La Arqueología es una ciencia que estudia
la conducta de las poblaciones humanas en la prehistoria a través de la
información obtenida en los yacimientos arqueológicos. Los aspectos generales
de la conducta observada se agrupan en cinco principales apartados: en qué
consiste la información obtenida, cuándmo se creó, dónde
tuvo lugar su inicio y desarrollo, y el porqué y el cómo
se crearon en ese lugar y periodo histórico. La Arqueología cognitiva constituye
una especialidad que se centra en las dos últimas cuestiones, precisamente las
menos desarrolladas por la Arqueología en general.

El estudio de estas preguntas requiere unos
conocimientos que la Arqueología tradicional no puede ofrecer por sí sola, pues
su análisis necesita de las ciencias que estudian la conducta humana, lo que nos
lleva obligatoriamente a realizar estudios plenamente interdisciplinarios.
En este contexto, es donde aparece el principal problema de su desarrollo, pues
las disciplinas que necesita son generalmente ajenas a las diversas
metodologías que la Arqueología ha ido creando en su desarrollo. En general, se
admite que las ciencias más importantes en estos estudios serían las
relacionadas con la Psicobiología (Biología evolutiva, Psicología y
Neurología), Antropología social y Lingüística en todas sus acepciones (sobre
todo Psico y Neurolingüística). Actualmente, se suelen concentrar en lo que se
ha llamado ciencias cognitivas, añadiendo las imprescindibles bases social y
lingüística.
Los primeros intentos realizados en la
segunda mitad del s. XX se centraron en los estudios concernientes a la posible
relación entre datos arqueológicos obtenidos en las excavaciones (volumen
cerebral, anatomía del sistema fonador, el desarrollo de la tecnología lítica y
ósea, adornos, etc.) con conductas atribuibles principalmente a los seres humanos
(lenguaje, conductas complejas relacionadas con el tiempo y con el espacio, desarrollo
de conductas espirituales, etc.). El principal problema que se planteó fue que
se realizaron por arqueólogos y/o antropólogos con un conocimiento
interdisciplinar muy limitado, lo que motivó que sus conclusiones no pudieron
despejar con claridad el desarrollo cognitivo y conductual del género Homo.
Sin embargo, a finales del siglo pasado se iniciaron los intentos para poder
solventar los problemas que presentaba su realización, pues su desarrollo era
precario, sin método y escasamente funcional.
Pronto apareció la necesidad de ayuda
por parte de componentes de otras ciencias relacionadas con el estudio de
nuestra conducta. Así, se realizaron asociaciones entre arqueólogos y
profesionales versados en las ciencias cognitivas (p. e. psicología), logrando
importantes avances, pero siempre limitado a las conclusiones parciales que
podía ofrecer la asociación de la conducta humana del pasado con teorías
particulares del mundo de la psicología. Solo hay que recordar a ThomasWynn
al basar su trabajo en el modelo
de la memoria de trabajo de Badeley y Hitch; Steven Mithen siguiendo los parámetros
de la Psicología evolutiva; Iain Davidson
otorgando al lenguaje un papel
crucial en el desarrollo del pensamiento; Lambros Malafouris sobre el entrelazamiento entre la mente humana y el mundo material; MarlizeLombard sobre el papel de la cognición causal
en nuestra evolución cognitiva (Lombard y Gärdenfors, 2017); Miriam Noël Haidle vinculando el desarrollo de la conducta
humana a los procesos de cognición
causal desarrollados en sucesivos
procesos altamente vinculados o puenteados (Haidle, 2014), etc. Todos
estos enfoques representan un importante avance metodológico, pero todos
adolecen del mismo problema: cierta limitación teórica de sus estudios.
La unión de la Arqueología (datos
conductuales del pasado) con las ciencias cognitivas como la Psicobiología, ciencia que se
encarga de estudiar las conductas humanas desde un punto de vista evolutivo,
psicológico y neurológico, ha supuesto un importantísimo avance en la
compresión del origen y desarrollo de las capacidades cognitivas humanas y su plasmación
en la conducta observada en la prehistoria. Este dinamismo teórico
ofrece una buena visión del desarrollo de la Arqueología cognitiva, pero sus
logros siguen siendo limitados por la dificultad de crear estudios ampliamente interdisciplinarios,
los cuales, en su desarrollo metodológico, llegan a ser plenamente transdisciplinarios.
Futuro por crear
y desarrollar
Todo lo mencionado anteriormente induce
a pensar que existe una importante dinamismo teórico y práctico, así como un creciente
interés por esta especialidad, aunque la realidad es que el desarrollo de la
Arqueología cognitiva sigue estando muy limitado dentro del mundo de la
Arqueología. Los autores que se dedican a ella son relativamente pocos, con una
producción científica que está intentando desarrollarse mediante la producción
conjunta de varios autores (p. e. Lombard
y Högberg, 2021; Wynn et
al. 2021), pero que en general las ideas continúan centrándose en temas
concretos de estudio (p. e. el papel de la materialidad sobre el desarrollo
cognitivo; la configuración de la memoria de trabajo, etc.).
