La serie de cinco cráneos
descubiertos en Dmanisi en estos últimos años han conseguido centrar el interés
general en el mundo de la Paleoantropología y, de rebote, al de la Arqueología.
El reciente hallazgo del quito cráneo y la interpretación que sus descubridores
han realizado a puesto en duda un concepto que parecía que estaba plenamente
afincado. Me refiero a la idea que tenemos de especie dentro de la
Paleontología.
El yacimiento de Dmanisi está situado
en la república de Georgia, a
85 km al sur de su capital Tiflis en el Próximo
Oriente. En los niveles más antiguos,
correspondientes al Paleolítico inferior y datados en unos 1'8 m.a., se han
encontrado importantes restos de industria lítica del Modo I y, lo que
parece más interesante, los restos más antiguos de seres
humanos hallados fuera de África.
Sin
embargo, lo más llamativo de toda la serie de descubrimientos que se han
realizado, ha sido la interpretación que se ha dado sobre la gran variedad
morfológica que se ha descubierto en sus 5 cráneos. A pesar de las diferencias
anatómicas que se observan en ellos, destacando la gran diferencia que existe
entre sus mandíbulas, sus descubridores defienden que puede tratarse de una
misma población o especie humana, incluso de que todos murieron a la vez por
causas de una catástrofe natural. Esta
muestra proporciona una evidencia directa de una amplia variación morfológica
que parece existir entre y dentro de los primeros Homo, planteando la
hipótesis de que estas primeras poblaciones humanas (Homo habilis, Homo
rudolfensis, Homo ergaster y Homo erectus), sean en realidad una misma
especie. El tema ha sido
publicado en la revista Science, y ha tenido una repercusión inmediata.
Los cinco cráneos de Dmanisi -Foto: M. Ponce de León. |
Sin embargo, no todos están de acuerdo, pues un equipo de arqueólogos
de la Universidad Autónoma de Madrid, han observado en las herramientas del
yacimiento diferencias en su producción, lo que abre la puerta a la posibilidad
de que éstas fueran elaboradas por dos grupos diferentes. Así lo recoge MaríaMartinón en el blog del Museo de la Evolución Humana, donde además, expone que
aunque la tesis nula de los autores del artículo (la posibilidad de que todos
los Homo primigenios sean de una misma especie) no se pueda en la
actualidad refutar, no quiere decir que esté probada.
El concepto de especie
Estos descubrimientos e
interpretaciones nos indican lo poco que sabemos sobre la realidad biológica
que significa la evolución, la forma de realizarse y como poder estudiarla con
un fundamento que no deba de reinterpretarse cada vez que se produzca un nuevo
e insólito descubrimiento. Aunque el concepto de especie en biología parece
estar bien establecido, en realidad en un tanto abstracto, controvertido y a
veces poco fiable. Pero, es muy útil, pues no existe otra forma de establecer
un análisis racionalizado de la variedad biológica del presente y del pasado.
La aceptación de laidea de especie como un hecho real, corresponde a un proceso clasificatorio existente en la estructura
académica vigente, siendo usado para una mejor exposición doctrinal de la
realidad viviente y fósil. Así, lo expresa Emiliano Aguirre en su discurso del
acto de recepción a la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales
(Aguirre, 2000: 35):
Un taxón no es el ser viviente que pretendemos conocer –
y que representa realmente nuestro fósil-: los taxones son entidades
abstractas, producto de una operación racional, término de un lenguaje técnico.
Su definición más aceptada corresponde a un concepto
biológico que especifica su contenido como la capacidad de
reproducción o descendencia fértil entre elementos
observables de similar anatomía (Ayala, 1980: 96). En el registro fósil es
imposible poder conocer esta característica biológica, por lo que deben de
establecerse criterios puramente morfológicos, considerando miembros de
especies diferentes aquellos organismos de distintas épocas (aunque existe la
posibilidad de convivencia temporal más o menos limitada) que difieran
anatómicamente entre sí, al menos tanto como se diferencian los organismos
actuales clasificados como especies distintas (Simpson, 1945: 16).
