy limitado en concepciones abstractas,
el pensamiento tendría igualmente cierta limitación en el uso de tales
conceptos abstractos no aprendidos. El lenguaje es el medio por el cual
aprendemos todos los conceptos abstractos (conceptos sobre la individualidad,
el tiempo, el espacio, la negación, religión, arte, etc.) que nuestra sociedad
haya podido ir creando a lo largo de su desarrollo. No podemos esperar que cada
niño, en su crecimiento y desarrollo particular, deba ir creando todas las
abstracciones que la sociedad ha originado a lo largo de su largo periplo
cultural. El lenguaje es el medio por el cual el niño, de una manera rápida,
guiada y ordenada, adquiere ese conjunto de abstracciones fundamentales en
nuestro medio social. Igualmente, dotamos a nuestro pensamiento de una herramienta
fundamental para poder desarrollar las capacidades cognitivas que nos
caracterizan (lenguaje interno). El niño, al ir asimilando las abstracciones
que aprende por medio del lenguaje que escucha de la sociedad en la que vive,
dentro de su periodo crítico de maduración neurológica, organiza su sistema
nervioso en función de las cualidades que tales abstracciones le ofrecen
(Belinchón et al. 1992; Vygotsky, 1920).
II.-
El desarrollo de las sociedades humanas en todos sus aspectos: social,
económico, tecnológico, demográfico, etc. En este contexto de
desarrollo es donde se van a producir las abstracciones que caracterizarían las
cualidades del lenguaje, cuanto más complejas son las actividades de la
sociedad, más elaborado serían las abstracciones que el lenguaje puede crear,
recoger, almacenar y transmitir a las nuevas generaciones. Todas estos procesos
sociales y lingüísticos serían las que irían creando y magnificando lo que el famoso neurocientífico Antonio Damasio
(2010) denomina como autoconciencia biográfica, la cual,
expresada en la complejidad del lenguaje, contribuye de forma muy significativa
a crear las estructuras principales de la autoconciencia humana.
Con
el desarrollo de estas condiciones sociales surge el concepto de individualidad
(social y, sobre todo, personal), con el que se iniciamos el reconocimiento e
interiorización de la idea abstracta del yo / nosotros en relación con el
concepto de tú / otros. Pero tal emergencia conductual no es un todo o nada, sino un continuum ampliamente heterogéneo en el tiempo y en el
espacio geográfico. La individualidad depende de las características
lingüísticas y sociales en el que se vive, por lo que sus cualidades estarían
condicionadas a sus grandes desigualdades, las cuales están bien recogidas en la historia de todas las sociedades humanas.
Autoconciencia en el registro arqueológico
El registro arqueológico, como
testigo de los avances cognitivos y conductuales humanos, nos muestra las
fechas y lugares (actualmente con una credibilidad aceptable, aunque no exacta)
en los que se iniciaron los cambios conductuales que reflejan el inicio de esta
capacidad emergente humana. Un ejemplo del que tenemos muchos datos es la
transición al Paleolítico superior en Europa.
- En el Paleolítico medio
(Europa y el Próximo Oriente) las poblaciones humanas se encuentran sumergidas
en la cultura Musteriense, con una tecnología lítica muy conocida, en la que
las láminas son escasas y poco definidas (pero existen). El trabajo del hueso
es muy escaso y se realiza con técnicas propias de la talla lítica. Los adornos
conocidos son muy escasos y corresponden a productos que por su color y forma
llaman la atención (plumas, piedras de colores, fósiles, etc.). En general, se va apreciando un
paulatino, aunque muy heterogéneo en el tiempo y en el espacio, desarrollo de
la complejidad social, tecnológica y logística, pero no lo suficientemente
desarrollado como para ofrecer las condiciones necesarias para generar una
autoconciencia biográfica y un lenguaje complejo.
- Pero que no se llegue al nivel
requerido no implica que se esté en el camino de lograrlo. Los primeros avances
serían el inicio de la propia identificación social del grupo en contrapunto
con la identificación de las demás poblaciones, es decir, a la creación del
concepto de la individualidad social. En su paulatino aumento de
complejidad, darían lugar a diferentes manifestaciones de tipo social,
tecnológico, político y religioso dentro del propio grupo (Elías, 1990;
Hernando, 2002). Así, se iniciarían los criterios de individualidad
personal o diferencias particulares que surgen entre los elementos de
un mismo grupo humano (autoconciencia
biográfica entendida como el germen de la propia autoconciencia
individual, tal y como la entendemos en la actualidad).
- Arqueológicamente se comprueba
su suficiente desarrollo con la producción de cambios tecnológicos y
socioeconómicos que han caracterizado al inicio del Paleolítico
superior. En poco tiempo, dentro del computo temporal del paleolítico, aparecen
la producción de adornos, la tecnología ósea con
medios productivos específicos para tal materia prima, una tecnología
lítica laminar muy definida y lograda cada vez con mayor variedad de
útiles, y unos criterios de generalización espacial en todos
estos avances (sociales, técnicos y simbólicos) muy importantes.
- Con relativa posterioridad se
comienzan a ver las manifestaciones graficas de muy variado tipo
y forma. El simbolismo inicia un desarrollo nunca visto hasta entonces. Sólo con el logro de estas
premisas cognitivas (individualidad dentro de unos delimitados conceptos espaciales
y temporales) es cuando pueden comenzar a desarrollarse los patrones
conductuales de un simbolismo complejo, como serían los metafísicos
(magia, religión, etc.), que pueden relacionarse con la
aparición de las imágenes parietales y mobiliares.
