martes, 25 de febrero de 2020

Adaptabilidad del genero Homo


Siempre se ha comentado que el éxito de supervivencia y expansión geográfica del género Homo se debe a su gran capacidad de adaptación. Sin embargo, no se ha matizado lo suficiente sobre las características de esta capacidad, que en general se asumía como las variaciones biológicas que favorecían las adaptaciones a los diversos ecosistemas en los que podemos comprobar su existencia en el pasado.

Su poder adaptativo llevo a las poblaciones humanas a expandirse por todo el mundo

A lo largo del siglo XX la característica más importante que se resaltaba sobre las capacidades adaptativas humanas se ceñían a los cambios morfológicos que podíamos apreciar en los fósiles de las diferentes especies de nuestro linaje. Naturalmente, no se podía marginar totalmente los aportes que la cultura (tecnología, sociabilidad, lenguaje, etc.) podía aportar en este proceso, pero se consideraban como consecuencia directa de la neuroevolución.

Tradicionalmente, la Arqueología ha explicado los avances socioculturales como formas de adaptación ecológica, donde las principales fuerzas impulsoras son la variabilidad medioambiental y la dinámica poblacional (d’Errico y Stringer, 2011; Banks, d´Errico y Zilhão, 2013). Se estaría destacando la gran flexibilidad y capacidad para producir innovaciones que las poblaciones humanas modernas adquirieron con la evolución (Kandel et al. 2015; d´Errico et al. 2017).

En este contexto, ya puede apreciarse el inicio de un cambio de paradigma, pues la adaptabilidad se atribuye más a la existencia de ciertas capacidades cognitivas  (flexibilidad y capacidad de innovación) que a la simple variación morfológica como principal mecanismo adaptativo a las variaciones ecológicas (medioambiente, clima, geografía, geología, etc.). Efectivamente, los estudios de adaptabilidad, aunque mantengan cierta importancia al medio ambiente en general, comienzan a valorar más los cambios cognitivos que se producen en las poblaciones humanas. Así, se inician los desarrollos de dos básicas ideas dentro de nuestra adaptabilidad:



Todas las especies viven y se desarrollan en un medio ambiente determinado (nicho ecológico), pero solo las poblaciones del género Homo tienen con él una relación dinámica, pues pueden cambiar sus características mediante su particular interacción. La causa es una especial forma de relación social entre los miembros de sus comunidades, así como una mayor capacidad de captación, procesamiento, asimilación y transmisión de la información que la naturaleza nos ofrece, con lo que se mejoraría la capacidad de cambio y, por tanto, de adaptación. Su realización se produce mediante el aprendizaje social, la creación y desarrollo del lenguaje humano, y a la emergencia de nuevas capacidades cognitivas como la ampliación de la memoria de trabajo, desarrollo de la teoría de la mente y de la autoconciencia. Estas capacidades cognitivas actuando en adecuada coordinación permiten que la construcción de este nicho sea un proceso de permanente acumulación y transformación, en el que las conductas, las herramientas y las ideas se van mejorando de generación en generación. Estos conceptos reflejan la importancia de la cultura, creando los llamados nichos culturales y/o cognitivos (Tomasello, 1999; Bickerton, 2009; Rivera and Rivera, 2019).

En el inicio de nuestra evolución se produciría un mecanismo de adaptación básicamente similar al visto en las demás especies biológicas (la adaptación anatómica y/o fisiológica como cambio de la biología). Pero de una forma paralela, muy lenta al principio y más rápida a lo largo de la evolución de nuestro linaje, se iría desarrollando las formas culturales humanas, las cuales, a su vez, irían produciendo desarrollos cognitivos, mediados por los  procesos de coevolución y emergencia cognitiva.

