Recientemente en la conocida
revista científica de PNAS se ha publicado un artículo de Rober A. Bartona y
Chris Vendittib, en el que se indica que el lóbulo frontal humano no es significativamente más grande en los humanos que en cualquier otro
primate, indicando la posibilidad de que la inteligencia humana no
dependa tanto de este lóbulo como se ha mantenido constantemente. Tal noticia a
sido comentada en el blog de Emiliano Bruner Paleoneuroloy. Efectivamente, es una idea
clásica la de creer que los humanos modernos tuvieron un gran aumento de su
lóbulo frontal, lo que posibilitó el desarrollo de su inteligencia y, por
tanto, su conducta (Blinkov y Glezer, 1968).
Este trabajo no es nuevo, pues
otros autores ya indicaron que esa creencia se basaba en un error. Algunas mediciones del lóbulo frontal no han
encontrado diferencias entre la corteza frontal humana y la de primates no
humanos. Semendeferi, Lu, Schenker, y Damasio (2002) midieron el volumen total
del lóbulo frontal y de sus regiones principales (incluyendo la corteza y la
materia blanca justo debajo de ésta) en humanos, chimpancés, gorilas,
orangutanes, gibones y macacos, utilizando reconstrucciones cerebrales en
tercera dimensión a partir de escaneos de resonancia magnética (RM). Aunque el
volumen absoluto del cerebro y del lóbulo frontal fue más grande en los
humanos, el tamaño relativo del lóbulo frontal fue similar en todos los
homínidos: macacos (28.1%), gibones (31.1%), orangutanes (35.3%), gorilas
(32.4%), chimpancés (35.9%) y humanos (36.7%). Se encontró que los humanos no poseen un lóbulo frontal más grande
que lo esperado en comparación con el cerebro de un primate. Más
aún, el tamaño relativo de regiones del lóbulo frontal (dorsal, mesial y
orbital) fue similar entre los primates estudiados. Hay que tener en cuenta que solo se maneja una variable
(volumen del lóbulo frontal en diversas especies actuales), ignorando otros
criterios tan validos, sino más, que el simple volumen cerebral. Se pueden
agrupar en dos grandes grupos:
A.- Información
paleoneurológica.
Como claramente ha expuesto E. Bruner en
Paleoneurology, se ignora la geometría del cerebro y sus cambios
a lo largo de la evolución de nuestro género (Bruner, Manzi
y Arsuaga, 2003). Se centran en valoraciones
básicamente morfométricas, cuando sabemos que los HAM y los HN experimentaronal menos un cambio en las proporciones de las áreas frontales y que existen
otros factores psicobiológicos de gran importancia.
![]() |
Lóbulo frontal E. Bruner (Paleoneurology) |
Lo que se compara es una
relación entre el volumen total del cerebro y el volumen del lóbulo frontal.
Nuestra evolución neurológica produjo cerebros más grandes, en los cuales la proporción
entre el volumen del lóbulo frontal y de todo el cerebro es semejante entre los
primates conocidos, pero la superficie funcional del lóbulo frontal, tanto la
motriz (áreas motoras y premotoras) como la asociativa (sería el llamado lóbulo
prefrontal, compuesto por áreas de asociación terciaras) son mucho mayores en
los humanos. De una forma general se produce un aumento evolutivo más o menos
homogéneo (aunque deben de existir ciertas diferencias) del cerebro de los
homínidos, en la cual la proporción entre sus diferentes partes sigue siendo
similar, pero la superficie funcional (corteza cerebral) aumentaría en todos
sus componentes (áreas primarias, secundarias y terciarias).
Como todo en biología es dudoso que el tamaño de la corteza prefrontal
sea la única responsable de las capacidades cognitivas humanas. Otros factores
deben ser considerados, tales como la conectividad o capacidad de
adquirir, procesar y responder a mayores estimulaciones. Schoenemann,
Sheehan y Glotzer (2005) encontraron que una diferencia importante entre los
humanos y otros primates era el volumen de la materia blanca. Utilizando
técnicas de visualización cerebral como la Resonancia Magnética en 11 especies
de primates, los autores midieron el volumen de la materia gris, blanca y el
volumen total del lóbulo prefrontal y de todo el cerebro en cada espécimen. En
términos relativos, se encontró que la materia blanca prefrontal fue la mayor
diferencia entre los humanos y los no humanos, mientras que la materia gris no
mostró diferencias significativas. Una mayor interconexión cerebral
puede representar entonces una característica crucial del cerebro humano. No
obstante, hay que tener en mente que los humanos utilizados en este estudio
fueron personas contemporáneas, procedentes de zonas urbanas, con niveles
educativos altos, etc., no los sujetos humanos que vivían en las condiciones
prehistóricas de hace 150,000 años. Pensamos que tendrían las mismas
capacidades cognitivas, pero su desarrollo no pudo ser igual, pues en medio
ambiente es totalmente diferente en todos los aspectos.
