Se puede definir a
la ciencia como un sistema ordenado de
conocimientos estructurados, adquiridos a través de la experiencia o de la introspección.
Su desarrollo a través de los siglos de existencia ha producido notables avances en la
compresión del mundo en que vivimos y de nuestra relación con él. Sin embargo,
también ha desarrollado una importante parcelación y fragmentación del conocimiento, es
decir, la formación de numerosas disciplinas particulares y su
consiguiente hiperespecialización. Esta parcelación, que en principio fue
necesaria para poder profundizar en sus
cometidos, con cierta posteridad se ha visto como fuente de algunos problemas
del desarrollo científico, como sería cierta limitación en el conocimiento
complejo de la realidad estudiada. La principal causa de este problema es su
incapacidad para comprender las complejas realidades del mundo actual, pues
estas se distinguen por la multiplicidad de las relaciones
e interconexiones entre las diversas disciplinas que analizan cualquier
problema con características comunes. Lo que en principio parecía ser lo más
fundamental (creación y desarrollo de diversas disciplinas científicas), con el
tiempo y su desarrollo se manifestaron como las causantes de un problema de
compleja solución: la excesiva y aislada parcelación científica nos ocultaba
que la realidad es la suma de toda ellas, pero que tal realidad es más que los
elementos aislados que nos proporcionan cada disciplina, pues la relación entre
todos ellos producen una nueva entidad emergente (Martínez Miguélez, 2012).
Cada vez conocemos mejor a los árboles, pero nos cuesta entender la globalidad
del bosque
Como es lógico, las ciencias que se han
dedicado al estudio de la conducta del ser humano en la prehistoria
(Arqueología prehistórica, Prehistoria y Paleoantropología) se suman plenamente
a estas características de hiperespecialización. Al tratarse de hechos
acaecidos en el pasado, y no en el presente o pasado cercano, muchas ciencias
dedicadas al estudio de la conducta humana (Neurología, Psicología, Lingüística,
Biología evolutiva, Antropología social, etc.) se han inhibido en el estudio de
estos lejanos periodos, o lo han hecho de forma esporádica o limitada, dejando
este quehacer a las disciplinas creadas a propósito, pero que partían de la
nada y estaban aisladas de las ya desarrolladas.
La gran complejidad del estudio de la evolución cognitiva y cultural
del género Homo requiere el apoyo de todas las ciencias que puedan
aportar algo en su análisis. En la actualidad, los estudios sobre la conducta
de nuestro linaje a lo largo de su evolución requieren de unos métodos y
conocimientos que se escapan de los que estas ciencias sociales (Arqueología
prehistórica, Prehistoria y Paleoantropología) pueden ofrecer en solitario. Así
lo han entendido la mayoría de los que se dedican a estas tareas, siendo
constante la unión de los criterios arqueológicos con los propios de otras
ciencias (Paleontología, Paleoclimatología, Paleoneurología, Biología
evolutiva, Genética, Geología, Física y Química, etc.). Con esta agrupación
científica podemos estudiar los datos que nos aportan los yacimientos, es
decir, en qué consiste la información, cuándo se creó, dónde tuvo lugar su inicio y desarrollo. Estas cuestiones son las
que más ampliamente se ha ocupado el trabajo arqueológico desde su inicio.
Prueba de ello es el amplio conocimiento (aunque limitado en numerosos
aspectos) que tenemos de las diferentes culturas prehistóricas, lo que nos
permite tener un mínimo conocimiento de tan lejanos tiempos. Su manifestación
cultural queda reflejada en la gran cantidad de útiles (líticos, óseos,
cerámicos, metálicos, etc.) y conductas (cazadores-recolectores, agricultores,
ganaderos, metalúrgicos, etc.) que variaran según sean los periodos de estudio.
Se sitúan cronológicamente en unos anagramas temporales que cada vez son más
exactos, gracias a la constante mejora de los medios de datación actuales.
Igualmente, se describen posibles áreas de inicio, de expansión, de influencia,
e incluso de regresión de tales culturas. Toda esta información constituye un
registro arqueológico enorme, dando la impresión de tener un importante
conocimiento sobre el inicio de la Humanidad.
