El desarrollo cultural humano
parece que estaría bien delimitado en función de los datos arqueológicos que se
obtienen de los yacimientos conocidos. Sin embargo, todos somos conscientes de
la parquedad de los mismos, sobre todo cuanto más nos retraigamos en el tiempo.
Esta es la causa de que de vez en cuando aparezcan nuevas informaciones sobre
aspectos determinados de nuestro desarrollo cultural que parecen romper el
modelo, estructurado en el siglo pasado, que recoge el progreso de la Humanidad
en todos sus quehaceres. El Neolítico, o periodo caracterizado por el uso de la
agricultura y ganadería, comenzó en diversos lugares y fechas con estas
prácticas que se acompañaron del sedentarismo y el desarrollo de importantes
adelantos tecnológicos (cerámica, pulimento de la piedra, cestería, etc.).
Aunque de algunos de estos adelantos ya se tenían antecedentes dentro del
Paleolítico, del uso de las plantas y animales dentro de los conceptos de
domesticación de su producción no se conocían ningún antecedente. Actualmente se asume que los
avances culturales pudieron tener diversos focos de origen en periodos más o
menos aproximados pero en lugares muy separados entre sí. Conocemos información
sobre seis regiones “nuclerares” (Menéndez, Jimeno y Fernández, 2011):
Cebada silvestre (Hordeum spontaneum) |
- Próximo Oriente, entre
Mesopotamia y Líbano-Israel con centeno e higos (aprox. 9000 a.C.) y trigo y
cebada (8000 a.C.). Ovicápridos (8000 a.C.), bóvidos y cerdo (6000 a.C.).
- Oasis del Sahara, con bóvidos y tal vez ovicápridos (8000-3000
a.C.) y del Sahel africano con mijo, sorgo y ñame (1000 a.C.).
- El norte de China con mijo,
arroz, cerdo y perro (6000 a.C.).
- El sureste asiático con
arroz, taro y gallina (6000 a.C.).
- Mesoamérica con maíz, judías
y calabaza (6000 a.C.).
- Noroeste de Sudamérica con patata,
mandioca y cacahuete, llama y alpaca (7000 a.C.).
Como puede apreciarse las
fechas las plantas y animales domesticados y los lugares son muy diversos, pero
en general parecen producirse en un periodo no más antiguo de los 9000 a.C.
Como suele pasar en arqueología nuevos descubrimientos parecen cambiar el
panorama del desarrollo cultural, pero en realidad solo lo matizan, aunque hay
que comprender la naturaleza cognitiva de sus creadores.
El descubrimiento arqueológico
Un grupo multidisciplinar que
aglutina arqueólogos, botánicos y ecologistas de las universidades israelíes de
Bar-Ilán, Haifa y Tel Aviv, en colaboración con Harvard (EE.UU) han encontrado un
cultivo de cereales de hace 23 mil años. Se trata de restos de cebada y trigo con
una antigüedad de 23 mil años en un asentamiento de cazadores-recolectores, con
signos de que se había comenzado a cultivarlo. El emplazamiento donde se
localizaron se conoce como Ohalo II, un enclave de cazadores, pescadores y
recolectores que vivieron en la costa del lago Kineret (Genesaret) o Mar de
Galilea (norte de Israel). En el yacimiento se han encontrado seis chozas, una
tumba, restos bien conservados de animales y plantas, así como collares de
perlas del Mediterráneo y diversos utensilios de piedra. En este yacimiento se han
encontrado diversos datos que hacen referencia, directa o indirectamente, a un
posible cultivo de cereales (trigo y cebada).
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Restos de una cabaña de broza en Ohalo II, junto al lago de Tiberíades © S. Mithen. |
1.- Se ha encontrado una
cantidad de trigo y cebada que superan en mucho a la esperada para un
crecimiento de tipo salvaje. Un 40 por ciento de restos de plantas son más ásperos
que las salvajes, que suelen ser más blandas, lo que significa que
genéticamente hubo alguna modificación. Este dato demostraría que hubo un plantado
y cultivo de cereales en esta comunidad antigua, y que pudo prolongarse durante
algunos años.
2.- Se vio un mayor volumen
del esperado de proto-rastrojos, es
decir, de plantas que proliferan junto a las cosechas, y que sólo se empezaron
a conocer en cultivos mucho más modernos. Como mucho unos 11000 B.P., fecha que tradicionalmente
es aceptada como del inicio de la agricultura.
3.- Las herramientas
encontradas en la zona muestran la existencia de hoces y raspadores de sílex,
similares a los utensilios empleados para cortar y cosechar cereales, siendo los
más antiguos de este tipo jamás hallados. Igualmente, en un valle cercano se
encontró una herramienta rudimentaria para moler cereal, así como piedras
aplastadas con zonas quemadas sobre las que pudo cocerse una masa primigenia de
pan, similar a la pita.
4.- Otro aspecto que refuerza
aún más la conclusión del estudio son los cerca de 150.000 restos de plantas
que se encontraron en algunos habitáculos, lo que muestra que los pobladores
del enclave llegaron a reunir más de 140 especies de plantas del entorno. Entre
estas muestras se identificaron cereales comestibles como cebada y avena
silvestres mezcladas con 13 especies de proto-rastrojos
o ancestros de las malas hierbas que siempre florecen junto a los cultivos, lo
que indicaría que se mezclaban con la cosecha de forma no intencional.
