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Piedra de Kaprina (Radovčić, et al. 2016). |
De vez en cuando aparecen noticias que relacionan conductas simbólicas
a poblaciones de neandertales. Tal es el caso de la publicación sobre una
piedra caliza de especial aspecto encontrada en el yacimiento de Kaprina
(Croacia) con una datación de 130000 BP. Los autores indican que se trata de
otra nueva evidencia de que los neandertales eran capaces, por iniciativa
propia, de incorporar objetos determinados y asignarles un significado
simbólico que añadir a su cultura (Radovčić, et al. 2016). Ya hace dos años, el mismo grupo y en el mismo yacimiento, publicaron
otro hallazgo con un posible simbolismo. Se trata de unas garras de águila con
marcas de corte, que fueron señaladas como posibles adornos (Radovčić, 2015).
Estos estudios, y otros tantos similares, nos indican que la
controversia sobre las capacidades cognitivas del neandertal (simbolismo,
lenguaje, conductas espirituales, creaciones gráficas, etc.) sigue vigente. Es
curioso, a la vez que preocupante, que estas cuestiones continúen en la
actualidad casi en el mismo punto que hace más de 40 años. La Arqueología, con
sus tradicionales métodos y limitaciones, solo ha conseguido que gran parte de
los prehistoriadores admitan, unos más que otros, que los neandertales fueron
capaces de tener alguna forma de lenguaje y de crear conductas con cierto
simbolismo. Llegado a este punto la ciencia arqueológica se para en una
continua y estéril controversia, con alineamientos en uno u otro extremo. Hay
que crear nuevos caminos que encaucen la discusión por rutas metodológicas más adecuadas,
las cuales puedan avanzar más en tan arduo problema.
Por tanto, la relación cultural que pudo
existir entre los neandertales y los humanos anatómicamente modernos (HAM) en
Europa, y el desarrollo cognitivo que ambas poblaciones pudieron tener, plantea
una gran controversia en la actualidad. Con este panorama surge una cuestión: ¿Por qué? En principio aparecen dos
respuestas:
- La dificultad de conocer las
características biológicas y culturales que pudieron tener cada una de estas
poblaciones humanas. El estar discutiendo siempre lo mismo sobre si el
simbolismo o el lenguaje pueden relacionarse con las poblaciones de
neandertales, contando solo con los datos arqueológicos analizados bajo el
prisma de la Arqueología tradicional, no nos ha llevado a ninguna conclusión
bien documentada y que pueda ser asumida por la mayoría de los arqueólogos.
- Falta de un método adecuado que nos
permita estudiar con fundamento tales cuestiones. En ciertos medios académicos,
muy pocos y la gran mayoría en el mundo anglosajón, han intentado desbloquear
esta situación, desarrollando lo que actualmente conocemos como Arqueología
cognitiva. Pero, como es lógico y evidente, tuvieron que ampliar mucho el campo
de las disciplinas académicas que utilizar es este nuevo enfoque analítico.
Hay que analizar los datos disponibles bajo
una perspectiva cognitiva, pues puede facilitarnos nuevos aspectos y una mejor
base metodológica sobre su particular evolución cultural, así como las posibles
causas que llevaron a la desaparición del Neandertal. Es decir, considerar a
los humanos de todas las épocas entidades biológicas cuya conducta es la
manifestación funcional de sus características psicobiológicas (evolutivas,
neurológicas, psicológicas, lingüísticas, etc.).
Sin embargo, tal necesidad prácticamente no
existe en nuestros medios académicos, o se realiza de forma muy limitada. Esto
nos lleva a otra cuestión: ¿Cual es la
causa de esta indiferencia científica? La respuesta es múltiple, aunque no todas tengan igual trascendencia.
Se pueden destacar las siguientes:
- La
imposibilidad
de adquirir una certeza absoluta en las conclusiones que alcancemos. El
hecho de que sólo podamos obtener información de procesos indirectos, escasos y
de difícil interpretación, son motivos suficientes para entender tal
afirmación.
