El inicio del género Homo se sitúa en África con la aparición de una serie de fósiles relacionados con unas toscas herramientas de piedra; asociación que será la que otorgue la denominación de Homo habilis a los homínidos que fueron capaces de producirlas. El establecimiento de este nuevo género se adquirió mediante unos criterios específicos y únicos, donde las formas culturales tomaron especial fuerza, en la creencia de que sólo nuestro linaje podría crearlos. Su conducta basada en el establecimiento de unos lugares referenciales que van a servir de foco de actividad subsistencial y social, donde van a aportar reiteradamente recursos durante periodos de tiempo no muy amplios, dentro de una actitud denominada como de forrajeo de lugar central, y cuyo procesamiento se realizará con la ayuda de materias primas locales transformadas en los primeros útiles líticos.
La economía del Homo habilis estaría
basada en la depredación oportunista (caza y/o carroñeo) y en un forrajeo
itinerante, destacando el carácter omnívoro de los Homo. En este contexto, una parte importante de su conducta consistió
en el rápido troceamiento de los animales muertos con herramientas ya
preparadas, trasladando el botín a lugares específicos de reunión del grupo,
donde se repartía entre sus miembros (Domínguez-Rodrigo et al. 2010). Para su adquisición se precisaba un filo cortante
(lascas) que los ayudaran a separar la carne con rapidez. Igualmente, para el
aprovechamiento de la médula ósea, lo que muchas veces era lo único que podía
encontrar, necesitaban un peso o
maza consistente y manejable.
En estos ejemplos sobre la presencia de cultura en comunidades actuales de primates no humanos, vemos antecedentes de nuestra cultura social. Si los Australopithecus tenían un mayor desarrollo neurológico que estos primates, es posible que hubieran desarrollado formas conductuales muy parecidas a las atribuidas a los Homo habilis. Así, aparece un nuevo problema teórico, pues una vez relacionado al Homo habilis con la fabricación de herramientas, el hallazgo de restos líticos en periodos más antiguos (hasta 2,5 m. a. donde no hay restos fósiles de los Homo habilis y si de Australopithecus) son atribuidos inmediatamente al género Homo, excluyendo automáticamente a los otros homínidos coetáneos.

Esta conducta, aparentemente relacionada con exclusividad al género Homo, se ha visto más o menos desarrollada en procesos de índole cultural ente otras especies biológicas (Bonner, 1982; De Waal, 1995; Lefebvre, 1995; Parker y Gibson, 1990; Whiten et al. 1999), asumiendo la realidad que diversas especies biológicas puedan tener formas de comportamiento aprendido, donde el origen de tal conducta dependería de alguna forma de aprendizaje cultural, y no fuera sólo originado por las directrices genéticas. Este aspecto adquiere especial interés en las especies que tengan una gran afinidad biológica con la nuestra, pues parecen tener unas características que les permiten alcanzar aspectos importantes de nuestro comportamiento.
Recientemente, se han realizado
excavaciones de tipo arqueológico en lugares de hábitat de chimpancés,
encontrándose con un comportamiento similar al de los primeros humanos.
Los chimpancés recogen grandes piedras de distintos materiales (cuarzo,
granito y otras) y las llevan donde crecen los árboles que producen unas nueces
(de la especie Panda oleosa). Después de recogerlas
las sitúan sobre una raíz de árbol (yunque), que golpean con una piedra
(martillo).
Este procedimiento es necesario porque estas nueces son muy duras. Un chimpancé
puede llegar a abrir 100 nueces en un día, descubriéndose que las crías pueden
tardan hasta siete años en aprender esta técnica. Sin embargo, no todos los
chimpancés rompen nueces con piedras, pues sólo se ha documentado esta práctica
en África occidental (Costa de Marfil, Liberia y Guinea-Conakry), por lo que
puede considerarse un comportamiento cultural que permite su utilización para
distinguir una población de otra. Igualmente, se ha comprobado que los
chimpancés trasladan las piedras (de hasta 15 kilogramos de peso) desde varios centenares
de metros a estos lugares donde se utilizan. En estos yacimientos, que sólo
tienen 100 años de antigüedad, se han encontrado lascas, que curiosamente son
parecidas a las de los primeros yacimientos conocidos de industria lítica de
los homínidos. Está claro que los chimpancés producen tales lascas sin
intención, porque se producen al golpear las nueces y romperse las piedras. Sin
embargo, pudiera ser que esta forma no intencionada de producción de lascas
fuera el origen de la tradicional tecnología de los homínidos (Mercader et
al., 2002). La búsqueda, importación y uso de estos martillos son claros procesos intencionados, pero la producción
de lascas tiene un carácter accidental. No obstante, se parecen a
formas humanas en sus más primitivas cadenas operatorias, salvo la
intencionalidad de producir y utilizar tales lascas como herramientas. Este
ejemplo nos ofrece unos antecedentes culturales en primates no humanos, sobre
parte de la compleja conducta de la tecnología lítica que siempre se ha atribuido
a nuestro género (buscar piedras adecuadas, transportarlas y utilizarlas). Existe evidencia de que los animales no
humanos entienden de algún modo la causalidad del mundo que les rodea (Tomasello
y Call, 1997; Hanus y Call 2008).