Con
estas ideas es imposible comprobar la hibridación biológica de los grupos
humanos en el Paleolítico. Todo quedaría en el análisis de la diferenciación
anatómica, la cual estaría marcada en función del azar de los descubrimientos
en el tiempo y el espacio, del número de muestras a estudiar, del estado de las
mismos, del registro paleoantropológico anterior y del propio criterio de sus
descubridores, lo que implica una subjetividad científica importante, sólo
admisible ante la notoria falta de datos más fiables. Por tanto, no podemos
precisar, con la seguridad deseada, que algunas de las especies de
nuestro género no sean en realidad manifestaciones diferentes de una misma
identidad biológica (entidad de base real desconocida), con todo lo que ello
podría significar.
La teoría sintética de
la evolución entiende a las especies no como entidades inmutables, sino como
realidades dinámicas en continuo cambio en el tiempo y en el espacio,
ofreciendo un paulatino y lento cambio morfológico. Esta forma de cambio
evolutivo se produce junto a otras variaciones morfológicas realizadas con
mayor rapidez en la formación de las especies, como explica el modelo de los
equilibrios puntuados y las nuevas directrices sobre el cambio morfológico ya
vistas en otras entradas (Mecanismos de cambio morfológico; Paleontología,Biología evolutiva, Genética y Arqueología en la transición).A estas bases
teóricas hay que añadir las conclusiones que actualmente se están formulando y
que pueden cambiar mucho tales conceptos:
- El desconocimiento de la realidad paleontológica
de Asia. Si bien Europa y África están relativamente bien estudiadas, el
continente asiático presenta una serie de problemas paleontológicos y
arqueológicos que muchas veces no se acoplan bien con los datos obtenidos en
los otros dos continentes. Recientes estudios de investigadores españoles sobre
fósiles chinos “reabren la cuestión sobre el
origen del Homo sapiens”. Aunque aún es muy pronto para llegar a una
conclusión fiable.
- La dificultad de conocer todos los mecanismos de cambio evolutivo, pues estos no
están aún comprendidos del todo. Si creemos que este proceso biológico esta
dentro de las leyes del azar, todos los mecanismos que puedan producir cambios
de cualquier tipo en el genoma de una especie (cambios genéticos, mecanismos de
regulación internos y externos, regulación en su manifestación embriológica,
etc.) seguro que se han producido en múltiples ocasiones. Así, cada vez se
tiene más en cuenta que la evolución es causa del cambio de la ontogenia de
diversos miembros de una especie, con independencia de los mecanismos
requeridos. El problema es múltiple, pues ni conocemos la totalidad de estos
mecanismos, ni tenemos modo de conocer cuales se utilizaron en los procesos
evolutivos conocidos.
- La complejidad que supone la evolución de los
seres humanos, pues con ellos se añaden nuevos conceptos que no presentan las
otras entidades biológicas. Me refiero a la cultura humana, capaz de modular en
parte la acción de la selección natural. Esto se ve claramente en la expansión
de los humanos, proceso que ninguna otra especie de primates ha podido
realizar.
Ante esta complejidad
evolutivas y la posibilidad (comprobada en algunos casos) de varias especies
coetáneas, algunos autores ven la evolución humana como un arbusto ramificado,
con gran dificultad para conocer cual es el pariente más cercano y quién es el
antepasado de quién (Angela et al. 1989: 187). En este arbusto, cada
humano representado por sus restos fósiles son sólo unas ramitas laterales que
se han significado, no sólo por sus cualidades, sino por la extinción de todos
los demás. El concepto tradicional de especie se diluye y es posible que grupos
humanos con una determinada anatomía (más o menos aislados geográficamente) en
sus continuas emigraciones (por empeoramiento climático, desastres naturales,
etc.) pudieron cruzarse biológicamente con otros humanos con los que mantenían
diferencias morfológicas importantes, siendo sus descendientes fértiles o no.
En este sentido, pudieron existir diversas poblaciones
humanas en Asia e incluso en África, producto de evoluciones diferenciadas y
por el aislamiento geográfico. De la coexistencia de estas variadas poblaciones
algunas de ellas se mezclarían, mientras que otras no lo harían. El problema es
que es prácticamente imposible conocer estas posibilidades, que sólo podemos
conocer por medio de los tan buscados fósiles híbridos, y actualmente del ADN
fósil de nuestros ancestros más recientes.
Problemas que plantea esta situación
- Inseguridad a la hora de
definir y diferenciar grupos humanos como especies, sobre todo cuando son
coetáneas, como es el caso de Dmanisi.