Sin embargo, los principales escollos para
el desarrollo y difusión de la Arqueología cognitiva como ciencia
interdisciplinaria pueden resumirse en los siguientes apartados:
- Las importantes limitaciones
teóricas y metodológicas que existen sobre la variación de la conducta humana
en conjunto, lo que produce un conocimiento parcial sobre el origen y desarrollo
de la cognición humana del pasado y del presente.
- La propia dificultad de los estudios
interdisciplinares, donde la formación debe realizarse mediante un conocimiento
mínimamente adecuado de las disciplinas que van a componer tal interdisciplina.
Pues de no ser así, los intentos de su desarrollo y difusión estarían condenados
a generar incomprensión, indiferencia teórica y abandono emocional, generando
un sentimiento de frustración que lastrarían aún más la falta de afecto que
tanto precisa la Arqueología cognitiva.
Los intentos de solucionar tal
situación son escasos, estando limitados por la importante diferenciación
metodológica que existe entre la Arqueología general (búsqueda, excavación e
interpretación de restos) y la Arqueología cognitiva (interpretación de base
psicobiológica de los humanos que realizaron tales restos). Si la Arqueología en
general tiene un importantísimo bagaje emocional fundamentado en el gran
interés que produce los restos arqueológicos, la Arqueología cognitiva, donde
el interés no es el objeto en sí mismo sino las características psicobiológicas
de su autor y de la comunidad a la que perteneció, pierde el encanto que
puede emanar de tales restos, a la vez que complica excesivamente las formas de
su estudio al precisar la intervención de otras disciplinas totalmente ajenas a
la arqueología tradicional.

Sin duda, el futuro de esta
especialidad pasa por dos vías principales. La primera, más administrativa que
científica, sería la imperiosa necesidad de crear foros universitarios para su
enseñanza reglada, que pueda generar una mayor comprensión de los cambios
conductuales y cognitivos que han configurado nuestra dinámica evolutiva. La
segunda, todo lo contrario que la anterior, es mucho más científica que
burocrática, pues se centra en la necesidad de seguir ampliando el conocimiento
sobre la realidad psicobiológica de nuestro género.
Aunque esta última necesidad
implicaría a diversas ciencias de base cognitiva además de la propia
arqueología, su realización debe de encontrarse dentro de los ámbitos
universitarios, en donde siempre debió de estar incluida. Tales logros no
dependen solo de autores aislados que eventualmente se introducen en estos
quehaceres de la cognición antigua, sino que precisa, con relative urgencia,
del empuje de todos los interesados en su desarrollo para forzar su encaje en
la Universidad.
En la primera vía poco o nada se puede hacer,
salvo indicar su necesidad y mostrar nuestro interés en su manifestación. En la
segunda nos hemos unido al progreso realizado en los
últimos años, pues se ha avanzado mucho sobre la concreción de la acción
psicobiológica en nuestra conducta (nichos humanos, cultura acumulativa,
evolución gen-cultura, coevolución y emergencia cognitiva, etc.). Así se han
realizado dos importantes artículos sobre metodología que pueden destacarse (Rivera
y Rivera, 2019, 2021).
Haidle, M. N. (2014). “Building a bridge-an archeologist's perspective
on the evolution of causal cognition”. Front. Psychol. 17. https://doi.org/10.3389/fpsyg.2014.01472
Lombard, M. y Gärdenfors, P. (2017).
“Tracking the evolution of causal cognition in humans”. Journal of Anthropological Sciences. Vol. 95, pp. 1-16. DOI: 10.4436/jass.95006
Lombard, M. y
Högberg, A. (2021).
Four-Field Co-evolutionary Model for Human Cognition: Variation in the Middle
Stone Age/Middle Palaeolithic. J Archaeol Method Theory 28, 142–177
https://doi.org/10.1007/s10816-020-09502-6.
Malafouris, L. (2013). How Things Shape the Mind: a Theory of
Material Engagement. MIT Press, Cambridge. DOI: 10.1111/etho.12074
Mithen, S. (1998). Arqueología de la mente. Barcelona.
Crítica. https://www.proquest.com/docview/1151110864
Noble, W. y Davidson, I. (1996). Human Evolution,
Language and Mind. Cambridge. Cambridge University Press. https://psycnet.apa.org/record/1996-98672-000.
Rivera, A. y Rivera, S. (2019).
“Mechanisms of cognitive evolution of the Homo genus.” Ludus Vitalis. Vol. 27, Núm. 51 pp 1-22.
http://www.ludus-vitalis.org/ojs/index.php/ludus/article/view/840
Rivera, S. y Rivera, A. (2021).
“Origin and development of human cognition. Exaptation, coevolution and
cognitive emergence”. Cuadernos de Neuropsicología / Panamerican Journal of
Neuropsychology, vol 15, nº1, 186-198.
DOI: 10.7714/CNPS/15.1.213
Wynn, T., Overmann, K. A. y Malafouris, L. (2021). 4E
cognition in the Lower Palaeolithic: An
introduction. Adaptive
Behavior. 29 (2):
99-106. doi: 10.1177/1059712320967184