Todos estos datos
arqueológicos nos indican la existencia de un claro intento de cultivo de
cereales, pero parece que no fue una práctica que se prolongara en el tiempo,
ya que no hay evidencias arqueológicas de una continuidad, y solo después de 10.000
años se volvió a comenzar con el éxito de continuidad que la arqueología nos
muestra.
Comentario dentro de la Arqueología cognitiva
La arqueología siempre ha
tratado de establecer el cuándo y el dónde de los avances
culturales, así como quien fue el responsable de los
mismos. Pero
siempre han existido importantes problemas cuando ha tratado de comprender los aspectos
del cómo y el porqué de su producción en ese momento
y lugar. En este contexto muchos autores opinan que las teorías acerca de las
capacidades cognitivas sobre la base de filiación taxonómica, no deben tener un
papel a priori. Por tanto, las
herramientas clave serían la arqueología, los estudios paleoambientales, modelamientos climáticos y
los métodos de integración de los resultados de estas disciplinas. Así, la
principal fuerza impulsora en este último escenario es a largo plazo la
variabilidad climática y del medio ambiente y su efecto en la dinámica de la
población (d’Errico y Stringer, 2011).
Sin embargo,
recientemente algunos arqueólogos han propuesto que más que una adaptación
medioambiental, la causa del desarrollo cultural se debe al aumento y
desarrollo de la flexibilidad conductual (Kandel et al. 2015),
la cual es consecuencia del desarrollo cognitivo de sus creadores.
El
estudio de la cognición humana y de su consecuente conducta no puede realizarse
sin conocer la funcionalidad cerebral, tanto neurológica como psicológica. En
este contexto, el lenguaje adquiere un papel predominante, tanto que sin él la
humanidad no hubiera podido alcanzar este desarrollo cultural y simbólico. Es
decir, el
desarrollo de las capacidades cognitivas (racionales y emocionales) por medio
del lenguaje, el acervo cultural, la tecnología, motivación, sociabilidad,
desarrollo e interacción demográfica, y las características medioambientales,
interactuando continuamente, son las que vas a ofrecer ese aspecto de heterogeneidad
espacial y temporal en el desarrollo conductual que vemos en el registro
arqueológico.
El desarrollo sociocultural
humano se distingue por su irregularidad temporal y espacial, proceso que
concuerda perfectamente con las fechas y lugares de inicio de las conductas
relacionadas con la agricultura y ganadería que se indicó al principio. Es muy
frecuente que, con cierta anterioridad a logros culturales, se conozcan algunos
antecedentes, más o menos desarrollados, que parecen indicar ciertos pródromos
de lo que más tarde se producirá. Igualmente, estos antecedentes no significan
que a partir de ellos se irían produciendo sucesivas modificaciones
conductuales hasta alcanzar el nivel cultural desarrollado, sino que pueden
desaparecer de ese lugar sin dejar ninguna continuidad. Este parece ser el caso
de la precoz aparición de conductas agrícolas en cierta área geográfica del
Próximo Oriente y su posterior desaparición. Las poblaciones de ese lugar y
tiempo tenían la capacidad cognitiva suficiente como para desarrollar tales
conductas agrarias, pero su desarrollo no dependía ya de cambios
neuroanatómicos, sino del uso de sus propias facultades. Podemos destacar
varias:
I. En su producción.
- Atención selectiva y aprendizaje
de los procesos agrícolas que se producían de forma salvaje o natural en el
medio en el que vivían. La recolección como método de vida obligaba a conocer
qué plantas se podían comer, dónde estaban y cuándo se producían y estaban para
su uso. Debían de conocer que del grano podría salir una nueva planta.
- Reflexividad conductual o
conducta derivada de la interacción de los conocimientos adquiridos.
- Flexibilidad para la
producción de los cambios conductuales, aceptando que los cambios pueden
mejorar la vida.
II. En su mantenimiento.
- Compromiso social en la
aceptación del cambio, con enseñanza generacional e intentos continuos de
mejora (interés emocional).
- Mejor adaptación al medio, si
los cambios traen mejoras ostensibles que puedan aumentar la supervivencia y el
aumento de las poblaciones.
- Interacción social (positiva
o negativa) dentro de la población (nueva organización social) y con otros
grupos humanos (tensiones territoriales y/o comerciales).
Los tres últimos serían los
responsables de la perduración, expansión o desaparición de tal conducta. En
este sentido, y sin poder conocer la causa exacta de su desaparición, debieron
de ejercer una notable influencia en el final de este precoz foco de agricultura.
- Ainit Snir, Dani Nadel, Iris Groman-Yaroslavski, Yoel
Melamed, Marcelo Sternberg, Ofer Bar-Yosef y Ehud Weiss (2015): “The Origin of Cultivation and
Proto-Weeds, Long Before Neolithic Farming”. PlosOne.
- d’Errico, F.
y Stringer, Ch. B. (2011): “Evolution, revolution or saltation scenario for the
emergence of modern cultures?”Philosophical
Transactions B. 366, 1060–1069.
- Menéndez, M.; Jimeno, A, y
Fernández, V. M. (2011): Diccionario de Prehistoria. Alianza. Madrid.
- Kandel, A. W.; Michael Bolus; Knut Bretzke; Angela A. Bruch; Miriam N. Haidle; Christine Hertler y Michael Märker (2015): “Increasing
Behavioral Flexibility? An Integrative Macro-Scale Approach to Understanding
the Middle Stone Age of Southern Africa”. J. Archaeol Method
Theory.
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