Cognición
causal
La creación de estos útiles se fundamenta en la
relación de una acción (cortar) con un hecho físico (filo), ya sea a través de
un accidente (corte accidental con piedra partida de forma natural) o
aprovechando la existencia de lascas tras utilizar las piedras en otros
quehaceres, como romper nueces (Mercader et al. 2002). Sería el resultado
de una evolución cognitiva muy importante, que, a su vez, facilitaría nuestra evolución tecnológica y conductual. Su
estudio desde la Arqueología cognitiva está muy poco desarrollado, pues existen
muy pocos modelos que puedan explicar tal desarrollo cognitivo. Su creación se
centra en lo que se conoce como Cognición causal.
La cognición causal puede
definirse como la capacidad de conocer y utilizar los procesos naturales de
causa-efecto. Es decir, la habilidad cognitiva o mental para relacionar
hechos conocidos y poder trasladarlos a otros contextos. Una piedra afilada
(lasca desprendida causalmente de una piedra) nos puede producir un corte en la
mano o pie. Se establece una relación del filo con el corte y se traslada a
otro contexto: cortar carne de un animal muerto para trasladarla mejor y más
rápido a otros lugares más seguros
(hogar central). Este proceso cognitivo implica diversas actuaciones
cognitivas que actuarían en estrecha coevolución cognitiva. Podemos desarrollar
una hipótesis
sobre su forma de desarrollo:
- Percepción por medio de
nuestros sentidos de los hechos que interaccionan con los seres vivos (piedras,
lascas, filos, cortes, etc.).
- Atención selectiva a
algunas de las percepciones recibidas, gracias a su importante intensidad (cada
sentido tendría sus propias señales de aumento de atención) o asociación con otras
sensaciones. La percepción visual del filo quedaría aumentada al producirnos un
corte, pues el dolor es uno de los principales promotores de producir una
atención selectiva.
- Memorización del proceso.
Quedando como algo conocido y que en circunstancias similares nos recuerdan tal
causa-efecto.
- Motivación como factor
muy importante dentro de la cognición emocional, siempre ligada
a la racional.
- Flexibilidad conductual.
Sería el aporte cognitivo más importante y menos estudiado del cambio conductual
realizado por nuestros primeros antecesores: la posibilidad de cambiar de
conducta, pero siempre sobre una base cognitiva que pueda producirla
(Percepción-atención selectiva-memorización y motivación). En el inicio del
género Homo podría estar relacionado
con el aumento de las áreas asociativas del Lóbulo prefrontal, pues
es donde se han ubicado el desarrollo de las funciones ejecutivas
humanas.
El proceso conlleva
varias acciones:
* Aprendizaje asociativo:
vinculación de dos elementos arbitrarios que ocurren en estrecha proximidad
temporal y espacial (p. e. filo piedra y corte).
* Aprendizaje causal:
Explicación de por qué un evento lleva a otro mediante fuerzas mediadoras.
Forma en la que captamos las relaciones (atención selectiva de
cómo el filo de la piedra nos produce un corte).
* Razonamiento causal:
Procesos mediante los cuales usamos esas relaciones para hacer inferencias en
otros lugares y situaciones, donde la motivación (miedo a los
depredadores) es muy importante.
Conclusiones
Aunque este proceso
creativo pueda considerarse como una adaptación a nuevas
características medioambientales, su realización es la consecuencia de un
complejo desarrollo cognitivo que solo es posible si se dan las circunstancias
que lo favorecen (desarrollo neuroevolutivo adecuado, motivación adecuada,
nuevos planteamientos subsistenciales de la población, conocimientos de los
antecedentes necesarios, etc.). Mediante su actuación de forma coordinada
(coevolución cognitiva) se producirían los cambios conductuales vistos en la arqueología,
en este caso tecnológicos (útiles líticos) y sociales (forrajeo de lugar central).
Este complejo proceso
puede tener otros dos componentes que siempre hay que tener en cuenta: Serendipia
y creatividad. La creatividad sería la capacidad de
producir nuevas soluciones a problemas determinados en una forma
original. Sin embargo, no todos los avances pueden englobarse en esta
definición, pues muchas veces éstos se producen de forma fortuita o no
intencionada (casualidades, coincidencias o accidentes), cuando se está buscando otra cosa o simplemente ninguna, admitiéndose
la importancia del descubrimiento, proceso denominado como serendipia.
Aunque en principio la serendipia y creatividad parecen ser dos hechos independientes, la realidad es que muchas veces actúan al unísono dentro de complejos procesos creativos. La causa es que la serendipia también participa en algunas de las condiciones de la creatividad, como son los conocimientos sobre el tema en estudio o al que se le presta alguna atención, pues hay que darse cuenta de la importancia de la producción y hallazgo casual, para lo que es necesario cierto conocimiento y racionabilidad. Por tanto, al hecho de que la creatividad sea un logro buscado (intencionado o autoconsciente), hay que añadir que en determinados casos (la mayoría en el Paleolítico) puede estar impulsada o favorecida por una o varias formas de serendipias.
- Bonner, J. (1982): La evolución de la cultura en los animales. AU. 345. Alianza. Madrid.
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