No obstante, existen otras cuestiones sobre las que muy poco
se ha intentado trabajar. Me refiero a las preguntas del en porqué esos datos arqueológicos aparecieron en ese lugar y momento, y cómo se crearon. En este punto, es cuando hay que indicar la
existencia de cierto desajuste metodológico, relacionado con los contenidos
históricos y académicos de la Prehistoria, que dificulta el desarrollo de estos
aspectos analíticos, es decir, que nos impiden poder conocer mejor el bosque.
Recientemente se está cambiando el interés por conocer las
profundas causas de los cambios culturales detectados en nuestra prehistoria.
Así, cada vez se habla más de la cognición humana, de las variaciones
neurológicas con las que se relaciona, y de las ciencias que más se dedican a
su estudio (Neurología y Psicología, de cuya íntima unión nace la
Psicobiología). Con mayor asiduidad se mencionan en diversos trabajos las capacidades
cognitivas de los humanos que crearon los restos que vemos en los
yacimientos, del simbolismo que puede estar relacionado en ellos. Y, por
supuesto, se da gran importancia al desarrollo del lenguaje (Lingüística),
el aumento
poblacional (Paleodemografía) y a las relaciones sociales entre
grupos y dentro del grupo (Antropología social) como partes integrantes del desarrollo
cognitivo, social y cultural de las poblaciones humanas. Estas ciencias
participan de forma directa en la aparición y desarrollo de tales restos
arqueológicos (serían el cómo y el porqué del
cambio o desarrollo cultural). Todas ellas explican diferentes aspectos
de la realidad estudiada en los yacimientos, cada una de ellas es un árbol,
por lo que necesitamos unirlas para entender las características del bosque.
Formas de relación
disciplinaria
Las relaciones que existen entre las
diversas ciencias aplicadas pueden ser muy complejas (Osborne, 2015). Actualmente, hay cierta tendencia a intentar analizar las
características de sus relaciones, lo que se ha llegado, más de forma más
didáctica que real, a una agrupación en tres grandes apartados:
A. - Enfoque multidisciplinar, considerado como una mezcla no
integradora de varias disciplinas en la que cada una de ellas conserva sus formas,
métodos y teorías sin cambio o desarrollo de ninguna de las ciencias utilizadas
en tal relación. En este contexto, puede darse el caso de que las teorías de alguna
de las ciencias usadas estén en disonancia con las conclusiones de otra, pues
no se intenta realizar ninguna síntesis teórica. Los profesionales implicados
en una tarea multidisciplinar adoptan relaciones de colaboración con objetivos
comunes, pero su fin no incluye una correcta adaptación de todas ellas.
Un buen ejemplo lo tenemos en diversos
libros en los que diversos autores exponen sus teorías y estudios sobre un tema
(Andrew and
Charles, 1996; Beaune, Coolidge y Wynn, 2009), sin que exista una coordinación teórica encaminada a ka busca de
unas conclusiones comunes. En general, todos los estudios sobre la conducta
humana en el pasado son multidisciplinarios, pero las conclusiones suelen ser
independientes. Aunque tales trabajos son muy interesantes, pues nos ofrecen
diversas teorías y opiniones sobre problemas concretos, nos indica la necesidad
de avanzar en el desarrollo y utilización de nuevas formas de trabajo que nos
permitan alcanzar resultados mínimamente coordinados, pues con ello se lograría
el desarrollo de una crítica constructiva y la creación de conclusiones con
mejores bases teóricas.
B. - El concepto de interdisciplina va más allá de la
multidisciplina, pues intenta una búsqueda sistemática de integración
de las teorías, métodos, instrumentos, y, en general, fórmulas de
acción científica de diferentes disciplinas, a partir de una concepción
multidimensional de los fenómenos, y del reconocimiento del carácter
relativo de los enfoques científicos por separado (Piaget, Mackenzie y Lazarsfeld, 1973).
