La
manifestación de estas cogniciones no se produce de forma aislada, sino que
dependen cada una de ellas de la adecuada formación de las otras dos. La coevolución, como proceso de producción
en el más amplio sentido, se presenta tanto en el plano social como en el
emocional y tecnológico. En este contexto, no se deben inferir conductas de
ningún tipo si cualquiera de estas formas cognitivas no presenta el desarrollo
necesario para su formación. Esta conclusión nos obliga a indagar, en cada trabajo
de Arqueología cognitiva, cuál sería el desarrollo de las tres cogniciones en
el inicio de la conducta a analizar, o lo que es lo mismo, hay que aplicar su
inicio en el periodo cognitivo-cultural que corresponde en función de los
parámetros cognitivos y conductuales y no solo temporales (dataciones
cronológicas)
Teniendo en
cuenta todas estas dificultades es necesario elaborar una metodología que
permita analizar los datos arqueológicos con la mayor objetividad posible. Para
ello es preciso elaborar una serie de pasos que nos servirían de guía en
cualquier estudio sobre los cambios cognitivo-culturales. Serían:
- Determinar
con la mayor precisión posible el tema a estudiar, a pesar de su segura
interconexión con otras formas culturales.
- Asumir que,
en muchos casos, solo podremos ahondar en nuestro estudio hasta cierto límite
explicativo, y que ir más allá del mismo supondría entrar en un ámbito de gran
subjetividad que no aportaría información científica aprovechable.
- Situar el
inicio de la conducta a estudiar en un periodo prehistórico lo mejor posible,
lo que siempre debe de realizarse mediante la información que el registro
arqueológico nos aporte. Tal ubicación no debe ser exclusivamente temporal,
sino teniendo en cuenta el desarrollo cognitivo-conductual observado.
- Con la información arqueológica y su ubicación
dentro de un general periodo cognitivo-cultural por determinar, tendremos los
antecedentes necesarios para iniciar nuestro estudio. Sin
embargo, el seguimiento arqueológico de la evolución de las conductas sociales,
tecnológicas y emocionales es muy difícil y complejo, pues estos factores
cognitivos tienen unas características formales muy diferentes. Mientras que
los hechos tecnológicos casi siempre dejan una huella fácilmente de analizar
directamente, los factores sociales y emocionales siempre tienen un carácter
indirecto y ubicado en los restos materiales, lo que dificulta enormemente su
análisis. Podemos establecer una serie de conductas en las que predomina unas
formas cognitivas las otras, pero que siempre presentan un componente común que
hay que evaluar (Cuadro 1)
* Cognición social. Relaciones sociales,
lenguaje, teoría de la mente, diferenciación autobiográfica, logística
alimentaria en general, autoconciencia, enterramientos, espiritualidad,
religiosidad y toda forma de conducta simbólica.
* Cognición emocional. Sociabilidad,
empatía, motivación general, cuidados de miembros de la sociedad, tratamiento
mortuorio, espiritualidad, religiosidad, relaciones sociales interpersonales e
intergrupales y todas las formas conductuales humanas
* Cognición tecnológica. Tecnología lítica
y ósea, tratamiento de pieles, evolución culinaria, conservación de alimentos,
desarrollo gráfico, cerámica, metalurgia, etc.
- La
producción de una constante alteración de la materialidad existente en la
naturaleza (ya sea con formas puramente materiales, tecnológicas, emocionales o
sociales), cambiando las características de la permanente interacción de la
mente, el cuerpo y el medio (Malafouris, 2013), con el fin de facilitar la
creación de abstracciones cognitivas que no pueden adquirirse directamente de
la naturaleza (p. e. cocción alimentaria, tecnología de la cerámica, metales,
numerosidad, conductas religiosas, etc.), pero si con una materialidad
adecuadamente transformada.
- Desarrollo del razonamiento causal como mecanismo
de producción de los cambios conductuales. Es preciso que en los procesos de
causa-efecto contemplen, en su adecuada medida, la unión conductual de las
cogniciones sociales, tecnológicas y emocionales, indicando con la mayor
precisión posible cuáles son sus componentes.
- Establecer una serie de pequeños avances
(sociales, tecnológico y emocionales), arqueológicamente observados, que
estaría interconectados uno detrás de otros como vía del desarrollo conductual.
En
nuestro estudio es fácil de apreciar un progresivo desarrollo conductual, de lo
elemental a mayor complejidad, aunque su desarrollo tendría una gran
heterogeneidad productiva en el tiempo y espacio. Esta evolución de la
complejidad conductual puede analizarse mediante la creación de una larga serie
de argumentos o razonamientos causales entrelazados,
vinculados o puenteados uno detrás de otro (Haidle,
2015), que pueden rastrearse en los
datos arqueológicos (d’Errico et al.
2017; Rivera y Rivera, 2019). La estructura de estos razonamientos causales
tienen siempre una composición mixta y compleja, pues en cada parte del binomio
causa-efecto siempre actúan los
componentes sociales, tecnológicos y emocionales, ya sean como contribuyentes a
la producción del cambio o como características formales de los hechos
causantes.