- La subjetividad que empleemos en el
estudio de los escasos datos, pues siempre se nos presentan dos aspectos que
lastran continuamente cualquier análisis: el efecto humano, pues los
razonamientos que realizamos están elaborados subjetivamente; y el
desconocimiento de las bases reales de la conducta (Criado Boado, 2006).
- El estudiar el comportamiento de aquellos
que son diferentes a nosotros, sin conocer, aunque sea someramente, en qué
radica tal diferencia, tanto de especies coetáneas (HN y HAM) o en
diversas épocas evolutivas de nuestro Género. Toda interpretación que
realicemos se hará bajo la información y métodos de las ciencias que
apliquemos, por lo que cuanto mayor sea el número de ciencias relacionadas
con la conducta humana, más posibilidades tenemos de disminuir la
subjetividad. Así, cualquier conclusión que esté fundamentada en una serie de
evidencias arqueológicas bien documentadas, que se expliquen con una
metodología basada en un estudio interdisciplinar/transdisciplinar
con suficiente poder explicativo como para formar una tesis razonada, puede
ofrecernos un nivel de certeza aceptable.
- La enorme dificultad académica que supone
aceptar teorías y métodos de otras disciplinas muy ajenas a la Arqueología (p.
e. Neurología y Psicología). En los métodos interdisciplinares se puede
intentar que especialistas de estas ciencias trabajen todos juntos, pero su
dificultad es enorme pues todos deben de conocer ciertos principios
básicos de todas las ciencias que forman la interdisciplina, para
intentar comprender el problema desde todos los puntos de vista. Pero, ni los
arqueólogos conocen (ni les interesa a muchos) los fundamentos elementales de
la cognición humana (lo que no es impedimento para que siempre estén hablando
de las capacidades cognitivas humanas), ni los neurólogos y psicólogos tienen
una mínima idea del desarrollo conductual del género Homo.
Los fundamentos generales del desarrollo cultural y cognitivo se basan en diversos factores:
- En las capacidades cognitivas de
origen evolutivo, que posibiliten tal cambio.
- En la existencia de un acervo cultural previo que pueda facilitar este desarrollo (tecnología, sociabilidad, alguna forma de lenguaje).
- En las necesidades sociales y ambientales del grupo, que actuarán como estímulo o motivación consciente para superar los problemas sociales y de supervivencia del momento.
- En la existencia de un acervo cultural previo que pueda facilitar este desarrollo (tecnología, sociabilidad, alguna forma de lenguaje).
- En las necesidades sociales y ambientales del grupo, que actuarán como estímulo o motivación consciente para superar los problemas sociales y de supervivencia del momento.
En este sentido, la conducta simbólica nace
de la propia interacción social, entre los mismos miembros del grupo y de
estos con otros (Shennan, 2001), y del propio desarrollo socioeconómico de
estas poblaciones (Hernando, 2002; Rivera, 2009), apareciendo nuevas necesidades
que sólo pueden satisfacerse por medio del desarrollo de elementos de
identificación social y/o personal. Por tanto, el simbolismo debe ir asociado a
situaciones arqueológicas en las que se observe un aumento demográfico de las
poblaciones que convivan en una determinada área geográfica; de cierto
desarrollo socioeconómico y, por supuesto, de la existencia de las capacidades
cognitivas que lo posibilitan. Estas ideas nos conducen a un lógico
escalonamiento en la producción tecnológica y simbólica de estas poblaciones.
Primero tendría lugar cierto desarrollo tecnológico (socioeconómico) que
potenciaría, al mejorar la adaptabilidad, los aspectos demográficos y sociales;
posibilitando la nueva tecnología sobre las materias primas orgánicas. Segundo,
se produciría la necesidad de desarrollar cierto simbolismo que facilitase la
nueva complejidad socioeconómica, es decir, de producir elementos socialmente
diferenciadores (adornos).
En definitiva, la conducta no depende sólo de las capacidades cognitivas que se posean, sino de su propio desarrollo cognitivo, lo que a su vez depende de las características medioambientales (sociales, demográficas, lingüísticas, tecnológicas, simbólicas, etc.). Este modelo psicobiológico, social y evolutivo nos lleva a admitir y explicar una serie de procesos que, sobre la evolución cultural humana, observamos en el registro arqueológico en Europa.
