domingo, 14 de febrero de 2016

Estructuralismo funcional como método de interpretación arqueológico

El estudio de la conducta humana en el Paleolítico siempre ha estado limitado por dos grandes inconvenientes. Primero, por la escasez de datos que de tal época tenemos. Segundo, por la falta de métodos que nos permitan analizarlos con la mayor objetividad posible. Sin embargo, desde el inicio de la Prehistoria como ciencia se ha intentado superar estos problemas por medio de la elaboración de métodos que permitan una interpretación adecuada de los datos arqueológicos .


Algunos autores opinan que el Estructuralismo puede ser una posición interesante, en el intento de estudiar objetivamente las realidades sociales o colectivas de la Prehistoria. Esta corriente teórica, basada fundamentalmente en la escuela antropológica de Claude Lévi-Strauss (1908-2009) y desarrollada a mediados del siglo XX, se basa fundamentalmente en la aceptación de unas estructuras o modelos genéricos (aparentemente no visibles) sobre el funcionamiento que rige la conducta humana (Lévi-Strauss, 1964). Las estructuras de percepción (sentidos) y procesamiento (cerebro) de la realidad serían similares en todos los grupos humanos, lo que implicaría que tenemos una forma básica, común a todos los pertenecientes a nuestra especie, de conocer la realidad material del mundo en el que vivimos. En este sentido, el Estructuralismo intenta realizar una interpretación objetiva, pues para él, el sujeto que se analiza (seres humanos de la prehistoria o actuales) no es importante, dado que ambos están determinados por esas características comunes que encauzan las acciones de la sociedad, y el que lo estudia (antropólogo, arqueólogo, etc.) tampoco, pues sólo intenta descubrir los códigos comunes que le lleven a entender la percepción de la realidad del grupo observado (Hernando, 1999).


Sin embargo, en su desarrollo y puesta en práctica se echaba en falta un mayor conocimiento sobre la realidad neurológica y psicológica del ser humano en relación con su conducta, y de la gran variedad de diferentes manifestaciones (culturas humanas) que pueden surgir de las estructuras o modelos genéricos. Se desconoce, con un mínimo de certeza, las características de esas estructuras comunes de percepción y procesamiento, por lo que su desarrollo se ha realizado un tanto a ciegas, sin conocer las propias limitaciones que la estructura biológica común presentaba. Habría que volver a desarrollar leyes generales sobre la forma de crear y desarrollar la conducta humana, pero con la suficiente flexibilidad como para que se adaptasen a las particularidades, sociales y personales, de cada contexto arqueológico, es decir, explicar la diversidad cultural y de pensamiento como característica esencial de la conducta humana.

Estructuralismo funcional

Para tal fin es necesario un método interpretativo dentro de la Arqueología cognitiva, el cual podría ser el Estructuralismo. En su desarrollo para la interpretación arqueológica se ha elaborado un método interdisciplinar (La interdisciplina como método de análisiscientífico) utilizando la información actualizada de las ciencias que estarían relacionadas con el origen y desarrollo de la conducta humana. En este contexto, podemos señalar a la Biología evolutiva (La gran complejidad de laevolución biológica), Neurología (Genética de la evolución neurológica.Consecuencias arqueológicas), Psicología (La desconocida evolución cognitiva. Mecanismos de evolución cognitiva), Lingüística (Lenguaje interno: Lev Vygotski. La función cognitiva del lenguaje) y Antropología social (La socializaciónhumana. El aprendizaje en las sociedades humanas. Influencia del medio ambienteen el pensamiento y conducta) como ciencias fundamentales para la elaboración interdisciplinar de un modelo funcional para el análisis de nuestro pensamiento y conducta (racional y emocional) en todas las épocas. Tal modelo de ha denominado como Estructuralismo funcional (Rivera, 2009; Rivera y Menéndez, 2011).


No obstante, la forma en que esta percepción y procesamiento de la realidad va a dar lugar a la construcción cultural sería diferente entre los humanos de diferentes periodos, pues cada uno estaría condicionado por sus capacidades neuroevolutivas y las características medioambientales del momento en el que le tocó vivir (Hernando, 1999; Rivera. 2009). Lo que en un principio es común, en su desarrollo se diversificaría, lo que explica el aspecto de mosaico (cultural, cognitivo y emocional) que caracteriza tales procesos. 