- La
realización de estos razonamientos causales es muy variable, pues depende de
las características de los grados de cognición causal utilizados. Así, puedes
ir desde el establecimiento de una relación de causa y efecto entre los signos
naturales del medio ambiente ya sean observables (e. g. filo de piedras con
cortes en los pies) o inobservables (e. g. el viento con caída de los frutos)
hasta todo lo que retengamos en la memoria (construcciones mentales racionales
y/o emocionales). En grados avanzados se manejarían conceptos plenamente
simbólicos y/o abstractos, posibilitando que con conductas deducidas de la
naturaleza o del quehacer humano (causa) puedan crearse otras de naturaleza
abstracta, no presentes en la naturaleza, pero sí en nuestro mundo simbólico
(efecto). Con los diversos los estímulos sensoriales externos (sociales,
tecnológicos y emocionales) se irían produciendo una serie de mecanismos
causales entrelazados dando lugar a procesos de coevolución y emergencia cognitiva, logrando crear redes neurológicas complejas como base
de las capacidades cognitivas observadas en los diferentes homínidos del género
Homo (Lombard and Gärdenfors, 2017;
Lotem et al. 2017; Stuart-Fox, 2015;
Rivera y Rivera, 2019).
- Un aspecto importante en esta forma conductual sería la intencionalidad de su producción, pues muchos cambios conductuales se realizan de forma fortuita o no intencionada (casualidades, accidentes), cuando se está buscando otra cosa o simplemente ninguna, valorando la importancia de lo observado. Sería la consecuencia de un descubrimiento de la relación entre dos procesos de forma fortuita y no buscada, concluyendo que uno de ellos es el origen (causa) de la producción del otro (efecto). Esta forma de razonamiento causal se denomina serendipia.
Por otro lado, puede existir la intención de cambiar y/o mejorar la conducta, lo que producirá la
creatividad, siendo su acción fundamental para la comprensión de la compleja naturaleza biosocial de la mente (
Malafouris et al. 2014). La creatividad sería un logro buscado (intencionado y autoconsciente), donde hay que añadir en determinados casos que puede estar impulsada o favorecida por formas de serendipias. En este caso se altera el proceso del razonamiento causal, pues se buscan efectos diferentes y mejores mediante el cambio de las características causales, con la presunción de que el efecto sería el diferente más acorde con lo deseado. La mayoría de los cambios en la prehistoria serían en principio serendipias, mientras que los procesos creativos de mejora se irían produciendo poco a poco en función del aumento de los grados de cognición causal y de sus necesidades cognitivas sociales (memoria de trabajo, teoría de la mente, lenguaje, autoconciencia), emocionales (emociones autoconscientes, motivación, necesidad, etc.) y tecnológicas (control de la manifestación material de cada proceso).
Conclusión
Aparentemente el método indicado parece confuso y complejo, pero las pautas a seguir nos llevan a una realización práctica. No obstante, si parece necesario su inicio mediante una guía adecuada, lo que por desgracia no es factible en a actualidad. De todas maneras dejo la dirección de algunos de mis trabajos que pueden aclarar su elaboración:
Estructuralismo funcional como método de interpretaciónarqueológico
De la teoría a la práctica de la Arqueología cognitiva
Bruner, E. and Gleeson, B. T. (2019). Body
Cognition and Self-Domestication in Human Evolution. Front. Psychol. 21.
d´Errico, F.; Banksa, W. E.; Warrend, D. L.; Sgubine, G.;
Niekerkb, K.; Henshilwoodb, Ch.; Daniaue, A-L. and Sánchez Goñie, M. F. (2017).
Identifying Early modern human ecological niche expansions and associated
cultural dynamics in the South African Middle Stone Age. PNAS, vol. 114, no. 30: 7869–7876.
Haidle, M. N. (2014). Building a bridge-an archeologist's perspective on the evolution of
causal cognition. Front. Psychol. 17
Lombard, M. and Gärdenfors, P. (2017). Tracking the
evolution of causal cognition in humans. Journal of Anthropological Sciences. Vol. 95, pp. 1-16.
Lotem, A., Halpern, J. Y., Edelman, S., Kolodny, O.
(2017). The evolution of cognitive mechanisms in response to cultural
innovations. PNAS | vol. 114 | no. 30
| 7915–7922.
Malafouris, L. (2013). How Things Shape the Mind: a Theory of
Material Engagement. MIT Press, Cambridge.
Malafouris, L., Gosden,
C., Overmann, K.A., (Eds) 2014. Creativity, cognition and material culture. Pragmatics and Cognition, 22
(1).
Martín-Loeches, M.; Casado, P. y Sel, A. (2008). La evolución del
cerebro en el género Homo: la neurobiología que nos hace diferentes. Rev Neurol, 46 (12), 731-741.
Rilling, J. K., Glasser, M. F., Preuss, T. M., Ma, X., Zhao, T.,
Hu, X. and Behrens, T. E. (2008). The evolution of the arcuate fasciculus
revealed with comparative DTI. Nature
Neuroscience, 11 (4), 426-428.
Rivera, A. y Menéndez, M. (2011). Las conductas simbólicas en el
paleolítico. Un intento de comprensión y análisis desde el estructuralismo
funcional. Espacio, Tiempo y Forma. Serie I Prehistoria y Arqueología.
Nueva época, 4.
Rivera, A. and Rivera, S. (2019). Mechanisms of cognitive
evolution of the Homo genus. Ludus
Vitalis. Vol. 27, Núm. 51 pp. 1-22. Stuart-Fox, M., (2015). The origins of causal
cognition in early hominins. Biology and Philosophy 30 (2).