- La hibridación solo
confiere como certeza la descendencia de la mezcla de dos grupos, es decir, la
capacidad biológica de fecundación. Pero no condiciona que sus capacidades
cognitivas sean iguales. Este problema se agudiza entre las poblaciones más
recientes de nuestro linaje y que además convivieron cierto tiempo, me refiero
a los Humanos neandertales y a los Humanos anatómicamente modernos.
- Dificultad para analizar las características psicobiológicas de cada
grupo humano, pues dependiendo de la forma de evolución así se tendrán una
propiedades u otras. La
evolución no produjo automáticamente la aparición de poblaciones humanas con
los logros conductuales que la arqueología nos muestra, por lo que seguir justificándolos
como logros directos de mutaciones o procesos evolutivos específicos, así como
intentar ver logros culturales y simbólicos a través de la propia evolución
morfológica, no creo que deba ser el camino que la Arqueología deba seguir en
la actualidad. Opino que debe crear sus propios cauces y directrices sobre la
evolución humana en los aspectos conductuales, pero con cierta independencia de
los criterios morfológicos propios de la Paleontología. En este sentido, parece
que la Arqueología cognitiva si puede tener mucho que decir.
Conclusiones
Puede que el concepto de especia, tal y como lo usamos en la actualidad,
haya que revisarlo cuando se trate de poblaciones humanas del Pleistoceno
(paleolíticas), pues la variabilidad morfológica y coetánea (p.e. Dmanisi)
impide avanzar por el camino estricto del tradicional concepto de especie. En
este sentido, muy recientemente el paleoneurobiólogo Emiliano Bruner ha
realizado una crítica sobre el caso de Dmanisi en el blog del Museo de la
Evolución Humana.
El concepto de especie es un ladrillo fundamental
en la teoría evolutiva, pero si se intenta aplicar estrictamente a la
variabilidad biológica puede dar mucha guerra y mucho que discutir.....
Quizás habría que preocuparse menos de los nombres de las especies (un
tema importante pero que siempre se queda en el contexto de la especulación) e
interesarse más por el significado biológico de todas las variaciones
anatómicas, dedicando más tiempo al conjunto del registro fósil y evitando
centrar demasiado la atención en individuos aislados. Quizás en general habría
que replantearse algunos objetivos, abandonando aproximaciones evolutivas que
ya empiezan a ser bastantes anacrónicas en un mundo donde el procesamiento de
informaciones se hace cada día más complejo. En ciencia y en investigación, una
buena pregunta vale mucho más de una insondable respuesta.
Parece lógico que no tengamos todas las respuestas a nuestras preguntas, y
que intentemos, con los precarios datos que tenemos, esclarecer lo mejor
posible la complejidad de nuestro pasado. Pero, desde luego hay que ser
ecuánimes, y si se sabe o se piensa una cosa, no parece lógico que luego
hagamos investigaciones diciendo todo lo contrario. Todo los estudios
paleontológicos y arqueológicos tienen en común que el fundamento de sus
estudios es el resultado de los procesos evolutivos. Si bien no conocemos cómo
se han producido muchos de los cambios que han dado lugar a las poblaciones en
estudio, si estamos en posición de conocer que mecanismos generales
intervinieron en su mayoría. Así, las características resultantes (p. e.
conducta humana) tendrían que estar en consonancia con las formas de cambio
generales. Es decir, si la diferencia genética entre todos los primates es tan
pequeña (p. e. aproximadamente el 98% de nuestro genoma es idéntico al genoma
del chimpancé. Solo el 2% es el responsable de las diferencias anatómicas y
cognitivas), no se puede continuar explicando cada una de las diferencias
morfológicas y conductuales como el resultado de una evolución (mutación de los
genes responsables) como un hecho independiente y regulado por los mecanismos
de la selección natural o mejoría de la adaptación.
Este sería un ejemplo de una conclusión
de carácter interdisciplinario, pues no todo es adaptación, sino un conjunto de
procesos que actuando de forma coordinada dan lugar a los seres vivos que, en
aras de la racionalización de su estudio, agrupamos en especies con conceptos
humanos que no siempre tienen su razón de ser en la naturaleza.
* Angela, A. y Angela, P. (1989): La
straordinaria storia dell'uomo. Mondadori, Milano.
* Ayala, F. J. (1980): Origen y evolución del
hombre.Alianza. Madrid.
* Simpson, G. G. (1945): The principles of
classifications and a classification of mammals. Bulletin of the American
Museun of Natural Histoty, 85: pp.i-xvi, 1-350.
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