Bases teóricas del Estructuralismo funcional

Del estudio coordinado entre estas disciplinas académicas se ha elaborado una serie de conclusiones básicas que, con su aplicación al registro arqueológico, nos proporciona explicaciones bien fundamentadas sobre el origen y desarrollo de la conducta del género Homo.

- La evolución biológica nos dota de unas capacidades funcionales innatas (capacidades cognitivas elementales o básicas) como son ciertos niveles de memoria, funciones ejecutivas, atención, percepción sensorial, etc. Su repercusión en la conducta depende de su potencialidad efectiva y de su desarrollo (desarrollo cognitivo) (Vygotsky, 1979; Rivera, 2009). Paralelamente, la evolución nos proporciona las emociones primarias, las cuales evolucionarían en función del desarrollo cognitivo racional que se aprecia en el nivel de autoconciencia desarrollado (Rivera, 2015). Cualquier acción racional (individual o social) incluye un componente emocional (Ardila y Ostrosky-Solís, 2008).

- Nuestras características neurológicas y psicológicas muestran la necesidad de un medio ambiente adecuado que hay que crear (social, económico, tecnológico, lingüístico, etc.) para que las capacidades cognitivas básicas se desarrollen adecuadamente. Podría definirse como un nicho cultural o cognitivo que posibilite tal desarrollo (Tomasello, 2007; Bickerton, 2009).

- Cuando la evolución neurológica sea suficiente y las características ambientales adquieran un nivel adecuado, pueden producirse nuevas capacidades de naturaleza sociocultural, las cuales sólo existían como potencialidad. Son las capacidades cognitivas emergentes o superiores (p. e. simbolismo, autoconciencia, lenguaje, escritura, creatividad, etc.) (Vygotsky, 1976; Edelman y Tononi, 2000; Searle 2000; Mora, 2001; Álvarez Munárriz, 2005; Tomasello, 2007; Ardila y Ostrosky-Solís, 2008; Renfrew, 2008).

- Este proceso es acumulativo, pues siempre utiliza anteriores conceptos más elementales, pero imprescindibles para la evolución conductual. Para su logro se necesita cierta estabilidad demográfica que facilite su perduración, transmisión generacional y progreso.

- La existencia de un lenguaje (primera conducta simbólica) es condición necesaria, aunque no suficiente, para la formación, desarrollo y transmisión de todas las conductas simbólicas. El pensamiento, la conducta y el lenguaje son tres vertientes del mismo proceso psicobiológico que va a caracterizar la conducta de los seres humanos, a los que hay que añadir los componentes emocionales que siempre estaría presente. De la información del registro arqueológico (conducta) podemos realizar inferencias sobre las características del pensamiento, lenguaje y de los estados emocionales asociados (motivación, empatía, inhibición, emociones autoconscientes).

- La evolución cultural es un continuum heterogéneo en el tiempo y en el espacio, pues depende de diversos factores (capacidades y desarrollo cognitivo, existencia de un lenguaje previo, medio ambiente sociocultural, condiciones demográficas, emotividad, etc.) que no siempre actúan con la misma intensidad, ni tienen igual desarrollo temporal y espacial.

- En este continuum se producen diversos estadios intermedios, de los que desconocemos sus características precisas, pero que podemos proponer hipotéticamente y contrastar con los datos conocidos del registro arqueológico.

- Los conceptos, abstracciones y emociones que van a configurar la conducta humana en todos sus niveles han de adquirirse de la observación del medio ambiente en el que se vive, tanto de la propia naturaleza como de las construcciones socioculturales que los grupos humanos vayan creando.

Estas conclusiones teóricas nos ofrecen unas pautas de cómo se pudieron formar las conductas observadas en el paleolítico referentes a todos los procesos creativos (tecnológicos, simbólicos, sociales, culturales, etc.).