La cultura ejercería una presión selectiva cada vez más importante, la cual moldearía la estructura de la red neurológica que procesa los parámetros de aprendizaje y de adquisición de datos, es el efecto Baldwin (Bateson, 2004). Así, la anatomía del cerebro puede seleccionarse para acomodar mejor los requisitos físicos o neuronales de los procesos y representaciones aprendidas (Lotem et al. 2017), es decir, se crearía un nicho de características cognitivo-culturales (Rivera and Rivera, 2019).

Anatómicamente se ha podido comprobar el cambio de la básica estructuración funcional que ejerce de fundamento neurológico a estos procesos. En los lóbulos posteriores del cerebro conocemos el área de asociación parieto-temporo-occipital que sería el receptor e integrador de las aferencias sensitivas externas (áreas primarias visuales, sensitivas y auditivas). Esta información integrada, que puede ser asociada (simbolizada) por sonidos o señas apropiadas, en función de los procesos de atención tendría que pasar al lóbulo frontal para su correlación emocional, procesamiento racional y la producción de una respuesta motora si es necesaria. Las vías nerviosas que pueden realizar esta función no están del todo bien conocidas, pero podemos destacar dos importantes áreas y fascículos de los que tenemos una comprobación anatómica de su evolución o desarrollo funcional: el Precúneo o Precuña y sus conexiones con el Lóbulo Prefrontal (Bruner et al. 2014) y el área de Wernicke y la importante evolución del fascículo arqueado, que llega tanto al área de Broca como al Lóbulo Prefrontal (Rilling, et al. 2008).



Todos estos datos, expuestos de forma muy genérica, nos indican la necesidad de una Arqueología cognitiva moderna e interdisciplinar, si queremos conocer el fundamento de nuestra evolución conductual y cognitiva


- Banks, W. E.; d´Errico, F. y Zilhão, J. (2013): Corrigendum to “Human-climate interaction during the Early Upper Palaeolithic: Testing the hypothesis of an adaptive shift between the Proto-Aurignacian and the Early Aurignacian”. Journal of Human Evolution, Volume 64, Issue 1: 39-55.
- Bateson, P. (2004): The Active Role of Behavior in Evolution. Biology and Philosophy 19 (2), 283-298.
- Bickerton, D. (2009). Adam´s Tongue: How Humans Made Language, How Language Made Humans. New York. Hill and Wang.
- d´Errico, F. y Stringer, Ch. B. (2011): Evolution, revolution or saltation scenario for the emergence of modern cultures? Philosophical Transactions B. 366, 1060-1069.
- d´Errico, F.; Banksa, W. E.; Warrend, D. L.; Sgubine, G.; Niekerkb, K.; Henshilwoodb, Ch.; Daniaue, A-L. y Sánchez Goñie, M. f: (2017): Identifying early modern human ecological niche expansions and associated cultural dynamics in the South African Middle Stone Age. PNAS, vol. 114, no. 30: 7869–7876.
- Kandel, A.; Bolus, M.; Bretzke, K.; Bruch, A.; Haidle, M.; Hertler, Ch. and Märker, M. (2015): Increasing Behavioral Flexibility? An Integrative Macro-Scale Approach to Understanding the Middle Stone Age of Southern Africa. J. Archaeol Method Theory. Vol. 22, (2).
- Lotem, A., Halpern, J. Y., Edelman, S. and Kolodny, O. (2017, July). The evolution of cognitive mechanisms in response to cultural innovations. Proceedings of the National Academy of Sciences, 114 (30), 7915–7922.
- Rilling, J. K. and Insel, T. R. (1999, August). The primate neocórtex in comparative perspective using magnetic resonance imaging. Journal of Human Evolution, 37, 191-223.
- Rivera, A. y Menéndez, M. (2011): Las conductas simbólicas en el Paleolítico. Un intento de comprensión y análisis desde el estructuralismo funcional. Espacio, Tiempo y Forma, Nueva temporada, 4.
- Tomasello, M. (1999). The Cultural Origins of Human Cognition. Cambridge, MA, US: Harvard University Press.