La
numerosidad, entendida como la capacidad de
entender, representar y usar los números (Coolidge y Overmann, 2012), es un
proceso cognitivo que está muy relacionado con numerosos aspectos de la
conducta humana. Durante el Paleolítico se produjeron importantes avances
conductuales y cognitivos de muy variada manifestación arqueológica
(tecnológicos, lingüísticos, simbólicos, sociales, culturales, etc.), con el
consecuente aumento de su capacidad de adaptación medioambiental. Varios de
estos avances precisaban cierto control en su uso, lo que pudo realizarse
mediante conductas de medición y conteo en el desarrollo
de su acción.
- Medición
sería la equiparación de las acciones realizadas (recorrer largas distancias, intercambio
comercial, almacenaje, etc.) con unidades o patrones de medida (día, mes lunar, año solar, unidades de
volumen, etc.). Su adquisición se realiza mediante la observación de la
naturaleza y el reconocimiento de su utilidad (serendipia), siendo posteriormente
desarrollada mediante procesos más complejos y buscados (creatividad).
- Cuantificación. Con el uso de estas mediciones se
llegaría a los procesos de cuantificación o creación de abstracciones numéricas, mediante el desarrollo de un
simbolismo (gráfico, sonoro, mixto, etc.).
Según
el testimonio arqueológico los comienzos de las tareas de medición se iniciaron a
comienzos del Paleolítico superior, mientras que el inicio de la cuantificación
numérica solo tenemos datos arqueológicos a partir del Neolítico, aunque no
puede descartarse realizaciones más o menos aisladas de estos hechos con cierta
anterioridad. Esto parece indicar el reciente trabajo sobre el sentido y los símbolos
numéricos (d´Errico et al. 2017). Este
trabajo se indica la existencia de un fémur de hiena de 72-60 ka del yacimiento
Musteriense de Les Pradelles
(Francia), lo que lo sitúa dentro del mundo de los Neandertales.
Datos arqueológicos
Las
primeras muestras arqueológicas relacionadas con un posible pensamiento
matemático se encuentran en el inicio del Paleolítico superior, dependiendo de
ciertas características de su propia morfología gráfica. La existencia de
sucesivas marcas en soportes principalmente óseos y líticos, consideradas
muchas veces como marcas de caza,
parece representar un registro medible o contable desconocido. Estas conductas numéricas se han asociado a
las plantillas de manos (conteo
con dedos); pinturas (corporales, paredes, manos, etc.); muescas en hueso,
asta, piedra, etc.; cuentas independientes (conchas, piedras, huesos, etc.);
series de nudos en cordones; y registros
en materiales biológicos (maderas, hojas, semillas, etc.) que no han perdurado (Overmann, 2017). Su presencia
arqueológica es muy irregular, tanto en la distribución temporal como
geográfica, y aunque sean deliberadas siempre nos queda la duda de que su
finalidad fuera una actividad medible o contable (Barandiarán, 2006; González
Redondo et al. 2010).
Los datos arqueológicos mejor asociados a estas prácticas
serían las sucesivas marcas que se observan en diversos
utensilios y/o soportes, pues adquieren una forma homogénea y regular en su
producción, dando la sensación de un acto más o menos continuo en el que se
registraría, por simple comparación evento-muesca, los sucesos que se quieren
medir y/o contar. Se han encontrado en objetos fácilmente transportables y
manejables, aunque su finalidad no estaría bien demostrada (Barandiarán, 2006; González Redondo
et al. 2010; Overmann, 2016a). Podemos distinguir dos grandes grupos:
- Realizados en soportes adecuados para su realización, pero que
no son útiles. Destacamos la placa de
Gorge d´Enfer (1); el hueso de Dolni
Vestonice (2); los
huesos de Abri Cellier (3); la placa de Abri
Blanchard (4); el disco de piedra de Bodrogkeresztur
(5); el asta de Brassempouy (6); la
placa de la Cueva de Taï (7); la
placa de marfil de Mal´ta (8); el hueso de Lebombo (9) y el hueso
de Ishango (10). Son los que más posibilidades tienen de representar
estas conductas de medición y/o conteo.
- En útiles u objetos de arte mueble con formas más o menos adecuadas
para su realización. Tenemos la placa de Geissenklösterle (11); la varilla de Gorge d´Enfer (12); la placa
ovoide de La Roche (13); el colgante
d´Enfer (14); el colgante de Cueva Morín (15); el metacarpo de La Garma (16); los colgantes de Las Caldas (17); los colgantes de La Garma (18) y los colgantes de Altamira (19). En ellos es difícil
distinguir si las marcas son parte del adorno, del útil o corresponden a
conductas numéricas.
Por supuesto no estarían todas las muestras conocidas, pero
sí las que más parecen mostrar estos aspectos numéricos relacionados con
conductas de medición y/o conteo. Siempre quedan dentro de una hipótesis que no
puede ser resuelta por las simples características de tales objetos, pues
aunque nos parece que indican un posible uso matemático, la falta de conexión
con lo medido o contado (si es que había algo que medir o contar) nos impide
llegar a conclusiones con una objetividad aceptable.
Conclusiones
El
análisis de la conducta humana en el pasado presenta numerosas dificultades, lo
que nos induce a valorar la necesidad de introducir nuevos métodos
interpretativos que superen estas limitaciones. La Arqueología cognitiva intenta ampliar realizar este cometido
mediante el estudio de la evolución cognitiva del
género Homo, para lo cual considera
imprescindible añadir los valores cognitivos de los seres humanos a las
herramientas interpretativas de la Arqueología.
Su
aplicación al estudio de la cognición numérica nos proporciona una hipótesis de
trabajo muy útil para su compresión durante el Paleolítico. Su desarrollo
estaría determinado por la realización de una serie de logros cognitivos-conductuales
enlazados entre sí en el tiempo y el espacio, entre los que se destacan el
inicio de la medición mediante patrones, la elaboración abstracta de los
números, los mecanismos de conteo de hechos cotidianos y la elaboración de
operaciones numéricas. Para su realización ha sido precisa la acción
conjunta varias capacidades cognitivas racionales (atención, percepción,
inhibición, memoria de trabajo, flexibilidad conductual, etc.) y emocionales
(necesidad, interés y motivación). Arqueológicamente queda constancia de una
importante heterogeneidad temporal y geográfica de su producción, pues sus
mecanismos de producción (racionales y emocionales) se deben al desarrollo de
las sociedades en todos sus aspectos (nicho cognitivo-cultural).
Este
proceso es un claro ejemplo de coevolución cognitiva, producida
gracias al carácter exaptativo y de mosaico de nuestra evolución neurológica, la cual en un medio ambiente
adecuado es capaz de producir los fenómenos de emergencias cognitivas
con sus consecuentes cambios de conducta, entre los que se encuentra las
relacionadas con los números.
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