Aplicación al registro arqueológico

Su aplicación al registro arqueológico se ha efectuado en algunos aspectos:

- Exposición del método.
Nueva vía metodológica en el estudio de la conducta humana, por medio del desarrollo de una síntesis elaborada con las aportaciones de varias ciencias relacionadas con los seres humanos (Biología evolutiva, Neurología, Psicología y Sociología). Tal síntesis ha dado lugar a un modelo psicobiológico sobre nuestro comportamiento en todas las fases de evolución cultural. Su aplicación al registro arqueológico permite una explicación de la conducta en todos sus periodos, pudiendo denominarse su actuación como Arqueología cognitiva.

- Estudio de la cognición entre HAM y neandertales.
Donde se analizan las diferencias de las dos poblaciones humanas que vivieron en Europa durante el inicio del Paleolítico Superior, desde un punto de vista cognitivo y cultural. La meta que se persigue es una mejor comprensión sobre la relación biológica que pudo existir entre ellos, así como las capacidades cognitivas que pueden deducirse de la conducta observada en el registro arqueológico. La síntesis de estos análisis nos puede aclarar, con un mayor poder explicativo, importantes aspectos sobre su diferente cultura y la definitiva desaparición del Neandertal.

- Análisis de la transición del Paleolítico medio al Superior.
La transición europea al Paleolítico Superior fue un complejo proceso del que se continúa en constante controversia. Los datos arqueológicos, por sí solos, no logran aclarar convincentemente a la comunidad científica que los estudia. La Arqueología cognitiva, con la nueva metodología que aplica, puede aclarar muchas de las dudas que tal periodo plantea (Rivera 2009).

- Racionalización del simbolismo. La muerte en el Paleolítico Medio.
El simbolismo es la principal característica de la conducta humana, pero sigue siendo desconocido en muchos aspectos. Se realiza un análisis estructural del simbolismo humano, por medio de una síntesis metodológica elaborada con las aportaciones de varias ciencias relacionadas con los seres humanos (Biología evolutiva, Neurología, Psicología y Sociología). Tal síntesis ha dado lugar a un modelo Psicobiológico sobre el comportamiento humano, que nos permite elaborar un método adecuado para el estudio del simbolismo, desde su origen hasta su plena manifestación con las características actuales. Posteriormente, se aplicaría a las conductas funerarias que se conocen del Paleolítico Medio de Europa, del Próximo Oriente y del MSA de Sudáfrica, para valorar la intencionalidad de los enterramientos, junto con el posible simbolismo asociado a ellos. También, se estudiará la antropofagia como forma de eliminación de los cadáveres en este periodo, intentando comprender si se realizaba como conducta de supervivencia o asociada a elementos simbólicos similares a los relacionados con los enterramientos (Rivera 2010).

- Las conductas simbólicas en el paleolítico. Un intento de comprensión t análisis desde el Estructuralismo funcional.
Se trata de estudiar las conductas simbólicas humanas en el inicio de su desarrollo (Auriñaciense y Chatelperroniense). Abarcaría las principales muestras de conducta simbólica (sociales, espirituales, religiosas, etc.), por medio de su representación arqueológica (adornos, grabados, pinturas, enterramientos, conductas sociales, etc.). Realizado junto con el profesor de la UNED Mario Menéndez (Rivera y Menéndez, 2011).

- Arqueología de las emociones.
La conducta humana es el resultado de la acción conjunta de sus capacidades cognitivas racionales y emocionales. Por tanto, su estudio debe de realizarse dentro de una realidad metodológica que recoja y relacione ambos aspectos cognitivos. La prehistoria fue el período en el que se produjo la evolución cognitiva que ha caracterizado a nuestra conducta. ¿Cómo han influido las emociones en este proceso? Este es el tema del presente trabajo, para lo cual se ha empleado un método de estudio interdisciplinario (estructuralismo funcional), como base interpretativa de los datos arqueológicos racionales. Sobre estos datos hay que analizar la influencia que las emociones ejercieron para su realización. La presencia de emociones en las conductas prehistóricas sólo puede realizarse por métodos indirectos. Ya sea analizando las conductas que estén claramente relacionadas con ellas, o aquellas para cuya realización sería necesaria alguna manifestación emocional. Así, se han elegido cuatro grupos de conductas relacionadas con las emociones y que pueden seguirse arqueológicamente. Conductas con necesidad de empatía para su realización; que reflejen la influencia de la autoconciencia en su desarrollo racional y emocional; que se aprecie cierto control de las emociones; y en las que la motivación que producen ciertas emociones sea fundamental para su producción.