- La complejidad social,
tecnológica y simbólica adquieren un importante progreso, a la que hay que
añadir una generalización y persistencia generacional que nunca se había visto
antes. El ser humano razona mejor y es más flexible
en sus decisiones y cambios de conducta, de una forma mucho más rápida
de cómo lo había realizado hasta este momento.
Esta general visión arqueológica
de la evolución de la conducta humana en la transición paleolítica se ajusta
muy bien a las condiciones de producción de la autoconciencia humana, y sirve
de ejemplo de cómo los trabajos interdisciplinares ofrecen mejores respuestas a
las preguntas que podamos tener sobre nuestro pasado.
* ÁLVAREZ MUNÁRRIZ, L. (2005):
“La conciencia humana”. En: La conciencia humana: perspectiva cultural.
Coord. por Luis Álvarez Munárriz, Enrique Couceiro Domínguez. Anthropos.
Barcelona.
* BELINCHÓN, M.; IGOA, J. M. y
RIVIERE, A. (1992): Psicología del lenguaje. Investigación y teoría.
Madrid. Trotta.
* DAMASIO, A. (2010): Y el
cerebro creó al hombre. Destino. Barcelona.
* EDELMAN, G. M., y TONONI, G.
(2000): Un Universe of Consciousness. Basic Books, New York.
* ELÍAS, N. (1990): La
sociedad de los individuos. Ensayos. Península / Ideas. Barcelona.
* HERNANDO, A. (2002): Arqueología
de la identidad. Akal. Móstoles (Madrid).
* JENKINS, R. (1996): Social Identity. Nueva York y Londers, Routledge.
* JENKINS, R. (1996): Social Identity. Nueva York y Londers, Routledge.
* MARINA, J. A. (1998): La
selva del lenguaje. Introducción a un diccionario de los sentimientos.
Anagrama. Barcelona.
* MORA, F. (2001): El reloj
de la sabiduría. Tiempos y espacios en el cerebro humano. Alianza
Editorial. Madrid.
* SEARLE, J. R. (2000): El
misterio de la conciencia. Paidos. Barcelona.
* VYGOTSKY, L. S. (1920): El desarrollo de los
procesos psicológicos superiores. Ed. Crítica. 1979. Barcelona.
3 comentarios:
Estimado Dr . Rivera:
¿Se da cuenta de las implicaciones de estos conceptos para la mejor comprensión de los trastornos del desarrollo neurológico, en especial el #autismo y #asperger? Dios mio, su blog es una "mina".Debería ser de obligada lectura para profesionales que estudian, tratan, educan, medican y sobre todo pontifican y etiquetan sobre los trastornos del espectro del autismo - asperger.
Gracias.
Un saludo cordial (y profano),
Paula Nogales
ASPERCAN #ASPERGER #CANARIAS
Buenas tardes
Creo que exagera un poco sobre la trascendencia que mi trabajo puede tener sobre la mayor comprensión de los trastornos del espectro del autismo-asperger. Aunque como explicación de la realidad psicobiológica humana "normal" si podría servir como base para trabajar sobre los mecanismos que pueden producir tales trastornos de conducta. Pero la realidad se impone sobre nuestros deseos. La utilización de los métodos interdisciplinarios queda muy bien como oratoria, pero casi nunca se sigue a la hora de su aplicación. Todos los profesionales saben donde están los límites de su disciplina, a quien deben de seguir y a quien no, cuando se intenta introducir conceptos de otra disciplina (que desconocen totalmente y no tienen criterios objetivos de crítica)surgen barreras metodológicas, teóricas y personales que generan desconfianza y falta de interés. Cuando en vez de una disciplina se tratan de varias, el desconcierto y desconfianza se multiplica y ante el reto de complicarse mucho la vida y casi siempre en solitario, la postura más seguida es el de la indiferencia, cerrar los ojos y seguir con los métodos que su disciplina sigue tradicionalmente. Lo se pues llevo más de 10 años trabajando en estos temas y aplicarlos a la Arqueología y aún estoy esperando alguna respuesta razonada e interesada.
De todas maneras, si cree que los temas que trato y como lo hago le pueden servir para la mejor comprensión del espectro del autismo - asperger, adelante. En lo que pueda seguiré intentando explicar la psicología humana con los métodos interdisciplinarios que, en mi opinión, están dando buenos resultados, aunque el trabajo por realizar es aún muy importante,
Un afectuoso saludo
Ángel Rivera
Probablemente exagero e imagino cuan difícil debe de ser la interdisciplinariedad máxime si se cruza la tradicional línea entre ciencias humanas o sociales y ciencias médicas y de la naturaleza, por ejemplo la neurología y la anatomía. Pero su exposición es tan clara y eficaz, y además veo en su bibliografía autores que me son muy preciados, como el filósofo J. A. Marina, o los propios Angel Riviere y Mercedes Belinchon, etc., estos últimos expertos además en trastornos del espectro del autismo #asperger. ¿No es para pensar. ..?
Saludos,
Paula Nogales Romero
ASPERCAN #asperger CANARIAS
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