Efectivamente, las ciencias (parcelación teórica humana para
facilitar el estudio de los procesos) solo explican una parte de los mismos, lo
que nos engaña en la compresión de la realidad. Este segundo método de análisis
es mucho más difícil de desarrollar que el anterior, pero sus logros pueden
superar ampliamente a las simples formas multidisciplinares. A pesar de la
falta unánime de acuerdo sobre las definiciones de disciplina e
interdisciplina, hay que tener en cuenta que todas las áreas de investigación
son siempre dinámicas y, por tanto, continuamente emergentes. Así, lo
que hoy se considera interdisciplinario, en un futuro próximo puede ser
atribuido de simple disciplina. Mientras que los estudios multidisciplinares acaban
con la exposición de sus contenidos teóricos, la interdisciplina intenta llagar
a conclusiones en las que participen de forma coordinada todas las
ciencias utilizadas.
C. –
Dentro de este dinamismo teórico el desarrollo de la interdisciplina llegaría a
la concepción de la transdisciplina,
concebida como un principio para la unidad del conocimiento
más allá de las disciplinas. La interdisciplina desborda las formas y métodos
de las disciplinas utilizadas, pero sus objetivos aún permanecen en el seno de
la trama de las investigaciones disciplinares. Sin embargo, la transdisciplina implica
aquello que está al mismo tiempo entre las disciplinas, a
través de las diferentes disciplinas, y más allá de cada disciplina individual.
La transdisciplina implica la dinámica engendrada por la acción de varios
niveles de la realidad a un mismo tiempo. Con este enfoque todo objeto de estudio o
actividad humana no se compartimenta dentro de una disciplina determinada, sino
que se asume su naturaleza plural que abarca a diferentes ramas científicas,
siendo necesaria la exploración de todas ellas, con la intención de
vencer todas las trabas convencionales y alcanzar un mejor conocimiento de
nuestro mundo. Se
trataría de un conocimiento superior y emergente, fruto de un movimiento
dialéctico de retro y realimentación del pensamiento, que nos permite cruzar
los linderos de diferentes áreas del conocimiento disciplinar y crear imágenes
de la realidad más completas, más integradas y, por consiguiente, más verdaderas
(Martínez
Miguélez, 2012). En ella podemos ver ciertas características que la definen:
- Se genera al
descubrir nuevos objetos de estudio que no pueden ser estudiados desde
una perspectiva disciplinaria, produciendo nuevos métodos y nuevas formas de
emplear el lenguaje (Zavala, 2010).
- Es un
conocimiento que surge de un contexto de aplicación concreto, con sus propias
estructuras teóricas, métodos de investigación y modos de práctica (Gibbons,
1994; Osborne, 2015).
Intenta resolver problemas reales de forma razonada, ante los cuales las
disciplinas son muchas veces insuficientes (Rosenau, 1992).
- Tiende a estar en
permanente
reestructuración y autoanálisis, adaptándose a las condiciones que
provocan la necesidad de crear conocimientos específicos (Klein, 1996).
Estos tres formas de coordinación
disciplinar estarían relacionadas entre sí por el dinamismo teórico propio de la ciencia, es decir,
por la necesidad de lograr formas metodológicas de estudio que superen la
limitación de las estructuras multidisciplinares e interdisciplinares. Si la
interdisciplinariedad era difícil de lograr, esta tercera vía de estudio supone
un grado de dificultad mucho mayor, así como una concepción científica poco
desarrollada en nuestros medios académicos.
De la teoría a la práctica
Sin
dejar de estudiar todo lo que nos puede ofrecer cada árbol (ciencias), hay que
intentar analizar la complejidad del bosque (relación de las ciencias) en
cada tiempo y lugar. Pero no solo en una serie de estudios más o menos
interrelacionados (interdisciplinariedad), sino tras la necesaria integración disciplinar
en un solo contexto temporal y espacial (transdisciplinariedad) que nos
ofrecerá la emergencia de un conocimiento más real y mejor documentado. Sin
embargo, en este camino metodológico marcado por el dinamismo de la ciencia
presenta muchas dificultades a la hora de llevar sus formas teóricas a una
práctica metodológica eficaz. Tenemos diversos ejemplos sobre esta dificultad:
- Sobre los caracteres profesionales de las disciplinas.