- ÁLVAREZ MUNÁRRIZ, L. (2005): La conciencia humana”. En La conciencia humana: perspectiva cultural. (Coord.) Luis Álvarez Munárriz, Enrique Couceiro Domínguez. Barcelona. Anthropos.
- ARDILA, A.; OSTROSKY-SOLÍS, F. (2008): “Desarrollo Histórico de las Funciones Ejecutivas”. Revista Neuropsicología, Neuropsiquiatría y Neurociencias, Vol.8, No.1, pp. 1-21.
- BICKERTON, D. (2009): Adam´s Tongue: How Humans Made Language, How Language Made Humans. New York: Hill and Wang.
- EDELMAN, G. M. y TONONI, G. (2000): A Universe of Consciousness. New York. Basic Books.
- HERNANDO, A. (1999): “Percepción de la realidad y Prehistoria, relación entre la construcción de la identidad y la complejidad socio-económica en los grupos humanos”. Trabajos de Prehistoria.56 (2): 19-35.
- LÉVI-STRAUSS, C. (1964): El pensamiento salvaje. México. Fondo de Cultura Económica.
- MALAFOURIS, L. (2008): Between brains, bodies and things: tectonoetic awareness and the extended self. Phil. Trans. R. Soc. B 363, pp.1993-2002.
- MORA, F. (2002): Cómo funciona el cerebro. Alianza. Madrid.
- RIVERA, A. (2009): Arqueología del lenguaje. La conducta simbólica en el Paleolítico. Akal. Madrid.
-RIVERA, A. y MENÉNDEZ, M. (2011): “Las conductas simbólicas en el paleolítico. Un intento de comprensión y análisis desde el estructuralismo funcional”. Espacio, Tiempo y Forma. Serie I Prehistoria y arqueología. Nueva época nº 4.
- SEARLE, J. R. (2000): El misterio de la conciencia. Barcelona. Paidos.
- TOMASELLO, M. (2007): Los orígenes culturales de la cognición humana. Amorrortu. Buenos Aires.
- RENFREW, C. (2008): “Neuroscience, evolution and the sapient paradox: the factuality of value and of the sacred”. Phil. Trans. R. Soc. B 363, pp. 2041-2047.
- VYGOTSKY, L. S. (1979): El desarrollo de los procesos psicológicos superiores. Crítica. Barcelona.

martes, 9 de febrero de 2016

El dominio del fuego. Cómo, cuándo y dónde

El descubrimiento y dominio del fuego significó un gran avance en el desarrollo cognitivo y cultural de las poblaciones humanas del paleolítico. Sin embargo, este fenómeno significa un complejo proceso del que aún no tenemos todas las claves, pero si las suficientes como para conocer con cierto rigor cuándo, dónde y cómo se produjo.

Los seres humanos frente a la Naturaleza

La evolución del género Homo sitúa a los seres humanos en ambientes hostiles donde hay que sobrevivir con las armas que la misma naturaleza nos ha ofrecido. Es el axioma más claro de la evolución: la supervivencia del mejor adaptado para poder procrear y mantener la especie o propagar sus cambios. Pero la adaptación es el resultado de múltiples factores que, en su unión funcional, consiguen conductas más adecuadas para la supervivencia en cada medio ambiente específico.

En las poblaciones humanas la capacidad de adaptación fue aumentando progresivamente, lento al principio pero con un gran nivel de aceleración en las etapas en las que el Homo sapiens inició su andadura por el Viejo Mundo. Nadie duda que estos avances adaptativos se lograron gracias a las capacidades cognitivas y emocionales que todos los humanos de nuestro género tuvieron. En este contexto, el fuego representa un avance tecnológico y social de gran envergadura, pues cambiaría radicalmente la conducta humana, aumentando su sociabilidad, comunicación, tecnología de todo tipo, el desarrollo de la cocina, posibilidad de poblar espacios geográficos de clima frío, etc.