Por tanto, existe una
trascendente diferencia neurológica en las áreas terciarias del lóbulo
prefrontal (LPF) entre el ser humano y el resto de los primates (Semendeferi y
Damasio, 2000). Conocemos que los humanos modernos presentan una superficie mucho más amplia que los demás primates. Sin
embargo, su estructura neurológica es menos densa,
permitiendo que existan entre ellas unas interconectividad mucho mayor, como
se deduce de la mayor y tardía mielinización observada
(Bufill y Carbonell, 2004; Semendeferi et al. 2002).
Estos estudios apuntan a que la superficie asociativa del córtex del LPF de los
humanos tiene un carácter alométrico
cuantitativo (aumento de la superficie funcional del córtex) y cualitativo (nuevas funciones cognitivas). Igualmente, se
conoce que las áreas terciarias del lóbulo frontal son mayores,
proporcionalmente, que la del resto de los primates conocidos, como se deduce
de su mayor circunvolución y girificación (Cela Conde, 2002;
Rilling e Insel, 1999). Por tanto, no parece difícil establecer una relación
entre el aumento (de superficie y interconectividad) de estas áreas con la
conducta moderna. La diferenciación funcional o el aumento respecto de los
demás homínidos conlleva a que nuestra especie tendría una mayor capacidad
funcional de dos tipos (fundamentales en la conducta humana) (Ardilla y
Ostrosky-Solis, 2008):
* Metacognitivos (área dorsolateral
de la corteza prefrontal), para procesar la información, asimilarla y
utilizarla para mejorar su conducta, mediante el mayor desarrollo de sus funciones ejecutivas, imprescindibles
para la organización de todo tipo de conducta y lenguaje, y al aumento de las
capacidades de abstracción y simbolismo.
* Emocionales (área ventromedial de la corteza prefrontal), que
coordina la cognición y la emoción. En ese sentido, la función principal del
lóbulo prefrontal es encontrar justificaciones aparentemente aceptables para
los impulsos límbicos (los cuales constituyen las funciones ejecutivas
emocionales).
Estas dos funciones siempre
actúan juntas, pues cualquier acción (sobre todo si se relaciona con otros
componentes de la sociedad) siempre lleva adosada un componente emocional
(positivo, negativo o dentro de un amplio margen de una supuesta neutralidad
emocional). La importancia del LPF humano en su compleja conducta es
primordial, aunque no hay que olvidar que nuestro sistema nervioso
siempre actúa de forma integrada con otras zonas cerebrales, pues su
acción conjunta es necesaria para cualquier acción y, aunque parezca mentira,
se necesitan más de las que aparentemente podemos creer que son las necesarias.
Como las funciones ejecutivas se
asientan principalmente en esta zona cerebral (interconectadas funcionalmente
con otras áreas neurológicas), podemos intuir que la conducta moderna humana se
debe, en gran parte, al desarrollo evolutivo del LPR, y que sus características
funcionales serían claves para comprender el origen y desarrollo de nuestra
conducta simbólica. Pero las características funcionales de este LPF vienen
determinadas por las propias características evolutivas. Por tanto, para
entender con detenimiento el origen y desarrollo de la conducta humana, creo
que es imprescindible seguir por los derroteros del modelo interdisciplinario, es
decir, de elaborar teorías interdisciplinarias que enlacen sin problemas los
conceptos recientes de la Biología evolutiva, Neurología, Psicología, Sociología
y Lingüística. Siguiendo estas
premisas se ha elaborado, dentro del amplio campo de la Arqueología cognitiva,
una metodología de análisis interdisciplinar, que se define como modelo psicobiológico, dentro de una
teoría general interpretativa, el estructuralismofuncional.
![]() |
Modelo interdisciplinario de la conducta humana basado en el Estructuralismo funcional (Arqueología cognitiva). |
* Ardila, A.; Ostrosky-Solís, F.
(2008): Desarrollo Histórico de las Funciones Ejecutivas. Revista Neuropsicología,
Neuropsiquiatría y Neurociencias, Vol.8, No.1, pp. 1-21.
* Bruner,
E.; Manzi, G. y Arsuaga, J. L. (2003):
Encephalization and allometric trajectories in the genus Homo: Evidence from the Neandertal and modern lineages. PNAS, 100 (26): 15335-15340.
* Cela Conde, C. J. (2002), “La
filogénesis de los homínidos”. Diálogo filosófico, 53: 228-258.* Rilling, J. K., e Insel, T. R. (1999), “The primate
neocórtex in comparative perspective using magnetic resonance imaging”. Journal
of Human Evolution, 37, 191-223.
* Semendeferi, K. y Damasio, H. (2000), “The brain and
its main anatomical subdivisions in living hominoids using magnetic resonance
imaging”. Journal of Human Evolution 38: 317-332.
* Semendeferi, K.; Lu, A.; Schenker, N. y Damasio, H.
(2002), “Humans and great apes share a large frontal cortex”. Nature
neuroscience 5 (3): 272-276.
* Schoenemann, P. Thomas; Michael Sheehan, y L. Daniel
Glotzer (2005): “Prefrontal white matter volume is disproportionately larger in
humans than in other primates” Nature Neuroscience v. 8(2):242-252.