El término disciplina no es puramente causal, sino que tienen dos aspectos
que limitan o encauzan su desarrollo: la de la tradición cognitiva o teórica
que la comunidad acepta y transmite (el paradigma que le es propio, que incluye
tanto los aspectos conceptuales específicos como los valores y las metodologías);
y la relación con los modelos de comunicación y de estructuración teórica
propios de la práctica profesional. Existe una relación muy interesante entre
ambas que va a marcar su desarrollo. En los periodos de estabilidad teórica e
institucional, las disciplinas viven momentos de euforia, caracterizados por la
creencia en un avance permanente sobre su objeto de estudio, merced al consenso
generalizado de la comunidad respecto del paradigma, y a que no hay en el
entorno cuestionamientos que quiebren la paz institucional. En los momentos de
crisis, cuando la estabilidad estalla en pedazos, ya sea debido a las
fluctuaciones internas, como por la aparición de cuestiones o demandas externas
que afectan la práctica habitual, las creencias sobre el avance rectilíneo del
conocimiento hacia la verdad se
desvanecen. Las instituciones ven cuestionada la disciplina, en los dos
sentidos antes mencionados. Y es en ese momento en que suele aparecer el debate
o la cuestión de la interdisciplina, e incluso de la transdisciplina (Najmanovich,
1998).
- Su creación y organización. La interdisciplinariedad debe de estar formada por aquellas
ciencias que más se relacionen con el tema de estudio y que, en conjunto
coordinado, mejor puedan explicarlo. Lo que parece lógico pronto plantea los
primeros problemas de su realización:
¿Quién la forma y que ciencias utilizaría?
¿Quién la forma y que ciencias utilizaría?
Los problemas de su realización comienzan con la propia
creación y dirección de estos equipos interdisciplinares. En los medios
arqueológicos como es natural recae en el arqueólogo que vaya a dirigir la
excavación (Arrizabalaga e Iriarte, 2006), prevaleciendo en su elaboración y
organización el criterio de su formación académica y tradición arqueológica, lo
que ya indica unos límites y costumbres. Sin embargo, las disciplinas que
tradicionalmente se han utilizado en el análisis del comportamiento humano en
su origen, desarrollo y evolución en general han sido muy poco utilizadas, casi
siempre dentro de un limitado marco de la multidisciplinariedad y pocas veces
dentro de una plena interdisciplinariedad y/o transdisciplinariedad. La simple
aceptación de la integración científica de la Neurología, Psicología, Antropología
social, Demografía, Lingüística y Biología evolutiva como parte fundamental de
los estudios sobre el comportamiento humano es el inicio de los problemas de la
creación de estas formas de relación disciplinar y, muchas veces, la causa de
la elaboración de unas buenas intenciones pero escasos logros entregadores. En este contexto, Edgar Morin (1992: 241) señala
que:
Por todas
partes, se es empujado a considerar, no los objetos cerrados y aislados, sino
sistemas organizados en una relación coorganizadora con su entorno (...); por
todas partes se sabe que el hombre es un
ser físico y biológico, individual y social, pero en ninguna parte puede
instituirse una ligazón entre los puntos de vista físico, biológico, antropológico, psicológico, sociológico. Se
habla de interdisciplinariedad, pero
por todas partes el principio de disyunción sigue cortando a ciegas.
La organización de un equipo interdisciplinario y/o
transdisciplinario supone un importante reto, pues los métodos, objetivos y
elementos de estudio de las disciplinas que lo vayan a constituir al ser
diferentes hacen muy compleja su interrelación doctrinal. Ni el prehistoriador
suele conocer los fundamentos psicobiológicos del ser humano relacionados con
la conducta, ni los psicólogos y neurólogos conocen la realidad conductual de
los homínidos del paleolítico. Sin un mínimo conocimiento de estas disciplinas
es muy difícil la armonización de sus contenidos, hecho que facilitaría el
desarrollo de teorías mejor fundamentadas. Esto nos lleva muy lejos, pues
implicaría la necesidad de cierto conocimiento sobre las ciencias que van a
formar la interdisciplinariedad científica, lo que muy pocas veces se cumple
por la enorme complejidad académica que conlleva.