Si hay una manifestación cognitiva que más se relaciona con los cambios conductuales es, sin duda, la creatividad, pues constituye un aspecto central del ser humano, siendo cada vez más fundamental para la comprensión de la compleja naturaleza biosocial de la mente (Malafouris, Gosden y Overmann, 2014). La creatividad es un constructo psicológico formado a partir de la interacción funcional de diversos factores de diferente origen (Oliveira et al. 2009), como son otras capacidades cognitivas racionales (simbolismo, autoconciencia, lenguaje, abstracción, etc.) y emocionales (motivación intrínseca y extrínseca; confianza en sí mismo, valor, tenacidad, entusiasmo, etc.); de factores personales y sociales (acervo cultural, relaciones sociales, personalidad, formas de pensamiento, etc.) en contextos medioambientales determinados, por lo que en gran parte dependería del adecuado desarrollo evolutivo de las mismas (evolución cognitiva). Es un claro ejemplo de sinergia o acción de dos o más causas cuyo efecto es superior a la suma de los efectos individuales. En Psicología se trataría de la unión de diversas capacidades cognitivas para producir una emergencia cognitiva, o la aparición de una capacidad cognitiva superior en eficacia adaptativa que la que pudieran presentar las capacidades que la forman por separado. La existencia de algún mecanismo cognitivo relacionado con la creatividad debieron de estar presente en las poblaciones humanas que lograron utilizar y controlar el fuego.

En general, se define a la creatividad como la capacidad de producir nuevas conclusiones y resolver problemas determinados en una forma original. Sin embargo, no todos los avances pueden englobarse en esta definición, pues muchas veces éstos se producen de forma fortuita o no intencionada cuando se está buscando otra cosa distinta o simplemente ninguna, admitiéndose la existencia de un descubrimiento importante, aunque sea independiente de lo que esté estudiando. En este último caso se define como otra forma de creación no intencionada o buscada, denominándose como serendipia.

Cómo se pudo utilizar y controlar el fuego

El fuego, como proceso natural, debió de ser conocido y temido por todos los humanos de nuestro linaje. Sin embargo, en pequeña escala puede ser un atrayente psicológico muy importante, consecuencia de la luz y el calor que despiden, del bienestar que ofrece a su alrededor, de su capacidad de ahuyentar animales peligrosos y de sus importantísimas cualidades culinarias y tecnológicas. Su uso y control por parte de las primitivas especies humanas supuso un enorme avance conductual en todos los sentidos, aumentando en mucho su capacidad adaptativa. Sobre el origen cognitivo de las conductas relacionadas con el control del fuego debieron de ser una serendipia más que un proceso creativo, pues en los primeros periodos de la evolución cognitiva humana el desarrollo de la autoconciencia aún distaba mucho de lograr los niveles adecuados para buscar intencionadamente tal control, hecho clave en la diferenciación de los dos procesos. Su conocimiento en pequeña escala (p. e. pequeños fuegos residuales tras un incendio natural) debió de enseñar a estos primitivos humanos las cualidades y ventajas de su mantenimiento y/o primitivo control, lo que una vez aprendido se sumó al acervo cultural y se trasmitió constantemente de generación en generación en todos nuestro género. Pero, ¿cómo se logró su control, o la posibilidad de poder tener fuego en pequeña escala siempre que fuera necesario? Del conocimiento sobre el fuego natural se puede deducir que existieron dos alternativas como fuente primaria de su utilización (Menéndez, 1996; Gómez de la Rúa y Díez Martín, 2009):

- El mantenimiento permanente de fuego encendido (fuego o ascuas) obtenido de un fuego natural. Tal proceso parece complejo de mantener constantemente.