Conclusiones
En definitiva, la conducta no depende sólo de las capacidades cognitivas que se posean, sino de su propio desarrollo cognitivo, lo que a su vez depende de las características medioambientales (sociales, demográficas, lingüísticas, tecnológicas, simbólicas, etc.). Este modelo psicobiológico, social y evolutivo nos lleva a admitir y explicar una serie de procesos que, sobre la evolución cultural humana, observamos en el registro arqueológico en Europa.
Siempre hay que tener claro que la
evolución nos ofrece con nuestro cerebro unas capacidades cognitivas de dos
tipos:
- Con cierto carácter innato (capacidades cognitivas primarias): memoria, atención, percepción, algunas emociones, algún nivel de las funciones ejecutivas no bien analizadas.
- Con cierto carácter innato (capacidades cognitivas primarias): memoria, atención, percepción, algunas emociones, algún nivel de las funciones ejecutivas no bien analizadas.
- Con carácter potencial, es decir, que se
desarrollan en función de las características medioambientales en las que se
encuentren desde su nacimiento (simbolismo, lenguaje, autoconciencia, emociones
autoconscientes, etc.). Su manifestación conductual entraría en lo que se
entiende como desarrollo cognitivo o emergente.
En todas las especies humanas hay cierto simbolismo (consciente o
inconsciente), pero con grandes diferencias. Simbolismo es la representación de
algo por otra cosa que no tenga relación directa pero socialmente sea conocida
y admitida. El lenguaje es, sin duda, la primera conducta simbólica, aunque en
principio se realizaría sin conciencia de la utilización simbólica de los
sonidos (palabras) o gestos con significado conductual.
En el caso que originó la entrada, los HN tuvieron cierta capacidad de
simbolismo, así como un lenguaje. El problema es intentar conocer las
diferencias que pudieron existir entre estas dos poblaciones humanas, tanto en
sus aspectos racionales como emocionales. Su estudio no puede limitarse a
simples exposiciones subjetivas de ciertos datos arqueológicos, hay que
profundizar en la Arqueología cognitiva. Quien esté interesado en estos temas
le invito a leer tres artículos que sobre él he publicado hace años:
- Criado-Boado, F. (2006): “¿Se puede evitar la trampa de la subjetividad? Sobre arqueología e interpretación”. Complutum 17, p. 247-253.
- Hernando, A. (2002): Arqueología de la identidad. Akal. Móstoles (Madrid).
- Rivera, A. (2009): Arqueología del lenguaje. La conducta simbólica en el Paleolítico. Akal, Madrid.
- Shennan, S. (2001): “Demography and Cultural Innovation: A Model and Its Implications for the Emergence of Modern Human Culture”. Cambridge Archaeology Journal. 11, pp. 5-16.
- Radovčić, D.; Japundžić, D.; Oros Sršen, A.; Radovčić, J. y Frayer, D.W. (2016): “Une pierre intéressante du site de Krapina”. Comptes Rendus Palevol. DOI:10.1016/j.crpv
- Radovčić, D.; Oros Sršen, A.; Radovčić, J. y Frayer, D.W. (2015): “Evidence for Neandertal jewelry: Modified white-tailed eagle claws at Krapina”. PLoS ONE 3: e0119802.
- Rivera, A. (2009): Arqueología del lenguaje. La conducta simbólica en el Paleolítico. Akal, Madrid.
- Shennan, S. (2001): “Demography and Cultural Innovation: A Model and Its Implications for the Emergence of Modern Human Culture”. Cambridge Archaeology Journal. 11, pp. 5-16.
- Radovčić, D.; Japundžić, D.; Oros Sršen, A.; Radovčić, J. y Frayer, D.W. (2016): “Une pierre intéressante du site de Krapina”. Comptes Rendus Palevol. DOI:10.1016/j.crpv
- Radovčić, D.; Oros Sršen, A.; Radovčić, J. y Frayer, D.W. (2015): “Evidence for Neandertal jewelry: Modified white-tailed eagle claws at Krapina”. PLoS ONE 3: e0119802.