Parece claro que toda interpretación realizada bajo una
amplia y adecuada coordinación científica tendría más posibilidades de disminuir
la subjetividad que impregna muchos de los trabajos principalmente
humanísticos. Pero debe existir un requisito fundamental en toda síntesis
interdisciplinar, pues inexcusablemente todas las ciencias que se utilicen
deben tener unos fundamentos teóricos que no sean antagónicos. Si en esta
confluencia de ciencias existiesen contradicciones teóricas, habría que pensar
que alguna o varias teorías de las disciplinas usadas pudiera no ser correcta,
pues en la explicación de la conducta humana no pueden coexistir conceptos
generales claramente opuestos. Por supuesto, los datos arqueológicos no sólo
deberían estar de acuerdo con las tales conclusiones teóricas, sino que la
mayoría de las veces serían una guía del camino que la evolución cultural y
cognitiva desarrolló en cada periodo y lugar histórico.
- Su gran dificultad teórica. En cada
ciencia o disciplina convergen diversas teorías, consecuencia de la diferente
interpretación que se realice de las otras disciplinas que convergen en sus
cometidos. De las ciencias relacionadas con la conducta humana tenemos: Biología
evolutiva (Genética, Embriología, Factores ambientales), Psicología (Psicología
evolutiva, Cognitiva: procesamiento de la información, Gestalt, Conductismo, etc.),
Neurología (clínica, anatómica, embriológica, psicológica, etc.), Lingüística (carácter
innato o adquirido en su origen), Antropología social (evolucionismo, difusionismo,
particularismo histórico, antropología social, estructuralismo, ecología
cultural, etc.). Cuando
se usan estas ciencias debemos tener en cuenta que debe de existir una concordancia
teórica entre todas ellas, pero en principio desconocemos cuales se
adaptan mejor a las demás. Así, la elección de los profesionales en cualquier
estudio interdisciplinar y/o transdisciplinar, aparte de ser muy compleja, debe
guiarse por un planteamiento teórico previo sobre las orientaciones de cada
ciencia elegida.
- Los problemas de su difusión social y
académica. Otro problema que dificultaría su
realización radica en el aislamiento científico y metodológico que existe, pues
impide comprender con detenimiento las conclusiones de tales estudios
interdisciplinares y/o transdisciplinares. Quién no tenga el mínimo
conocimiento sobre las ciencias que forman estas formas de relación
disciplinarias tendría grandes dificultades para entender sus conclusiones, por
lo que las ignoraría o les prestaría poca atención. Si los centros académicos
tampoco ponen los medios para que todos los que pasen por sus competencias
científicas tengan la capacidad doctrinal para comprender la utilidad de su
uso, es muy difícil que los autores que componen cualquier comunidad científica
se interesen por los problemas tratados por una interdisciplinariedad que no
entienden. Consecuentemente, si no hay demanda social y académica, es muy
difícil que exista interés en superar las importantes dificultades que supone
ponerse a la altura de tales estudios interdisciplinarios y/o
transdisciplinarios, y más aún realizarlos.
Conclusiones
El uso de estas formas metodológicas en la actualidad
constituye una realidad de la que no podemos evadirnos. La tendencia hacia la
transdisciplinariedad es una forma del quehacer arqueológico que poco a poco se
irá imponiendo, pues constituye la mejor forma de comprensión, dentro de los
límites propios de los escasos datos que poseemos, de la realidad ocurrida en
el pasado. Así, por ejemplo, estudiar el inicio del Paleolítico superior debe de
realizarse de forma que los numerosos árboles que conocemos de este
periodo (Clima; cronología; geografía; datos de los HAM y HN; conductas
tecnológicas, sociales y tecnológicas; simbolismo; demografía del periodo; relaciones
sociales de todo tipo y poblaciones; etc.) nos puedan ofrecer un panorama del
momento y lugar o bosque totalmente dinámico dentro del continuum que forma todo
desarrollo humano en todas sus características.
Un
intento de estas características ya lo realicé dentro de la Arqueología cognitiva
(La conducta moderna en el Paleolítico superior inicial). Igualmente, pero más
limitado al Neandertal (La transición del Paleolítico medio al superior. ElNeandertal). Aunque algo limitado por el paso del tiempo, creo que bien pueden
servir como intentos serios de la realización de interdisciplina y/o transdisciplina.
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Castelperroniense y otros complejos de transición entre el Paleolítico medio y
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