Imagen del Rincón del vago
- El descubrimiento de mecanismos de producción de fuego. El más factible sería el de la producción de chispas al golpear piedras adecuadas (pedernal, pirita o marcasita), lo que se pudo aprender del frecuente trabajo del tallado lítico y la relativa variedad de piedras que para tal fin se utilizaron. Sin embargo, el uso de útiles líticos para encender el fuego están prácticamente ausentes en el registro arqueológico hasta finales del Paleolítico superior, aunque hay que valorar que este tipo de herramientas son difíciles de reconocer en los conjuntos de artefactos, aunque se establecen criterios basados en el microdesgaste para identificar las utilizadas en la producción de chispas (Sorensen et al, 2014).

Igualmente, por medio del uso de maderas con una constante y rápida frotación se produce un sobrecalentamiento que acaba por prender material altamente inflamable (hojas, yesca y madera finas muy secas). No obstante, tal procedimiento solo está registrado a partir del Paleolítico superior, aunque sí tenemos datos del abundante trabajo de las herramientas líticas con la madera. Es posible que de esta interacción (herramientas líticas trabajando intensamente sobre madera) se adquiriera el concepto de su calentamiento por el roce intensivo y continuado.

Dónde y cuándo de las primeras muestras del uso de fuego

Existen datos sobre la presencia de fuego (arcilla quemada) en yacimientos de África oriental datados sobre un millón y medio de años (Chesowanja, Olorgesailie y Koobi Fora), pero la prueba más antigua de cierto control y uso del mismo sería la presencia de huesos y útiles quemados, junto con restos de maderas carbonizadas y agrupados en lugares concretos, formando los primeros hogares conocidos (Gómez de la Rúa y Díez Martín, 2009; Menéndez et al. 2011). Con estas características los datos más antiguos sobre el uso y control del fuego son de aproximadamente un millón de años en la cueva de Wonderwerk (Sudáfrica) donde se encontró huesos, hojas y piedras quemadas, indicando un uso intencionado del fuego posiblemente para cocinar alimentos. El yacimiento tiene una tecnología Achelense (Paleolítico inferior), y se sitúa a unos treinta metros de la entrada, lo que descarta la aparición fortuita de las llamas y muestra la intencionalidad de la creación de la hoguera. Huesos de animales calcinados, además de hollín en las piedras y restos de hojas quemadas, apuntan al uso del fuego para la preparación de alimentos. Los análisis muestran una combustión inferior a los 700 grados centígrados, lo que apunta a la utilización de hierbas y hojas, aunque no se descarta el uso de leña, que podría haber desaparecido del yacimiento por la descomposición natural de los restos orgánicos. Anteriores a estas fechas no tenemos ningún dato que indique su existencia controlada, es decir, que existan hogares que indiquen su uso controlado en medios humanos de hábitat (Berna, et al. 2012).

En estas poblaciones humanas hay que tener en cuenta su dispersión geográfica y su débiles formas de comunicación. Estas características demográficas nos indican que el descubrimiento de cualquier control del fuego no tiene porqué extenderse a otras comunidades humanas más o menos lejanas, ofreciendo un aspecto de heterogeneidad en el tiempo y en el espacio muy amplio. Así, el fuego en Europa no llegaría antes del 700 Ka., como se ha visto en los yacimientos franceses de La Grotte de L’Escale (Bouches-du-Rhône) con cronología dudosa situada entre 600-300 Ka. (Bonifay, 1976); en Terra Amata (Niza) con una cronología comprendida entre 400-250 Ka. y en Lazaret más recientes con 150 Ka. (Niza) (Gómez de la Rúa y Díez Martín, 2009; Menéndez, 1996). Sin embargo, el uso sistémico no parece que se generalizó en el Viejo Mundo (Europa, África u Asia) hasta fechas más recientes (200 Ka.).

En el Próximo Oriente tenemos datos del uso controlado del fuego de unos 300 Ka. En la cueva de Qesem (Israel) se han descubierto en el centro de la cueva un gran depósito de ceniza de madera mezclada con trozos de tierra y de huesos. Estos materiales se calentaron en repetidas ocasiones y a altas temperaturas (Shahack-Gross et al. 2014).

Fuego y el inicio de la cocina

Un aspecto muy importante reside en la utilización del mismo, aparte del calor que desprende y de uso como lugar de reunión beneficiándose del confort que produce, parece que desde el principio fue utilizado como medio de transformar la carne para mejorar su consumo. La idea de tal uso nos la ofrece la misma naturaleza, pues como ya de comentó los conceptos de la conducta humana han de adquirirse de la observación del medio ambiente en el que se vive, o por el acervo adquirido. Es conocido que diversos carnívoros aprovechan los animales muertos tras un incendio, lo que da a pensar que las primeras comunidades humanas, en las que el carroñeo podría ser una de sus fuentes alimenticias, se aprovechasen la carne más o menos asada/quemada de los animales muertos por un incendio natural. Con esto se adquiriría cierto conocimiento sobre la carne expuesta al fuego, donde la parte no quemada del todo mejora mucho sus cualidades como comida, tanto conscientes (sabor, más comestible y es más digestiva) como inconscientes (favorece la asimilación de los nutrientes que crudos no es posible y evita numerosas enfermedades). Para un control del fuego se intentaría reproducir los procesos vistos en los animales muertos por los incendios. Aunque no de forma directa conocemos algunos datos en los huesos quemados vistos juntos a los hogares que indican su uso en el asado de la carne. Se llegó a alcanzar los 400 ºC., produciendo un ennegrecimiento y un cambio químico en los huesos diferente al que experimentan los animales muertos en incendios naturales (Menéndez, 1996: 64; Pickering et al. 2004).


El fuego permitía asar la carne, ya sea directamente sobre las llamas o por medio del calor de las ascuas, que lo más seguro que fueron las técnicas de elaboración más utilizadas. Un problema que se les planteaba debió de ser la facilidad con que la carne puede quemarse, lo que, dependiendo del grado de afectación calorífica, alteraría su posterior ingestión al perder cualidades de sabor, estar más dura o simplemente incomible al carbonizarse. Este pudo ser el estímulo creativo que con posterioridad logró formas de cocinar separadas del fuego en medios acuosos (cocer, hervir), con calor en ambientes pequeños (hornos) o con otras sustancias muy calientes (freír). En el Paleolítico inferior no parece factible que los humanos pudieran realizar técnicas de tratamiento de los alimentos por medio indirecto del fuego, salvo el uso de piedras planas calentadas sobre un fuego o brasas para colocar encima la carne (Menéndez, 1996: 62; Speth, 2015). El uso de guijarros que pudieron ser utilizados para hacer hervir líquidos, introduciéndoles una vez calentados en odres de piel o en recipientes de abedul, piedra, etc., no parece probable, dado lo complejo del proceso que representaría una auténtica acción creativa más que una simple serendipia propia de las especies humanas que vivieron en este periodo. Esta última técnica puede desarrollarse al final del Paleolítico medio, aunque seguro que se utilizó en el Paleolítico superior. Sin embargo, es durante el Neolítico con el desarrollo de la cerámica cuando la cocina debió de tener un enorme desarrollo en todas sus variedades culinarias.

Conclusiones

El uso del fuego es consustancial con el desarrollo cognitivo y cultural humano, pues gracias a él se pudo sobrevivir en amplias áreas geográficas por medio del desarrollo de la cocina, el calor controlado que suponía y la facilitación social que conllevaba. La sociabilidad, el desarrollo del lenguaje comunicativo, la planificación logística de supervivencia, su poder de freno frente a animales peligrosos, la luz que proporcionaba y que permitió la realización de múltiples tareas durante más tiempo, son unos ejemplos de las enormes ventajas que supuso su uso y control del mismo. Podría decirse que sin él el linaje humano hubiera desaparecido, o por lo menos sería muy distinto a como lo conocemos en la actualidad.


- Berna, F.; Goldberg, P.; Kolska Horwitz, L. ; Brink, J., Holt, S.; Bamford, M. y Chazan, M. (2012): “Microstratigraphic evidence of in situ fire in the Acheulean strata of Wonderwerk Cave, Northern Cape province, South Africa”. Proceedings of the National Academy of Sciences, vol. 109 nº. 20.
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